La Celestina/Aucto décimo octavo
ARGUMENTO DEL DÉCIMO OCTAUO AUCTO: Elicia determina de fazer las amistades entre Areusa e Centurio por precepto de Areusa e vanse a casa de Centurio, onde ellas le ruegan que aya de vengar las muertes en Calisto e Melibea; el qual lo prometió delante dellas. E como sea natural a estos no hazer lo que prometen, escúsase como en el proceso paresce.
CENTURIO, ELICIA, AREUSA.
ELICIA.- ¿Quién está en su casa?
CENTURIO.- Mochacho, corre, verás quién osa entrar sin llamar a la puerta. Torna, torna acá, que ya he visto quién es. No te cubras con el manto, señora: ya no te puedes esconder, que, quando vi adelante entrar a Elicia, vi que no podía traer consigo mala compañía ni nueuas que me pesassen, sino que me auían de dar plazer.
AREUSA.- No entremos, por mi vida, más adentro, que se estiende ya el vellaco, pensando que le vengo a rogar. Que más holgara con la vista de otras como él, que con la nuestra. Boluamos, por Dios, que me fino en ver tan mal gesto. ¿Paréscete, hermana, que me traes por buenas estaciones e que es cosa justa venir de bísperas y entrarnos a uer vn desuellacaras que ay está?
ELICIA.- Torna por mi amor, no te vayas; si no, en mis manos dexarás el medio manto.
CENTURIO.- Tenla, por Dios, señora, tenla no se te suelte.
ELICIA.- Marauillada estoy, prima, de tu buen seso. ¿Quál hombre ay tan loco e fuera de razón, que no huelgue de ser visitado, mayormente de mugeres? Llégate acá, señor Centurio, que en cargo de mi alma por fuerça haga que te abrace, que yo pagaré la fruta.
AREUSA.- Mejor lo vea yo en poder de justicia e morir a manos de sus enemigos, que yo tal gozo le dé. ¡Ya, ya hecho ha conmigo para quanto biua! ¿E por quál carga de agua le tengo de abraçar ni ver a esse enemigo? Porque le rogué estotro día que fuesse vna jornada de aquí, en que me yua la vida e dixo de no.
CENTURIO.- Mándame tú, señora, cosa que yo sepa hazer, cosa que sea de mi officio. Vn desafío con tres juntos e si más vinieren: que no huya por tu amor. Matar vn hombre, cortar vna pierna o braço, harpar el gesto de alguna que se aya ygualado contigo: estas tales cosas, antes serán hechas, que encomendadas. No me pidas que ande camino ni que te dé dinero, que bien sabes que no dura conmigo, que tres saltos daré sin que me se cayga blanca. Ninguno da lo que no tiene. En vna casa biuo qual vees, que rodará el majadero por toda ella sin que tropiece. Las alhajas que tengo es el axuar de la frontera, vn jarro desbocado, vn assador sin punta. La cama en que me acuesto está armada sobre aros de broqueles, vn rimero de malla rota por colchones, vna talega de dados por almohada. Que, avnque quiero dar collación, no tengo qué empeñar, sino esta capa harpada, que traygo acuestas.
ELICIA.- Assí goze, que sus razones me contentan a marauilla. Como vn santo está obediente, como ángel te habla, a toda razón se allega; ¿qué más le pides? Por mi vida que le hables e pierdas enojo, pues tan de grado se te offresce con su persona.
CENTURIO.- ¿Offrescer dizes, señora? Yo te juro por el sancto martilogio de pe a pa, el braço me tiembla de lo que por ella entiendo hazer, que contino pienso cómo la tenga contenta e jamás acierto. La noche passada soñaua que hazía armas en vn desafío por su seruicio con quatro hombres, que ella bien conosce, e maté al vno. E de los otros que huyeron el que más sano se libró me dexó a los pies vn braço yzquierdo. Pues muy mejor lo haré despierto de día, quando alguno tocare en su chapín.
AREUSA.- Pues aquí te tengo, a tiempo somos. Yo te perdono, con condición que me vengues de vn cauallero, que se llama Calisto, que nos ha enojado a mí e a mi prima.
CENTURIO.- ¡O!, reñiego de la condición. Dime luego si está confessado.
AREUSA.- No seas tú cura de su ánima.
CENTURIO.- Pues sea assí. Embiémosle a comer al infierno sin confessión.
AREUSA.- Escucha, no atajes mi razón. Esta noche lo tomarás.
