La Odisea (Antonio de Gironella)/Canto Octavo

Nota: Se respeta la ortografía original de la época
CANTO OCTAVO.

ULISES Y LOS FACIOS.


A los primeros rayos de la aurora
Los dos reyes el lecho abandonaron.
Alcinó guía a Ulises sin demora
A la pública plaza, desde donde
El puerto se descubre y sus bajeles.
Sobre asientos de mármol se colocan
Y sentados se estan lado por lado.
Para servir de Ulises la partida
En heraldo Minerva transformada,
Por el pueblo afanosa va diciendo:

«Id todos sin tardanza á la asamblea
Allí, allí veréis á un estrangero
Que el mar á nuestras playas ha arrojado,
Y que Alcinó custodia en su palacio;
Veréis en él de un Dios supremo el brillo.»
Un curioso deseo á tales voces
Se apodera de todos: Corren, vuelan
A la pública plaza atrepellados;
Al hijo de Laërtes buscan todos.
Y atónitos, en él la vista clavan.
Mayor talla la Diosa le ha prestado,
Un ademan mas grave, derramando
Una gracia divina en sus facciones;
Quiere que alto respeto ipfundir pueda
Y que brille en los juegos de los Facios.
Dispuesta la asamblea, Alcinó esclama:
«Oïd todos, vosotros que conmigo
El cargo compartís del mando escelso;
Oïd lo que anunciaros aqui debo:
Un estrangero cuyo nombre ignoro
Sin tampoco saber cuál es su patria
Un estrangero á mi paiacio vino.
A mi piedad ausilios ha pedido
Queriendo que á sus lares le volvamos.
A los usos vetustos siempre fieles,
Corresponder sepamos á sus votos.
Jamás á los umbrales del rey vuestro
Estrangero legara cuyo llanto
Naciera de no haberle complacido
O de haber sido lentos en su amparo.
La nave que partir deba primero,
Lancémosla á la mar. Alistad luego
Cincuenta y dos mancebos, los mas aptos
Entre los Facios nuestros; que la equipea
Y vuelvan en seguida á mi palacio
A compartir la fiesta que hoy celebro
Vosotros que sois siempre del Estado

Los apoyos mas firmes; mis leales,
Mis sabios consejeros; hoy conmigo
Venid, y los deberes cumplirémos
De la hospitalidad. Venid; no pienso
Que ninguno se niegue a tal mandato.
Llámese á Demodocio sin tardanza,
El cantor por los Dioses inspirado,
Que sabe dominar á su albedrío
Nuestros pechos á un tiempo, y ensalmarlos.»
Cesa y al punto de la junta sale.
Los gefes de los Facios tras de él parten
Un séquito formándole vistoso.
Va un heraldo á buscar á Demodocio,
En tanto que los mozos navegantes
Ya en la ribera estan. Al mar arrojan
La nao, el palo en ella enderezando;
Los remos han y la vela ensanchan,
De modo que la nave, que llevaron
A una altura mayor, espera solo
La señal de partir. Dispuesto todo,
De Alcinó vuelven ledos al palacio.
Todos van acudiendo: ancianos, mozos,
El recinto y el pórtico llenando
Y hasta los mas remotos aposentos.
Inmola el rey doce corderos mansos,
Dos toros y ocho fieras jabalíes.
Debajo del caldero arde la llama
Y en los hornillos chilla; en breve todo
El dulce aroma del festín respira.
Protonio, heraldo, á Demodocio guía
El vate de las musas protegido
Que de bienes y angustias le colmaron:
Ellas el don sublime le cedieron
De hechizar á la vez almas y oidos
Con sus tiernas canciones; mas en cambio
De la vista del día le privaron,
Y sus errantes ojos van buscando

La luz que no han de hallar. Protonio canto,[1]
En medio de las gentes le coloca
Sobre un brillante sitio que se apoya
A una altiva columna; cuelga luego
De una clavija sobre su cabeza
La lira y en saberla hallar le adiestra;
A su frente una angosta mesa pone
Con un cestillo y una copa llena
Del vino que su gusto mas anhela.
En la mesa estan ya los convidados,
Y en breve, los deseos satisfechos,
El cantor se abandona sin rebozo
A la musa elocuente que le inspira,
El cántico entonando que en tal tiempo
El mundo arrebató: de la lid era
De Ulises con el hijo de Peleo:
« En honra de los Dioses una fiesta
Los griegos celebraban; de repente
Ambos héroes se inflaman y se injurian.
Agamenon se goza al ver tan fieros[2]
Dos guerreros, honor de Grecia toda,
Contenderse con voces tan altivas,
Pues de Apolo el oráculo ve claro;
Lo que la Pitonisa le anunciara,
Cuando en su templo al Dios consultar quiso,
Verificarse ve. Ya el tiempo envuelve
En su curso de Grecia la alta gloria
Con el estrago y destruccion de Troya. »
Demodocio así canta. Con su manto

