La Atlántida (de Palau tr.)
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Encuéntranse en alta mar una nave genovesa y otra veneciana y libran batalla. Sobreviene recio temporal, y un rayo vuela el polvorín de la una, que, rajándose, arrastra consigo á la otra á los abismos. Soldados y marineros sumérgense en las aguas; tan sólo, á duras penas, se salva un joven genovés, el cual, abrazado a un trozo de mástil, consigue arribar á tierra. Un sabio anciano que, retirado del mundo, vivia orillas de la mar, sale en recibimiento del náufrago, le guía á un rústico altar de la Virgen, y seguidamente á su choza de rocas y ramas, en donde le conforta. Días después, viendo que, el marinero, meditabundo, las contempla, cuéntale la antigua historia de aquellas aguas para divertirle del pasado naufragio.
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El incendio de los Pirineos.—Exposición. El Teyde. España naciente. La voz del abismo. Invocación al Dios de las venganzas. Declárase un voraz incendio entre Rosas y Canigó, del que son pábulo bosques y rebaños. La maza de Roldán. El incendio domina el Pirineo del uno al otro cabo. Hércules, después de batir á los gigantes de la Crau, se acerca, y saca de entre las llamas á Pirene. Cuéntale ésta que, último vástago de la extirpe de Túbal y reina de España, acaba de ser destronada por Gerión, el cual, para mejor cortarle la retirada, viéndola huir al monte, ha pegado fuego á la maleza. Muere Pirene, y Alcides le erige un mausoleo de rocas en la extremidad de la cordillera, alargándola hasta el mar. Regueros de oro y plata que de los ruslentes riscos descendieron á las llanadas. Conflent y Portvendres. Baja el héroe hacia Montjuich, en donde se hace á la mar, prometiendo fundar una gran ciudad al abrigo de aquellas sierras.
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El huerto de las Hespérides.—Tarragona. Las bocas del Ebro. Las Columbretes. Valencia y Montgó. La cuchillada de Roldán. El Muley-Hacen. El héroe desembarca, y Gerión, para deshacerse de él, háblale de la reina Hesperis y del retoño del naranjo que es fuerza le presente quien la pretenda por esposa. Descripción de la Atlántida. El huerto de las naranjas de oro. Hércules, después de dar muerte al dragón que custodia el naranjo, alcanza su rama cimera. Las siete hermanas recuerdan llorando que, al morir Atlas, dióles, como signo de las postrimerías de su patria, la muerte del dragón. Recuerdo de la triunfal expedición de los Atlantes al Oriente. Su rota. Fatales auspicios de las Hespérides.
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Los Atlantes.—Júntanse en el templo de Neptuno. Arenga del caudillo. Sus malos augurios. Pregunta á los que vienen de remotos países qué nuevas traen á la asamblea. Uno, que llega de las comarcas de Poniente, responde que un brazo de mar las ha medio anegado. Otro, recién venido de Tule, deduce fatal pronóstico de las auroras boreales. Entra súbito un Titán, que llega por la via del Sur, y, tembloroso aún, refiere haberse escapado de una espada de fuego que abrasó á sus compañeros. Perciben á la sazón que un terremoto conmueve el templo, á la par que un rayo decapita la estatua triunfal de Neptuno. Oyen el clamor de las Hespérides, y, convirtiendo en armas los árboles y las columnas del atrio, embisten á Hércules. Gran combate.
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Gibraltar abierto.—Impelido el héreo por fuerza sobre humana, vuelve las espaldas á sus enemigos. Planta cerca de Gades el tallo del naranjo. Sube al Calpe, monte que, cabecera de la Atlántida, unía Africa con Europa. Al partirlo con su clava, advierte que el Exterminador es quien gobierna su brazo. El Angel, airado, le muestra el combate de los elementos contra la gran víctima. Su grito de venganza. En el fondo de los altos cielos, el Omnipotente condena á la Atlántida á ser borrada del mundo, y á éste, desmenuzado en continentes. Hércules penetra, junto con el mar, en la tierra condenada.
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La catarata.—Invocación al Genio del exterminio. Gemidos de la tierra medio anegada. Golpe de aguas que, por la brecha de Calpe, se precipita. Subversión de las olas con los despojos de la Atlántida. Hércules, á través de campos y marismas, busca á Hesperia, con un árbol encendido por antorcha. Al verle venir, despídase ella de sus hijas.
