Don Miguel y don Pedro de Auendaño,
Escobar, Juan Iufré, Cortés y Aranda,
sin mirar al peligro y riesgo estraño,
sustentan todo el peso de su banda.
También hacen efeto y mucho daño
Losada, Peña, Córdoba y Miranda,
Bernal, Lasarte, Castañeda, Ulloa,
Martín Ruiz y Juan López de Gamboa.
Pero muy presto la araucana gente,
en la española sangre ya cebada,
los hizo revolver forzosamente,
y seguir la carrera comenzada;
tras éstos, otra escuadra de repente
en ellos se estrelló desatinada,
mas sin ganar un paso de camino,
volver rostros y riendas le convino.
Y aunque a veces con súbita represa
Juan Remón y los otros revolvían,
luego con nueva pérdida y más priesa
la primera derrota proseguían,
y en una polvorosa nube espesa
envueltos unos y otros ya venían,
cuando fue nuestro campo descubierto
en orden de batalla y buen concierto.
Iban los araucanos tan cebados
que por las picas nuestras se metieron
pero vueltos en sí, más reportados,
el suelto paso y furia detuvieron
y al punto, recogidos y ordenados,
la campaña al través se retrujeron
al pie de un cerro, a la derecha mano,
cerca de una laguna y gran pantano,
donde de nuestro cuerno arremetimos
un gran tropel a pie de gente armada,
que con presteza al arribar les dimos
espesa carga y súbita rociada;
y al cieno retirados, nos metimos
tras ellos, por venir espada a espada,
probando allí las fuerzas y el denuedo
con rostro firme y ánimo, a pie quedo.
|