Igualdad/Capítulo VII

Los tintes en extremo delicados del atuendo de Edith me hicieron advertir que los efectos de color de la ropa actual parecían ser en general muy ligeros comparados con los que prevalecían en mi época.

"El resultado," dije, "es extremadamente agradable, pero si me disculpas una sugerencia más bien prosaica, se me ocurre que con toda la nación dada a vestir estos delicados diseños de color, las cuentas por lavado deben de ser bastante grandes. Supongo que empantanarían el tesoro nacional si las facturas de la lavandería son como las que solían ser."

Esta observación, que pensé que era muy sensata, hizo reir a Edith. "No hay duda de que no podríamos hacer mucho más si lavásemos nuestra ropa," dijo; "pero ya ves, no la lavamos."

"¡No la laváis!--¿por qué no?"

"Porque no creemos que sea agradable vestir con la misma ropa después de que se haya ensuciado tanto como para que se necesite lavarla."

"Bueno, no diré que estoy sorprendido," repliqué; "de hecho, creo que ya no voy a ser capaz de sorprenderme por nada; pero quizá seas tan amable de decirme qué hacéis con un vestido cuando se ensucia."

"Lo tiramos--es decir, regresa a la fábrica para ser transformado en otra cosa."

"¡De veras! Para mi intelecto del siglo diecinueve, tirar ropa parecería incluso más caro que lavarla."

"Oh, no, ni mucho menos. ¿Cuánto supones, entonces, que cuesta este vestido que llevo?"

"Estoy seguro de que no lo sé. Nunca tuve una esposa a quien pagar las facturas de la modista, pero ciertamente diría que cuesta mucho dinero."

"Estos vestidos cuestan entre diez y veinte céntimos," dijo Edith. "¿De qué supones que está hecho?

Tomé el borde de su manto entre mis dedos.

"Creí que era seda o lino fino," repliqué, "pero veo que no lo es. Sin duda es alguna nueva fibra."

"Hemos descubierto muchas nuevas fibras, pero es más bien una cuestión de proceso que de material la que tengo en mente. Esto no es un tejido textil en absoluto, sino papel. Ese es el material más común para las prendas de vestir hoy en día."

"Pero--pero," exclamé, "¿y si la lluvia cayese sobre estas ropas de papel? ¿No se desharían, y se fragmentarían con pequeño tirón?"

"Un vestido como este," dijo Edith, "no es para el tiempo lluvioso, y aun así de ningún modo se desharía bajo una tormenta, no importa lo mucho que lloviese. Para vestidos de lluvia tenemos un papel que es absolutamente impermeable por su superficie exterior. En cuanto a la resistencia, creo que encontrarás que este papel es tan difícil de rasgar como cualquier ropa corriente. El tejido está tan reforzado con filamentos como para que se mantenga en una pieza tenazmente."

"Pero en invierno, al menos, cuando necesitéis calor, debéis volver a nuestra vieja amiga la oveja."

"¿Quieres decir prendas de vestir hechas de pelos de oveja? Oh, no, no hay utilidad moderna para ellas. El papel poroso hace una prenda de vestir tan cálida como lo sería una de lana, y muchísimo más ligera que la ropa que tenías vosotros. Nada excepto un edredón podría ser a la vez tan cálido y ligero como nuestra ropa de papel."

"¡Y el algodón! -- ¡el lino! ¿No me digas que se han abandonado, como la lana?"

"Oh, no; urdimos tejidos de esos y otros productos vegetales, y son casi tan baratos como los de papel, pero el papel es mucho más ligero y se moldea más fácilmente de todas las formas que son preferidas en general para las prendas de vestir. Pero, en cualquier caso, no consideraríamos que un material es válido para hacer prendas de vestir si no pudiese tirarse después de que se ensucia. La idea de lavar y limpiar artículos de uso corporal, poniéndonoslos una y otra vez sería totalmente intolerable. Por esta razón, aunque queremos prendas de vestir hermosas, claramente no queremos prendas de vestir que duren. En tu época, parece ser, incluso peor que la práctica de lavar las prendas de vestir para volver a usarlas teníais la costumbre de guardar las prendas de vestir externas sin lavarlas en absoluto, no sólo día tras día, sino semana tras semana, año tras año, a veces incluso vidas enteras, cuando eran especialmente valiosas, y finalmente, quizá cediéndoselas a otros. Parece que las mujeres a veces guardaban su traje de novia durante el tiempo suficiente para que las hijas lo llevaran en su boda. A nosotros esto nos parecería espeluznante, y aun así, incluso vuestras más refinadas señoras hacían tales cosas. En cuanto a lo que los pobres tenían que hacer en el modo de conservar y vestir su ropa vieja hasta que se hacía harapos, da horror pensar en ello."

"Es bastante asombroso," dije, "descubrir que el problema de lavar la ropa se ha resuelto aboliendo el pilón, aunque percibo que era la única y radical solución. 'Garantizado contra desgaste y lavado' solía ser la propaganda de nuestros comerciantes en ropa, pero ahora parece que, si vendieseis ropa, no deberíais garantizar los artículos ni para desgaste ni para lavado."

