III. La dirección del proletariado

Tesis Programáticas para la Cuarta Internacional
de Jorge Altamira

III. La dirección del proletariado

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12. La crisis de la dirección del proletariado ha sido el factor decisivo de la crisis en que ha entrado la humanidad. Para superar esta crisis de dirección, se plantea en la actualidad reconstruir una dirección de la clase obrera mundial. Ha transcurrido un largo período de tiempo y la experiencia de varias generaciones desde que la vanguardia de la clase obrera podía hablar aún en nombre de una dirección histórica del proletariado revolucionario. Las derrotas sufridas por la clase obrera, desde las que destruyeron sus organizaciones a las políticas, éstas no menos profundas, se han manifestado en un retroceso en la conciencia de clase de las masas; finalmente se ha producido la derrota de las revoluciones políticas y, como consecuencia de ello, la desintegración de los estados obreros. En el campo popular han resurgido las tendencias nacionalistas pequeño burguesas en sus formas más atrasadas e incluso reaccionarias. Las llamadas organizaciones políticas tradicionales de la clase obrera se encuentran, en la mayoría de los casos, copadas por la burguesía, incluso la burguesía imperialista; los partidos stalinistas se han reciclado penosamente al democratismo pro-imperialista. No se manifiesta en el seno de las organizaciones tradicionales la irrupción de movimientos obreros combativos o alguna tendencia real que reclame a su interior un "retorno a las fuentes históricas". Las organizaciones que se reclaman, de una u otra manera, de la IV Internacional han sucumbido a este recule de la conciencia de clase y desempeñan en la mayoría de los casos el papel político que le corresponde a la pequeña burguesía democratizante o nacionalista. Esto ocurre aún allí donde la defensa de la democracia burguesa y de la identidad nacional son planteos reaccionarios, como es el caso de los países imperialistas. Las largas décadas que han pasado desde que la bancarrota de la II Internacional dejó planteada la crisis de dirección del proletariado internacional, y desde la fundación de la III y IV Internacional, han dejado un gran vacío temporal, es decir teórico y organizativo, para la nueva generación del proletariado. La reiteración, por parte de algunos grupos, de que representan la continuidad revolucionaria, no es otra cosa que una petición de fe sectaria, que ha servido para encubrir diversos tipos de degeneración ideológica. Las condiciones subjetivas para la reconstrucción de la Internacional Obrera, cuyo punto programático más desarrollado aún se encuentra condensado en el programa de transición de la IV Internacional, han sufrido un considerable retroceso, que sólo podrá superarse en el marco de la lucha de clases internacional en su conjunto que caracteriza en forma creciente a la etapa que está en curso.

13. Desde la manifestación de masas de Seattle, en 1999, se ha puesto en evidencia un gran movimiento internacional de lucha contra el imperialismo. Esta irrupción constituye una de las expresiones de lucha más destacadas de la presente crisis mundial. El movimiento anti-globalización debutó denunciando "la dictadura" de las organizaciones financieras y comerciales internacionales, pero enseguida impulsó también movilizaciones multitudinarias contra la guerra imperialista en los Balcanes y en Irak. Objetivamente, ha sido un factor de intervención popular en las crisis políticas que han afectado a las potencias imperialistas involucradas en la guerra. Aunque la presencia de la juventud trabajadora es dominante en las movilizaciones anti-globalización, el proletariado no interviene en ellas como clase, con la conciencia de tal, o sea con sus banderas, sus reivindicaciones o incluso sus organizaciones. Cuando en algunas ocasiones aparece la burocracia de los sindicatos, la finalidad es arrastrar al movimiento al campo del imperialismo. No hay ninguna duda, sin embargo, que constituye una etapa en la maduración de la actual generación de trabajadores. La pluralidad que alega el movimiento no es óbice para que predomine en él una corriente política perfectamente organizada que plantea la regulación del capital financiero y el pacifismo entendido como factor de presión de la opinión pública o incluso pro-ONU. Como dentro de esta corriente participan, sin embargo, tendencias diversas, incluido el Secretariado Unificado, el grado de sus incoherencias es enorme. Por ejemplo, se opone al libre comercio agrícola, alegando la defensa del raleado campesino francés, pero apoya la libertad de comercio cuando lo plantean los países agrícolas subdesarrollados manejados por Cargill o Dreyfus. Denuncia a las organizaciones internacionales que se encargan de la regulación del capital pero ella misma exige esa regulación para enfrentar la anarquía capitalista creciente y hasta para acabar con la pobreza. Rechaza la globalización en nombre de la defensa de las "identidades nacionales", pero se enfrenta al nacionalismo, incluso de las naciones oprimidas, invocando la necesidad de "otra globalización". Es tanto "identitaria" (tribal) como cosmopolita o liberal (imperialista). Critica el Alca pero defiende el Mercosur, el cual, dominado por las grandes corporaciones, no pretende otra cosa que servir de puente para una alianza comercial con Estados Unidos o Europa. Sus foros internacionales se convierten cada vez más en tribunas de los representantes del imperialismo, en especial europeo, y en medio para el "diálogo" con los foros que también realizan la banca y el gran capital.

