CAPÍTULO XXI.

Inoculación y Vacuna




SUMARIO.—§ I. La inoculación; su generalización en Europa y su propagación en Chile por el padre Chaparro. Documentos á este respecto.—§ II. El gran descubrimiento de Jenner. Dificultades para su aplicación. Triunfos del sistema.—§ III. La vacuna en Chile. Su primera aplicación por el padre Chaparro. Acción filantrópica del rejidor Matorras y de D. Manuel Salas. Documentos del Protomedicato.—§ IV. La vacuna en América. La expedición Balmis. La comisión Salvany.—§ V. Dn. Manuel Julián Grajales; su vasta acción en pro de la vacuna. Informe de sus trabajos. Interesantes detalles biográficos y bibliográficos.—§ VI. La primera Junta Nacional de Vacuna. Primeras organizaciones del servicio.




§ I.

La inoculación, ó sea el sistema de provocar una enfermedad más benigna por medio de la introducción, en el dermis, de pus de viruelas, se debió á la observación experimental de que los casos de viruela producidos por contagio directo eran de forma muy sencilla, lo que no ocurría con los casos de contagio á distancia ó indirecto.

Esta práctica se remonta hasta los tiempos antiguos en Asia y Africa.

Su generalización en Europa data desde el año 1717 y se debe á lady Wortly Montagne, esposa del embajador británico en Constantinopla, quien impresionada por la invasión de la peste y sus numerosas víctimas, puso su hija en manos de una vieja médica que se hacía pasar por ilunimada y que había conseguido numerosas inmunizaciones con la aplicación del pus varioloso. El feliz resultado de esta inoculación lo dió á conocer lady Wortly en Londres y ahí hizo inocular á su hija con igual éxito.[1]

Las autoridades sanitarias repitieron el experimento en varios condenados y en algunos centenares de personas sin ningún caso fatal, lo que hizo sustraer los temores populares y tanto más cuanto que los príncipes de la sangre real se sometieron al sistema en 1720, precisamente en el año en que morían, en Paris, 20.000 variolosos.

No obstante la inoculación fué combatida formidablemente. La facultad de medicina de Paris la prohibió como tratamiento inhumano, por más de treinta años.

En 1768, la emperatriz de Rusia, Catalina II, se sometió á la inoculación, venciendo así millares de resistencias.

«Pasan de mil los libros y memorias, dice Barros Arana, en su Historia General de Chile, que se escribieron en pró ó en contra de la inoculación, terciando en la polémica no sólo los médicos sino también los filósofos que la defendían con ardor como un bien social contra el flajelo desbastador. Aunque la España seguia entonces bastante de lejos el movimiento científico europeo, tomó algo más tarde interés en estas cuestiones (véase Fernández Morejón, Historia de la medicina española, tomo VI); pero no produjo antes de 1776 ningún escrito atendible para dar á conocer una cuestión que trataron los sabios más eminentes de Inglaterra, Francia y Alemania, y que popularizaron algunos de los escritores más prestijiosos de esa época, y sobre todo Voltaire, que fué uno de los más elocuentes y ardorosos defensores de la inoculación. La primera obra publicada en España sobre la materia, es una Disertación físico-médica que demuestra la utilidad y seguridad de la inoculación de las viruelas—Cádiz—1766, por el Dr don Juan Esparralosa.»

Tocó á Chile, y á uno de sus hijos, el padre Chaparro, el salvar á millares de infelices que eran pasto de la muerte ó que quedaban desfigurados para siempre. En 1765 inició sus notables experiencias, que fueron su propio invento, si hemos de dar fé á su propias palabras en documentos que llevan su firma. Muchos autores, entre ellos Barros Arana, dicen que la inoculación del padre Chaparro fué una simple imitación de lo que se practicaba en Europa.

Publicamos á continuación un extracto de una presentación hecha por fray Pedro Manuel Chaparro á la R. U. de Síin Felipe, con motivo de su solicitud para obtener el protomedicato, y en la cual se dan preciosos detalles sobre la inoculación:

«...habiendo consumado el estudio de artes y teología á que antes de el ingreso a la religión me dedicaron mis honrados padres siguiendo en ello su propio instituto en conocimiento de los adelantamientos que había hecho en aquellas facultades y de los progresos que podría hacer en la de medicina con notorio beneficio de el público y de el convento me destinaron dichos mis prelados para que la estudiase y curase enseñándomela el Dr. Dn. Domingo Nevin que era actual catedrático y protomédico quien por particular providencia dedicó toda su aplicación a mi instrucción cursando diariamente en la Real Universidad y haciéndome sustentar todas las funciones públicas y secretas hasta que consiguió declararme por perfecto facultativo, y finalizados los cursos que prescriben las Ordenanzas se me confirió el grado de bachiller.

Al lado é instruccion de un sujeto de tan esclarecida literatura cuyo nombre y fama han quedado estampados en el comun reconocimiento de el reino a sus aciertos que eran conocidos en los demas que habla andado y en las públicas Universidades que cursó, me mantuve algunos años haciendo á su vista las visitas de las salas de enfermería de mi convento y aun fiando de mi corto talento las de los conventos y monasterios y casas privadas que estaban a su cargo en sus ausencias y enfermedades mereciendo mis resoluciones en todo su aprobacion.

En este tiempo inquiriendo mi desvelo y estudio algún modo fácil y de mas acertado éxito para la curación de viruelas de cuyo contajio nadie se exime y en el que perecían las mas personas a que acometía este accidente, impuesto en Mercurios y en otras noticias que me subministró la lectura de muchos libros extrangeros convinando sus circunstancias con el temperamento de este Pais puse por obra el experimento de la inoculacion ó incision de ellas cuyos éxitos y resultas puede decir el publico quien no solo ha logrado la vida de los muchos que fallecian con la pestilencia de este contajio, sino tambien el ahorro de los gastos de botica y medicos y a consecuencia de ello se ha evitado la molestia de sufrir la dilatada curación que se observaba con el antiguo método siendo ya tan aprobado este remedio precautorio por la demostracion de la propia experiencia cuanto al principio fué impugnado por todo el comun de los facultativos o ya fuese por ser de contrario dictamen o por que perdian la mayor parte y mayor de sus emolumentos, no faltando quien sembrase el escrúpulo de pecado de omision persuadiendo que lo habia por solicitar un accidente antes que llegase: disputas e impugnaciones que a mas de estar decididas por un Parlamento de teólogos y médicos hecho a este fin en Paris, fueron aterradas en esta republica con el tiempo a fuerza y virtud de las felices resultas de este experimento de que no ha habido familia que no use y con la noticia que se ha exparcido aun otros rey nos y ciudades.

Para monstrar que mi pensamiento no habia sido puesto en ejecucion por puro efecto de mi atrevimiento y voluntariedad, en la Real Universidad defendí publicamente la asercion de que la incision era un remedio cierto y precautorio y a consecuencia que no solo podia usarse licitamente de ella, sino que aun debia así ejecutarse en resguardo de las vidas de los sujetos que no habian pasado por tal contajio, y que por raro acaso se librarian de él viviendo algunos años: funcion que sustenté en el grado de Dr. que se me confirió por aclamacion de dicha Real Universidad en premio de el mérito de mi invento.

El superior Gobierno en estos tiempos me destinó para Médico del puerto y Presidio de Valdivia, donde me mantuve cumpliendo exactamente con mi cargo, hasta que las enfermedades que me acometieron dieron mérito a mi regreso a esta ciudad donde me he mantenido en exercicio de esta facultad supliendo continuamente por el Dr. Dn. Ignacio Sambrano la asistencia al Hospital en sus muchas y continuadas enfermedades y en estos tiempos por muy poco menos de un año dejándole llevar íntegro su sueldo.

Santiago, 23 de Enero de 1776.»

Por su parte Carvallo y Goyeneche, en las páginas 310 y 311 de su historia, dá los siguientes documentos que no podemos dejar de transcribir:

«Las desgracias que causó esta riada fueron seguidas de una cruel epidemia de viruelas tan maligna que moría la tercera parte de los contajiados. El piadoso Gobernador se interesó con el prelado eclesiástico para que se hiciesen procesiones de penitencia y rogaciones con sermones misionales para purificar las conciencias y alcanzar de Dios la suspension de este azote de su justa indignación. La ciudad cuidadosa siempre de sus moradores contribuyó con quinientos pesos para alivio de los pobres y a su imitacion los vecinos pudientes erogaron cuantiosas sumas que se distribuyeron con aquella prudente economia que piden iguales casos, dirigida á que ninguno de los enfermos quedase sin ausilio para su curacion y asistencia.

Los médicos hicieron cuanto cabía en sus facultades en ausilio de la humanidad; pero la malignidad de la viruela inutilizaba todos los esfuerzos de su aplicacion. Seguian los estragos del contajio con íntimo dolor de los profesores hasta que fatigada ya con estudio la imajinacion del reverendo padre doctor fray Pedro Manuel Chaparro, de la orden de nuestro padre San Juan de Dios, tuvo el pensamiento de inocular este veneno siguiendo las huellas de antiguos hábiles médicos para quitarle la mortífera malignidad con que hería. Comenzó la inoculación con tanto acierto que fué el iris que serenó aquella horrible tempestad. Exedieron el número de cinco mil las personas inoculadas y ninguna pereció. La capital de Chile debió su salud á este digno hijo suyo, que con la caridad propia de su instituto asistía a los necesitados y menesterosos y auxiliándolos con su ciencia y socorriéndolos con todo lo que querian darle los ricos por la asistencia que les hacian. No es menos recomendable este religioso por las buenas cualidades personales que le adornan que por las adquiridas. Sus talentos son de primer orden y su instruccion nada vulgar. Ansioso siempre de investigar la humana naturaleza es aplicado a esperiencias físico-médicas con que adelanta sus conocimientos en medicina, y por eso desean todos en sus dolencias valerse de su ciencia. Pero las circunstancias que deben hacer eterna su memoria son el desinteres y su caridad. Aquel jamas le permitió exijir de los ricos la propina que es costumbre contribuir a los de su facultad y esto lo hace repartir a los miserables la mayor parte de lo que las libertades de los enfermos pudientes voluntariamente le dispensan. Esta conducta del reverendo padre fray Pedro Manuel es bien notoria y bien se manifiesta en el religioso ajuar de su celda. En ella no se rejistra mueble alguno de vanidad y todo su adorno consiste en algunos libros con quienes emplea una buena parte de su tiempo aun de aquel que las religiosas distribuciones destinan al sueño.»