Ulises tapa el condolido rostro
Saltan lágrimas crudas de sus ojos
Y su flaqueza allí mostrar no quiere
Cuando cesa el cantor, el llanto enjuga,
Deja caer el manto y con su copa
A los Dioses ofrece libaciones;
Mas luego que, á los Facios obediente,
Vuelve á empezar la voz, el triste Ulises
El rostro encubre y se renueva el llanto.
Estas lágrimas que otros no reparan
De Alcinó las miradas han herido:
Sentado junto á Ulises, sus sollozos
Ha podido escuchar, y repentino
A los caudillos Facios: « Oid, dice,
¡Oh vosotros que sois mis consejeros!
Bastante ya en la mesa hemos gozado;
Bastante en esas dulces melodías
Que son de los festines el encanto.
Los juegos empezad; que el estrangero,
Devuelto á sus amigos, decir pueda
Cuanto á los otros pueblos vence el Facio
En fuerza y lucha y bailes y carreras.»
Concluye, y se levanta ya el primero;
Le siguen los damas. Toma el heraldo
A Demodocio la süave lira,
La cuelga en la columna y le conduce
A la plaza en que el juego empezar debe.
Un inmenso tropel hervia en ella;
La liza estaba de rivales llena:
Veíanse Acromo, Ocyale, Nóteo,
Elátreo, Prymneo, Anquiale, Próreo,
Erítmeo, Anabisimo y Amphiale,
Que atrevido retara al mismo Marte,
Naubólido, el mas lindo de los Facios
Despues del menor hijo del Monarca,
Y en fin de aqueste la robusta prole,

Laodamio, Halío y Clitoneo,
Todos del alto premio codiciosos.
La carrera es primero: ábrese al punto
La barra y se abalanzan los rivales.
Vuela al instante el polvo y los envuelve;
Alentado, triunfa Elitoneo
Y a sus émulos deja tan lejanos,
Como al pesado buey mulo ligero
Cuando penosos surcos labran ambos.
Sigue despues la lucha. Euriale vence;
Al disco Elátreo y Amfiale al salto;
En fin al puño Laodamio hermoso,
De Alcinó el hijo tierno y mas amado.
Los juegos concluidos: « Ora es fuerza
Saber, dice Laodamio, si conoce
Ese estrangero nuestros ejercicios
Y si tambien en ellos se ha ensayado.
Esas robustas formas, esos brazos,
Sus músculos, su pierna, el ancho pecho,
Todo demuestra en él firmeza y brío.
Es jóven todavía, aunque las penas
Han roto su vigor, que cual los mares
Nada tanto á los hombres debilita
Ni gasta los resortes de la vida.»
—«Bien dijiste, Euriale le contesta;
Su valor prueba y rétale animoso.»
Coge de Alcinó el hijo aquesta idea
Y, dirigido a Ulises, así dice:
« Ven, padre, ven; ensaya nuestros juegos
Si es que los sabes, y aprendiste en ellos
Tus brios a ostentar. Sí; los conoces.
Nuestra gloria ellos son, que no hay ninguna
Cual triunfar en la lucha ó la carrera.
Vamos, llega, desecha esa tristeza;
Próximo está el partir, que ya tu nave
Por las olas mecida está esperando.»
—«¿Por qué, Laodamio, le responde Ulises,

