Invocando a la Virgen
Dulce consuelo del linaje humano, madre excelsa de Dios, sacra Lucina, humillado a tus pies la frente inclina con ardiente fervor el pueblo hispano. Si nunca vierte lágrima sen vano el que se acoge a tu bondad divina, vuelve, Señora, al lecho de Cristina los bellos ojos, la piadosa mano. Muévate de Fernando la agonía, que en zozobra cruel pregunta, espera, teme, se afana, alienta, desconfía. De su penar los plazos acelera, y antes que su fulgor esconda el día agita el viento la feliz bandera.