Se comprende que las dificultades que tuvo que vencer el padre Chaparro fueron inmensas, si vemos que aún hoy día se presentan resistencias á la vacuna. Se pretendía, por el vulgo que la inoculación fuese un sistema perfecto y fué motivo de grandes alarmas el que algunos inoculados sufriesen la peste ó quedasen marcados y, lo que fué peor, que muriesen después de la aplicación del fluído, mortalidad que nunca pasó del uno por doscientos, según el cronista Perez García.

Era tal el temor que al principio causó la inoculación, que bastó en los pueblos de la frontera el saber que el presidente O'Higgins preparaba una comisión de médicos para hacer las inoculaciones en el sur, para que se levantasen enérjicas protestas de todos los pueblos, principalmente en los Angeles en donde en asamblea pública, reunida el 4 de Julio de 1790, se pidió al gobierno que desistiese de su intento por cuanto, dicha comisión, podia ser causa de que se radicara el contajio y destruyera la mayor parte de su importante población.

El historiador Barros Arana dice que la introducción, en Chile, de la inoculación, «teniendo que luchar con todas las preocupaciones de la ignorancia, mayores aquí sin duda que en otras partes, debió costar esfuerzos infinitos que sólo la constancia superior y el prestigio sacerdotal del padre Chaparro pudieron vencer en parte;» y salvar á millares de infelices que antes eran pasto seguro de la guadaña inexorable de tan fatídica epidemia.[2]

El servicio de la inoculación fué encomendada en Copiapó á un religioso de San Juan de Dios, fray José María Solis.[3]

En la «Crónica de la Serena», de don Manuel Concha, sé halla una carta de don Joaquín del Pino, al representante de la autoridad en la provincia de Coquimbo, de la cual tomamos el acápite siguiente relativo á la inoculación:

«También convendría adoptar un método curativo conveniente á la benignidad de ese clima, consultando facultativos, si los hay hábiles en esa ciudad, ó de no á los de esta capital, según la experiencia moderna ha manifestado ser más propicio sin los abrigos i abundancia de remedios que se aplicaban antes, i sobre todo podria ese vecindario tratar seriamente sobre la inoculación que tan felizmente se usa en esta capital i demás partes de este Reino, i en muchas de Europa con lo que los pueblos se ven libres de tan mortal enemigo cuando por el otro medio de la sufocación del contagio en sus principios quedan sus habitantes siempre atemorizados, i expuestas las poblaciones á una jeneral desbastación si casualmente cunde el contagio, de modo que sea imposible remediarlo como acaeció en la ciudad i provincia de Concepción, hace algunos años; bien que en caso de tomarse este temperamento, habria de ser con muchas precauciones, separando inoculados de los poblados, i con instrucciones de los mismos facultativos de que hay antecedentes por haberse practicado esto mismo en otros parajes de esta jurisdicción.

Dios güe. á Ud. m. a. Sant. 22 de dic. de 1800.»

En el centro y sur del territorio ya hemos visto que fray Matias Verdugo y el padre Ubera prestaron servicios incalculables, y que todos los profesionales ayudaron, en la medida de sus conocimientos, á la propagación de la inoculación, así como más tarde emplearon todas sus enerjías en pro de la vacuna.

Los facultativos Gabriel Tramón y Juan José Morales, fueron enviados al sur del pais para enseñar á los profesionales el sistema inmunizante. De este último, tenemos dos documentos que publicamos mas abajo [4], signados en Concepción y Chillán, en cumplimiento de las órdenes del gobierno.

§ II.


Eduardo Jenner, el eminente descubridor de la vacuna, nació en Berkeley, del condado de Glocester, en Inglaterra, el 17 de Mayo de 1749.

Sus estudios de cirugía los hizo en Sodbury con el prestijioso cirujano Ludlow, y terminó sus estudios médicos, en Londres, en las aulas del profesor John Hunter, el gran fisiólogo experimental.

Dedicado al ejercicio profesional, en su pueblo natal, se dejó tiempo para los estudios fisiológicos y patológicos y á las investigaciones de historia natural á que fue siempre muy aficionado. Entre varias monografías merecen citarse sus estudios sobre la evolución fisiológica de los animales invernantes, sobre los peces, sobre el sistema muscular y temperatura de los animales, diversos trabajos farmacológicos, é investigaciones «obre el sistema linfático, sobre los hidátides y naturaleza de los tubérculos pulmonares, estudios todos de importancia y de mucha significación para aquel tiempo. Así pues, no era un advenedizo en el campo de las ciencias el Dr. Jenner, cuando el 14 de Mavo anunció al mundo científico el descubrimiento que lo ha hecho inmortal.

Se había observado en varias partes de Europa que la viruela de las vacas trasmitida, por cualquier accidente, al hombre, le producía una enfermedad benigna ó algunos cuantos granos que lo dejaban inmune por muchos años. Jenner, después de veinte años de observaciones lo probó científicamente: elijió un niño robusto de 5 años y le hizo una incisión hasta el dermis, en un brazo, introduciéndole por esa pequeña herida la vacuna de la vaca sufriendo dicho niño los fenómenos, normales que nos son conocidos con el sistema actual; después de seis meses inoculó al mismo niño el virus varioloso sin ocasionarle ninguna reacción general sino una leve eflorescencia en el punto de la incisión. Con la vacuna del primer niño se repitió la experiencia con un segundo, y la contra-prueba de la inoculación, con igual resultado que el observado en el primer caso. La vacuna del segundo niño se aprovechó para muchos otros y así se siguieron las vacunaciones en grande escala con el éxito más feliz. El problema científico quedaba resuelto.

El Dr. Augusto Orrego Luco, [5] con su habitual elocuencia, ha dicho estas palabras que sintetizan las emociones de aquel primer instante de la primera vacunación: «En un día como éste, 14 de Mayo, contado hora por hora en el reloj de los siglos, un médico obscuro en una aldea obscura, tomaba el virus de la vacuna para inocularlo en el brazo de un niño. Los hombres de ciencia comprenden la tremenda impresión de ese momento. Jenner tenía la convicción de que aquella picada, que introducía los gérmenes de una enfermedad en el cuerpo de ese niño, lo iba á preservar de la viruela. Pero ¿como iba á evolucionar la enfermedad desconocida que él voluntariamente inoculaba en el cuerpo sano de ese niño? ¿Si todos sus cálculos, si todas sus convicciones, iban á tener como desenlace una horrenda tragedia? Ah! señores, sólo puede medir en toda su intensidad las angustias de esa hora suprema el que ha sentido sobre sus hombros el peso abrumador de esas tremendas responsabilidades.

Pero hay algo más. El drama íntimo de esa hora, no agitaba solamente el espíritu del sabio. Jenner tenía entre sus brazos un niño, que miraba sonriendo, con la tranquila seguridad de la inocencia, el porvenir obscuro de su vida que quizás en esos momentos se jugaba; y al lado de ese niño estaba la madre que entregaba á su hijo al azar de una experiencia, con la forma más sencilla y hermosa de la fe, creyendo en la ciencia como se cree en Dios. Todos adivinan lo que debió pasar, sin embargo, por el corazón de esa mujer cuando llega el momento decisivo, el instante inevitable en que la duda, aún en medio de la seguridad más completa, siempre asoma su cabeza pavorosa. Todos comprenderán también porqué los hombres de ciencia han elejido para conmemorarse este descubrimiento el día más angustioso, más dramático y más humano de su historia; el día en que las agitaciones del espíritu del sabio se confunden con las agitaciones del corazón de la madre; en que la fe profunda en la ciencia que brotó del seno de la convicción y del estudio se confunde con esa fe en la ciencia, sencilla y generosa, que brota del seno del amor.»

El Parlamento inglés, el 5 de Junio de 1802, proclamó á Jenner como merecedor de la gratitud de los hombres, y le obsequió la suma de diez mil libras esterlinas como recompensa nacional por su gran descubrimiento. En 1796 el Dr. Jenner publicó su imperecedero trabajo intitulado: Investigaciones sobre las causas y efectos de la viruela vacuna, cuya obra fué traducida inmediatamente á todos los idiomas civilizados.

No es este el momento de entrar en disertaciones sobre los ataques que ha sufrido el sistema de la vacuna y de las luchas heroicas que han sobrellevado defensores y propagadores, bástanos, por ahora, recordar el hecho y presentar como una línea de hierro los números de la estadística que levantan en este primer centenario la mayor columna para la gloria de Jenner,


§ III.


En Chile, la primera vacunación tuvo lugar el día 8 de Octubre de 1805, practicada por el padre Chaparro, en la puerta del Cabildo Metropolitano.

El fluído vacunífero fué enviado á Chile por el Márquez de Sobremonte, virrey del Plata, quien lo había recibido del Brazil, por intermedio de una expedición lusitana, en Enero de 1805.

Este sistema tuvo la misma repulsión pública por lo cual los esfuerzos de sus propagadores tuvieron que ser tenaces y persuasivos.

El rejidor don Nicolás Matorras fué el alma de esta propaganda y á ella dedicó toda su enérjica voluntad y organizó los servicios primeros á su propia costa; su nombre es digno de recordación y de aplauso en estas pájinas. Coadyuvó intensamente á esta laudable tarea el prestijioso filántropo don Manuel Salas.