Esta burla al insulto parecida?
Por las penas, desdichas y trabajos
Agotados los brios, mas el alma
En su dolor que en vuestros juegos piensa.
La merced impetrada es lo que espero;
Ella es el solo objeto delos ruegos
Que al pueblo y á su rey hacer deseo.»
Con tono mas mordaz le dice Euriale:
«Pues yo, estrangera, presumir no puedo
Que hayas jamas probado aquestos juegos,
Que de los pueblos cultos son los goces
Y la pasion de las hermosas almas.
Sin duda sabes, en mercante nao,
Regir los marineros y, con tino,
Sobrecargo ó factor, del beneficio
Ó del daño los datos ir sacando;
¿Mas un atleta tú?... nunca lo has sido.»
Ulises con mirada torva y dura
Airado le responde: «¡Audaz mancebo!
Olvídas tu deber y te estravias.
Todos, con unas formas seductoras
No recibimos del piadoso cielo
El venturoso don de un recto juicio
Ni el de espresarnos con razon y brillo.
Está el uno en corteza dura envuelto,
Mas habla, y su palabra seductora
Sus formas embellece de manera
Que todos con encanto le contemplan.
La miel que mana de su noble acento
Seduce el pecho y los congresos manda;
Aparece y, repente, cual á un Númen
Le mira el pueblo atónito y le acata.
El otro cual los Dioses es hermoso;
Mas el acento suyo es desabrido.
Cierto belleza tienes y los cielos
Otra ya hacer no pueden que la iguale;
Mas tu ingenio... Natura descuídada

De formarle olvidó. Grosero y hosco,
Herirme pretendieron tus discurso;
Pues sabe que en tus juegos no soy nuevo.
Mientras juventud tuve y lozanía
En ellos brillar supe cual primero.
Hoy las angustias fieras me anonadan:
¡Cuánto en nuestros comabtes he sufrido!
¡Cuánto en la mar en ásperas tormentas!
Más, si bien roto y con cansados brios,
Tus juegos todavía ensayar quiero
Ya que el valor tus burlas han herido.»
Luego, sin que su manto dejar quiera
[3] Toma un disco mayor, mas fuerte y discurso
Que los que el Facio en tales juegos usa
Y con nervoso brazo le despide.
Vuela la bola con silbido horrendo
Y cae con estrépito espantoso.
Esos marinos fieros, esos hombres
Que la mar doman, pálidos se asombran.
De los demas el disco el tiro pasa.
Minerva luego, bajo forma humana,
El superado espcaio le señala,
Y le grita: « Estrangero, bien pudiera
Juzgar al tacto un ciego esta distancia.
Tu disco con los otros no se mezcla ;
Primero y muy lejano se presenta.
Tuyo es el premio, bien pedirlo puedes,
Que ninguno podrá ya superarle
Ni á él llegar, por rapido que sea. »
Ulises, al oir tanta cordura,
Con mas franco ademan dice á los mozos:
« Id, jóvenes al blanco, que confio
Otro tiro lanzar de mayor fuerza.

Contienda aqui conmigo el que se atreva;
Heriste mi amor propio y soy yo ahora
El que os reta : á la lucha, á la carrera,
A todo , en fin, y á todos desafío,
Sin escluir mas que á Laodamio solo.
Laodamio es el hijo de mi huésped,
¿Y quién será que querellarse quiera
Con el que en sus hogares le dió asilo?
Insensato es aquel que en tierra estraña
Reta al que bondadoso le ha acogido.
Su loca vanidad los usos hiere
Y maltrata sus propios intereses.
A ningun otro mi valor rehusa;
A todos mostrar quiero lo que puedo.
En cualquier juego es mi destreza suma:
Sé manejar el arco ; sé con tino
Señalar en un grupo de enemigos
Al que deso herir. Cuando allá, en Troya
El brazo ejercitábamos, las flechas
Con vigor despidiendo, par no tuve
Ni otro superior mas que Filoctetes ;
Hoy ya entre los mortales no le tengo.
Ni á Hércules ni á Eurito me comparo,
Que estos retaran á los mismos Dioses.
Por esto fué que Eurito murió pronto;
No pudo envejecer en su palacio,
Que al atreverse á él, le mató Apolo.
Al dardo á nadie temo. A la carrera
Pueda tal vez un vencedor tocarme,
Que mucho las borraseas me han cansado
Y es en las naves el sustento escaso.
Mis músculos son ya tristes y flacos. »
Dice y todos le miran silenciosos,
Alcinó solo responderle intenta :
« Esa noble altivez no nos ofende :
Que resentido de la dura ofensa
A tu merito hecha, hayas querido

