Historias extraordinarias (1871)/Noticia sobre Edgar Poe y sus obras
Cruzado por el rio más grande del mundo vive el pueblo, emblema de la grandeza moderna; grandeza materialista que se traduce en esos portentosos adelantos materiales que nada valen, y nada significan en el mundo moral.
Para ese pueblo no hay dificultades, ni obstáculos. Se tiene amor al hombre, porque detras del hombre se vé una industria, un capital, una productiva empresa. La teología del sentimiento suprime el infierno por amor al género humano; se propone un sistema de seguros, una suscricion á cuarto por cabeza para la supresion de la guerra; la industria es una manía nacional; en la omnipotencia del taller se cifra la fé; hé dicho la fé, no, Dios, el único Dios. Quemar negros encadenados, establecer la poligamia en los paraisos del Oeste, fijar en las paredes anuncios, sin duda para consagrar la libertad ilimitada, sobre la curacion de las enfermedades de nueve meses, tales son algunos de los rasgos característicos, algunas ilustraciones morales del noble pais de Franklin, el inventor de la moral de mostrador, el héroe de un siglo entregado á la materia.
Es preciso convenir que los Estados-Unidos no es el pais propio para formar poetas.
Fábricas por de quiera, que encubren con su humo de carbon de piedra el azul del cielo; traficantes por todas partes; por todas partes mercaderes; iglesias frias y desnudas: ni un monumento, ni un recuerdo, ni un mármol, ni un templo gótico, ni una ruina, que eleven el pensamiento al pasado y á Dios.
¿Cómo pueden nacer poetas en los desiertos? En esa sociedad materialista hasta la degradacion, positivista hasta la infamia, no debían nacer más que mercaderes.
Parecen plantas exóticas, anacronismos indisculpables, esos maravillosos hijos del génio, colocados entre traficantes y agiotistas.
Si hoy no se oyen los nombres de los mártires, es porque el bullicio, la febril agitacion de la sociedad del tanto por ciento, no tiene tiempo para ocuparse de los que bajan al sepulcro.
Chatterton! Malfilatre! Balzac! Hoffman! Edgar Poe! ¡Cuánto nombre ilustre y desventurado!
El uno, luchando contra la calumnia y la miseria; el otro contra la miseria y la opinion; este contra la fortuna; aquel contra el destino; Poe contra si mismo, contra el destino y contra la fortuna.
Lucha gigante, en que el génio cae siempre, vencido, arrollado por la fatalidad!
Un biógrafo nos dirá gravemente que Poe, si hubiera querido regularizar su ingenio y aplicar sus facultades creadoras más apropiadas al suelo americano, hubiera podido llegar á ser un autor de dinero,-á money making author. Otro biógrafo, un cínico ingénio repetiria que por bueno que sea el génio de Poe, le hubiera valido más no tener más que talento, porque el talento halla más salida en la plaza que el génio.
Otro, director de periódicos y revistas, amigo del poeta, confiesa que era difícil emplearlo y que se veía obligado á pagarle menos que á los otros porque escribía en un estilo muy por debajo del vulgar.¡Quelle odeur de magasin! como decía Joseph de Maistre.
Algunos se han atrevido á más, y uniendo en lazo monstruoso la más tosca inteligencia á la ferocidad de la hipocresía villana, le han insultado y despues de su repentina desaparicion, han modelado rudamente un cadáver odioso, particularmente M. Rifus Griswold, que, para recordar aquí la espresion vengadora de M. George Graham, cometió entónces una inmortal infamia.
Poe, esperimentando tal vez el siniestro presentimiento de una muerte súbita, habia designado á los M. M. Griswold y Willis, para coleccionar sus obras, escribir su vida y restaurar su memoria. Este pedagogo-vampíro ha disfamado largamente á su amígo en un enorme artículo, cobarde y odioso, colocado á la cabeza de la edicion póstuma de sus obras. ¿No hay en América edictos que prohiben á los perros la entrada en los cementerios? En cuanto á M. Willis ha probado, al contrario, que la benevolencia y el decoro marchan siempre unidos con el verdadero ingénio, y que la caridad hácia nuestros compañeros, que es un deber moral, es tambien uno de los preceptos del gusto.