El 2 de Junio de 1806, el presidente Muñoz de Guzmán autorizó á Matorras para que llevara á cabo su proyecto de organización práctica de los servicios de vacuna, recomendándole que tomara en cuenta las reales intenciones y las órdenes pertinentes sobre salubridad, y exitando al Cabildo, al protomedicato y demás personas que podían ayudar á la realización de esta obra, á fin de llevarla á feliz término. En este mismo decreto se autorizaba al mismo Matorras, administrador del hospicio, para que dispusiese de algunas piezas para la instalación del servicio de vacunación y alojamiento de los pobres que vinieran de los campos. El mismo dia el padre Chaparro, Matorras y Salas iniciaron su trabajos é hicieron circular el siguiente cartel: «Las personas de cualquier estado, condición sexo ó edad que no hayan tenido viruela, podrán ocurrir todos los lunes, miércoles y sábados de las 2 de la tarde en adelante al hospicio de pobres, donde hallarán un facultativo que les administrará la vacuna sin el menor interés. Los que por venir de lejos ó por llegar á deshoras, tengan que esperar, encontrarán el sustento, habitación y demás auxilios para sí y sus cabalgaduras.»[6]

A pesar de toda la propaganda, la cual fué en gran parte sustentada por el clero, á petición del gobierno presentada al obispo don Francisco de Borja Marán, con el fin de utilizar todos los resortes é influencias que pudiesen convencer á la masa popular, fueron muy pocos los que acudieron al llamado. Se quejan de esta descidia, el procurador de ciudad don José Joaquín Rodríguez, en nota al Cabildo de fecha el de Julio de 1806 y el protomédico Rios en un informe dado al presidente Muñoz, en 29 de Agosto de este mismo año, pues hasta dicha fecha sólo se habían vacunado 350 personas. En el informe aludido del protomédico se indica la necesidad de aumentar el número de vacunadores y que estos sean facultativos ó empleados bajo sus inmediatas fiscalizaciones á fin de evitar desprestijios del sistema. Entonces se contrató al profesional don José Riveros, por la suma de trescientos pesos anuales, quien se multiplicó en sus trabajos con un tezón que mereció los aplausss de la autoridad y del público; el Dr. Riveros extendió sus servicios á los alrededores de Santiago y fue incansable hasta la fecha de su prematura muerte acaecida en Abril de 1807. El rejidor Matorras continuó la obra de Riveros y vacunando personalmente, dando propinas á las madres que vacunaban sus hijos y los prestaban para extraer nueva vacuna, y predicando en los campos con ardorosa caridad en pro del salvador fluído, pudo anotar en dieziocho meses de trabajo, según su informe al gobierno de fecha 16 de Noviembre de 1807, siete mil seiscientas vacunaciones.

Los siguientes documentos, prueban cual fue el orígen de la vacuna en Chile, los principales y primeros hechos que con ella se relacionan y las providencias que se tomaron para su conservación y propagación.

El Protomédico, y el Fr. fr. Manuel Chaparro informan á V. E. sobre la existencia del fluido vacuno en este Reino de su mando: [7]

 Exmo. Sr.

El Protomédico de este Reino, y el Dr. fr. Pedro Manuel Chaparro comisionados particularmente por V. E. para propagar la vacuna en esta capital, cumpliendo con la superior orden de V. E. para que la informemos al tenor del oficio del Em. Sr. Virrey de Lima, y del inserto en el mismo expediente del ayudante de la expedición de vacuna don Manuel Julian Grajales, sobre si existe o no en esta capital el fluido vacuno, decimos: que habiéndose traido el fluido vacuno de Buenos Aires, por las acertadas providencias de V. E. el año pasado de 1805, inmediatamente se empezó a practicar la vacuna en esta ciudad con el mas feliz suceso, y como V. E. no descansa en lo que concierne á la felicidad de todo el distrito de su mando ha activado tanto en las providencias en este particular, que no solo no se ha perdonado medio para conservarla, a beneficio de sus habitadores, sino que se ha practicado gratuitamente en el hospicio, y en la Plaza Mayor de esta ciudad, á todas las personas que por carteles públicos se han llamado de todos los pagos inmediatos á ella, autorizando V. E. para esta loable comisión al Regidor perpetuo don Nicolás Matorras, que inflamado de caridad y zelo patriótico se ofreció á V. E. para gratificar á su costa el Profesor que practicase las operaciones, y erogar todo lo que necesitasen los pobres, que viniendo de lejos debiesen demorarse para que se les administrase este socorro, y además se ha remitido el fluido, é instrucciones, á las mas remotas partes del Reino, en las que se han vacunado muchos de sus habitadores, y especialmente en la Concepcion se halla tan bien establecida la Vacuna, que la ciudad tiene, asalariado un Profesor de cirugía, que practica esta operacion en la Plaza, graciosamente, á todos los que la solicitan, como lo presenció así uno de los Informantes, que se halló el año pasado en dicha ciudad siendo el facultativo destinado en aquel entonces don Juan Chamore.

V. E. que en nada se descuida, comunicó inmediatamente que tuvo la noticia del descubrimiento de que la Vacuna se propaga por medio de la costra, preparandola, y desenvolviendola en agua clara; descubrimiento admirable porque por su medio nos ahorramos de la molestia y gastos dé conducir el fluido trasladando personas asalariadas á los lugares distantes, y con la ventaja de que siendo la costra una materia sólida se conserva muchos meses sin desvirtuarse, como lo ha experimentado el Informante, que V. E. se dignó comisionar para los primeros ensayos de esta operacion que la ha practicado muchas veces de costras de mas de siete meses con el mismo feliz éxito, que la obrada con el fluido vacuno reciente.

Hemos hablado, para contestar á V. E., con el Regidor don Nicolás Matorras para saber el número de vacunadores que había en la actualidad, y nos ha contestado que después de los muchos millares que se han vacunado por la operación pública, y gratuita, y los que se han presentado por todos los Profesores de esta capital, de muchos dias á esta parte no ocurren personas que pidan la Vacuna; pero que tiene cantidad de costras bien conservadas para que se practique la operación en cuantos la quieran.

Uno de los informantes tiene en la actualidad seis vacunados con el grano reciente, y por contestar con la brevedad que exige el expediente no puntualisamos á V. E. el número de actuales vacunados por los demás Profesores,

De todo se concluye, que en esta capital y en muchas partes del Reino existe, el fluido vacuno, y su equivalente la costra, y sin duda creemos, que este Reino tendrá para siempre, que ser deudor á V. E. de este inestimable don, que es cuanto podemos informar á V. E. en la materia.—Santiago de Chile, y Abril 11 de 1807.—Dr. Josef Ant.° Rios.—Dr. fray Redro Manuel Chaparro.

Nuevo Informe del protomedicato:

Exmo. Señor: El protomédico de este Reyno en el expediente promovido por el Regidor D. Nicolás Matorras, sobre la propagacion y conservación de la vacuna, eficaz preservativo de la viruela natural, en cumplimiento del superior Decreto de V. E., que manda informar como pide el señor Fiscal en su vista de fs. 10, dice: que sin embargo del caritativo y ardiente celo con que V. E. ha promovido en este Reino el establecimiento de un objeto tan importante á la humanidad ordenándole que con todo empeño anime á todos los facultativos, á que vacunen á cuantos ocurriesen á este fin y que persuadan al público la suma utilidad de este preservativo, dándole cuenta al protomédico mensualmente de los que hubiesen vacunado para que pasándola éste á las manos de V. E., como hasta ahora se ha ejecutado, le haga constar la continuada práctica de este poderoso medio; á pesar de tan importantes diligencias y de la heroica caridad con que dicho D. Nicolás Matorras ha establecido la vacunación general á expensas suyas satisfaciendo de este modo los deseos de su noble y piadoso corazón, no ha podido la vacuna tener todos los adelantamientos y progresos que nos debíamos prometer de tan grande beneficio; porque hay muchos vecinos, que absolutamente no quieren vacunar á sus familias, siendo la causa de todo la preocupación vulgar de que la vacuna no preserva de la viruela natural, trayendo ejemplares de algunos vacunados que posteriormente han contraido este contajio; sin quererse persuadir, que esto ha sucedido, porque la vacuna que estos tuvieron fué falsa, y que hasta ahora no se ha visto ejemplar, que los vacunados con verdadera vacuna habían padecido la natural; los verdaderos facultativos procuran con eficacia hacer patente esta verdad; pero hay hombres tan encaprichados en lo que conciben que nada les convence, y esto solamente lo podran superar la constancia y el tiempo, que mostrará el desengaño.

Para continuar pues este eficaz preservativo de la viruela, y que nunca falte su uso, le parece al proto-médico consultar de los profesores de medicina, que indispensablemente se ponga en práctica lo siguiente: que todos los vacunados se deben reconocer por el facultativo en tiempo oportuno, para que conociendo este la verdadera y falsa vacuna repita la operación a los que la tuviesen falsa, haciéndoles ver, que no están de ese modo libres de contraer la viruela natural, pues la experiencia ha mostrado, que muchos vacunados entre la jente vulgar contentándose con la erupción de alguna pústula, sea de la calidad que fuese no han vuelto hacerse reconocer, contemplándose ya seguros con la primera operacion, a que ha cooperado la ignorancia de algunos vacunadores, que han dado por verdadera la falsa vacuna; por eso el Proto-Médico en varios oficios ha hecho presente a V. E. la necesidad, que hay, de que el vacunante sea profesor de Medicina, o de Cirujia, como lo previenen las instrucciones, e impresos, que tratan de la materia, y que por no molestar la superior atención de V. E. no repite sus formales palabras.

