Indecisión
de José Zorrilla
del tomo primero de las Poesías.

¡Bello es vivir; la vida es la armonía!
Luz, peñascos, torrentes y cascadas,
Un sol de fuego iluminando el día,
Aire de aromas, flores apiñadas:
Y en medio de la noche majestuosa
Esa luna de plata, esas estrellas,
Lámparas de la tierra perezosa,
Que se ha dormido en paz debajo de ellas.
¡Bello es vivir! Se ve en el horizonte
Asomar el crepúsculo que nace;
Y la neblina que corona el monte,
En el aire flotando se deshace;
Y el inmenso tapiz del firmamento
Cambia su azul en franjas de colores;
Y susurran las hojas en el viento,
Y desatan su voz los ruiseñores.
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Y la noche las orlas de su manto
Arrastra fugitiva en Occidente,
Y la tierra despierta al fuego santo
Que reverbera el sol en el Oriente.
¡Bello es vivir! Se siente en la memoria
El recuerdo bullir de lo pasado,
Camina cada ser con una historia
De encantos y placeres que ha gozado.
Si hay huracanes y aquilón que brama,
Si hay un invierno de humedad vestido,
Hay una hoguera a cuya roja llama
Se alza un festín con su discorde ruido.
Y una pintada y fresca primavera,
Con su manto de luz y orla de flores,
Que cubre de verdor la ancha pradera
Donde brotan arroyos saltadores.
Y hay en el bosque gigantesca sombra,
Y desierto sin fin en la llanura,
En cuya extensa y abrasada alfombra
Crece la palma como hierba obscura.
Allí cruzan fantásticos y errantes,
Como sombras sin luz y apariciones,
Pardos y corpulentos elefantes,
Amarillas panteras y leones.
Allí, entre el musgo de olvidada roca,
Duerme el tigre feroz harto y tranquilo;
Y de una cueva en la entreabierta boca,
Solitario se arrastra el cocodrilo.
¡Bello es vivir; la vida es la armonía!
Luz, peñascos, torrentes y cascadas,
Un sol de fuego iluminando el día,
Aire de aromas, flores apiñadas…


Arranca, arranca, Dios mío,
De la mente del poeta
Este pensamiento impío
Que en un delirio creó;
Sin un instante de calma,
En su olvido y su amargura,
No puede soñar su alma
Placeres que no gozó.
¡Ay del poeta! Su llanto
Fue la inspiración sublime
Con que arrebató su canto
Hasta los cielos tal vez;
Solitaria flor que el viento
Con impuro soplo azota,
Él arrastra su tormento
Escrito sobre la tez.
Porque tú ¡oh Dios! le robaste
Cuanto los hombres adoran;
Tú en el mundo lo arrojaste
Para que muriera en él;
Tú le dijiste que el hombre
Era en la tierra su hermano;
Mas él no encuentra ese nombre
En sus recuerdos de hiel.
Tú le has dicho que eligiera
Para el viaje de la vida
Una hermosa compañera
Con quien partir su dolor;
Mas ¡ay! que la busca en vano,
Porque es para el ser que ama
Como un inmundo gusano
Sobre el tallo de una flor.
Canta la luz y las flores,
Y el amor en las mujeres,
Y el placer en los amores,
Y la calma en el placer;
Y sin esperanza adora
Una belleza escondida,
Y hoy en sus cantares llora
Lo que alegre cantó ayer.
Él, con los siglos rodando,
Canta su afán a los siglos,
Y los siglos van pasando
Sin curarse de su afán.
¡Maldito el nombre de gloria
Que en tu cólera le diste! …
Sentados en su memoria
Recuerdos de hierro están.
El día alumbra su pena,
La noche alarga su duelo,
La aurora escribe en el cielo
Su sentencia de vivir;
Fábulas son los placeres,
No hay placeres en su alma,
No hay amor en las mujeres,
Tarda la hora de morir.
Hay sol que alumbra, mas quema,
Hay flores que se marchitan,
Hay recuerdos que se agitan,
Fantasmas de maldición.
Si tiene una voz que canta,
Al arrancarla del pecho
Deja fuego en la garganta,
Vacío en el corazón.


¡Bello es vivir! Sobre gigante roca
Se mira el mundo a nuestros pies tendido,
La frente altiva con las nubes toca…
Todo creado para el hombre ha sido.


¡Bello es vivir! Que el hombre descuidado,
En los bordes se duerme de la vida,
Y de locura y sueños embriagado,
En un festín el porvenir olvida.


¡Bello es vivir! Vivamos y cantemos:
El tiempo entre sus pliegues roedores
Ha de llevar el bien que no gocemos
Y ha de apagar placeres y dolores.


Cantemos, de nosotros olvidados,
Hasta que el son de la fatal campana
Toque a morir. Cantemos descuidados,
Que el sol de ayer no alumbrará mañana.