CAPITULO II
Hechicería
SUMARIO.—§ I. Escuela de hechiceros. Descripciones curiosas del padre Rosales. Pruebas de los iniciados. La cueva del hechicero Fitón. Preparaciones para los actos. Temores á las brujerías de los huincas.-§ II. Dioses y mitos de los araucanos que se relacionan con la medicina.-§ III. Los brujos. Revelaciones inéditas. Dos célebres procesos.

§ I.

Los hechiceros formaban especies de escuelas para enseñar á sus predilectos, instruyéndolos durante algunos meses y graduándolos, en ceremonia pública, cuando los creían aptos para guiarse por sí solos.

El padre Rosales [1], el historiador más verídico y completo de aquella edad, describe este punto de la manera siguiente:

«Lo más que enseñan á sus hijos y á sus hijas es á ser hechiceros y médicos que curan por arte del diablo, y á hablar en público y á aprendeer el arte de la retórica para hacer parlamento y exhortaciones en la guerra y en la paz. Y para esto tienen sus maestros y á modo de los colegios, donde los hechiceros los tienen recogidos y sin ver el sol en sus cuevas y lugares ocultos, donde hablan con el diablo y los enseñan á hacer cosas aparentes que admiran á los que las ven, porque en el arte mágico ponen todo su cuidado; su grandeza y estimación está en hacer cosas que admiren á los demás, y en eso se muestra el que es más sabio y ha salido más aprovechado en los estudios. El hechicero que los enseña los gradúa á lo último y en público les da á beber sus brebajes, con que entra el demonio en ellos. Y luego les da sus propios ojos y su lengua, sacándose oportunamente los ojos y cortándose la lengua, y sacándoles á ellos los ojos y sacándoles la lengua para que con sus ojos vean al demonio y con su lengua le hablen, y metiéndoles una estaca aguda se la sacan por el espinazo sin que... dolor ni quede señal. Y así con estas y otras apariciones quedan graduados de hechiceros y ordenados de sacerdotes del demonio.

Y luego hacen prueba y curan los enfermos que siempre dicen que lo están de vocado (envenenado por los alimentos) y para sacárselo hacen sus invocaciones al demonio, clavan en el suelo un árbol de canelo donde se les aparece después de haberle llamado incensándole con bocanadas de tabaco. Pregúntale por la enfermedad y el remedio con que ha de sanar al enfermo, y como el demonio lo persuade de que la enfermedad es vocado que otro le dió para que trate de vengarse de él trata luego el hechicero de sacárselo y tendiendo al enfermo boca arriba, cantan todos, y él hace sus invocaciones y le unta el estómago con unas yerbas, y con un cuchillo se lo abre aparentemente, de modo que se vean las tripas, el hígado y los bofes. Y allí le busca el mal y el vocado, y suele llevar escondido algún gusano, lombriz ó cola de lagartija. Y se hace que la saca de las entrañas y que ya le ha sacado el vocado y la enfermedad y le vuelve á cerrar la herida sin que quede señal ninguna. Y con estas apariencias del demonio é ilusión de la vista están todos admirados y el médico queda con grandezas de sabio, y gana con el oficio, porque de todas partes lo llaman y le pagan con gran liberalidad.

Si la enfermedad es en los ojos finge aparentemente que se los saca y los limpia, mostrando algún palito ó gusanillo que les sacó de ellos. Y si es la enfermedad de otra parte ó de algún tumor ó lo saca por la..... y con la sangre que..... le ha sacado algún palito.....ó flecha invisible....ó genero de enfermedad: que él...ó los persuade por envedarlos... [2] que tal indio por quererle mal y por quitarle la vida le ha tirado un huecubu y una flecha invisible y se la ha clavado en el corazón ó en otra parte. Y el hechicero finge y hace apariencia de que le saca del corazón un palito ó de la parte dolorida, con que le ha sanado. Y como la enfermedad es muy diferente y natural, si muere de ella por no haberle aplicado medicina ninguna (como es lo ordinario) se escusa el médico con decir que ya él le sacó el vocado ó la flecha, que si después le tiraron otra y no le avisaron, que era fuerza que había de morir.