Para conseguir este nuevo reconocimiento de los vacunados ha propuesto el Procurador General un medio muy oportuno, que sirve tambien para el fin de tener siempre a la mano el fluido vacuno, en todo su vigor; esto es, que se retengan en el hospital o en otra casa pública, y adecuada los que ocurran a vacunarse y que los profesores de medicina y cirujía que vacunan en el público hagan saber a sus vacunados la necesidad de este nuevo reconocimiento, como tambien el de varias irregularidades, que suelen venir en el decurso de la vacuna, cuyo conocimiento, y curación, pertenece inmediatamente a los profesores de Medicina y Cirujía. De este modo desengañarán muchos del vulgar error en que se hallan, creyendo que la vacuna no preserva de la viruela natural con experiencia que han de palpar, de que ninguno que haya tenido la verdadera vacuna vuelve a contraer este contajio.

Lo dicho mira solamente a esta Capital y sus contornos pero siendo igualmente acreedores a este celo caritativo los que viven en villas y lugares distantes de esta Ciudad, donde por ser mayor la necesidad, y miseria, e igual la carencia de profesores de Medicina y Cirujía es mucho mayor el estrago que hace tan pernicioso contagio pues aun aquella asistencia vulgar que tiene cualquier miserable en la Ciudad no tienen estos infelices en los lugares campestres, huyendo todos del contagiado de viruelas por no experimentar los demas el mismo estrago de donde se ha originado la muerte de tantos de pura necesidad; para salvar pues la vida de tantos infelices hermanos nuestros, y fieles vasallos de N.tro Católico Monarca, le parece al Proto-Médico, se comisionen profesores de cirujía y medicina que vayan a las diferentes provincias que componen el Reino, asignándoles un competente y decente honorario que les compensen las fatigas de los viajes que emprenden, manutención de caballería para su trasporte de equipaje, con la obligación de vacunar gratis a los pobres de cada lugar donde fueren, y que se tasen el honorario que deben percibir de las personas pudientes, obligándose a llevar un estado de todos los que se vacunaren bajo su direccion y con la obligacion de hacer un exacto discernimiento de la vacuna falsa y verdadera, compeliendo por todos los caminos que sujeren la prudencia a los de la vacuna falsa a repetir la operacion como se dijo arriba, y a notar todas las singularidades e irregularidades que observasen; y para que este medio tenga su debido efecto será necesario que V. E. se sirva dar a los profesores que se destinasen a este fin auxiliatorias correspondientes para los jueces de provincia a fin de que estos persuadan al pueblo el aprovecharse de estos beneficios y que lo hagan sus subalternos y párrocos para que no omitan sujetarse a la vacuna; ya se ve que este medio es molesto y costoso pero si se consideran las grandes utilidades que de él resultarán, esta consideración facilita los mayores imposibles en los corazones piadosos y amantes de la humanidad.

Para concluir, el proto-médico hace dos advertencias conducentes al fin propuesto, la primera: que algunas personas se han desconsolado, porque habiéndose sometido a la vacuna dos y tres veces de ningunas de ellas ha resultado el debido efecto, deben pues estos tener entendido lo que dice el doctor don Valeriano Luis Brera en la traducción al italiano, que ha hecho de los Elementos de la Medicina Práctica, del Consejero Weikard, en el artículo sobre la Viruela Vacuna: «que así como no se puede inocular la viruela natural a todos los individuos, así no se puede comunicar a todos la vacuna; pero afirma el Doctor Carreño que el número de los que no son susceptibles de la vacuna está para con los otros como uno a sesenta.»

La segunda que el caso que faltase por acontecimiento extraordinario la viruela vacuna, se puede echar mano de la viruela de las ovejas, pues como dice el citado Doctor don Valeriano: «las mas recientes observaciones han hecho ver que no solo la vacuna preserva de la viruela natural, 'sino también la Clavete, ó viruela de la oveja. Sabemos que en Escosia se practica desde algún tiempo la inoculación con el pus del ganado lanar, el cual es también un gran preservativo como el de la vacuna, y trae a mas una enfermedad mas suave y de un período mas breve que aquella.

Finalmente concluye el protomédico diciendo: que la conservacion de la vacuna consiste en el ejercicio de esta operacion, pues sus felices efectos serán el mejor convencimiento de su utilidad, y este el mas eficaz razonamiento para que todos se sometan a ella, lo que conseguido resultará que jamas faltará la vacuna, pues los que fueren naciendo serán el pábulo, que mantenga inextinguible esta llama, y por consiguiente no se necesitan mas medios de conservar la vacuna que los de propaganda, que es cuanto puedo informar a V. Ex. sobre lo mandado.—Santiago y agosto 29 de 1806.—Doctor Josef Antonio Rios.

Otra comunicación oficial sobre esta materia:

Exmo. Señor: El proto-médico de este reino en cumplimiento de el superior decreto de V. Exa. de 18 de Octubre del año próximo pasado, relativo a que informe sobre los fines dispuestos en la providencia que corre en el expediente promovido por el rejidor Don Nicolás Matorras sobre propagar, y conservar el famoso preservativo de las viruelas, esto es la vacuna, dice: que ha estrañado mucho, que un expediente tan interesante al público, y que V. Exa. con tanto celo ha propagado, se haya retardado tanto, sin duda por omision de los receptores, pues habiendo V. Exa. proveido su superior decreto con fecha 18 de Octubre del año pasado de 1806 solo se le hizo saber al Proto-Médico el dia 1.° de Mayo de 1807, dia en que llevó el expediente á su casa no se qué receptor, etc....

Contrayéndose al cumplimiento de lo mandado, dice que está informado que en todos los curatos circunvecinos a la Ciudad se ha practicado la vacunacion con mucho acierto, mediante la caridad del Regidor Don Nicolás Matorras, quien no cesa en la continuacion de este beneficio tan importante a la humanidad. Por lo que el Proto-Médico solo se contrae en su informe á la propagacion del fluido vacuno por todas las demas Provincias del Reyno y para este fin reproduce el plan propuesto con tanta prudencia y discresion por el muy ilustre Cabildo, y solo nota que el honorario de dos pesos asignado al facultativo que vacunase fuera de la ciudad, parece que solo tiene lugar siempre que este saliese a distancias cortas, como son los curatos vecinos, pero cuando este sea destinado a distancias largas, le parece al Proto-Médico, que lo menos que se le deben asignar al facultativo que circulase el Reyno son cinco pesos diarios con respecto á la total cesacion de sus intereses y recompensa regular de estos; ya se ve que debe elegirse un sugeto plenamente instruido de las circunstancias necesarias para la vacuna y remedio de las resultas accidentales de esta, sobre cuya materia por no cansar la superior atencion de V. E. no reproduce el Proto-Médico lo que en varias ocasiones ha dicho, y tambien porque juzga que no será necesario remitir un facultativo a todo el Reyno para la propagacion de la vacuna con respecto á que se sabe que los sujetos comisionados por S. M. para la vacunacion de sus Dominios de Indias se hallan en Lima, y que pasarán con brevedad a este Reyno, que es cuanto puede informar a V. E. sobre lo mandado. Santiago de Chile y Mayo 11 de 1807.—Dr. Joséf Antonio Rios.


§ IV.


Adelantándonos al orden cronológico, á fin de dar mayor unidad á este capítulo, hemos visto la actuación privada y pública tendente á generalizar la vacuna con los propios elementos del país; ahora vamos á continuar exponiendo el desarrollo de estos trabajos y á recordar los auxilios que nos envió la madre patria para la propagación del sistema de Jenner.

La vacuna llegó á las colonias españolas en 1802; primero á las Antillas por un buque francés y después al Perú por un navío español, en tránsito para Filipinas; de las Antillas fué llevada á Nueva España, por el virrey don José de Iturriaga, y por el vecino inglés don Tomás Murphy que la aportó de los Estados Unidos;[8] en Lima, la aplicó el Dr. Hipólito Unanue, sin que diera resultados perdiéndose así los medios de propagación.

En el Brazil, fué usada en 1804, en el puerto de Bahía, traída de Lisboa por siete pequeños esclavos negros, que para ese fin fueron enviados por algunos comerciantes de la citada ciudad, y que llegaron atendidos por el cirujano del buque portuguez, Dr. Moreira da Roza, quien la generalizó en el Brazil, llevándose en seguida el fluído al Río de la Plata. [9] De Montevideo, dice el dean Funes, argentino,[10] fué introducida á Buenos Aires por una negra esclava, que pasó á ser liberta por este motivo, debiéndose su propagación popular á los heroicos esfuerzos del sacerdote don Saturnino Segurola, eficazmente secundado por el virrey Sobremonte, quien la envió al Perú y á Chile, en 1805.

El gobierno de España, por su parte, deseando propender al desarrollo de este sistema, en sus colonias, organizó la famosa é histórica expedición Balmis, según real orden de Carlos IV, de 1.° de Septiembre de 1803.

El médico valenciano don Francisco Javier Balmis, tuvo el honor de organizar esta expedición para lo cual se hallaba bien preparado tanto por su estudios científicos como por haber hecho dos viajes á América. De regreso de una excursión á México publicó su obra intitulada: «Demostración de las eficaces virtudes nuevamente descubiertas en las raices de las plantas de nueva España, especies de Agave y Begonia.— Madrid. 1794.»

Publicó, también, por cuenta del rey, en 1803, una traducción del «Tratado histórico-práctico de la vacuna, por J. S. Moreau de Sarthe.» Cada cirujano de la comisión Balmis, llevó ejemplares de esta obra, para repartirlas en las ciudades que recorrieran.

El Dr. Balmis se contrajo con todo empeño en preparar la salida de la comisión sanitaria. En las Memorias del príncipe de la Paz, escritas según los datos presentados al rey por el director de la expedición, en 1807, se dice que fué el 30 de Noviembre de 1803 el dia en que zarpó de la Coruña la corbeta María Pita, comandada por el teniente de fragata don Pedro del Barco. A bordo de esta nave iba Balmis con diez facultativos abnegados y con veinticinco niños, acompañados por sus madres ó nodrizas, los que debían conservar el fluído vacunífero, brazo á brazo, durante la prolongada travesía. Estos niños, por acuerdo del monarca fueron adoptados como hijos especiales de la nación española.