Hablad de Poe con un americano, y confesará tal vez su génio; tal vez se encontrará orgulloso de tenerlo por hermano; pero en tono sardónico os hablará de la vida desarreglada del poeta, de su alcoholizado aliento que hubiera podido encender un fósforo, de sus costumbres vagabundas; os dirá que era un planeta sin órbita, un sér errante y estrambótico, que andaba corriendo de Baltimore á New-York, de New-York á Philadelphia, de Philadelphia á Boston, de Boston á Baltimore, y de Baltimore å Richmond.
Y si estremecido el corazon por estos preludios de una historia lastimera, dais á entender que el indivíduo no es tal vez el solo culpable, y que debe ser difícil pensar y escribir cómodamente en un país en que hay millares de soberanos, soberanias mercantiles, formadas trabajosamente sin sentimientos delicados, como por lo regular sucede á los hijos del tráfico, en un pais sin capital hablando propiamente, en un país sin aristocracia, entonces vereis que los ojos del americano despiden chispas y que su boca, inflamada por el patriotismo, lanza injurias sin cuento á la Europa, su vieja madre, y á la filosofía sana de los antiguos tiempos.
Edgar Poe no estaba al nivel de su pátria, ni los Estados Unidos estaban al nivel de Poe.
Los Estados Unidos son un país gigantesco y niño celoso hasta la hipérbole del viejo continente. Orgulloso de su desenvolvimiento material, anormal y casi monstruoso, mira con desprecio todo lo venerando que no tiene, ni puede tener.
La actividad material, exagerada hasta las proporciones de un febril delirio, deja bien poco lugar en los espíritus para las cosas que no son de la tierra.
Poe, naturaleza elevada, y que creía que la desgracia de su país era no tener una aristocracia de sangre, atendiendo, como él decia, que en un pueblo sin aristocracia, el culto de lo bello no puede menos de corromperse, aminorarse y desaparecer; que acusaba en sus conciudadanos, en su lujo enfático y costoso, todos los síntomas del mal gusto característico de los parvenus, que consideraba al progreso, la gran idea moderna, como un éxtasis de los papa-moscas; Poe, pues, era una inteligencia singularmente solitaria.
Colocad en medio de una sociedad agiotista é indiferente al sentimiento de la belleza, á un hombre como Poe, á quien el amor de lo bello hacía sentir todas las dulzuras y todos los deseos de una pasion mórvida, de una exquisita delicadeza de gusto, de imaginacion soñadora, con todos los delirios y todas las auroras de una cabeza meridional y acabareis por comprender que la vida para un hombre semejante venga á ser un infierno, y cuando el mal haya concluido, os admirareis que haya podido durar tan largo tiempo.
El poeta es un enfermo, un monomaniaco.
Su enfermedad, su monomanía, son el deseo y el amor de lo bello! Rara vez puede satisfacer su deseo; rara vez puede aliviar su enfermedad. Ver un cielo y hallar un infierno, soñar en laureles, y tener que trabajar para buscar pan, ennoblecer la humanidad y verse olvidado de ella, descorrer ante la vista del mundo todos los íris, todas las divinas ilusiones del génio y del amor, ser el águila caudal á quien el sol no ciega, tener el pié en la tierra y la cabeza á los piés de Dios, y en el instante que ese vértigo cesa, que ese fuego inspirador se apaga, comprender el aislamiento, el frio, las necesidades materiales que la sociedad no quiere satisfacer por ver en el poeta, las más de las veces, un holgazan ó un loco!
El poeta llega á comprender á la sociedad y quiere luchar contra ella. Lucha inclemente, en que mil veces los que valen menos sacrifican en aras de su orgullo á los que valen más.
Publicidad! Publicidad! ¿qué eres sino un infame pilori, donde al pasar el profano, puede insultar al génio impunemente?
Al llanto de hoy, contesta la esperanza con el mañana vengador; pero ay! no hubieran vendido Chatterton, Cea, y mil otros, todas las glorias de la inmortalidad incierta por un presente digno y decoroso.
Hay un juego, comun en los niños, que todo el mundo conoce. Se forma un círculo de carbones encendidos, se coge un escorpion, y se pone en el centro. El animal permanece inmóvil hasta que el calor le quema; entónces se asusta y se agita; esto promueve la risa. Marcha derecho á la llama, intenta valerosamente abrirse un camino á través de las áscuas, pero el dolor es escesivo y se retira. Esto sigue promoviendo la risa. Dá vuelta lentamente al círculo y busca por todas partes un pasage imposible. Entónces vuelve al centro y entra en su primera, pero más sombria inmovilidad.