14. El curso pro-imperialista del PT de Brasil ha sido un golpe político descomunal que la corriente que defiende la llamada antiglobalización capitalista ha preferido ignorar. La experiencia previa del Congreso Nacional Africano, de Nelson Mandela, que gobierna para los grandes monopolios sudafricanos es, sin embargo, reivindicada por la tendencia dirigente del anti-global. Bertinotti, otra de sus principales espadas, pretende arribar a un acuerdo de gobierno con el imperialista Olivo. Esta corriente, que se ha rebautizado con el nombre de "otra-globalización", es internamente incoherente incluso en su pacifismo, ya que un sector lo reivindica en Irak pero no en los Balcanes y sólo hasta cierto punto para Afganistán. Propugna combatir la violencia de la guerra con métodos pacíficos, pero por sobre todo como un movimiento de opinión plural que no pueda transformarse, en ningún caso, en un factor de combate y de alternativa a los gobiernos imperialistas que impulsan la guerra. El alterglobal se caracteriza a sí mismo como movimientista (movimiento de movimientos), es decir que se opone a la construcción de un partido internacional, y más aún si es clasista. O sea que carece de un planteo de poder y que evita los medios para luchar por el poder y los combate con encarnizamiento. Es funcional al poder capitalista establecido. Confiesa, de este modo, que se niega a jugar un papel independiente en la crisis mundial y que no podrá intervenir en ella sino de un modo empírico y circunstancial. El ´alterglobal´ niega resueltamente la posibilidad de las situaciones revolucionarias que son engendradas por la descomposición del capitalismo. Denuncia las tentativas de convertirlas en revoluciones y en la vía histórica para la toma del poder por la clase obrera. Su ala trotskista (SU) añade, de su propia cosecha, que la época revolucionaria mundial iniciada con la revolución de octubre ha concluido. Este planteo viene del eurocomunismo, en 1970, y antes de él de la teoría del "socialismo en un solo país". Sin embargo, aún en un periodo de restauración del capitalismo, de retroceso de la conciencia de clase y de la pérdida de conquistas históricas cuya obtención marcó una larga época del proletariado mundial, las contradicciones insalvables del capital llevan a la creación de situaciones revolucionarias, que sólo pueden ser resueltas en forma favorable para la clase obrera si son transformadas en revoluciones proletarias y en el cuadro para la conquista del poder por los trabajadores y para el establecimiento de la dictadura del proletariado en el plano mundial.

