La Odisea (Antonio de Gironella)/Canto Decimonoveno

La Odisea (1851)
de Homero
traducción de Antonio de Gironella



CANTO DÉCIMONONO.





PENÉLOPE Y ULISES.



Ulises ha quedado en el palacio[1]
Meditando con Palas la ruïna
Y el desastroso fin de sus contrarios.
A Telémaco llama: «Esta es la hora
Le dice, de llevar las armas todas
A otro lugar; recuerda mis mandatos;
Engaña con palabras lisonjcras
El curioso inquirir de estos rivales
Cuando pidan el fin de esta medida,
Y para mas acierto te repito
La respuesta que ha pocote decía:
Voy, les dirás, á que no las de el humo,

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Tu esposo aquí verás antes que puedan
Armar el arco y despedir la flecha.»
«Si tú quisieras, le replica ella,
¡Oh prudente estrangero! al lado mio
Estar velando, nunca el blando sueño
Mis párpados cerrara; mas, no es dado
Que el hombre existir pueda sin descanso.
Cuanto en la tierra vive, el alto cielo
Lo tiene condenado á eterna vuelta
Entre vigilia y sueño. A mis estancias
Voy á subir yo ahora, para echarme
Sobre ese lecho que mi llanto baña,
Desde que Ulises mio partir quiso
A la ciudad tremenda cuyo nombre
Nunca se atreve á pronunciar el labio.
Pasa tú aquesta noche en el palacio;
Ya que asi lo deseas, por tus manos
Dispon el lecho tuyo, ó si consientes,
Deja que lo dispongan mis mugeres.»
Con su séquito pasa á su aposento
Donde á su Ulises llora , dulce objeto
De toda su ternura y sus recuerdos,
Hasta que, al fin, Minerva compasiva,
A su párpado envía un suave sueño.





  1. Todo este canto es hermosísímo; Homero prueba en él que conocía a fondo el corazon humano, pues ambos esposos sostienen perfectamente el carácter que exigía su situacion. Ella, triste, angustiosa, confiada, digna y tierna; el, observador, canto, elocuente y conocedor profundo. Siempre que en este autor habla el corazon, nos parece muy patético y muy superior a sí mismo.