La humanitaria misión inició sus tareas en las Canarias, para seguir á Puerto Rico y á Caracas, dividiéndose, en esta ciudad, en dos comisiones; la presidida por Balmis se dirijió á la Habana, Yucatán, Veracruz y toda la Nueva España, para seguir de Acapulco—después de haber tomado otros 25 niños — al archipiélago de Filipinas, á las costas de China y por último á la isla de Santa Elena, para llegar á Lisboa el 15 de Agosto de 1806, después de haber vacunado por centenares de miles y de recibir las bendiciones de la humanidad doliente. El célebre poeta español don Manuel José Quintana dedicó un canto épico á la sublime expedición Balmis.

El ayudante de Balmis, don Francisco Pastor, se quedó en Yucatán para seguir á socorrer los pueblos de Centro America.

En tanto la segunda comisión que se separó de Caracas, á cargo de don Francisco Salvany, recorría las colonias de Nueva Granada y Ecuador para llegar á Lima en los comienzos del año 1806, después de sembrar la salud y la vida y de recibir los homenajes de los pueblos como lo experimentaron todas las comitivas oficiales que llevaban tan benéfica misión.

En las capitales, principalmente en Bogotá y en Quito, el reconocimiento social y popular tuvo mayores caracteres; se cantó en las catedrales misas solemnes é himnos de gracias y en los pórticos de las iglesias se hacían las primeras vacunaciones llevándose los pequeños niños al pié de los altares para ser alzados por los altos funcionarios y presentados al pueblo como seres bendecidos y portadores de la salud.

Estas comisiones dejaban en cada ciudad elementos de propaganda, enseñaban á los facultativos y hasta á los curanderos á conservar el fluido, á utilizarlo y á ejercer con tenacidad sus tareas en los campos y pueblos á donde no había alcanzado su acción.

Don Manuel Julián Grajales, ayudante de la expedición Balmis, se quedó en la sub-comisión Salvany hasta su entrada á Lima, y por orden de este jefe pasó á Chile á seguir la tarea contraida ante el gobierno de España.

En el siguiente documento, hasta hoy inédito, dá cuenta Grajales, al gobierno de Chile, de su venida á este país:

«Exmo. Señor:

Participo á V. E. mi destino á este Reyno á propagar el fluido Vacuno que á mi cargo se ha confiado; pero estando esta superioridad con la incertidumbre si ó nó existe la Vacuna en ese Reyno, pues de notoriedad se sabía que se había en él propagado, ha determinado de anunciar á V. E. lo que ha tenido por más conveniente; más sin embargo he de merecer de la atención de V. E. me comunique si ó nó se propaga todavía el dicho fluído, para no trasmitirlo por mar de brazo á brazo, y no imponer mayores gastos al Real Herario. Igualmente estimaré que V. E. de órdenes á los Puertos de su mando por si arribare á alguno de ellos me den los auxilios que las Reales Ordenes previenen.

Dios güe. á V. A. Ms. As.—Lima y Marzo 7 de 1807.—Manuel Julián Grajales.—Exmo. S.or D.n, Luis de Guzmán, Tente. Gral. de los Rs. Exerts., Presidte, y Capn. Gral. del Reyno de Chile etc.»[11]

En los últimos dias del año 1807, llegó á Valparaíso el comisionado Grajales, iniciando en el acto sus trabajos. El 21 de Enero de 1808, ya había organizado la Junta de Vacuna en Valparaíso, de acuerdo con las instrucciones españolas, con el personal siguiente: el alcalde de primer voto, el cura párroco, el procurador de ciudad, dos vecinos, y el médico don José Maria Olea.

Este facultativo desempeñó su cometido con entusiasmo; se conoce de él una nota en que pide al gobernador de Valparaiso, coronel don Joaquín de Alós, que tóme medidas enérjicas para obligar á las jentes que acepten la vacunación; con este motivo el gobernador, con fecha 9 de Julio, ordenó que cada nueve días pasase el cura una lista de nacimientos para conocer los padres rehacios y obligarlos á presentar sus hijos, al pórtico del cabildo, para vacunarlos.

En tanto Grajales después de vacunar á 800 personas, paso á recorrer Quillota, Aconcagua, Casablanca y Melipilla, en desempeño de igual cometido, llegando á Santiago el día 8 de Abril del mismo año.

Por encargo del presidente Muñoz de Guzmán presentó el plan de organización de la primera Junta Central de Vacuna,[12] la cual quedó constituida el 10 de Octubre, é instalada el 2 de Diciembre, teniendo como presidente al gobernador y al obispo, al oidor don Manuel Irigoy en como vice, de alcalde de primer voto á don Santos Izquierdo, y como miembros al rejidor Matorras, al procurador de ciudad don Manuel A. Ovalle, al canónigo don Manuel Palacios, al teniente coronel don Ignacio Irigaray, al ministro contador de la real hacienda don José Samaniego, á los comerciantes don Manuel Perez Cotapos y don Roque Huici, al cura párroco don Ignacio Infante, á los secretarios, con voz y voto, don Manuel Salas y Dr. Joaquín Fernandez Leiva, y al médico don José Gómez del Castillo.[13]

Instalada la Junta, Grajales le dió cuenta de sus trabajos en un memorial, en el cual consta que desde el 8 de Abril había vacunado, en la capital y sus cercanías, á más de 8.000 personas.

El presidente Dn. Antonio García Carrasco, reorganizó las juntas de vacuna, y la oficina central la dejó á cargo del director don Manuel Salas, y del consultor técnico Dr. Gómez.[14]

El primer vacunador oficial nombrado por esta junta fué Mariano Sol, quien demostró entusiasmo en su cometido.[15]

Las primeras luchas de propaganda pueden llamarse heroicas, dadas las resistencias y las dificultades opuestas por el pueblo, aún en un período de gran recrecimiento de la viruela, como fué el de aquella época.

El alma de la lucha fué Grajales; el protomedicato y los facultativos fueron cooperadores dignos de tan laudable obra; Rios y Chaparro, á la cabeza de los médicos chilenos, fueron incansables en su acción. La propaganda fué activa y tenaz.

Por lo que hace á Grajales, después de haber dejado organizados los servicios de vacuna y bien encaminados sus trabajos se trasladó, nuevamente, al Perú, á fin de terminar sus estudios médicos en la Universidad de San Marcos y optar al doctorado. Poco después regresó, por orden del virrey Abascal, como cirujano del ejército realista, en la fragata Thomas, cayendo prisionero en la captura de esa nave, por la escuadrilla chilena, en la bahía de Talcahuano, el año 1813.

A pesar de las contrariedades que tuvieron que soportar los españoles, Grajales siguió siendo favorecido por las consideraciones que había sabido captarse en Santiago en su primera estadía.[16]

Una prueba de esta confianza, significa su nombramiento de profesor de cirujía en 1819, y la eximisión del mandato impuesto á los españoles de tomar carta de ciudadanía, en homenaje á su filantrópica conducta, aun para con los patriotas, llegando en una ocasión hasta utilizar su propia camisa, para vendar á un soldado que reclamaba sus servicios.

El siguiente documento es un grato testimonio otorgado por el gobierno:

«Considerando la falta que hace en esta capital un profesor de medicina y cirujía, como el español don Manuel Julián Grajales, lo he hecho examinar con el primer Ministro de Estado, sobre el motivo de no haber pedido carta de ciudadania. Ha contestado con toda la franqueza de un hombre honrado que él vino de España con la comisión honrosa de propagar la vacuna, con encargo de dar cuenta de ella y de las observaciones que hiciese del clima, del reino vejetal y de otros artículos de su profesión; que en efecto ha dado cuenta por buques ingleses, y está resuelto á publicar una relación de los preciosísimos descubrimientos que ha hecho durante su larga mansión en Chile, en objetos de su profesión. Que ama con toda predilección este pais, que piensa ir á España sólo con el fin de volver con una preciosa libreria para cederla á favor de la Biblioteca pública, y establecerse en Chile para siempre, pues en Chile se ha formado un médico cirujano habiendo salido de España solo de 25 años y con buenos principios. Que conoce la justicia de la causa de América; y en el momento de que cualquiera potencia extranjera reconozca su independencia, no sólo pedirá la carta de ciudadanía, sino que gastará mil pesos en un sarao, felicitándola. Es bien reconocido el carácter de probidad de este individuo, y que, si no ha manifestado de un modo público esa adhesión que protesta, y debe creérsele por la injenuidad con que se produce, la comprueba con no haber hecho mal alguno á los patriotas como lo hacian jeneralmente sus paisanos, en el tiempo que ocupó el enemigo el pais. Si todos los españoles amasen como Grajales no seria preciso adoptar las medidas que ha sido necesario dictar contra ellos.

Por todas estas razones, y por estar encargado de la asistencia de los hospitales militares, parece que estamos en el caso de usar con él del medio de epiqueya, prevenido en el art. 5.°, cap. 2.° tit. 4.° de la Constitución provisoria declarándolo exeptuado de cumplir con el precepto del Senado-Consulto de 8 de Octubre de 1819, hasta cuando él lo tenga por conveniente. Sobre lo que V. E. se dignará acordar lo conveniente y avisarme su resolución.—Bernardo O'Higgins.—Al Exelentísimo Senado—Palacio Directorial de Santiago.—Septiembre 15 de 1820.»

Sus servicios, para con nuestra patria, debian durar aún más. El 12 de Mayo de 1819 presentó al Congreso una nota ofreciendo gratuitamente sus servicios como médico de vacuna «llevado de su deseo de hacer cuanto bien posible á la humanidad, y en vista de haberla propagado hasta Chiloé, sin aterrarlo ni los calores, frios ni lluvias, vacunando á más de 25.000 personas.»

Grajales, fué inexedible en el ejercicio de su profesión.

Su obra fué científica y humanitaria, en grado eminente.

«La suavidad de su carácter, dice Barros Arana, el injenio y el donaire de su conversación, sembrado de chistes oportunos, y su espíritu caritativo sirvieron para desarmar, en cuanto era posible, las resistencias que las preocupaciones vulgares oponian á la propagación de la vacuna.»