15. La experiencia del gobierno del PT marca la bancarrota mortal de todas las corrientes políticas que se siguen reivindicando del Foro de San Pablo. El Foro de San Pablo se ha convertido en el principal factor de contención de las luchas de los trabajadores y de desmoralización política de los luchadores. En Brasil, ha formado el gobierno de mayor concentración de representantes capitalistas directos de toda la historia del país. En la reciente crisis revolucionaria boliviana jugó un papel decisivo para encaminar a las direcciones existentes a aceptar una salida constitucional, e incluso se ha transformado en un nexo directo entre Evo Morales y el imperialismo. No ha asumido siquiera una posición de defensa incondicional del gobierno de Chávez, en Venezuela, por el contrario ha sido el vehículo para la mediación del imperialismo en la crisis venezolana. Adelantándose incluso al gobierno argentino, el de Brasil se encuentra en la primera fila de la ocupación militar de Haití. Lo que ocurre con el PT repite lo ocurrido con los ex frentes guerrilleros o ex partidos stalinistas en Centroamérica, en especial el FSLN, de Nicaragua, y el FMLN, de El Salvador. El destino del PT brasileño confirma la naturaleza proimperialista de la pequeña burguesía profesional que se ha pasado del foquismo al democratismo, de un lado, y el carácter potencialmente contrarrevolucionario de la burocracia que se fue formando en los sindicatos, del otro. Desde un punto de vista programático, pone en evidencia el carácter proimperialista de los planteos democratizantes, es decir que postulan la posibilidad del progreso social en los marcos constitucionales de los países oprimidos, o sea de los que por la ausencia de independencia nacional y de un desarrollo capitalista interno no han conquistado las premisas históricas de la democracia. El PT se transformó en un partido totalmente confiable para la burguesía y el imperialismo al cabo de un prolongado período de integración de sus cuadros y burocracia al Estado, lo cual fue embellecido, por la teoría de moda, como la expresión de una "gran capacidad de construcción política". La participación política de la izquierda democratizante en las instituciones del Estado capitalista se ha vuelto a revelar como un poderoso factor de degeneración política. La participación parlamentaria y municipal del Partido Obrero, desde la Constituyente de Santa Cruz en 1995 y de las elecciones del 2001 en Salta y Buenos Aires, ha servido para la utilización revolucionaria de las instituciones estatales y para el desarrollo de la conciencia y de la organización revolucionarias. La bancarrota política del PT ha dado lugar a un proceso de diferenciación dentro de la izquierda democratizante, hasta ahora de reducida amplitud. Tampoco se trata de una diferenciación socialista, porque no critica los fundamentos programáticos democratizantes ni los condicionamientos políticos oportunistas que dieron origen al PT (desplazar a los trabajadores de una lucha de masas al campo electoral y encuadrar al proletariado en la normalización institucional iniciada por la dictadura de ese entonces). Se encuentra ausente también en esta diferenciación la comprensión del carácter potencialmente revolucionario de la situación de Brasil en su conjunto. La dirección del PT adjudicó como la finalidad fundamental de su ascenso al gobierno impedir la situación revolucionaria que podría engendrar una bancarrota financiera. O sea combatir el peligro de un argentinazo, que luego vio confirmado en Bolivia. En la crisis política que ha provocado en la izquierda latinoamericana y en el movimiento obrero el gobierno pro-imperialista del PT (y que tendrá una nueva edición en el gobierno del Frente Amplio en Uruguay) impulsamos construir partidos obreros revolucionarios, de un lado mediante la crítica implacable al democratismo o antiimperialismo nacionalistas y de contenido burgués, y del otro lado desarrollando la agitación en la clase obrera y las masas, especialmente las más explotadas, como los desocupados y campesinos sin tierras, de un programa de reivindicaciones inmediatas fundamentales y de reivindicaciones transitorias. Frente a la experiencia de gobiernos burgueses petistas o chavistas, en América Latina, exigimos la expulsión de los ministros capitalistas de los gobiernos que encabece la izquierda; la ruptura con el FMI y el repudio a la deuda externa; la nacionalización de la banca, de los grandes monopolios y de los latifundios bajo control obrero; el enfrentamiento del sabotaje capitalista mediante la ocupación de las empresas y la gestión obrera; el reemplazo de las organizaciones armadas de la burguesía por la organización armada de los obreros y de los campesinos; y una acción continental de lucha por los Estados Unidos Socialistas de América Latina.