CENTURIO.- No me digas más, al cabo estoy. Todo el negocio de sus amores sé e los que por su causa ay muertos e lo que os tocaua a vosotras, por donde va e a qué hora e con quién es. Pero dime, ¿quántos son los que le acompañan?
AREUSA.- Dos moços.
CENTURIO.- Pequeña presa es essa, poco ceuo tiene ay mi espada. Mejor ceuara ella en otra parte esta noche, que estaua concertada.
AREUSA.- Por escusarte lo hazes. A otro perro con esse huesso. No es para mí essa dilación. Aquí quiero ver si dezir e hazer si comen juntos a tu mesa.
CENTURIO.- Si mi espada dixesse lo que haze, tiempo le faltaría para hablar. ¿Quién sino ella puebla los más cimenterios? ¿Quién haze ricos los cirujanos desta tierra? ¿Quién da contino quehazer a los armeros? ¿Quién destroça la malla muy fina? ¿Quién haze riça de los broqueles de Barcelona? ¿Quién reuana los capacetes de Calatayud, sino ella? Que los caxquetes de Almazén assí los corta, como si fuessen hechos de melón. Veynte años há que me da de comer. Por ella soy temido de hombres e querido de mugeres; sino de ti. Por ella me dieron Centurio por nombre a mi abuelo e Centurio se llamó mi padre e Centurio me llamo yo.
ELICIA.- Pues ¿qué hizo el espada por que ganó tu abuelo esse nombre? Dime, ¿por ventura fue por ella capitán de cient hombres?
CENTURIO.- No; pero fue rufián de cient mugeres.
AREUSA.- No curemos de linaje ni hazañas viejas. Si has de hazer lo que te digo, sin dilación determina, porque nos queremos yr.
CENTURIO.- Más desseo ya la noche por tenerte contenta, que tú por verte vengada. E porque más se haga todo a tu voluntad, escoge qué muerte quieres que le dé. Allí te mostraré vn reportorio en que ay sietecientas e setenta species de muertes: verás quál más te agradare.
ELICIA.- Areusa, por mi amor, que no se ponga este fecho en manos de tan fiero hombre. Más vale que se quede por hazer, que no escandalizar la ciudad, por donde nos venga más daño de lo passado.
AREUSA.- Calla, hermana, díganos alguna, que no sea de mucho bullicio.
CENTURIO.- Las que agora estos días yo vso e más traygo entre manos son espaldarazos sin sangre o porradas de pomo de espada o reués mañoso; a otros agujero como harnero a puñaladas, tajo largo, estocada temerosa, tiro mortal. Algún día doy palos por dexar holgar mi espada.
ELICIA.- No passe, por Dios, adelante; déle palos, porque quede castigado e no muerto.
CENTURIO.- Juro por el cuerpo santo de la letanía, no es más en mi braço derecho dar palos sin matar, que en el sol dexar de dar bueltas al cielo.
AREUSA.- Hermana, no seamos nosotras lastimeras; haga lo que quisiere, mátele como se le antojare. Llore Melibea como tú has hecho. Dexémosle. Centurio, da buena cuenta de lo encomendado. De qualquier muerte holgarémos. Mira que no se escape sin alguna paga de su yerro.
CENTURIO.- Perdónele Dios, si por pies no se me va. Muy alegre quedo, señora mía, que se ha ofrecido caso, avnque pequeño, en que conozcas lo que yo sé hazer por tu amor.
AREUSA.- Pues Dios te dé buena manderecha e a él te encomiendo, que nos vamos.
CENTURIO.- Él te guíe e te dé más paciencia con los tuyos.
CENTURIO.- Allá yrán estas putas atestadas de razones. Agora quiero pensar cómo me escusaré de lo prometido, de manera que piensen que puse diligencia con ánimo de executar lo dicho e no negligencia, por no me poner en peligro. Quiérome hazer doliente; pero, ¿qué aprouecha? Que no se apartarán de la demanda, quando sane. Pues si digo que fui allá e que les hize huyr, pedirme han señas de quién eran e quántos yuan y en qué lugar los tomé e qué vestidos lleuauan; yo no las sabré dar. ¡Helo todo perdido! Pues ¿qué consejo tomaré, que cumpla con mi seguridad e su demanda? Quiero embiar a llamar a Traso, el coxo, e a sus dos compañeros e dezirles que, porque yo estoy occupado esta noche en otro negocio, vaya a dar vn repiquete de broquel a manera de leuada, para oxear vnos garçones, que me fue encomendado, que todo esto es passos seguros e donde no consiguirán ningún daño, más de fazerlos huyr e boluerse a dormir.