Julieta y Romeo/Acto 2/Escena 6
Corramos pues! Á donde vas Julieta,
turbado el corazon, la faz llorosa?
Quiero ver á mi padre, quiero hablarle!
quiero decirle… yo no sé!… mi boca
se niega á pronunciar esas palabras
que acá en mi mente hierven bullidoras.—
Quiero decirle: Padre, padre mio!
yo el caliz he apurado gota á gota,
secas, señor, las fuentes de mi llanto
lágrimas no me dan consoladoras,
yo no soy vuestra hija, soy infame,
soy… yo no sé que soy!… mas soy esposa,
esposa de un Montecho, de Romeo,
del enemigo de mi raza toda…
él en un duelo asesinó a mi hermano.
mas yo… mas yo, señor… yo soy su esposa!
Infeliz! infeliz! fatal delirio
perturba tu razon. Tu mente loca
no acierta á comprender que esas palabras
á entrambos perderian.
á entrambos perderian. Qué me importa!
Si Dios reserva al mártir en su cielo
un sitio y un altar y una corona,
del martirio de amor víctimas ambos
subiremos al cielo cual palomas
envueltos en las gasas de una nube
y con la luz vestidos de la aurora.
El cielo, anciano, el cielo es para amarse;
Dios hizo el cielo con azules bóvedas
con jardines y espacios infinitos
alfombrados de flores aromosas,
para que allí gozaran los amantes
de un santo amor la eternidad grandiosa.
Dios hizo el cielo, anciano, ya lo sabes,
y el amor, el amor de Dios es obra.
Suspende tus lamentos, hija mia!
De mis labios, lo sabes, siempre brotan
palabras, que la fé de mis consejos
si amargas son, consoladoras torna.
En el trance fatal en que te encuentras,
pobre mártir de amor, en mi te apoya,
que si fuerzas le faltan á mi brazo,
al corazon, al corazon le sobran.
Quieren darte á don Alvar por esposo.
Mi esposo es el sepulcro!
Mi esposo es el sepulcro! Tú dichosa
puedes aun ser, si mis consejos sigues,
si muerta para el mundo, mentirosa,
á ser te decidieras un cadáver
por un dia no mas, por unas horas.
Por horas no!—Morir! suprema dicha!
la muerte, sí, mi corazon implora.
Morir! morir! me moriré bien pronto!
la vida… no! la vida me emponzoña!
Mi tálamo nupcial será la tumba,
flores derramarán sobre mi losa,
que regarán acaso con su llanto
las hermosas doncellas de Verona…
Me vestirán de blanco.—Dí, no es cierto?
anciano, no es verdad que estaré hermosa
tendida sobre el mármol de la tumba
con mi vestido blanco y mi corona?
Desecha esas ideas, hija mia,
y yo te salvaré, que á mi me toca.
Yo haré que en brazos tú de tu Romeo
una vida feliz pases dichosa,
y en rejion apartada pronto olvides
de esos bandos la lucha destructora.
Escucha mis palabras. Mi esperanza
se cifra en una trama misteriosa.
Cuando el canto sagrado de himeneo
te anuncie la cercana ceremonia,
cuando veas, en fin, que de don Alvar
te van á hacer, sacrilegos, la esposa,
bebe sin vacilar, bebe sin miedo
el líquido que guarda esta redoma.
Es un veneno!
Es un veneno! No. Brevaje es solo
que sus secretos á la muerte roba.
Pero no moriré!
Pero no moriré! Muerte aparente
del himeneo aterrará la pompa.
Pálida quedarás y sin sentido,
sin calor, sin aliento; silenciosas
bajarán tu cadáver las doncellas
al panteón do los tuyos ya reposan.
Yo allí te iré á buscar.
Yo allí te iré á buscar. Y mi Romeo?
Irá á la tumba á demandar su esposa.
Haz pues lo que te he dicho, y de tus ojos,
de tus ojos de cielo el llanto borra.