Historia general del Perú, o Comentarios reales de los incas (Tomo I)/Capítulo IX

Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPÍTULO IX.

Idolatria y dioses que adoraban antes de los Incas.


Para que se entienda mejor la idolatria, vida y costumbres de los Indios del Perú, será necesario dividamos aquellos siglos en dos edades: dirémos cómo vivian antes de los Incas, y luego dirémos cómo gobernaron aquellos Reyes, para que no se confunda lo uno con lo otro, ni se atribuyan las costumbres, ni los dioses de los unos á los otros. Para lo qual es de saber, que en aquella primera edad y antigua gentilidad, unos Indios habia poco mejores que bestias mansas, y otros muchos peores que fieras bravas; y principiando de sus dioses, decimos que los tuvieron conforme á las demas simplicidades y torpezas que usaron, así en la muchedumbre de ellos, como en la vilexa y baxeza de las cosas que adoraban; porque es así, que cada provincia, cada nacion, cada pueblo, cada barrio, cada linage y cada casa tenia dioses diferentes unos de otros, porque les parecia que el dios ageno ocupado con otro, no podia ayudarles, sino el suyo propio; y así vinieron á tener tanta variedad de dioses y tantos, que fueron sin número; y porque no supieron como los gentiles Romanos, hacer dioses imaginados, como la esperanza, la victoria, la paz y otros semejantes, porque no levantaron los pensamientos a cosas invisibles, adoraban la que veian, unos á diferencia de otros, sin consideracion de las cosas que adoraban, si merecian ser adorados, al respeto de sí propios para no adorar cosas inferiores á ellos: solo atendian a diferenciarse estos de aquellos, y cada uno de todos; y así adoraban yerbas, plantas, flores, árboles de todas suertes, cerros altos, grandes peñas, y los resquicios de ellas, cuevas hondas, guijarros y piedrecitas, las que en los rios y arroyos hallaban de diversos colores, como el jaspe. Adoraban la piedra esmeralda, particularmente en una provicia que hoy llaman Puerto Viejo, no adoraban diamantes ni rubíes porque no los hubo en aquella tierra. En lugar de ellos adoraron diversos animales, á unos por su fiereza, como al tigre, leon y oso; y por esta causa teniéndolos por dioses, si acaso los topaban no huian de ellos, sino que se echaban en el suelo á adorarles, y se dexaban matar y comer sin huir ni hacer defensa alguna. Tambien adoraban á otros animales por su astucia, como á la zorra y á las monas. Adoraban al perro por su lealtad y nobleza, y al gato cerval por su ligerexa: al ave que ellos llaman cuntur por su grandeza, y a las aguilas adoraban ciertas naciones, porque se precian descender de ellas, y tambien del cuntur. Otras naciones adoraron los halcones por su ligereza y buena industria de haber por sus manos lo que han de comer: adoraban al buho por la hermosura de sus ojos y cabeza, y al murciélago por la sutileza de su vista, que les causaba mucha admiracion que viese de noche; y otras muchas aves adoraban como se les antojaba. A las culebras grandes por su monstruosidad y fiereza, que las hay en los Antis de veinte y cinco y de treinta pies, mas y menos de largo, y gruesas muchas, mas que el muslo. Tambien tenian por dioses a otras culebras menores donde no las habia tan grandes, como en los Antis, á las lagartijas, sapos y escuerzos adoraban. En fin, no habia animal tan vil ni sucio que no lo tuviesen por dios, solo por diferenciarse unos de otros en sus dioses, sin acatar en ellos deidad alguna, ni provecho que de ellos pudiesen esperar. Estos fueron simplícisimos en toda cosa, á semejanza de ovejas sin pastor. Mas no hay que admirarnos que gente tan sin letras ni enseñanza alguna cayese en tan grandes simplezas; pues es notorio que los Griegos y los Romanos que tanto presumian de sus ciencias, tuvieron quando mas florecian en su imperio treinta mil dioses.