II. La ideología del imperialismo en la actual etapa

​Tesis Programáticas para la Cuarta Internacional​ de Jorge Altamira

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5. La caracterización de la etapa en curso, que realiza la academia oficial y semi-oficial, como una globalización (se refiere al capital) reviste de un carácter histórico progresivo a la restauración capitalista en los ex estados obreros. La globalización del capital, sin embargo, es un fenómeno que llegó a su apogeo histórico hace mucho tiempo, con la plena formación del mercado mundial y la emergencia del imperialismo. Expresa la declinación del capitalismo, no su ascenso. La regresión histórica, que tiene un punto de culminación con la restauración capitalista en curso, tuvo su inicio con la contrarrevolución burocrática, que no fue más que la expresión de la presión de la economía mundial capitalista sobre un "socialismo" aislado en "uno" o varios países históricamente retrasados. La globalización, en tanto restauración del capital allí donde había sido expropiado, no constituye un avance sino un retroceso histórico, y conlleva, de un lado, la pérdida de conquistas históricas y sociales en esos países así como a nivel internacional. La globalización es la expresión ideológica de la destrucción del socialismo como perspectiva, la cual que fue históricamente conquistada por el proletariado en dos siglos de lucha de clases. Adjudica la victoria transitoria del capital sobre los regímenes sociales no capitalistas dirigidos por una burocracia, a una capacidad del capital para revolucionar indefinidamente las fuerzas productivas, lo cual escamotea, de un lado, el carácter internamente contradictorio del capital y, del otro, su carácter históricamente condicionado; que el avance de la ciencia y la técnica, que el capital impulsa, no como una finalidad social consiente, sino por la necesidad de incrementar la explotación del trabajo ajeno, potencia sus contradicciones y las hace cada vez más explosivas. El eufemismo globalizador pretende poner un signo igual entre la liquidación de las formaciones económicas precapitalistas por parte del capital mundial en la época histórica de su ascenso (liberalismo) y la destrucción de la propiedad estatizada y de la economía planificada en la etapa del capital monopolista en disgregación. Presenta a la unificación capitalista del mercado mundial como una perspectiva aún no completada, y no como una realidad que ha agotado sus posibilidades históricas y que engendra crisis económicas explosivas, catástrofes sociales mayores y guerras todavía más destructivas. La globalización rechaza que la restauración capitalista tenga un carácter transitorio, cuyo desenlace será determinado por el desarrollo de la presente crisis mundial.

6. La globalización es una ficción ideológica que pretende igualmente encubrir el conjunto de tendencias dislocadoras del capital mundial. Por ejemplo, la extensión fenomenal del capital ficticio (endeudamiento público y privado, de inversores y consumidores, financiero y especulativo), que supera con creces el capital en su forma material y que lleva a la ruina los presupuestos estatales. El desarrollo del capital ficticio bajo la forma de una extensión sin precedentes de los mercados de capitales constituye un medio poderoso de confiscación económica adicional de los trabajadores, de los estratos sociales intermedios y de estados enteros. La llamada tercerización o subcontratación, otra característica de la mentada globalización, no representa una nueva fase histórica de la industrialización bajo el impulso de la división internacional del trabajo, sino un desarrollo parasitario de los grandes pulpos capitalistas, que sustituye la industrialización de los países atrasados por la implantación de maquiladoras y armadurías, para explotar la mano de obra barata y saquear fiscalmente a las naciones involucradas. El resultado de este conjunto de tendencias es la sobreproducción crónica de mercancías y capitales, la tendencia a la depresión económica, la generalización (esta sí global) de la deflación a escala internacional y la desocupación obrera más alta y permanente de la historia del capitalismo. La llamada globalización engloba a todas las formas del capital como un capital global, para ocultar, de este modo, su fase histórica específica, o sea el nivel excepcional que ha alcanzado su desarrollo parasitario y rentístico.

7. El desarrollo capitalista de las últimas décadas ha reforzado la contradicción entre el carácter mundial del desarrollo de las fuerzas productivas y del mercado, por un lado, y el carácter nacional de los capitales, los monopolios y los Estados. O sea que se ha acentuado la anarquía capitalista. El reforzamiento de la nacionalización de los capitales pone al desnudo el carácter interesado de las expresiones apologéticas tales como trasnacionales, multinacionales o globalización. La nacionalización del capital se manifiesta de forma especial en la supremacía que ha alcanzado el capital norteamericano, por sobre todo en la banca de inversión. La Unión Europea ha fracasado en su intento de crear un capital específicamente europeo en oposición a los capitales norteamericanos y japoneses e incluso con referencia a los capitales nacionales de los respectivos estados europeos, o sea franceses, italianos, alemanes o incluso griegos. La atomización nacional del capital monopolista en Europa no ha sido superada ni por la creación de un Banco Central ni por una moneda única; esta última ha exacerbado las contradicciones de sus economías nacionales, como consecuencia de sus acentuados des-niveles de desarrollo. La tentativa de establecer una moneda de reserva propia, en competencia con el dólar, es una manifestación muy destacada de las rivalidades nacionales del capital y constituye una constante fuente de choques internacionales, enfrentamientos diplomáticos y hasta guerras por interposición (fuera y dentro de las fronteras de Europa). La coalición que tiene lugar entre diversos pulpos económicos de nacionalidades diferentes tiene, casi unánimemente, un carácter transitorio. Es la manifestación del choque de unos bloques nacionales contra otros, que se disgregan, a su turno, con cada manifestación de la crisis económica en general. Los estados nacionales son más que nunca las herramientas de los monopolios en la lucha por la supremacía en el mercado mundial. Este fenómeno se ha acentuado con la política de libre comercio, la que priva a las naciones más débiles de la posibilidad de protegerse con medidas de orden político y las deja al arbitrio de las muy pocas naciones más poderosas, en especial los Estados Unidos.

