Inconsecuencia (A una tórtola)

Inconsecuencia - A una tórtola
de José Zorrilla
del tomo segundo de las Poesías.


Porque al fin la vida es sueño.


- I -

Tórtola que solitaria
En vez de cantar suspiras,
¿Es tu canto una plegaria,
O es la voz con que respiras
A tu voluntad contraria?

Ese arrullo dolorido,
¿Se exhala en ti a tu despecho
Sonando alegre en tu oído,
o es en verdad un gemido
Que se te arranca del pecho?

Triste pájaro, ¡lo sé!…
Por eso en ocultas ramas
Tu nido ondear se ve;
Tú te escondes porque amas,
Mas tu voz vende a tu fe.

Naciste, ave desdichada,
Para llorar tu ternura,
Por eso en selva apartada
Vas a arrullar tu amargura,
Del campo ameno enojada.

Enojos te dan las flores,
Enojos la luz del día,
Enojos ¡ay! los amores
Que en dulcísima armonía
Murmuran los ruiseñores.

Te enoja el murmullo vano
De la bulliciosa frente,
Y el céfiro cortesano
Que susurra mansamente
A los jardines cercano.

Te enojan las otras aves
Con su inocente amistad
Y con sus gorjeos suaves;
Tú, que llorar sólo sabes,
Vives en la soledad.

Menos en el monte inculto,
Vivir te cansa o extraña;
Porque allí despeña oculto
El torrente que le baña,
Sus espumas en tumulto.

Porque allí el viento perdido
Que entre las malezas rueda
Con sordo y medroso ruido,
En lánguido son remeda
Tu monótono gemido.

Porque allí el césped salvaje
Que a pedazos ha brotado
Por el agreste paisaje,
Borda el terreno olvidado
Con pliegues de tosco encaje.

Y a fe, a los ojos del triste
No son gala los primores
Con que natura se viste,
Que otro placer no resiste
Que pensar en sus dolores.

Y los amorosos duelos
Son males antojadizos
Que se quejan a los cielos,
Y no admiten más consuelos
Que hallar en el duelo hechizos.

Porque es tan grato saber
Que nos podemos quejar,
Que cuando tan ruin placer
Pensamos que ha de faltar,
Le volvemos a querer.

Por eso, tórtola bella,
Dió el cielo a tu ronco canto
El compás de una querella,
Porque al cantar tu quebranto
Lloraras tu gozo en ella.

Y si es cierto que así en pos
De tu canción va tu queja,
¡Ay, tórtola, vive Dios
Que en el mal que nos aqueja
Nos parecemos los dos!

Pues si abriga tu garganta
En vez de voz un lamento,
Cuando mi voz se levanta,
En vez de darme contento
Mis amarguras me canta.

Si nada tu voz te vale
Porque en la selva escondida
Nadie a escuchártela sale,
Bien creo, ave dolorida,
Que tu mal al mío iguale.

Y si buscas en tu anhelo
De que alguno te responda
El miserable consuelo,
Yo pido en mi canto al cielo
Quien a mi voz no se esconda.

Pues ambos somos cantores,
Y ambos somos desdichados,
Conmigo es justo que llores:
Tú, tórtola, tus amores;
Yo, mis males olvidados.

¡Olvidados, ¡ay de mí!
Que cuando el arpa tomé.
Cantando ahogarlos creí;
Y tantas glorias soñé,
Cuantos desengaños vi!

Vi el mundo tan hechicero,
Que no le alcancé falaz;
Alcé mi canto primero,
Y el alma lanzó fugaz
Un suspiro lastimero.

Que es bien inútil consuelo
Nuestras desdichas cantar,
Si por tan cercano el suelo
Nuestra voz no ha de escuchar,
Y por tan remoto el cielo.


