Jura de la Junta provisoria
JURA DE LA JUNTA PROVISORIA
Nada se presenta más magnifico á la consideración del hombre filósofo, que el espectáculo de un pueblo que elige, sin tumultos, personas que merecen su confianza y á quienes encarga el cuidado de su gobierno. Buenos-Aires había dado una lección al mundo entero por la madurez y moderación con que en el Congreso general se examinaron las grandes cuestiones que iban á decidir de su suerte, y el feliz resultado de tan respetable asamblea produjo la augusta ceremonia del juramento solemne, en que se estrecharon los vínculos para la religiosa observancia de lo que la pluralidad había sancionado.
Dos tardes seguidas apenas bastaron para recibir los votos de los funcionarios públicos é incorporaciones más respetables.
El eclesiástico, el regular, el militar, el togado, el empleado, el vecino, todos concurrieron ájurar la firmeza y estabilidad de la nueva obra, porque todos reconocieron la justicia, confesaron su necesidad y vieron el interés común intimamente unido al particular de sus personas.
Las almas sensibles desfallecian con la novedad de una impresión dulcisima, á que no estaban acostumbrados, un numeroso cuadro de tropas en quienes la ternura ocupaba el lugar de la ferocidad que las distinguió en los combates: la existencia de los oficiales de la marina inglesa y principales individuos de su comercio, el prelado de la Iglesia y jefes de todas las corporaciones públicas, alternando con los nuevos representantes del pueblo y dando à éste, desde los balcones de las casas consistoriales, una prueba nada equivoca de la sinceridad de sus sentimientos: el estruendo de la artillería aumentado por las aclamaciones y vivas de veinte mil espectadores; la salva de los buques ingleses que celebraban una función que sus jefes estaban admirando; el conjunto de mil circunstancias que felizmente se agolpan en los sucesos grandes; todo producia la ternura, la confianza, las esperanzas más seguras, y elevando las almas de los jóvenes, arrancaba lágrimas à los viejos, para quienes dejó de ser terrible la muerte, después de haber visto un dia tan glorioso. La fórmula del juramento fué la siguiente:
«¿Jurais à Dios nuestro Señor y estos Santos Evangelios, reconocer la Junta Provisional Gubernativa del Río de la Plata, à nombre del señor Don Fernando VII, y para guarda de sus augustos derechos; obedecer sus órdenes y decretos; y no atentar directa ni indirectamente contra su autoridad, propendiendo pública y privadamente á su seguridad y respeto?»
Todos juraron; y todos morirán, antes que quebranten la sagrada obligación que se han impuesto.
El dia 30 del pasado hubo misa de gracias, y se cantó Tedeum en la Santa Iglesia Catedral. El doble objeto de celebrarse el día de nuestro augusto monarca Don Fernando VII y la instalación de la Junta redobió la celebridad de la fiesta à que concurrieron todas las corporaciones, jefes y vecindario, pasando después à la real fortaleza, al besamanos, que principió la Real Audiencia y continuaron por su orden los demás cuerpos civiles y jefes del ejército, concurriendo igualmente á aquel acto el Exemo. señor Don Baltasar Hidalgo de Cisneros.
(Gaceta de Buenos-Aires, del 7 de Junio de 1810).