Por fin, toma un partido estremo, vuelve contra sí mismo su dardo emponzoñado, y cae muerto en el instante. Entónces los niños rien más fuertemente que nunca. Esto, es sin duda, cruel y culpable; y sin embargo, los niños son buenos é inocentes.
Cuando un hombre muere de esta manera, no es él el suicida, no. Es la sociedad quien le arroja á la hoguera.
Edgar Poe, era un mártir, y si cercenó su vida con el abuso del alcohol, era para matar su inteligencia, su inteligencia humillada y deprimida, que á cada momento le gritaba como al autor de Childe-Harold, «Desespera y muere.»
La familia de Poe era una de las más respetables de Baltimore. Su abuelo materno habia servido, como quartermaster-general, en la guerra de la Independencia, y Lafayette le tenia en grande estima y amistad. Su bisabuelo se habia casado con una hija del almirante inglés MacBride, que estaba aliado con las familias más nobles de Inglaterra.
David Poe, padre de Edgar é hijo del general, se enamoró violentamente de una actriz inglesa, Elizabeth.
Arnal, célebre por su belleza, hulló con ella y se casó.
Para mezclar más intimamente su destino con el de su amada se hizo cómico y apareció con su muger en diferentes teatros, en las principales ciudades de la Union. Los dos esposos murieron en Richmond, casi al mismo tiempo, dejando en el abandono y en la miseria más completos á tres hijos pequeños, uno de ellos Edgar.
Edgar Poe habia nacido en Baltimore, en 1813.
Poe fué el verdadero hijo del amor y de la aventura.
Un rico negociante de la ciudad, Mr. Allan, se enamoró de este lindo desventurado, á quien la naturaleza habia dotado con todos sus encantos, y como no tenia hijos, le adoptó. Este se llamỏ desde entónces Edgar Allan Poe. Así, pues, fué educado en el lujo y en la esperanza legítima de poseer un dia una fortuna considerable. Sus parientes adoptivos le llevaron consigo en un viaje que hicieron á Inglaterra, Escocia é Irlanda, y habiendo de volver á su pais, le dejaron en casa del doctor Biauzby, que tenia un importante colegio en Stoke-Newington, cerca de Lóndres. El mismo Poe, en William Wilson, describe esta estraña casa, construida en el viejo estilo de la época de la reina Isabel, y las impresiones de su vida de escolar.
Volvió á Richmond en 1822, y continuó sus estudios en América, bajo la direccion de los mejores maestros de derecho. En la Universidad de Charlottewille, donde entró en 1825, se distinguió no solamente por una inteligencia casi maravillosa, sino tambien por una abundancia casi siniestra de pasiones, una precocidad verdaderamente americana, que, por último, fué la causa de su espulsion.
Es oportuno notar que Poe habia ya, en Charlottewille, manifestado una aptitud de las más notables por las ciencias físicas y matemáticas, de las cuales hizo uso frecuente en sus estraños cuentos.
Algunas malaventuradas déudas de juego trageron consigo una pequeña disension entre él y su padre adoptivo, y Edgar, hecho de los más curiosos y que prueba la dósis de espíritu caballeresco que ardia en su cerebro impresionable, concibió el proyecto de mezclarse en la guerra de los Helenos y marchar á combatir contra los turcos. Partió para la Grecia, como Lord Byron lo habia hecho en otro tiempo, y ¿qué vino á ser de él en Oriente? Nadie lo sabe. Le encontramos en San Petersburgo, sin pasaporte, comprometido en un negocio que le obliga á llamar al ministro americano, Henry Middleton, para librarse de la penalidad rusa y volver á su casa.
De regreso en América, en 1829, manifestó el deseo de entrar en la escuela militar de WestPoint; fué admitido, y alli, como en todas partes, dió muestras de una inteligencia maravillosamente dotada; pero indisciplinable, y al fin de algunos meses fué espulsado del colegio.
Al mismo tiempo sucedia en su familia adoptiva un acontecimiento, que debia tener para Poe las más graves consecuencias. Madama Allan, por la cual tuvo un cariño verdaderamente filial, murió y Mr. Allan se casó de nuevo con una muger muy jóven.