En estos embustes é ignorancias se funda la ciencia que aprenden estos médicos».

Los hechiceros que vivían en las cuevas de las montañas, como los huecubuyes, eran los preferidos para la enseñanza, porque en las soledades y ante la ermitaña figura del indio iniciado, encontraba más solemnes y misteriosas las absurdas mistificaciones.

En dichas cuevas aprendían los alumnos á conocer el porvenir, leyendo, en una fuente de agua, los hechos de las guerras y viendo en el humo de los sahumerios la suerte de sus amigos.

Ahí aprendían también los actos más inícuos para las venganzas y el mal de sus enemigos.

En la Araucana, de Ercilla, se encuentran algunas fantásticas octavas que describen la imaginaria cueva del hechicero Fitón, pero que dan una idea de los elementos que aparentaban guardar estos individuos para sus hechizos. [3] Los hechiceros, antes de someterse á una importante prueba de adivinación, como el porvenir de la patria, la suerte de una guerra, ó sobre la enfermedad de un cacique ó toqui de fama, se imponían ayunos ó mortificaciones corporales, ya que para completar más el engaño entre los indios, ó con el fin de hallarse más aptos para las ceremonias, sugestionados, ellos mismos por el poder sobrenatural que creían inherente á sus personas.

Otro hecho que trataban de inculcar en la muchedumbre era el de que sólo ellos, los iniciados en la forma y prácticas heredadas de sus antepasados, podían obtener de los seres sobrenaturales el privilegio de que gozaban, considerando hechicería maligna la no ejecutada por los de la casta. Cuenta Vicuña Mackenna, que infundían temor respecto á los huincas,—españoles ó blancos—tratando de hacer pasar por brujerías cualquier acto que no comprendiesen, fomentando así el odio por los invasores.

A este respecto refiere el apurado lance en que se encontró el sabio naturalista Gay[4] en una excursión por Arauco, á causa de haberle descubierto los indios, en su equipaje, algunos frascos llenos de culebras é insectos, colecccionados para su gabinete de historia natural, escapando de la muerte debido á su sangre fría y á los juegos de prestidigitación, en los cuales era muy hábil, con lo cual consiguió atraerse la amistad y la admiración de los indios.

Numerosos viajeros cuentan las aventuras y percances que sufrieron por haberles visto los indios una brújula ó un reloj, con los cuales creían que les iban á imponer el ivum.


§ II.


Las supercherías de los machis las atribuían los indios á la intervención del pillán, cuya definición la ha dado el padre Febres, [5]de la manera siguiente: «Pillán, llaman al diablo, ó á una causa superior que dicen hace los truenos, rayos, relámpagos y reventazones de volcanes, y á estos mismos efectos llaman también Pillán».

El meulén, es espíritu bueno; es el dios de los torbellinos.

El huecubu. espíritu del mal, engendra enfermedades, y es dependiente del pillán; los mapuches de hoy día, lo consideran como una entidad capaz de transformarse en cualquier animal, reptil ú objeto, hasta en figura humana. Así en las epidemias de sus sembrados, apelan al machi ghenpiru,—señor de los gusanos—quien organiza una ceremonia, para expulsar á estas formas de huecubu, que termina en medio de lascivias y torpes embriagueces. [6]

Los indios payos y puelches llaman chechuelli á una entidad análoga al huecubu.

El perimotún es enviado por el pillán para anunciar hechos extraordinarios; y el alhue, es fantasma que asusta á las gentes. [7] El cherrwe, génio del fuego, productor de los bólidos, era temido por ser el precursor de pestes; y por la inversa la anchimallén, la mujer del sol, era la protectora que les revelaba «lo adverso para precaverlo y lo próspero para celebrarlo», [8] y que se les aparecía en forma de un fuego fatuo, de una llama ó vislumbre rápida.

Am, son las sombras de los muertos que asustan y producen graves enfermedades.