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Hesperis.—Suben los Atalntes á lo alto de la sierra para levantar un edificio que los guarezca contra el nuevo diluvio. Hesperis sale al encuentro del héreo. Cuéntale sus amores y desposorios con Atlas, sus cuitas y su mala estrella. Hércules la toma por esposa, y, a través de las olas, con ella en hombros, deshace el camino de Gades. Desfallecida, da el postrer adiós á los corderos y pájaros que fueron sus delicias. Afánanse los Titanes elevando su obra. A punto ya de coronarla, advierten la huida de su madre con el griego, y, con los fragmentos del ciclópeo edificio que le arrojan, le impelen monte abajo. Huye á grandes trancos por entre la nube de piedras y las alteradas aguas. Horribles visiones de Hesperis en la oscuridad. El rayo enciende la gran ciudad de los Atlantes, y ellos, guiados por su fulgor, casi dan alcance á Hércules.
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Coro de islas griegas.—Episodio: ensánchase el Estrecho de Gibraltar, y el mar Interior deja fluir ms aceleradamente sus aguas, descubriendo nuevas islas y continentes. Grecia al despertar. Delos. Las Cícladas. Las Equínades. Sicilia. Lesbos. El valle de Tempe. Renacimiento. Apoteosis de Hércules.
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El hundimiento.—Las aguas se enseñorean de las alturas, y se desposan para siempre las olas del mar del Norte con las del Sur, las de Occidente con las del Mediterráneo. Aproxímase Hércules al muro de Gades. Gerión, después de tomar de sus hombros á Hesperis, derrumba sobre él una gran roca. El héreo reaparece, y da muerte al traidor. Nace el árbol drago, que llora sangre junto á su sepulcro. Hesperis, desde la cima de un peñasco, despídese tristemente de la tierra que se hunde, y cae en fantaseador delirio. Alcides arriba al promontorio, mata al gigante Anteo, y, armando de su cadáver, acomete y extirpa la casta de las Arpías, Gorgonas y Estinfálidas
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La torre de los Titanes.—Maltrechos por la marejada, trepan los Atlantes ê una sierra no conmovida aún por olas. Sin esperanza de arribar á Gades, prueban, para evadirse del diluvio, á escalar el cielo. Al distar dos dedos tan sólo, la torre, hecha de sirtes y de trozos de montaña, se atierra; y, entre horribles imprecaciones, arrojan contra Dios los escombros del derruido edificio. El Exterminador impele los elementos contra ellos, y con su tajante acaba de abrir el abismo de la Atlántida en la tierra. Húndense en él los Titanes, y de su sepulcro brota el volcán de Tenerife. Envaina él su espada de fuego, y remóntase á las nubes, despidiéndose de los restantes continentes hasta el día del Juicio. Resuena en las alturas un cántico de gloria al Altísimo. El Angel de la Atlántida, al restituirse al cielo, entrega al Angel de España, que de él desciende, la corona de la que fué reina de los mundos. La voz del Teyde. Terremotos en las islas Atlánticas.
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La nueva Hesperia.—Digresión: el sabio anacoreta dirige los ojos á su patria. Sueño de Hesperis. Reconoce el ramo de naranjo plantado por Hércules. Suspira por la tierra sumergida. Renace en España el huerto de las naranjas de oro. Las siete Hespérides convertidas en astros. El canto del cisne. Héspero. Los hijos de Hércules y de Hesperia. La reina sin trono. Galicia y la torre de Hércules en la Coruña. Elcano. Lusitania. Sagunto. Balada de Mallorca. Fundación de Barcelona. La voz del Táber. Hispalis. El ignoto Dios y su templo en Gades. Hércules coloca por hitos de la tierra las columnas del Non plus ultra.
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Colón.—A las palabras del solitario siente Colón nacer un nuevo mundo en su fantasia. El buen anciano le alienta con oportunos razonamientos. Oferta de Colón á Génova, Venecia y Portugal. Sueño de Isabel. Con el valor de las joyas de la Reina, Colón compra naves. El anacoreta, desde el promontorio, l emira volar á la más grande de las empresas, y se extasía ante la venidera grandeza de su patria.
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