8. La formación de la Unión Europea no ha sido un proceso histórico lineal. Ha representado, en diferentes etapas, los intentos de adaptación y de supervivencia de la burguesía imperialista europea a las condiciones cambiantes de la crisis mundial. Bajo denominaciones parecidas ha representado fenómenos sociales y políticos diferentes. Sea para contener la revolución social en la posguerra; sea como un marco que permitiera restablecer los viejos estados nacionales agotados por dos guerras mundiales, como las únicas formas concretas de dominación política del capital; sea para resolver la crisis de sobreproducción mediante una eliminación parcial de las barreras al comercio; sea como un método político para unificar la ofensiva contra los trabajadores luego del fin del boom de posguerra y el comienzo de la presente etapa de crisis; sea para organizar la lucha contra el capital norteamericano en el cuadro de esta misma crisis mundial; sea como un intento, finalmente, de los estados más poderosos, especialmente de Alemania, para adaptase al derrumbe de la URSS y de Europa oriental y anexar a los nuevos mercados del este y Rusia. El imperialismo europeo ha montado un conjunto de "corredores" (transportes, caminos y ductos), para enlazar al oeste de Europa con el Cáucaso y hasta Asia central, pasando por los países que componen la península de los Balcanes. Bajo la presión de la crisis económica mundial y de las luchas de los trabajadores, sin embargo, las tendencias centrífugas tienden a imponerse cada vez más sobre las centrípetas. La utilización de las rivalidades nacionales por parte del capital financiero norteamericano tiende a fracturar a la Unión Europea. El crecimiento de esta lucha interimperialista condiciona el conjunto de la crisis política mundial. Desde los Balcanes, Rusia y el Cáucaso hasta el lejano Oriente, Irak y Palestina, las crisis, los enfrentamientos nacionales y las guerras expresan, cada vez más, la creciente oposición entre los capitales y estados europeos, que están también divididos entre ellos, y el norteamericano. Las manifestaciones de una tendencia a la dislocación de la Unión Europea se han acentuado, sembrando la confusión entre quienes la consideraban irreversible y le aseguraban un progreso infinito.

9. Las tendencias centrífugas y el choque creciente con el imperialismo norteamericano han afectado los ritmos de desarrollo de las crisis políticas, con especial impacto en el viejo continente. Esta tendencia de conjunto condena al ridículo a quienes abogan por completar el desarrollo de la Europa imperialista con una "construcción más democrática". La penetración de los monopolios europeos en los países del este ha reforzado la tendencia imperialista de la UE, agudiza la competencia entre los pulpos internacionales, acentúa la disolución social creciente en los Balcanes y el este y potencia la ofensiva del capital y de sus Estados contra las condiciones del proletariado del oeste. La crisis económica que provocó el estallido de la burbuja financiera norteamericana, a principios del 2002, se ha manifestado con la mayor agudeza en la Unión Europea, en especial en la tendencia a la depresión económica que afecta a Alemania, Francia e Italia. La pérdida de posiciones de estos países en el mercado mundial, en beneficio del capital norteamericano, ha planteado una aguda tensión entre la burguesía y el proletariado, porque el capital europeo no puede hacer frente a la competencia internacional sin incursionar severamente contra las conquistas sociales y laborales de las masas. El ataque contra la seguridad social y la salud ha abierto una etapa de conflictos de clase violentos en Europa. El espacio para una construcción democrática, o sea en el marco imperialista, se achica de más en más. Idealizada por sus apologistas como un medio de superar los límites que imponen las fronteras nacionales al desarrollo de las fuerzas productivas, la Unión Europea se ha revelado rápidamente como un freno a ese desarrollo. Estalla, en cierto modo, el intento de encajar en un único molde institucional los agudos desniveles de desarrollo capitalista que caracterizan a la UE. La IV Internacional denuncia el carácter imperialista de la Unión Europea y de sus propósitos de expansión oriental; destaca que el imperialismo plantea una tendencia a la reacción política y no a la democracia; señala que ha fracasado en el intento de superar el escollo histórico de las fronteras nacionales para desarrollar las fuerzas productivas, y aun más, que ha creado escollos adicionales que tienen que ver con su artificialidad histórica; y pone de manifiesto que la tendencia imperialista y la tendencia a acentuar sus contradicciones conducen a un agravamiento de la lucha de clases en el interior de Europa. Este conjunto de factores refuerza la tendencia a crisis políticas de envergadura en los países europeos e incluso a que se plantee una cuestión de poder. La IV Internacional inscribe en este marco a la crisis política de abril del 2001 en Francia, cuando se produjo una licuación política de los partidos tradicionales de la derecha y de la izquierda, en combinación con grandes movilizaciones de masas, en especial de la juventud. Quedó al desnudo, en esa crisis, el agotamiento de la democracia imperialista. Sobre esta base la IV Internacional denuncia el carácter reaccionario de la consigna por una Unión Europea democrática y social y plantea la total vigencia de la unión del proletariado europeo por la expropiación del capital y el establecimiento de los Estados Unidos Socialistas de Europa.