El colocolo ha sido para los indios un monstruo de figura de lagarto que se halla en los huevos pequeños que no han tenido desarrollo, de las gallinas viejas ó enfermas, y que creen procedentes de los gallos. El colocolo les produciría enfermedades introduciéndose en el cuerpo, y ocasionando la muerte cuando el machi no podía extraerlo.

Los ivunches, pequeños cuadrúpedos monstruosos que vivían en las cuevas de los hechiceros. [9]

El pellomeñ, ó moscardón, cuando se acercaba á un enfermo, significaba que era un pariente que venía á buscarlo; así como anunciaba fatalmente lamuerte cuando cantaba cerca de la ruca del enfermo, algún cou, chuchu, nuco, pequén, ó cualquiera otra ave nocturna.

El pichuicheñ, culebra con alas, vampiro que bebe la sangre á los que encuentra dormidos en los campos.

El chonchón, con cabeza humana y cuyas orejas le servían de alas, chupaba la sangre de los enfermos.

El hwaillepeñ, con cabeza de ternero y cuerpo de oveja, que vive en el agua, asusta de noche á las mujeres embarazadas, provocándoles el aborto, ó haciendo nacer contrahechos á los niños. [10]

Son innumerables las abusiones y los mitos en que han acreditado los araucanos. Hemos enumerado los principales que tienen alguna atingencia con su medicina, entre los centenares que cuenta el extenso repertorio de la credulidad india. Todos los seres sobrenaturales que veneran ó temen, dependen del dios principál pillán, según la creencia de los araucanos antiguos; los mapuches modernos, dan á este mito un carácter secundario, dependiente del gran ser superior que gobierna el mundo y que llaman Ngúnemapun. [11]

Esta moderna concepción de un espíritu ó entidad suprema, no alcanza á tener un siglo de existencia según los investigadores del territorio y de la raza araucana.


§ III.


Las mayores aberraciones que puede imaginar la ignorancia y la superstición se encuentran en los actos de los hechiceros en sus relaciones con la medicina.

Curiosas revelaciones y descripciones novelescas se consignan en varios expedientes criminales seguidos por los españoles desde que organizaron los juzgados especiales para ambicamayos.

Uno de los más interesantes es el legajo que se custodia en la Biblioteca Nacional de Santiago, y que versa sobre las hechicerías de los indios de Chillán, y acerca de una representación que hace á la Real Audiencia—el protector de los indios de San Bartolomé de Chillán, Carlos Lagos—sobre los excesos de justicia cometidos por el juez eclesiástico don Simón de Mandiola, cura y vicario de dicha ciudad, en la tramitación de las causas seguidas á los indígenas acusados de hechiceros. [12]

Los referidos jueces eran severísimos en los castigos y tenían derecho para mutilar y quemar á los brujos, después de un corto proceso sin apelación.

Del legajo á que acabamos de aludir transcribimos las notas siguientes, relativas á la acusación «contra Martín Curipán y otros indios de Chillán por brujos» llevada á cabo en noviembre 17 del año 1743.

Entre las declaraciones que más llaman la atención merece citarse la dela india Josepha, ante el cura de San Bartolomé de Chillán, don Simón de Mandiola, en la cual asegura que estando de visita en casa de un indio llamado Bartholo, se halló con la india Melchora, y estando ambas, tarde de la noche, solas, despiertas y sin acostarse sentadas sobre un estrado, le dijo la referida Melchora que ella entendía en hechicería y que sabía dar remedios para que las justicias no les hiciesen mal, ofreciéndole uno especial para que se escapase de tales daños. La india Josepha aprovechó de esta revelación para pedirle que le hiciese daño á doña Rita Dupré muger lejítima de don Alejo Zapata, y que la postrase en cama, como en efecto sucedió á la noche siguiente. Afirmó también que se le había encontrado á Melchora, un cántaro lleno de sabandijas oculto debajo de la cama, y que se lo habían botado al río de acuerdo con un vecino apellidado Becerra.