En 1823, presentó un plan de organización de los hospitales militares.

Este mismo año, el anciano doctor Diaz Coronilla, pidió al Senado, de acuerdo con Grajales, el restablecimiento de la casa de parturientas y de huérfanos, así como en 1821, había asesorado al diputado secretario Camilo Henriquez, y al gran patriota y benefactor de Chile don Manuel Salas, para que obtuviesen la reapertura del hospicio, la fundación de un anfiteatro de anatomia, de una sala de sifilíticos, y las reformas que exijía el servicio hospitalario. Con el objeto de difundir la vacuna, publicó en 1822, un interesante opúsculo, que el gobierno se apresuró á imprimir por su cuenta y á repartirlo por las poblaciones.

En cuanto á sus buenos propósitos por la enseñanza médica, debemos consignar que trabajó por constituirla en las aulas universitarias.

Grajales, regresó á su patria en 1825, sin haber desempeñado el profesorado á causa de que el Instituto no pudo hasta esa fecha organizar la Escuela Médica.

El 5 de Octubre de 1848, nuestra Facultad de Medicina le envió el primer diploma de miembro honorario.

Hasta en sus últimos dias, en 1855, demostró su pública gratitud y generosos sentimientos para con nuestra patria, la que á su vez ha sabido corresponder á la magnánima misión que entre nosotros cumplió, grabando su nombre en las pájinas de la historia.

Apuntamos, en seguida, los detalles bibliográficos de Grajales, que no están consignados más arriba.

Plan de estudios médicos, presentado al Senado Conservador—7 de Agosto de 1819.

Plan de organización de los hospitales militares—Cuerpos Lejislativos—1823.

Informe presentado á la Comisión de Policía del Senado, sobre la Petición del Protomédico Oliva, para dar facilidades á la carrera médica—Noviembre 5 de 1823.

Descripción de la verdadera i falsa vacuna i modo de injerir el fluido vacuno, con los accidentes que acaecen antes i después de la inyección—Santiago de Chile—Imp. Nacional.—4.° 14 paj.—1826.

Este folleto fué publicado por el gobierno á petición de su autor, según consta de los interesantes documentos que copiamos á continuación:

«Tengo el honor de dirijir á V. S. el adjunto estracto que describe el método más sencillo de injerir i conocer la verdadera i falsa vacuna, con algunos accidentes que sobrevienen de esta etc., para que se sirva V. S. elevar á manos de S. E. el Supremo Director del Estado, á fin de que si fuese de su agrado, lo mande imprimir, con objeto de que todos los del pueblo puedan aprender por sí esta loable operación que es digna de la protección de S. E. quien no dudo pondrá todos los medios de su alto poder porque se perpetúe en este Estado i se lleve á debido efecto la conservación i propagación de este fluido que ha dado mas vidas i evitado más lágrimas, á los padres amantes de sus hijos, que arenas hay en la mar.

He procurado en esta disertación buscar la claridad i brevedad, no por eso pienso que sea lo mejor, pero con la protección de la supremacia de la autoridad quedo satisfecho.

Dios guarde á V. S. muchos años.—Manuel Julián Grajales.—Santiago de Chile, Junio 26 de 1822.—Al Sr. Ministro de Estado en el Departamento de Gobierno.»

Esta nota fue contestada por el decreto que sigue:

«Santiago, Julio 1.° de 1822.

Imprímanse 500 ejemplares para que circulen á los pueblos encargando á las municipalidades el adoptar su método i generalizarlo en todas las poblaciones i campañas.

Contéstese á don Manuel Julián Grajales, dándosele las gracias á nombre de la Patria por este recomendable servicio tan útil á la salud pública.—Firmado.—O'Higgins.—Echeverria

Esta memoria, de la cual hay dos ediciones, clara y concisamente describe el modo de aplicación de la vacuna, poniendo este salvador sistema al alcance de la muchedumbre.

Basta la enunciación de sus materias para comprender el valor i la utilidad de dicho opúsculo, que llenó una verdadera necesidad de la época.

He aquí su programa:

1.°—Del método de injerir el fluido vacuno de brazo á brazo.

2.°—Conocimiento de la falsa vacuna.

3.°—Método para transferir el fluido vacuno por vidrios y costras.

4.°—Accidentes que suelen acompañar á los vacunados.

5.°—Advertencias sobre la época y el modo de administrarlo.

§ VI.


Creación de la Junta Nacional de Vacuna.[17]

La junta que vela sobre la salud pública, ha visto con dolor que las viruelas casi extinguidas las años anteriores por el imponderable bien de la vacuna, han revivido el pasado de 1811. Para activar con acierto sus providencias en un particular de tanta importancia, pidió el Ilustre Cabildo el estado de los vacunados y que le propusiese los medios y arbitrios de propagar y perpetuar en las ciudades subalternas y villas y campos este precioso preservativo de la humanidad y poderoso medio de llevar el servicio de nuestra población.

El Cabildo reproduce el informe del procurador jeneral de ciudad, don Anselmo de la Cruz, quien después de referir los medios adoptados antes por esta superioridad, sus efectos y el estado actual de la vacunación, opina que el arbitrio mas útil y eficaz que puede adoptarse para su difusión y permanencia, es la institución de una junta compuesta de personas de caracter, piadosos, desocupados y benéficos. Dicho señor la organiza del modo siguiente:

Presidente de la Exma. Junta, Delegado don Judas Tadeo Reyes, que como jubilado y con sueldo tenga este encargo y obligación de sacar el dinero de las caxas y pagar á los dos vacunadores y zelar el buen desempeño de ellos; de pedir la razon mensual que deben tomar de los vacunados; de pasarlo anualmente á la Superioridad; de mantener correspondencia con todos los comisionados de las villas y ciudades del pais sobre lo concerniente á la propagación y conservación de la vacuna, avisando á la Superioridad de los remedios que deben aplicarse en los lugares que se conozca omisión; de nombrar por rueda á los dos diputados que mensualmente les corresponde asistir; de zelar por la asistencia de los respectivos diputados y de cuanto sea concerniente al ecónomo arreglo de la junta de conservación.[18]

Después de oído el Ministerio Fiscal, la Exma. Junta de Gobierno, decretó la siguiente constitución de la Junta de Vacuna:

«Conformándose la Junta con la propuesta del Procurador General de ciudad, recomendada por el Cabildo y el Ministerio Fiscal, hágase en todo conforme á ella: á consequencia se crea la Junta compuesta de los dignos individuos que propone: espídasele el correspondiente nombramiento de Delegado á don Judas Tadeo Reyes, á quien se pasará el archivo y documentos referentes á este importante establecimiento, haciéndose así entender á los revacunadores, que estarán bajo sus órdenes é inmediata dependencia, y á los diputados, á quienes se avisará de oficio su nombramiento; encargándoles á nombre de la patria se presten á estos oficios que reclama la humanidad de su notorio zelo religioso; y á efecto de que reciba todo el influxo del Gobierno y se aseguren de sus saludables miras, se celebrarán sus primeras sesiones en la sala pública de la Junta baxo su inmediata presidencia, acordándose en ella cuanto concierne al mejor establecimiento baxo las propuestas del Delegado y Diputados, todo en virtud de este decreto, que se hará saber al público y nombrados.—Carrera.—Cerda.—Vial, secretario.

El Delegado, dió principio á su comisión presentando al Gobierno una instrucción reglamentaria de los servicios de vacuna, la cual fue aprobada con fecha 8 de Abril de 1812, en la forma que sigue:

Instrucción para los Diputados de la Junta de Vacunación virolenta de la capital de Santiago, con superior aprobación:

A propuesta del Ilustre Cabildo, la Exma. Junta Superior Gubernativa del Reyno, para facilitar el uso i propagación de la trasfusion de la vacuna extintiva de la viruela natural, encarga este importante cuidado á la nueva Junta que en lugar de la filantrópica, ya disuelta, ha instituido bajo su superior proteccion i presidencia, compuesta de un Delegado i veinticuatro diputados.

Estos, cuando el Delegado les avise, turnarán dos en cada mes, asistiendo los Mártes y Viernes a la operacion de la vacuna que se practica en la sala del ilustre ayuntamiento desde las ocho hasta los diez del dia, poco mas o ménos, según la concurrencia de vacunados.

Repartirán los dos su alternativa por semanas o dias, según mas les acomode, i si alguno en el que tocare estuviere embarazado, se avendrá oportunamente con el compañero para que lo subrogue, alij erándose de este modo la pension i evitándose su perjuicio en sus negocios urjentes e incompatibles que puedan atravesárseles en aquellas ocasiones.

Vijilarán la puntual asistencia del facultativo vacunador, quien tiene asignacion de dinero para los gastos menudos i gratificar aveces a algunos vacunados, principalmente a los que suministran el fluido de brazo a brazo.

Se tratará a todos con suavidad i agrado para que difundan en el público buenas especies de la vacunacion i así se animen los tímidos i se desimpresionen los preocupados, aprovechándose de este beneficio para la conservacion de la vida.

Atenderán á que los vacunados vuelvan el dia de la siguiente operacion o cuando se les prevenga, obligándoles, en caso necesario, con auxilio de los señores alcaldes para que se vacunen de nuevo los que el facultativo reconozca haberles brotado falsa la primera vez.

Se llevará cada dia en el libro o cuaderno que habrá para el efecto, lista de las personas que se vacunan, con espresion de su edad, calle i casa de su habitacion, i al fin del mes, la firmará el vacunador, poniendo los diputados su visto-bueno, cuya razon se pasará al Delegado para que le dé a la Superioridad i se satisfaga del progreso, i adelantamiento que cada uno consiga según el número de individuos vacunados en sus turnos.