Una disension doméstica tuvo aquí lugar, una historia tenebrosa que no puedo referir por no estar completamente esplicada por ningun biógrafo. Querella que dió tristes y notables resultados. Poe fué definitivamente separado de Mr. Allan, y habiendo este tenido sucesion de su segundo matrimonio, quedaron frustradas las esperanzas de una herencia bastante cuantiosa.
Poco tiempo despues de haber abandonado á Richmond, Poe publicó un pequeño volúmen de poesías: aquellas poesias eran una aurora resplandeciente. Tenian un acento extra-terrestre, calma melancólica, deliciosa solemnidad, esperiencia precoz, esa esperiencía innata que caracteriza á los grandes poetas.
La miseria le hizo algun tiempo soldado, y es probable que en los ócios de la vida de guarnicion preparase los materiales de sus futuras composiciones, composiciones estrañas que parecen haber sido creadas para demostrar que la originalidad es una de las partes integrantes de lo bello. Vuelto á la vida literaria, el solo elemento donde pueden respirar ciertos seres privilegiados, Poe moria en una estrema miseria, cuando un suceso dichoso le levantó de nuevo.
El propietario de una revista acababa de abrir un certámen, dando dos premios, uno para el mejor cuento y el otro para el mejor poema.
Una letra, singularmente hermosa, atrajo la atencion de Mr. Kennedy, que presidía el comité y le inspiró el deseo de examinar por sí mismo los manuscritos.
Se encontró que Poe había ganado los dos premios, pero solo se le concedió uno. El presidente de la comision tuvo curiosidad de ver al incógnito.
El editor del diario le preséntó á un jóven de una hermosura sorprendente. Tenía como Byron una cabeza de Apolo, con un vestido andrajoso, abotonado hasta la barba, y mostraba el aire y la distincion de un gentil-hombre, tan orgulloso como hambriento.
Kennedy se portó bien con él. Le presentó á Mr. Thomás White, que habia fundado en Richmond el Southern Literary Messenger. Mr. White era un hombre audaz, pero sin ningun talento literario; le faltaba un ayudante, un colaborador, un sosten.
Poe se encontró á los veinte y dos años director de una revista, cuyo destino descansaba sobre él. Él creó su prosperidad. El Southern Literary Messenger ha reconocido despues que á este escéntrico narrador, á este borracho incorregible, debia su clientela y su fructuosa notoriedad.
En este periódico fué donde apareció por la primera vez la Sin igual aventura de un tal Hans Pfaall, y muchos otros cuentos que nuestros lectores verán desfilar ante sus ojos.
Durante el transcurso de dos años, Edgar Poe con un ardor maravilloso, asombró al público con una série de composiciones de un género completamente nuevo y por artículos criticos, cuya vivacidad, precision, severidad razonada, eran muy dignos de llamar la atencion.
Es bueno que se sepa que todo este trabajo considerable se hacía por quinientos dollars.
Inmediatamente, dice Griswold, lo que quiere decir, se creía bastante rico el imbécil, se casó con una jóven, bella, encantadora, de una naturaleza amable y heróica, pero que no tenía un cuarto, añade el mismo Griswold con tono de desprecio. Su esposa era la señorita Virginia Clemen, su prima.
No obstante los servicios hechos á su periódico, M. White se disgustó de Poe al cabo de dos años, en los cuales había alcanzado su publicacion un éxito grande.
La razon de la separacion de Edgar se halla evidentemente en los accesos de hipocondría y en las crísis de embriaguez del poeta, accidentes característicos que manchaban los horizontes de su vida.
Desde entónces veremos al desgraciado transportar sus ligeros penates por las principales ciudades de la Union. Veremos por anuncios, que hieren el alma, anuncios insertos en los periódicos que M. Poe y su muger se encuentran peligrosamente enfermos en Fordham y sumidos en la miseria más absoluta.
Poco tiempo despues de la muerte de su adorada Virginia, Poe sufrió los primeros ataques del deliriun tremens.
Desde entónces Poe sostuvo una lucha inclemente, pero gigante, contra su fortuna y contra el destino. Vencido siempre, pero quedándole siempre el valor y la esperanza para coxenzar de nuevo la lucha, Edgar quiso librarse de la miseria y empleó uno por uno todos los médios que le sugirió su ingenio.
Fundó una revista esperando tener el concurso de sus amigos de colegio y de sus colaboradores de West-Point. Hacia tiempo había publicado en Nueva-York Eureka, poema cosmogónico, que habia levantado las mayores discusiones.