Llamada al juzgado la bruuj Melchora, dijo que no se acordaba que hubiese hecho el daño en la forma indicada por Josepha.—que quizás estaría borracha cuando se lo prometió—porque en verdad las cosas habían pasado de muy distinto modo. Reveló que lo cierto era que, con la india Marcela, una noche de habían vuelto chonchones y habían ido volando hasta la puérta de la choza de doña Rita á quién encontraron cenando con su marido, enviándole ambas el daño en castigo de haber tratado de prostituta á la referida Marcela. El daño se lo hicieron dándole un flechazo con un pajarito llamado llampeiqueen. En prueba de sus brujerías y de su pacto con el diablo, la india Melchora pidió que le llevasen una bolsita de bayeta colorada que había entregado á Fernando Quidea, en el momento que la tomaban presa.

Llevado al juzgado el dicho Quidea entregó la bolsita que contenía «una piedra mutga, dos corales, seis chaquiras, las tres blancas y las otras tres negras, con unas yerbas que al parecer estaban picadas, algo menidas».

Preguntada la bruja en qué consistía el hechizo de esos objetos, respondió que restregándolos hasta calentarlos entre las palmas de las manos, conocía los efectos que causaban los remedios en los enfermos.

Compelida por el vicario Mandiola á que repitiese la operación delante de la enferma doña Rita, tomó la bruja Melchora la bolsita colorada y comenzó á refregar las piedras y objetos hasta que dijo que ya se estaban calentando; en el acto la enferma, dió unos alaridos espantosos y dijo que sentía dolores agudísimos en las sienes, ojos y oídos obligando al señor cura á que suspendiese el experimento, lo que tuvo que hacer, cesando al instante los dolores de la atribulada doña Rita. Después de un momento se repitió la ceremonia con igual resultado que la primera vez. Confesó, además, que la india Marcela y el indio Lorenzo Liempangui eran también brujos y que con ellos había asistido á la cueva de sus ritos donde había visto muchos hombres y mujeres que no conoce.

Terminó su declaración arrepintiéndose de su mala vida y pidiendo el cristianismo.

Por su parte la india Marcela Tangolab, se excusó de los cargos, y negó tener arte ni parte en las brujerías.

El indio Lorenzo confesó que era brujo por miedo á que lo mataran los demás brujos, y señaló el nombre de muchísimos hombres y mujeres que poseían el mismo arte aprendido en la 'cueva ó casa grande.

Agregó que, en dicha cueva, había un chivato-pillán, al cual tenían que besarle el rabo todos los que entrasen, y un lagarto ó culebrón grueso, de media vara de largo, que se les subía por las piernas hasta la corona de la cabeza, haciendo halagos á todos los que entraban con permiso del chivato. Expuso que muchos indios iban á la cueva en figuras diversas, algunos transformados en zorros, como Joseph Guaiquileb y Juan Catireu.

Este indio, Catireu, declaró como el anterior y aseguró que era exacto que se volvía zorro, perro ó pájaro según su voluntad, poniéndose unos untos en el cuerpo. Se dió por arrepentido y prometió enmendarse.

Numerosísimas declaraciones de otros indios son contestes en estos puntos, diferenciándose sólo en que algunos niegan que se hablase de maleficios y de otras enfermedades impuestas, en las sesiones de la cueva, en tanto que en otras se afirma y se señalan nombres de personas que sufrieron enfermedades y muerte por hechicería.

Algunas mujeres juraron que sólo iban á la casa grande con el fin de bailar y embriagarse, para lo cual tenían dentro de la cueva un cántaro lleno de chicha que nunca se agotaba, cuidado por la viejecita anchimalguén.

Este largo y variado proceso seguido por el juzgado eclesiástico á cargo del cura y vicario don Simón de Mandiola y sin conocimiento del protector de indios don Tomás de Urzúa, fué declarado nulo en vista de no acordársele facultades á dicho juzgado para este asunto pertinente al juzgado secular, quien se avocó la causa é inició un nuevo expediente.