Tu escozor ostentar, no hay hombre alguno
Que lo censure si razon conoce.
Escúchame á tu vez para que un dia
En tu nacion, de tu familia en medio,
Contarla á ella puedas y á tus Deudos
Cuáles son de los Facios los talentos,
Lo que distinguir pudo á sus abuelos
Y lo que en fin, honrar podrá sus nietos :
Al disco y á la lucha no nos toca
Tal vez ponernos en lugar primero ;
Mas somos en correr los mas ligeros ;
Espertos en la mar y en los festines ;
A la armonía y baile apasionados,
Y en fin, gustando de elegantes trages,
De blandos lechos y de süaves baños.
Venid, venid airosos bailarines,
Ostentad vuestras gracias delicadas,
Haced que el estrangero vuestra familia
Lleve á sus lares; á sus deudos hable
Y estos primores vuestros les alabe.
A Demodocio devolvded la lira
Que colgada quedára en mi palacio. »
Un heraldo al instante esta ley cumple
Y se levantan nueve ciudadanos
Por el pueblo escogidos, cuyo cargo
Es presidir los juegos. A su órden
La liza libre queda. se separa
El pueblo y deja al baile libre campo.
Provisto de su lira encantadora,
Por el heraldo el ciego va guiado
Y se coloca en medio del gran circo.
Empiezan los danzantes: ¡cuánta gracia!
¡Cuál donaire! sus dulces movimientos
Admira Ulises con el ojo fijo.
[4] Ya Demodocio agita el süave plectro

Y suelta á su compás la voz divina.
De los amores canta licenciosos
De Marte y Venus, y su ardor primero,
Sus furtivas caricias patentiza.
[5]«Marte, con sus espléndidos regalos
A la Diosa sin par ha seducido
Y deshonrado el lecho de Vulcano.
Mas Febo ha descubierto este misterio
Y la injuria al esposo ha revelado.
Enfurecido el Dios, corre á su fragua
Y sin tardanza, en el ayunque sacro
Lazos fabrica que invisibles prendan
Y que ningun vigor baste á quebrarlos.
Construida la red al sitio torna
Testigo de su infamia ya de su agravio
Cuelga la trampa al techo, de manera
Que, como á telaraña, iba bajando.
Y cayendo en el lecho imperceptible
La dejara en tal carcel encerrado
Tendida la artimña, astuto, finge
[6] Que le llaman a Lemnos sus cuidados,
A Lemnos que es el pueblo de la tierra
Que ha preferido siempre en mayor grado
Marte que le acechaba, ve su marcha
Y repentino, vuela á su palacio.
La Diosa, del Olimpo habia salido
Y en un sitio al deleite muy al caso
Estaba tiernamente recostada.

La coge el Dios airoso de la mano
Y «Ven, dice, ¡oh sí, ven, mi tierna amiga,
Que aqueste lecho nos está esperando.
En el Olimpo ya no está tu esposo
Que á Lemnos fuese á ver sus Sintios bravos.»
La Diosa ardia con iguales fuegos:
Ya en el sitio se encuentran deseado;
Mas el tejido se desplega y cae.
Presos estan en tan estraño lazo
Y no pueden salir ni menearse.
En un lance á los goces tan amargo
Sienten ya que escapar no será dable
A las iras del Dios que han ultrajado.
Les observaba Febo; diligente
Vuela y ya prevenido esta Vulcano
Que vuelve lleno el pecho en venganzas.
Con voz que á todo el cielo causa espanto,
Ya desde el peristilo : ¡Oh Jove! grita,
Ven á ver cuánto son afortunados
Los seres de tu Olimpo. Aque una escena
Jocosa quiero al punto presentaros;
Intolerable escena, muy risible,
Y que ostenta odiosísimo atentado.
No me basta ser cojo; la hija escelsa
De Jove me procura un nuevo agravio;
Marte es, aquese Marte pervertido,
De sus tiernas caricias dulce blanco.
Cierto, es ágil y hermoso aqueste amante,
Y yo soy un palurdo estropeado;
Mas ¿quién la culpa tiene, quién? mis padres:
¿Por qué para tal mengua me engendraron?
¡Mirad con cuál dulzura estan unidos!
Miradlos mientras yo de enojo rabio.
¡Oh que á pesar de su ternura infame
Dejar sus fuegos pienso harto burlados!
Presos asi estarán hasta que Jove
Sin falta me devuelva cuanto he dado

