Josefina
de Miguel Riofrío


Parece nueva luz, nueva mañana
en un nuevo horizonte despertar
la fe que se levanta soberana
los abismos del alma a iluminar.


En este corazón que aletargado
nido y sepulcro de ilusiones fue,
nunca cual hoy, ¡ah! nunca ha penetrado
con suavidades y esplendor la fe.


Si un lucero miré, presto una nube
con negrura mató la inspiración,
sólo en ensueños y delirios tuve
ninfas de paz, virtud y abnegación.


Mas, yo era injusto al contemplar el suelo
cual la más tenebrosa realidad,
donde sólo alumbrara por consuelo
la enrarecida luz de la amistad.


Pues, con tu aliento al fin has encendido
todas las luces que apagarse vi
en el largo camino recorrido
¡oh, virgen pura, hasta llegar a ti!


Tantos cardos y abrojos que he hollado
buscando la verdad entre el error,
sólo al llegar a ti me han enseñado
que la excelsa verdad es el amor.


Por ardua senda ¡oh Dios! ¿quién lo dijera?
peregrino llegando hasta tu hogar
con el cansancio del que nada espera
¡un cielo en tu alma de improviso hallar!


Tú conoces mi lóbrego pasado,
mi estéril vida, mi fatal sufrir...
Y mi amor con el tuyo has abrigado
sin temer el dudoso porvenir.


Tú nada en nuestras pláticas oíste
de cuanto halaga o priva la mujer;
proscripción, infortunio sólo viste
en vez de juventud, oro y poder.


Por nupcial prenda con unión nos dimos
de las estrellas la sublime luz,
y nuestras almas ante Dios unimos
para juntos llevar corona y cruz.