En las confesiones de los reos, amparados abiertamente por el nuevo protector don Carlos de Lagos, se leen las rectificaciones y negaciones de las primeras declaraciones, que según ellos fueron hechas pura y exclusivamente por temor al castigo ó arrancadas por el látigo. De esta faz del proceso se deduciría la completa inocencia de los acusados, si no se se traslucieran las rivalidades con el primer juzgado actuante, y no hubiera otras fuentes de investigación histórica que manifiestan la audacia y crímenes que fueron propias del curanderismo de aquella época.

En el mismo volúmen que nos sirve de fuente de investigación encontramos la siguiente carta que se relaciona con estos sucesos:

«Chillán, Agosto 26 de 1757.-Muy Ilustre señor Presidente don Manuel de Amat.-Santiago.-Senor: con la ocasión de ver todo mi curato infestado de la infernal semilla de machis y curaneros, de arte diabólico, se me ha hecho preciso poner en consideración de V. S. el remedio de tan pernicioso mal, al que ya no puedo atender porque en dias pasados, en tiempo de mi antecesor, sucedió este mismo inconveniente. Se procuró por él su reparo, y ocurrídose á la Real Audiencia, por vía de fuerza parece fueron atendidos los que se lamentaron del, por entónces, declarando los S. S. pertenecer este jucio á los jueces seculares; con lo que, ó bien por contemplarse los que usan de este arte, total inhibidos ó válidos de la omnipotencia de los jueces, ó porque tales hechos nunca van á aquellos juzgados, se han insolentado de modo que ya no sólo en la campaña sino dentro de esta ciudad, en los domésticos de las casas, no se encuentra otra cosa, lo que miro con notable lástima, y como irreparable si el celo de V. S. no aplica competente remedio á tan grave mal, el que considero remediado si (salvando la alta consideración de V. S.) se mande al Corregidor que con vigilancia aplique su cuidado, á atajar este gravísimo inconveniente, apremiando y desterrando á los que hallase haber en él delinquido, en esta ciudad y sus contornos; porque de quedar en estas inmediaciones, como que se tiene experimentado, lo que sucede es que se gana al barbarismo, desde donde, aparte de fomentar esta infernal semilla, viven en total soltura y libertad, procurando la venganza de aquellos de quienes se juzgan agraviados.

Y aunque para ello había ocurrido al Corregidor lo he hallado con una total tibieza, temeroso del gran asilo que estos tales han hallado en ésta, ajenos de la realidad los que los favorecen y amparan, creyendo cierto lo siniestro de sus informes.

Y de proveerse remedio—que no dudo—sea este bajo apremio para que no haya omisión en el reparo que procuro á tan grave daño, tan extendido y tan libre; lo que contemplo atenderá, con no pequeña lástima, la piedad y cristiano celo de V. S. á quien ruego á Nuestro Señor guarde muy y felices años—M. Ilustre Señor B. S. M. del Svo. Reverendo Capellán y servidor.—Raimundo Pietas.»

Termina el expediente que analizamos con una vista del Fiscal Dr. Salas en que hace una exposición prolija y entretenida de la invasión alarmante que ha alcanzado el curanderismo y las hechicería, y propone que por lo que hace á la ciudad de Chillán, se encargue de hacer revivir el proceso fenecido sobre los brujos, y lo termine con urgencia, el Correjidor de aquella plaza. Este documento lleva fecha 25 de Octubre de 1757, es decir, fue presentado catorce años después de la iniciación del referido proceso.

Otro manuscrito inédito que se conserva en el archivo Vicuña Mackenna, es el que se refiere á los brujos de Chiloé tomado de un expediente que llamó la atención pública el año 1880, y seguido en Ancud para límite al desborde del charlatanismo de aquellos naturales.[13]

Hemos elegido las declaraciones más importantes que dan á conocer la organización de los brujos, y sus grandes ramificaciones en el territorio, orígen de crímenes sin cuento, que causaron alarma en la susodicha provincia.