Exitarán por medio de recados políticos a los jefes de los cuarteles i administradores de los hospitales para que envíen a vacunar a sus dependientes que lo necesiten, i reclutarán también entre los vivanderos i concurrentes a la Recoba i plaza a los que indaguen necesitar este remedio, valiéndose hasta de la fuerza con ausilio de alguaciles, o de los guardias militares próximos, i finalmente se hará la misma dilijencia en la Cárcel i Casa de Recojidas.

Supuesto que en esto se interesa la caridad cristiana, el bien de la humanidad i que la dedicacion de quince dias al año de cada uno es corta, se estenderá el celo de todos indistintamente a exitar de continuo a las jentes que supiesen no ser virolentos a que vayan a vacunarse compeliéndoles también si diesen lugar a ello, principalmente a los grandes que corren mas peligro de la viruela natural i son los mas resistentes, a cuyo efecto averiguarán los que hubiesen de esta circunstancia en el barrio de su habitacion i en las que mas adelante se les repartirá en el mapa de la ciudad para que se estienda a toda ella esta requisicion.

Podrán asistir a la vacunacion los que quieran en cualquier dia, aunque no esten de turno, para fomentar el espíritu filantrópico, saber las ocurrencias de esta especulacion i cooperar al intento por modo de una asociacion de misericordia.

El que necesite para los fines indicados algún auxilio, o advierta cualquier obstáculo, que no estuviere en su mano allanar, se servirá manifestarlo al Delegado para su reparo o que si depende de la Superioridad lo solicite.

Asistirán a las Juntas que el Delegado convoque por sí, o por órden superior para los asuntos que por su dificultad parezca conveniente oir los conocimientos de todos o proceder con su acuerdo en lo relativo al proyecto en jeneral.

Sabiendo el Delegado cuidar de que el vacunador del campo ejercite continuamente la operacion, le ayudarán los diputados de quienes se valga, para que poniéndose ántes de acuerdo con los señores Párrocos rurales de este partido de Santiago, i el juez realengo respectivo se fije su dia de fiesta en que concurran i hagan publicar después de la misa parroquial en la puerta de la Iglesia, el lugar cercano a ella i el tiempo en que el vacunador ha de operar allí i promuevan todos uniformemente los medios mas ejecutivos para que se estimulen a vacunarse cuantos lo necesiten i se obligue a los morosos. Santiago, 5 de Abril de 1812.—Judas Tadeo Reyes.

Esta primera junta nacional de vacuna prestó beneficiosos servicios al pais, hábil y rectamente dirijidos por el incansable Delegado que se dedicó por entero á la acción de su ministerio.

El 2 de Mayo de 1817, á fin de difundir más la propagación de la vacuna, cuyos trabajos hallábanse entorpecidos por las luchas de la independencia, se publicó el siguiente famosísimo decreto que merece consignarse en estos archivos:

«Atendiendo a que los profesores de Medicina i Cirugía no debe considerárseles como enemigos de la especie humana, sino amantes de su bien, i con mayor razón de sus conciudadanos se espera de ellos que asistirán como se les ordena a la propagacion de la vacuna por turno, i por ahora sin sueldo respecto a las urjencias del Erario, i a que el Gobierno no les molesta con otros gravámemes. El procurador de ciudad i el alcalde de primer voto velarán el puntual cumplimiento de este decreto, avisándose al Gobierno la falta de los profesores que no se esperan. Comuniquese e imprímase.—Quintana.—Zañartu, Ministro de Estado.»

Después de 1818 el protomedicato dió algún impulso á los trabajos de vacunación y á la reconstrucción y habilitación de lazaretos, recomendando á los médicos de provincia tomasen las medidas preventivas puestas á su alcance.

En 1825 se nombró una nueva junta compuesta de tres personas para activar enérjicamente la propaganda en pro del sistema jenneriano y reorganizar el servicio en toda la república En 1828 se elevó á cinco el número de miembros de la Junta de Vacuna. [19]

En 1830, se desarrolló un nuevo recrecimiento de la viruela y obligó á las autoridades á preocuparse de combatir tan temible enemigo, reorganizándose los servicios y encomendándoselos á la Junta propagadora de Vacuna. En este mismo año se publicó el reglamento de la nueva junta, con asesoración del protomedicato, ejecutado por los miembros de ella, señores Francisco García Huidobro, Pedro N. Mena, Manuel Huici, José V. Iñiguez, Manuel Reyes, Ambrosio Aldunate y Juan de D. Correa Saa, y aprobado por el presidente Ovalle y el ministro Portales.[20]

Las atribuciones de esta Junta eran, mas ó menos, las mismas de las ejercidas por las juntas de vacuna anteriores á dicha fecha.

El distinguido protomédico Dr. Guillermo C. Blest presentó al Gobierno, en 1830, un luminoso informe sobre los medios más eficaces para combatir con éxito á la viruela.

Por aquellos años hubo en el país una gran reacción científica, entre los médicos, debido á la llegada de notables facultativos extrangeros que trajeron nuevas teorías y prácticas más modernas de las universidades inglesas y francesas contribuyendo á estimular y levantar el espíritu de la profesión, como veremos más adelante.


  1. Histoire de la Médecine et des Medecins, par le Dr. P. Dignat—Paris, 1888.
  2. En un informe del protomedicato—publicado en otro capítulo—se hallan indicadas las medidas precautorias para el buen éxito de la inoculación, las cuales fueron empleadas por Chaparro desde 1765. La aplicación del fluído no se hacía en invierno por la frialdad de la atmósfera y principalmente en Concepción por la densidad natural del cutis que tienen sus habitantes. Se debían estudiar las condiciones del sugeto, atendiendo á sus formas naturales ó patológicas; así, se aplicaban sangrías previas en los pletóricos; en los de diátesis biliosa con mucha acrimonia, se dulcificaba la masa de la sangre, con diluentes, y en los saburrosos de las primeras vias, purgantes; en los de constitución óptima de la sangre y humores no se efectuaban preparaciones, debiendo discernir todo esto un facultativo perito en su arte.

    Con repecto á lo que debía observarse en Concepción, en el mismo informe que analizamos—que lleva la firma de los Drs. Rios, Chaparro, Nuñez Delgado, Llenes y Sierra se indica la necesidad de crear dos hospitales provisionales, uno á barlovento para preparación de los inoculados y otro á sotavento para las inoculaciones, á fin de que aquellos que se disponen á la operación no se contagien con las exhalaciones de la ciudad, y para evitar que los otros, los ya inoculados, añadan miasmas al pueblo; al parecer del protomedicato el mejor lugar, para este último hospital, era la isla de Quiriquina.

  3. Expediente sobre inoculación de la Bacuna en la Villa de Copiapó.—Vol. 814.—Arch. del M. del I.—Año 1809.—36 pájs.
  4. «Concepción, Octubre 2 de 1789.—Habiendo llegado a esta ciudad, reconozco, Sr., mi obligación de dar parte a U. S. de todo lo que corresponde al fin de mi venida; luego que me ví en ella pasé como de mi deber a presentarme al Sr. Intendente para cerciorarle la causa de mi viaje, i enterado que fué, determinó V. S. se hiciese junta de los Sres, de esta república, para ver si convenía o no la inoculacion, la que se verificó el dia 1.° del mes de la fecha: en ella Sr. aunque no faltó parecer en contra, con todo la mayor parte convino en que se inoculase quien quisiere, atendiendo a las ventajas que con unánime parecer del Dr. Juan de Ubera espuso a favor de la inoculacion. Concluida que fué dicha junta me ví con el Sr. Intendente, i ordenó que instruyese aquí a las facultades en el método de inocular para que habido este conocimiento pasase con la mitad de los medicamentos a socorrer la ciudad de Chillan.

    Esto es Sr. lo que al presente ocurre de poder participar a V. S quedando mi obediencia igualmente dispuesta para cumplir las superiores órdenes que V. S. se dignó confiarme cuya ejecucion acreditará mi lealtad i deseos que en mí reconozco en dar cumplimiento a las superiores órdenes de V. S. Consecuentemente a éstas noticias no puede mi agradecimiento dar al silencio el amor i obsequio que le he merecido al Dr. Tomas Delfín, de cuya liberalidad recibo actualmente la casa i comida, franqueándome cuanto yo guste.

    Todo lo cual bien veo se deriva de la caridad que ha merecido mi pequeñez a la grandeza de V. S. cuya vida ruego a Dios que prospere con toda felicidad para lustre i esplendor de la corona, i bien del reino.—B. I. M. de V. M. S. Att. i humilde Serv.orJuan Josef Morales.—M. I. S. Gobernador i Capn. Gral. Dn. Ambrosio Higgins de Vallenar.»

    «Chillán, Noviembre 15 de 1789.

    M. I. S. P. En obedecim.to al sup.or orn. de V. S. en que me mandó a mi salida de esa le diera pronto aviso del estado en que me encontrase por acá la epidemia de la viruela pongo en la Alta Consideracion de V. S. como habiendo salido de la Concepción para esta el dia tres de Octubre llegué a casa de la Sra. D.ª Isabel de Gaete la que encontré toda por los suelos de la espresada viruela i al Sr. don Miguel Barriga tan malo que al dia fué ánima de purgatorio. Por esta causa Sr. me ví precisado a estarme allí 18 dias medicinando a todos los enfermos hasta llegar a términos de hacer yo mismo las substancias por mi mano i medicamentos porque en la casa no habia quien los hiciera, pues sólo se servían de un criado que prestó a la Sra. Dn. Domingo Osores i tuve la felicidad de que sólo uno falleciese de los mas enfermos que curé en la casa desde su principio: que fué la hija de la Sra. Isabel D.ª Mercedita.

    Cumplidos Sr. estos dias en los que asistí también al Sr. Cura de la Florida quien quedó enteramente repuesto, i a otros varios de aquellas inmediaciones, seguí mi destino a la ciudad de Chillan la que estaba en el estado mas deplorable que V. S. puede imajinarse no sólo por los muchos que fallecían al cabo del dia sino también por la falta de remedios i de facultativos. I lo que es mas doloroso Sr. encontré tanta miseria i calamidades en los miserables enfermos, que muchos por estar todos los de la casa postrados no tenian como tomar un jarro de agua i sólo conseguían este alivio cuando alguno de afuera movido de caridad se la suministraba.