- II -

Dime, ¿qué nos valen,
Pájaro infeliz,
A ti tus lamentos,
Mis cantos a mí?
Tú a selva escondida
Te vas a gemir,
Porque el canto alegre
Te es lúgubre a ti;
Porque el tuyo amarga
El canto feliz,
Y las otras aves
No te le han de oír;
Y yo, que angustiado
Llorando nací,
Si le canto al mundo
Su gloria pueril,
La espalda me torna,
Dice que mentí.
Si vuelvo mis duelos
De nuevo a plañir,
Me dice con mofa
Que es dulce vivir:
Si el lloro y el canto
Nos desoye así,
Dime, ¿que nos valen,
Pájaro infeliz,
A ti tus lamentos,
Mis cantos a mí?
El mundo, ceñido
Del aire sutil,
Vestido de flores
Con rico tapiz,
Tocado con ancho
Dosel de zafir,
Prendido con nubes
Que el alto cenit
Circundan de nieblas
De azul y carmín,
Sembrado de estrellas
Que el turbio confín
Tachonan brillantes
En montones mil
Con pálidas perlas
Y rojos rubís,
Nos miente sin duda
Vistoso jardín,
Convida a cantarle
Mirándole así.
Mas si esos hechizos
Y gayo matiz
Caminos son sólo
Que llevan al fin
De breves placeres,
y el fin es morir;
Si el que llora o canta
Concluyen allí,
Si el triste se mofa
Del rico y feliz,
E insulta el alegre
Del triste el sufrir,
Dime, ¿qué nos valen,
Pájaro infeliz,
A ti tus lamentos,
Mis cantos a mí?

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Que es la tierra de lágrimas camino,
Valle de tumbas que pasando vemos;
Féretro y cuna nos abrió el destino
Para entrar y salir, en los extremos;
Fantástico al entrar y peregrino,
Y asqueroso al salir le comprendemos;
Que al vivir despertamos en la cuna,
Y al despertar nos ríe la fortuna.

Imperfectos traemos los sentidos
Porque a sentir no alcancen tanto duelo,
Sordos aún traemos los oídos
Porque no escuchen el clamor del suelo;
La lengua y pensamientos obstruídos
Porque al ánima falte ese consuelo;
Sólo abrimos al sol nuestra pupila
Porque asombrada con el sol vacila.

Feliz quien, despertando cuando nace,
En ilusiones de esperanza crece,
Y un bello mundo de ilusiones hace
Donde loco soñando se adormece.
Que mientras duerme y delirando yace,
La árida realidad se desvanece,
Y mientras sueña su falaz ventura,
A su camino el término apresura.

Más vale delirar lindas quimeras
En ilusión de sueños seductores,
Que roer esperanzas pasajeras
En este valle de ponzoña y flores,
Donde, aguardando dichas venideras,
Lloramos sobre el pan de los dolores;
Donde, al buscar el necesario aliento,
Mortal cicuta nos regala el viento.

Porque en sueños los bienes y los males,
Dorados en la loca fantasía,
Al ánima dormida son iguales:
El desdichado canta su agonía,
Y lamenta el feliz bienes mortales,
Mas ninguno en perderlos se holgaría,
Que son dulces los bienes lamentados,
Y los males lo son desesperados.

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Si tan bellos son los bienes
Soñados como los males,
Ya, tórtola, no me afligen
Tus melancólicos ayes;
Que a ti te dieron lamentos
En vez de alegres cantares,
Y tú cantando le cuentas
Tus amarguras al aire.
Las endechas y los himnos
Los mismos consuelos traen,
Que a la par nos adormecen
Las dichas y los pesares.
Tú te arrullas tristemente
Con tan lúgubres compases,
Porque tus duelos son gozos
Con el placer de contarles;
Yo al mundo canto mis cuitas
Porque cuando otros las saben,
El placer de que las sepan,
Dichas de mis penas hacen.
Y así, cuando entrambos, tórtola,
Con lamentaciones graves
En guisa de querellarnos
Atormentamos los aires,
Pues nuestra queja es contento
Por el placer de quejarse,
Con extravíos tamaños,
Con inconsecuencias tales,
No hacemos más que soñar
Y mentir calamidades,
Tú llorando bien de amores,
Y yo delirando males.