He aquí un resumen de los documento á que hacemos referencia:

Copias de algunas piezas del proceso de los brujos de ChiloéIntroducción.—Existe en Chiloé, desde época muy remota una asociación de brujos llamada por los habitantes del archipiélago «médicos de la tierra» y entre ellos es titulada con el nobmre de «La Recta Provincia».

Esta institución llegó á hacerse temible no sólo para los indígenas, entre quienes tuvo orígen, sino también para la gente ilustrada y hasta para las autoridades. Adquirió tal poder, que un brujo era entre los chilotes más respetados que los gobernadores y hasta que los curas mismos. Cuando á un cura se le interpelaba sobre la existencia y poder de los brujos contestaba con cierta sonrista de duda «no hay brujos; pero guardarse de ellos!».

En 1880, siendo intendente don Luis Martiniano Rodríguez, fueron tantas y tan repetidas las quejas y delaciones que tuvo de los abusos que dichos brujos cometían que al fin se decidió á extirparlos. Al efecto, impartió, á las autoridades subalternas del archipiélago, la órden de que en un día dado hicieran una recogida de todos los brujos y se los remitieran á Ancud, con todos sus trevejos, hierbas y todos los demás mixtos y untos que debían de servir de cuerpo de delito. Llegados que fueron, se encerró con ellos y uno á uno, fueron convencidos breve y sumariamente de la importancia de su institución. Apartó de entre ellos á los que, por las revelaciones que se hicieron, aparecían complicados en hechos que caían bajo el imperio de la justicia ordinaria, á los cuales se les siguió el correspondiente proceso y cuyas declaraciones y revelaciones arrojan mucha luz sobre la célebre institución de los brujos.

Preocupaciones de los chilotes.—«En el mes de Marzo de 1882, (dice el señor Román Espeh), viajando por Chiloé me dirigía de la ciudad de Castro á la villa de Achao, capital del departamento de Quinchao; en el balseo de Dalcahue tuve que dejar mi mozo y tomar otro que me sirviese también de guía por los enmarañados caminos de la isla de Quinchao; á poco andar, para distraer el tédio del camino, entabló conversación con el pinco [14] que me acompañaba.

—¿Qué van a ustedes á hacer á Achao? [15]—me preguntó el guía.—Vamos á buscar negocio le contesté.—El negocio saldrá bien porque ha cantado el trucao favorablemente.

Averiguando lo que era y lo que significa trucao, super que se llama asi un pájaro agorero que canta al caminante. Cuando el canto es claro le predice buena ventura; y cuando es ronco, mala. Hay chilotes que se vuelven de la mitad del camino porque el Trucao les canta ronco.

Conversando sobre los brujos, supe que desde la persecución que les hizo el intendente, eran sólo á escondidas; que sus yerbas no tienen poder contra él; y que hacen mucha falta para curar los males tirados. [16]

Observé y me informé que los chilotes, por regla general, no saben nadar; de modo que en los naufragios de sus canoas, que son muy frecuentes, no hacen el más pequeño esfuerzo por salvarse y mueren estoicamente con la resolución que da el fanatismo fatalista.

Tienen también la idea de que todos los que mueren ahogados son recogidos por un buque fantástico llamado «Caleuche» especie de «Nautilus» tripulado por brujos, que tiene la facultad de hacer la navegación submarina y aparecer en el momento preciso donde se le necesita para recoger á los náufragos y guardarlos en su seno, que les sirve de eterna mansión.»

En Chiloé, según el referido autor, es en donde ha causado mayores males la plaga de los hechiceros. Es curiosa la lectura de las siguientes revelaciones del sumario judicial á que hacemos referencia:

Declaración de Mateo Coñuecar.— En Ancud á 26 de Marzo de 1880, el señor juez hizo ocurrir á la presencia judicial á Mateo Coñuecar, el que bajo promesa de decir verdad expuso:

Que es natural de Ternan, en este departamento casado, de setenta años, agricultor y no sabe leer ni escribir y nunca ha estado preso.

Que ahora lo está por estar complicado en varios crímenes se están averiguando.