    Aquí fué Sr. donde no sólo la confianza de V. S. hizo de mí la que he procurado desempeñar en cuanto mis cortas facultades me permiten sino también el debido precepto de la caridad me obliga a aplicar todo esmero i conato posible en asistir a tantos pobres, visitándoles frecuentemente i según la necesidad lo pedia, tratándoles con la mayor suavidad para su consuelo i últimamente repartiéndoles a nombre de V. S. los medicamentos necesarios de botica con los que mas se han levantado finalmente otros varios sus dias, porque puedo asegurar a V. S. que la peste del dia i lo mismo desde que entró la primavera según estoi informado a fondo de este vecindario es de los pocos que he visto en su horror i fortaleza.

    Nunca podré Sr decir debidamente cuanto es el agradecimiento en que le está a V. S. esta ciudad por la caridad con que les ha mirado en haberme despachado, sólo se oyen Sr. en los pobres enfermos alabanzas de V. S. i súplicas al cielo pidiendo a la Divina Majestad de a V. S. en esta i en la otra vida el premio de tanto beneficio. Todos a una dicen Sr. que bien ha manifestado V. S. ser verdadero aquel paternal amor con que les trataba a todos cuando hubieron la felicidad de tenerlo aquí por juez superior i padre que sólo por los pecados de este pueblo pudo el Sr. haber permitido el que se llevasen de aquí a V. S. pero que les queda el consuelo de ver fué para su mayor exaltación i que esperan en S. M. lo han de ver todavía colmado de sus mayores honores por premio de su caridad.

    Creeré Sr. que la peste en este lugar no durará mucho porque ya quedan muy pocos a quienes le dé, por lo que i por órden que tengo del Sr. Gob.or Intend.te de la Concepción dentro de 10 o 12 dias parto para otra ciudad al destino de inocular la peste como V. S. me previene en su carta orden porque ya muere allí mucha jente.

    Aquí Sr. según el estilo común del vulgo habran pasado los muertos de 500 almas, pero a juicio de los mas prudentes se asegura hayan pasado de mil porque en muchas casas que han fallecido tres i cuatro etc, los niegan i dicen ha sido sólo uno o ninguno por la tiranía que esperimentan de que se les cobren derechos de entierro después de no haber merecido sagrado sus cuerpos i de haber sido votados al campo.

    En este punto Sr. no puedo omitir esponer a V. S. que ha sido mucha falta de piedad a lo que se ha ejecutado con esta pobre jente, bien sabe V. S. donde está el sitio llamado el Totoral a espaldas de lo que fué la Compañía: pues Sr. este llano, o faldas de lomas es el lugar donde se han depositado los cuerpos i en sepulturas tan hondas como las que pue V. S. considerar podran hacer los pobres faltos de los aperos necesarios para romper aquellas durezas i talvez faltos de fuerzas por estar ellos mismos convalecientes con sólo una estaca, o calla que dicen acá, de lo que sigue, Sr. que queden los cuerpos en el Haz de la tierra para pasto de los perros como ya se está esperimentando con dolor intolerable de esta pobre jente hasta llegar a término de pasearse estos animales por medio de la plaza de este lugar con toda la pieza entera de pierna i muslo de un difunto i aquella todavía con la calceta, cosa Sr: que asombra al oirlo entre cristianos; por esto me recelo mucho venga a esta pobre ciudad otra mayor epidemia de la que está esperimentando lo que no permita el Sr. pues es cosa muy regular que los vapores pútridos i corrompidos que despedirán de sí aquellos sepulcros tan a la cima de la tierra; cuando se calienta con los soles alteran los humores todos de los cuerpos.

    Así mismo aviso a V. S. como todos los medicamentos que traje se han consumido en los enfermos de los que dejé la mitad en la Concepción por lo que suplico a la piedad de V. S. se sirva mandarme etc. I entre tanto pido al Sr. guarde la importante vida de V. S. muchos i felices años.—B. I. M. de V. S.—Juan Jph. Morales.

    M. I. S. P. Gob.or i Cap.n Gral. D.n Ambrosio Higgins de Ballenar.

  5. Discurso pronunciado en la sesión solemne de las sociedades científicas de Chile, el 14 de Mavo de 1898, en el centenario del descubrimiento de la vacuna.
  6. Expediente promovido por el Rejidor Dn. Nicolás Matorras sobre propagar i conservar el preservativo de la incisión de la Peste vacuna a fin de contener los estragos de la viruela.—Arch. del M. del I.—Vol. 736.
  7. Arch. del M. del I.—Vol. 814.
  8. Hist. Gral. de Chile, por Barros Arana.—Ob. cit.

    Essai sur la Nouvelle Espagne, por Humboldt.

  9. Memorias históricas e politicas da provincia da Bahía, por Accioli de Cerqueira.—Bahia, 1835.
  10. Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán, por el dean Funes.
  11. Vol. 232 de la Capitanía General.—Manusc. de la Bib. Nac.— Minas.—(Este original ha sido encontrado y proporcionado al autor, por el Sr. don Abraham del Rio.)
  12. El plan de organización presentado por Grajales, se intitula: Preliminares al plan de vacuna y formación de la Junta Central en este Reyno de Chile.—5 de Agosto de 1808.—Arch. del M. del I.—Vol. 967.—Copiamos en seguida, el ampuloso exordio de este preliminar: «Oh Hombre! donde quiera que estéis, alma digna de la memoria de un paternal amor y benéfico Rey: Recibe este tributo que te presento, que, siendo preservador de la infancia, creo sea de tu aprecio y quede tu gratitud acreditada. El aplauso ó desprecio de uno solo merece una leve reflección, más la protección de muchos hombres sensatos es preferible á la alabanza de la opinión. Pueda el honor, la virtud y la fortuna, suplir de colmo á mi insuficiencia» En seguida pasa á exponer un plan el cual lo divide en los acápites cuyos nombres son los siguientes: 1.° Obligación de los individuos que componen la Junta Central. 2.° Elección de los facultativos y sus obligaciones. 3.° Del Secretario y sus obligaciones. 4.° Casa de vacuna. 5.° Descripción de este servicio. 6.° Obligaciones de un mozo en clase de mayordomo. 7.° Obligaciones de las juntas subalternas.

    Con fecha 30 de Diciembre, elevó á la consideración de la Junta Central otro memorial ampliativo del anterior, y en el cual propone para secretarios a los Drs. José Gómez y José Sierra, y sustituto á don José Lerio.

  13. Se asignó la suma de 600 pesos anuales para el funcionamiento de la junta, distribuidos así: 300 pesos para el médico consultor de vacuna: 100 pesos para escribiente, papel, correos, libros, compra y remisión de vidrios (tubos para la conservación y transporte del virus vacuno) y otros gastos de esta clase; 100 pesos para mantener en el hospicio á los niños vacunados generadores del fluido y el resto para gastos extraordinarios.
  14. De la propagación de la vacuna en esta capital de Santiago de Chile, á cargo del médico consultor Dr. José Gómez del Castillo.—1808-1810.—Beneficencia y Educación.—Arch. de Gobierno—T. 23—pieza 29.
  15. Arch. Id. Id.—58 pájinas de inscripciones de vacunaciones, en 5 meses, ejecutadas en la calle de las Capuchinas por Mariano Sol, en casa de Dn. Antonio Sol.
  16. Con fecha 21 de Noviembre de 1815, Grajales pasó una nota, al gobierno dando cuenta de sus trabajos en pro de la vacuna y quejándose de que los barberos estaban á cargo del servicio de vacunaciones el cual se hallaba muy relajado. Ofrece sus servicios para restablecer, como en 1808, las juntas de vacunas y sus trabajos.—Arch. del M. del I.—Vol. 814.
  17. Boletín de las Leyes y Decretos del Gobierno.—(1810-1814.)
  18. La nómina de los diputados de esta junta, es la siguiente: Manuel de Salas, Roque Jacinto Huici, Plácido Arteta, Rafael Landa, Rafael Beltrán, Xavier Xara, Domingo Achurra, José Ximenez de Guzmán, Santos Esquierdo, José Rufino Perez, Pedro N. Valdes, Miguel Velazco, Domingo López Hernando, Manuel Riesco, Francisco Xavier de Zuazagoitía, Pedro Solar, Juan Marticorena, Francisco de B. Valdes, Antonio Alcorta, Francisco Echazarreta, Manuel María Undurraga, Pedro Nicolás de Chopitea, Mariano Astaburuaga y Tomás de Urmeneta.
  19. Esta junta organizó regularmente un servicio de vacunadores ambulantes; entre estos se hizo notar por su constancia y actividad don Buenaventura Pacheco que recorrió todo el sur practicando las vacunaciones de brazo á brazo y enseñando en todos los pueblos á algunos prácticos y curanderos para que siguiesen en esta tarea.
  20. En el periódico «La Opinión», de 31 de Julio de 1830, de Santiago, se publicó un artículo intitulado: Nuevo método de propaganda de la vacuna por medio de las comadres.

    Preconiza como medio ventajoso de propaganda el esfuerzo del sexo femenino que tanta influencia tiene socialmente, y cree que debe enseñarse la práctica de la vacunación á las parteras lo que influiría tanto como las tres medidas adoptadas por los gobiernos á saber: medidas de fomento, de rigor y de persuación puestas en práctica en aquella época. Cita, dicho artículo el hecho de que Víctor Manuel, rey de Italia, hizo distribuir, entre las personas que más se esforzaron en este sentido, medallas de oro y plata con la inscripción: Rex Victorius Emmanuel,—y en el reverso Ob immisionem vaccinum late propagatum.

Historia general de la medicina, tomo I de Pedro Lautaro Ferrer

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