La abeja
de Enrique Álvarez Henao


 Miniatura del bosque soberano
 y consentida del vergel y el viento,
 los campos cruza en busca del sustento,
 sin perder nunca el colmenar lejano.
 

 De aquí a la cumbre, de la cumbre al llano,
 siempre en ágil, continuo movimiento
 va y torna, como lo hace el pensamiento
 en la colmena del cerebro humano.
 

 Lo que saca del cáliz de las flores
 lo conduce a su celda reducida,
 y sigue sin descanso sus labores,
 

 sin saber, ¡ay! que en su vaivén incierto
 lleva la miel para la amarga vida
 y el blanco cirio para el pobre muerto!