Que cuando tenía cuarenta años y estando para morir su hermano Andrés Coñuecar que tenía el título de Comandante de la Tierra en la institución de hechiceros indígenas que se conocen con el nombre de brujos, le aconsejó que entrara á esa institución para defenderse de los demás, porque era cosa que le convenía y que no lo comprometía.

El aceptó y su mismo hermano lo llevó donde Juan Quichepane que se titulaba también de Comandante de la Recta Provincia

Su hermano hizo presente á éste de que llevaba al declarante porque trataba de entrar á esa institución y que si quería lo aceptara, porque él también pronto iba á morir por la vejez en que se hallaba.

Quinchepane lo aceptó, porque dijo que hacían falta hombres para el consejo.

Ninguno más estaba presente y fué en la misma casa de Quinchepane donde tuvo lugar su recibimiento.

El cual se verificó de esta manera:

Le hicieron la señal de la cruz y Quinchepane le interrogó:—«jura Ud. por indíjeno?: á lo que el declarante contestó que «». En seguida le hicieron hacer la promesa de «no decir nada de lo que viera, de no divulgar los secretos, de prestar consejo cuando se le exijiera y de cumplir extrictamente las órdenes que se le dieran, amenazándolo con perder la vida en caso de fallar á alguna de estas promesas.»»

Quedó así agregado á dicha institución, la cual se conoce entre ellos con el nombre de «La Recta Provincia», y, desde luego, se le dió el título de consejero.

Antes de continuar adelante é interrogado por el señor juez sobre el orígen de esa asociación, dicho declarante expuso:

«Que por la tradición y por habérsele oído á su padre y á otros más, que ya son muertos—sabe que en un tiempo de que no se tiene noticia, pero ya en la dominación española, llegó á Payos, en un buque de esa nación, un individuo apellidado Moraleda con el objeto de conseguir algunos naturales para llevar á la península. No consiguió ninguno en ese lugar por cuya causa se vino á Ternaun, donde tampoco encontró indios que le siguieran. Ahí en ese punto se presentó Moraleda haciendo ver que era hechicero, transformándose en pescado, lobo, paloma y otros animales y mostrando con ello que por tal causa debían seguirle los indios. Casualmente en el mismo punto había una mujer llamada ó apellidada Chillpila, residente en Quetalco, que tenía fama de hechicera y los mismos indios buscáronla para hacerla competir con Moraleda. Entre las varias pruebas que hizo ésta consiguió dejar en seco el buque de Moraleda en el mismo punto donde se hallaba anclado, para después ponerlo á flote.[17] Moraleda, con ésto, se dió por vencido y regaló á la Chillpila un libro de hechicerías.

La Chillpila llevó el libro á Quincaví para que aprendieran los indígenas y de ahí salieron las asociaciones en que ahora figura el declarante.

Cree sí, que aún antes de la llegada de Moraleda, existían brujos en Chiloé, pero de la única de quién queda conocimiento, por la tradición, es de la ya nombrada Chillpila.

Advierte también que es tradición que la fundación que hizo ésta muger no tenía todo el carácter perverso que se le ha llegado á dar en la época, pues en el tiempo transcurrido se han ido haciendo innovaciones, como ser las sentencias que se espiden para dar muerte ó hacer sufrir de otro modo á las personas. No tiene conocimiento de los individuos que han hecho esas innovaciones, y el declarante no ha llevado á cabo ninguna desde que ha recibido el puesto que tiene.

El libro que dejó Moraleda existe todavía y lo han heredado los jefes de la «Recta Provincia» que había en Quincaví, de cuyo punto los indígenas no permitían llevarlo á ninguna parte.

Ese libro lo tiene ahora el declarante y lo dejó encargado en Ternaun á Benido Nancuante que se le pidió para aprender sus hechizos.

Ese libro es impreso y tiene tapas de cartón forradas en cuero.