"En cuanto al desgaste," dijo Edith, "nuestra ropa nunca tiene la ocasión de mostrar cómo se desgastaría antes de que la tiremos, no más que los otros tejidos, tales como alformbras, ropa de cama, y cortinas que usamos en nuestras casas."

"¡No querrás decir que también están hechas de papel" exclamé.

"No siempre están hechas de papel, pero siempre de algún tejido tan barato que pueden desecharse tras el más breve período de uso. Cuando vosotros habríais barrido una alfombra, nosotros ponemos una nueva en su lugar. Donde vosotros lavaríais o airearíais la ropa de cama, nosotros la renovamos, y así con todas las cortinas de nuestras casas si acaso las usamos. Quitamos el polvo con aire o agua en vez de con plumas. Está más allá de mi entendimiento el cómo podíais soportar vuestras habitaciones llenas de polvo y que olían a humedad y a cerrado, con la mugre y los gérmenes de enfermedades de generaciones enteras almacenados en los tejidos de lana y pelo que las equipaban. Cuando nosotros limpiamos el interior de una habitación aplicamos la manguera al techo, paredes y suelo. No hay nada que pueda dañarse--nada salvo las baldosas u otras superficies duras. Nuestros higienistas dicen que el cambio de las costumbres en estos asuntos relacionados con la pureza de nuestra ropa y casas, ha hecho más que todo el resto de nuestros adelantos, para erradicar los gérmenes de las enfermedades, contagiosas o no, y relegar las epidemias a la historia antigua.

"Hablando del papel," dijo Edith, extendiendo un muy elegante pie para atraer mi atención sobre lo que llevaba en él, "¿qué piensas de nuesto calzado moderno?"

"¿Quieres decir que también está hecho de papel?" exclamé.

"Por supuesto."

"He notado que los zapatos que me ha dado tu padre son muy ligeros comparados con todos los que he llevado anteriormente. Realmente es una magnífica idea, porque la ligereza en el calzado es la primera necesidad. En mi época, los zapateros granujas solían poner suelas de papel en los zapatos. Es evidente que en vez de perseguirlos por pillos deberíamos haberlos reverenciado por profetas inconscientes. Pero, de hecho, ¿cómo preparáis suelas de papel que duren?"

"Hay abundantes soluciones que hacen que el papel sea tan duro como el hierro."

"¿Y estos zapatos no se calan en invierno?"

"Tenemos diferentes tipos para diferentes tiempos. Todos son sin costuras, y los de tiempo húmedo estan revestidos por fuera con una laca impermeable."

"Eso quiere decir, supongo, que también el caucho como artículo para el calzado ha sido enviado al museo?"

"Usamos el caucho, pero no en el calzado. Nuestro papel a prueba de agua es mucho más ligero y mejor en todos los sentidos."

"Después de todo esto, resulta fácil de creer que vuestros sombreros y gorros también estén hechos de papel"

"Y lo están en gran parte," dijo Edith; "los pesados sombreros que dejaron calvos a vuestros hombres, los nuestros no los soportarían. En nuestras cabezas queremos lo mínimo posible, y tan ligero como sea posible."

"¡Sigue!" exclamé. "Supongo que estoy a punto de que me digan que los deliciosos pero misteriosos artículos de comida que llegan por el transportador neumático desde el restaurante o que se sirven allí están hechos igualmente de papel. Procede--¡estoy preparado para creerlo!"

"No es tan absolutamente malo como eso," se carcajeaba mi acompañante, "pero realmente es lo más próximo a ello, porque los platos en los que la comes están hechos de papel. La rotura de la vajilla de loza y los vasos, que parecía haber sido una clase de acompañamiento corriente de las faenas domésticas de tu época, ya no se oye en el país. Nuestros platos y cazuelas para comer o cocinar, cuando necesitan limpieza se tiran, o más bien, como en el caso de todos estos materiales desechados de los que te he hablado, son devueltos a las fábricas para ser reducidos de nuevo a pulpa y transformados en otra cosa."

"¿Pero sin lugar a dudas no usáis cazuelas de papel? El fuego todavía quemará, imagino, aunque parece que habéis cambiado la mayoría de las otras reglas por las que hemos pasado."

"El fuego todavía quema, efectivamente, pero se ha adoptado el calor eléctrico para cocinar como para todos los demás propósitos. Ya no calentamos nuestros recipientes desde fuera, sino desde dentro, y la consecuencia es que cocinamos en recipientes de papel sobre fogones de madera, igual que hacían los salvajes en recipientes de corteza de abedul con piedras calientes, porque, así dicen los filósofos, la historia se repite en una espiral ascendente."

Y entonces Edith comenzó a reir ante mi expresión de perplejidad. Dijo que estaba claro que mi credulidad había sido puesta a prueba con estas explicaciones de las novedades modernas hasta el punto que sería prudente hacerlo sin proporcionar alguna evidencia adicional de la verdad de las afirmaciones que había hecho. Propuso consecuentemente, para equilibrar la mañana, una visita a una de las grandes fábricas de procesado de papel.