XXIX


Al retirarme, vi en mi mente con absoluta claridad que mi papel en el mundo no era determinar los acontecimientos, sino observarlos y con vulgar manera describirlos para que de ellos pudieran sacar alguna enseñanza los venideros hombres. De tales enseñanzas podía resultar que acelerasen el paso las generaciones destinadas a llevarnos a la plenitud de los tiempos. Seguí, pues, en mi atalaya histórica, y presencié fríamente sucesos culminantes que imprimieron mayor interés y bizarría a los anales del Catón.

Pero me falta espacio para referiros lo que observé en los meses de Octubre, Noviembre y Diciembre del 73 y la mitad de Enero del 74, por lo cual solicito de vuestra benevolencia un período de higiénico descanso, que no ha de ser corto si me obligo a contaros el bloqueo de Cartagena, con los reñidos combates navales de aquellos interesantes días; el asedio que puso a la Plaza un Ejército Centralista, mandado por el General López Domínguez; el lastimoso asesinato de la República, muerta el 3 de Enero a manos del General Pavía, y después, el dramático desenlace y acabamiento del Cantón, con la fuga de sus temerarios caudillos a las playas africanas.

Ya metidos lectores y narrador en la jurisdicción del 74, seguiremos tan campantes al través de la intrincada manigua de las desgarradoras contiendas civiles, hasta parar en aquella fatalidad histórica que abominamos, no sin reconocer que nuestra incorregible tontería fue Razón transitoria de una Sinrazón que ya ¡vive Dios! va durando más de la cuenta.

FIN DE «LA PRIMERA REPÚBLICA»
Madrid, Febrero-Abril de 1911.