Para obtener tan cándida consorte.
Cierto es hermosa y tiene mucho garbo
La hija del señor del alto Olimpo;
Mas, vergüenza no tiene ni recato!
Los Númenes en tanto se juntaban;
Neptuno con Apolo va llegando,
En fin, todos; mas nó las sacras Diosas,
Que el rubor no consiente ver tal paso.
Al mirar la pareja encarcelada
Se oye reir...reir...¡oh! reir tanto
Que solo puede ser risa de Dioses.
Despues estos discursos van volando:
En fin, el que mal anda mal acaba;
Estáte en que eres listo confiado
Y te verás por un gañan cogido.
¡Mira ese cojo : mira el buen Vulcano
Que el Númen entre todos mas ligero
Ha sabido dejar aprisionado!
¡Oh, sí! Marte esta vez paga el escote.
Apolo dirigiéndose al lozano
Mensagero del cielo : ¿Qué tal dice,
Tú, correo en fortunas nada escaso,
Quisieras encontrarte en esas redes
Teniendo á Venus bella entre tus brazos?
—¡Pues! le responde al rubicundo Apolo,
Haz lazos si te gusta triplicados,
De Vénus ponme en el dichoso seno
Y convida al instante á contemplarlo
A los Númenes todos con sus Diosas.
Causa este dicho general aplauso;
Mas Neptuno, que á risa no lo toma,
Del colérico esposo, en tono blando
La libertad de Marte solicita :
Perdon, le dice, ¡Oh sí! que el Dios gallardo
Satisfaccion yo fio que te otorgue
En el consejo de los Dioses sacro.
—¿Satisfaccion? respóndele el marido,

¿Y tú, Dios de los mares, ese cargo
Sobre tí tomas? el refran ignoras
Que dice que el que abona á un bribonazo...
Basta; pero si al verse ya sin trabas
La deuda niega ¿yo contigo qué hago?
En su lugar te envolveré en mis redes?
—Si niega yo por él sufriré el fallo,
Le responde Neptuno; á tal palabra
Vulcano al fin contesta : Ya acusarlo
No puedo, que á tí no hay como resista
Y es mi deber dejarte sin enfado.
Cesa y luego las redes quedan rotas
Y vénse los amantes libertados.
Marte á esconderse en Tracia va corriendo;
Vénus á Chipre vuela y va de Pafos
A los poblados selvas, á gozarse,
Los aromas é inciensos respirando
Que allí siempre en su culto estan ardiendo.
Las Gracias la prodigan süaves baños;
Con divinas esencias la embalsaman
Y la procuran siempre mas encantos.»
Ulises, al oïr estas canciones
Complacido en el rostro se mostraba,
Pero los Facios, en el mar tan duchos,
Con insólitas risas las loaban.
A sus hijos, Laodamio y Halio, llama
[7]Alcinó y que bailen les impone;
Nadie á juntarse á ellos se atreviera:
Primero toman un balon de grana
Que el uno, hácia atras vuelto, al aire empuja,
Mientras saltando el otro le detiene
Y le recoge antes que al suelo llegue.

Despues de aqueste juego mil primores,
Bailando en varias suertes , ejecutan:
A compás van y vienen , y se cruzan
Se buscan y se evitan , fieles siempre
Del arte á las airosas prescripciones.
La juventud que en pié les está viendo,
Su compás y sus gracias victorea,
Mientras del circo en el espacio inmenso
Mas fuerte aplauso , mas vehemente suena
« ¡Oh feliz padre , y feliz rey á un tiempo!
Esclama Ulises ; prometió tu esmero
Selectos bailarines , y el efecto
Tu sagrada promesa ha superado;
Atónito me deja lo que he visto.»
Alcinó , á tal encomio satisfecho,
Dice: «Gefes supremos de los Facios,
No será un ser vulgar este estrangero;
Sepamos pues honrar sus cualidades;
Nuestro aprecio mostrémosle afanosos,
Con dones siempre dignos de nosotros.
Doce monarcas sois que el cetro altivo
Llevais mandando , á mi poder sumisos;
Un manto y una túnica cada uno
Le dé , con un talento de oro junto.
Estas dádivas se hagan sin demora
Y que á la mesa , con nosotros luego
Se siente. Con ofrendas y palabras
Satisfaga Euriale los agravios
Que pudo á su altivez haber causado.»
A tal mandato cada uno envia
Su presente á buscar por un heraldo.
Resignado Euriale : « Gran rey, dice,
Mi ofensa espiaré sin sentimiento:
Esta espada daré , su puño es plata
Y en tubo de marfil está envainada[8]