10. La fase económica mundial que se inicia alrededor de los años 70 se distingue de la que tuvo lugar a partir de la posguerra, no solamente por una inversión de tendencia en la curva general del desarrollo de la producción. La caracterizan, por sobre todo, las recesiones cíclicas de características explosivas que se combinan con crisis financieras de inusitada amplitud, como consecuencia del estallido de las burbujas especulativas, del extraordinario endeudamiento de los Estados, y de los capitales individuales y de los consumidores, con los que se intenta cebar la recuperación económica. Los derrumbes financieros que van de 1997 al 2001 clausuran el ciclo especulativo extraordinario que se inicia con la euforia que provocó la disolución de la URSS. La economía mundial, en su conjunto, se caracteriza por la tendencia a mayores crisis financieras y a la deflación. La política mundial, a su vez, se encuentra condicionada por estas tendencias de la economía.

11. La guerra de los Balcanes, Afganistán, Irak, el Cáucaso, Palestina y diversos países de Africa ha inaugurado una etapa de guerras imperialistas de alcance internacional, que refutan por completo la pretensión universalista de la globalización, su carácter idílico, o sea puramente económico y pacífico, o la naturalidad de la supremacía del capitalismo en la presente etapa histórica. El derrumbe práctico e ideológico de la globalización se expresa en el resurgimiento de sus expresiones formalmente opuestas, como la del ´choque de civilizaciones, la necesidad de las construcciones nacionales o la especie del ´terrorismo internacional´ como una guerra mundial que no se presenta como un enfrentamiento entre estados. Esta nueva oleada de guerras es apenas la etapa preliminar de un nuevo período de matanzas. Ella es, antes que nada, una expresión eminente del empantanamiento del capital. No involucra solamente una rivalidad comercial relativa al petróleo y a los mercados de materias primas del Asia central. Es una manifestación irrefutable de que la restauración capitalista es un proceso de violencias y de guerras. Su hilo conductor es la lucha por la conquista económica y política del espacio dejado por la disolución de la Unión Soviética y por el control de la restauración capitalista en China. La hegemonía de la restauración capitalista por alguno de los bloques en disputa desequilibraría decisivamente las relaciones de fuerza entre las distintas potencias imperialistas. La lucha por la conquista de los mercados orientales de Europa y de Asia tiende a transformarse, por este motivo, en una lucha interimperialista sin paralelo en la historia. Esta lucha interimperialista, expresión de una crisis enorme en las relaciones entre las clases dentro de todos los estados, deberá potenciar las crisis y las luchas entre las clases en todas las naciones, incluidas las semi-colonias. Desde un punto de vista histórico de conjunto, la etapa actual forma parte de toda una época, que arranca con la primera guerra mundial y las revoluciones que la sucedieron, fundamentalmente la revolución de octubre del 17. Las contradicciones mortales de esta época, entre las guerras imperialistas y la revolución, no encontraron su salida en el curso de la segunda guerra mundial. Por un lado, la victoria del ejército rojo sobre el nazismo, la revolución china, la extensión de la URSS al este de Europa y varias revoluciones en las colonias pusieron un límite a una salida basada en la restauración del capital en la Unión Soviética. Por otro lado, la derrota de la revolución en Europa, el restablecimiento del capitalismo golpeado por la guerra y la prolongación de la dominación de la burocracia contrarrevolucionaria en los estados obreros bloqueó la salida histórica de la revolución socialista a escala internacional. En la fase ulterior, las revoluciones políticas, el derrumbe de la burocracia y la crisis capitalista mundial dieron al traste con la coexistencia pacífica o la convergencia de sistemas. El actual período histórico plantea la alternativa entre la restauración completa del capitalismo a través de la barbarie de las guerras y el retroceso social de las masas, o la victoria definitiva de la revolución socialista, que sería reforzada por los desastres de la restauración capitalista y que, por lo tanto, podría encontrar más que nunca un terreno fértil en las naciones imperialistas. Los reformistas y los centristas se han apresurado demasiado en dar por cancelada la época de guerras y revoluciones y en pontificar la aurora de una "paz infinita".