Hora santa
Los espejos de límpida mirada
con una voluptuosa complacencia
copiaban tu imperial magnificencia
de blondes y de seda perfumada.
Las bujías de ardiente llamarada,
en el salón de asiática opulencia,
fingían, circundando tu presencia,
los ojos de una fiera hipnotizada...
Un llanto largo y musical vertía
Chopin en una rara melodía...
huyeron ritmos como sueños vanos...
Flotó un perfume de yacentes lilas...
¡y ante la inmensidad de tus pupilas
dejé mi corazón entre tus manos!