Tal vez pensar me es dado que á sus ojos
Un alto precio y desusado valga.»
Acompaña estas voces con la prenda
Que entrega á Ulises al decirle : « ¡ Salve !
[9]¡Salve , oh padre ! si acaso de mis labios
Contra tí una palabra salir pudo ,
¡La haya llevado el viento , y á tí dente
Los Dioses , para fin de tantas penas ,
La esposa y patria que tu amor desea ! »
¡Salve , oh mi amigo ! le responde Ulises;
Los Númenes te colmen de mercedes .
Ojalá echar de menos nunca puedas
Esta espada que ofreces con tal gracia
En pago de una ofensa pasagera ; »
Y sin decir ya mas , toma la joya
Y cual ornato , al lado la coloca.
Al occidente el sol está tocando ;
Llegaron ya los dones , y los hijos
Del monarca á las plantas los deponen
De su madre . Alcinó y Ulises juntos
Con ellos á la regia estancia llegan
Y van tomando sus usados puestos.
Dice Alcinó á la reina : « En aquel cofre
Que mas hermoso tengas , con esmero,
Una túnica pon y un rico manto
Que puedan ser el don de un soberano
Al estrangero que honra su conato.
Que hierva el agua ; preparad un baño,
Y osténtense del huésped á la vista
Los dones que hoy obtiene de los Facios.
Venga asi que del baño salir quiera,
Y siéntese á mi mesa donde , ledo,

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Tanto el dolor te oprime, por que el llanto
Tu rostro inunda al escuchar de Grecia
La proeza y de Troya los estragos.
Estas fieras catástrofes son obra
De los Dioses, que llevan por intento
Dar leccion á los siglos venideros
Y ser de nuestros cantos el objeto.
¿Acaso de Ílion bajo los muros
Un deudo hayas perdido, un suegro, un yerno?
¡Dulces nombres y siempre dulces lazos,
Despues de los de sangre los mas caros!
¿Acaso, en fin, perdiste un compañero
De tu juventud tierna, ó confidente
De tus mas encubiertos pensamientos?
¡Ah! un amigo cauto y virtuoso,
Cual un hermano, está en el alma puesto.»



  1. Esta ceguera de Demodocio nos parece una prueba clara de lo que dijimos en nuestra introducción sobre este ardid del poeta de ocultarse bajo los nombres de los cantores de sus inspiraciones.
  2. Agamenon antes de emprender la guerra de Troya fue acon sultar el oráculo de Delfos que le anunció que aquella ciudad caeria en su poder cuando dos gefes poderosos se querellarian en un festin.
  3. El disco era una especie de esfera de un pié de diámetro, y toda de hierro, cobre, plomo ó piedra. Los atletas que le lanzaban debian estar en cueros, y se llamaban Discóbolos.
  4. El plectro era un pedazo de madera ó marfil, rematado en arco, que servia para herir las cuerdas de la Cythara ó de la lira; era el equivalente del arco del violin.
  5. Esta fábula de Marte y Venus, seria mas que suficiente para dar crédito al contemporáneo que ha dicho que el mundo se ha equivocado, tomando las obras de Homero por sérias y positivas, cuando no deben mirarse mas que como á poemas jocosos y saríricos contra la supersiticion.
  6. Isla del Meditarráneo, entre Tenedos, Imbos y Samotracia, con 33 leguas de circunferencia y 8.000 habitantes. La erudicion geográfica de Homero para unos tiempos tan remotos y con tan pocas nociones, es portentosa.
  7. El baile ha estado en uso en todos los pueblos, hasta en los mas salvages. Los Egipcions, los Hebreos y los Griegos los usaban en sus actos religiosos, como nos lo enseña la Biblia al tratar de David. Los primeros obispos cristianos conducian el baile de los monaguillos, y esta costumbre duró hasta el sigo XII.
  8. Qué prueba mas esquisita del adelanto de las artes : una espada con puño de plata y vaina de marfil ! y esto tres mil años atrás....
  9. En qué poema es la moral mas profunda ? qué enmienda mas digna , mas noble y mas decorosamente espresada ! Hay cosas que no es posible pasarlas sin ponerlas en relieve , tan altas son y provechosas .