Visitó, pues, las principales ciudades de Virginia en busca de medios y aliados, y Richmond volvió á ver al que había conocido tan pobre, tan desamparado.
Todos los que no habian visto á Poe desde el tiempo de su oscuridad corrieron en tropel á contemplar á su ilustre compatriota. Apareció, bello, elegante, correcto como el génio. Yo creo que desde hacía algun tiempo había llevado su con descendencia hasta hacerse admitir en una sociedad de la templanza. La buena acogida que se le hizo innundó de alegría su pobre corazon hasta el punto de pensar en establecerse definiti- vamente en Richmond y acabar su vida en los lugares que su infancia le había hecho tan que- ridos.
Sin embargo, tenía un negocio en New-Yok, y partió el 4 de Octubre quejándose de temblo- res y desfallecimiento. Sintiéndose siempre mal llegó á Baltimore la tarde del 6, hizo llevar su equipage al embarcadero de donde debía par- tir á Philadelphia y entró en una taberna para tomar allí un escitante. Allí, desgraciadamente, encontró antiguos conocimientos, y se marchó tarde á su casa.
A la mañana siguiente, á la pálida luz del indeciso amanecer, se encontró un cadáver sobre la via pública. ¿Era un cadáver? no, un cuerpo vivo todavía, pero á quien la muerte había se- llado con todos sus horrores. Sobre este cuer- po, cuyo nombre se ignoraba, no se hallaron ni papeles, ni dinero y fué conducido á un hospi- tal. Allí murió Poe, la tarde del domingo 7 de Octubre de 1849, á la edad de 37 años, ano- nadado por el delirium tremens, este terrible mal que había ya trastornado su cerebro una ó dos veces. Así desapareció de este mundo uno de los más grandes héroes literarios, el hombre de génio que había escrito en el Gato negro estas palabras fatídicas:
«El mal es comparable al alcohol!»
Esta muerte es casi un suicidio, un suicidio preparado desde largo tiempo. Ay! el que habia superado, vencido en las alturas más árduas de la estética, el que se habia hundido en los abismos menos esplorados de la intelectualidad humana, el que á través de una vida semejante á una tempestad sin calma, habia encontrado medios nuevos, procedimientos desconocidos para asombrar la imaginacion, para seducir á los espíritus sedientos de lo bello, acababa de morir en un hospital, pobre, abrasado por el delirio, suicidado, valiéndose del arma más traidora y terrible ¡el alcohol!
¡Lástima que un hombre que debía despertar con su recuerdo la admiracion, solo al conocer su nonbre, produzca en el alma un sentimiento de tristeza y compasion al ver esos lamentables errores del génio, que debía ser todo luz y armonía, y que muchas veces solo es degrada-, cion y tinieblas!
Este ejemplo, unido á muchos otros desventurados, ha hecho nacer entre el vulgo el falso axioma de que el verdadero génio es desordenado. Indisculpable error. El génio, para ser tal génio, tiene que ser armonioso y claro como el sol.
Edgar Poe es el fundador sin duda de un género nuevo. Su fantasia es estraña; hay en ella algo de escalpelo, algo de matemático, por decirlo así.
No es un soñador como Hoffman.
Hoffman tenía una fantasía desarreglada, nebulosa, propiamente alemana.
Poe es el poeta de sentimiento: su Annabel es la inspiracion gigante desarrollándose ámpliamente en Eureka y en El Cuervo, poema de notas misteriosas y sobrenaturales, y sobre todo en sus cuentos, el autor de una imaginacion fecundísima, que no dice una palabra que no sea una intencion, que no tienda, directa ó indirectamente, á perfeccionar un designio premeditado.
Es preciso haber contado la revuelta, la desarreglada, la fatal vida de Poe, para que sus cuentos sean comprendidos. La musa de lo Terrible ha inspirado muchos de ellos; no hay un escritor en los presentes tiempos que tenga tan grandes facultades para hacer la novela de las intimas sensaciones del alma.
¡Edgar Poe ha muerto!
El pais de los mercaderes ha perdido á una de sus más resplandecientes auroras.
Esperemos que la posteridad haga justicia al grande hombre americano, y nosotros perdonémosle sus vicios y sus defectos, como perdonamos á Chaterton la última dósis de ópio, que le hizo dormir el sueño de la muerte.