En el mismo Quincaví los indígenas desde un tiempo muy remoto, pero que debe guardar cierta conformidad con la llegada de la Chillpila, construyeron una casa subterránea que todos la denominan con el nobmre de Cueva de Quincaví. Esta cueva se halla situada en una quebrada inmediata á la casa en que vivió el finado José Merimañ, desde donde hay un camino para llegar á ella. De la casa donde vive Aurora Quinchén también parte otro camino que deja la cueva á la derecha como á distancia de cuarenta metros. Esa habitación está enmaderada, por dentro y tiene una mesa, cuatro sillas principales y tres bancos de madera.

Ahora veinte años y cuando era rey José Merimañ, se le ordenó fuera á dicha cueva para llevarle carne á unos animales que había dentro de ella. Cumplió la órden, llevándoles carne de un cabrito que degolló.—Merimañ lo acompañó y al llegar á la cueva, éste comenzó á dar unos saltos que acostumbran los brujos y en seguida abrió la puerta. Esta se hallaba cubierta con una capa de tierra (céspedes con pasto, para ocultarla) y cerrada con una chapa que tenía llave de alquimia. Se valió de ésta para abrirla y luego vinieron de adentro dos séres completamente desfigurados que se parecía el uno á un chivato porque también se arrastraba y el otro era un hombre desnudo y con barba y pelo completamente blancos y que le llegaban á la mitad del cuerpo. Á este último le conocían con el nombre de «Ibunche» y aquel con el de «Chivato». Este también tenía el pelo y la barba blancas y muy largos y su cuerpo lo tenía cubierto de una especie de cerda que le habían hecho salir con la yerba picochihún que se halla en los traiguenes, ó saltos de agua, con la cual le hacían fricciones y también se la hacían beber, sacándole el zumo de las hojas. Estos habitantes de la cueva aparentaban tener como cincuenta años, y después de su fundación existían reemplazándolos por otros cuando ellos morian.

Para adquirirlos se reunpia el consejo y determinaban las personas que debían ser el Ibunche y el Chivato y aun cuando ellos no quisieran, los tomaban por la fuerza y los encerraban en la cueva. Ahí los acostumbraban á vivir sin permitir que salieran á ninguna parte y manteniéndolos con carne de chivatom de cabritos y de niños difuntos que robaban en el panteón y dándoles á beber agua de picochihuín. Así acostumbraban á esos individuos a desempeñar el papel que de antemano se les había encomendado. De esta manera permanecían encerrados y sólo cuando ya estaban convencidos de que no se irían á ninguna parte, amenazándolos con la pena de la vida si se arrancaban, les daban de cuando en cuando permiso para que salieran de noche á divertirse. Esta libertad consistía en salir á dar brincos y gritos en la pampa como chivatos.

Tienen la creencia de que esos dos encerrados se convertían al fin en diablos, por cuyo motivo nunca les llevan sino carne de cabro, como única alimentación.

Dos veces no más les llevó carne de cabrito, al Chivato y al Ibunche, consiguiendo así verlos, además de otra ocasión en que tuvieron consejo, en la misma cueva, José Merimañ, José Quinchipane y el declarante, con el fin de atentar contra la vida de Eusebio Pindo de Pelo, en Tocoihue, porque tenía muchos víveres y no les participaba. El declarante se opusó á la determinación que querían tomar y se retiró sin saber lo que acordaron, pero á los ocho fías falleció el expresado Pindo y no supo quien le daría la muerte.

El Chivato y el Ibunche estaban ahí sin tomar parte en nada y los hacían colocar á la entrada.

Desde entonces no les vió más.

Marimañ falleció poco tiempo después y entró á reemplazarlo José Chodil. A la muerte de éste, le sucedió su mujer Aurora Quinchén, quién se mancomunó con Cristino Quinchén hasta hace un añó en que Antonio Nauto, por comisión del Rey de las Españas (Payos), Juan Pedro Chiguai, la separaron del cargo y se nombró en su lugar á Domingo Coñuecar y al declarante, los que aún no estaban confirmados por los pueblos.

Aquí advierte que para cada nombramiento que hace el rey, se reunen los cabildos para aprobarlo, y es sólo entónces cuando todos les aceptan sin dificultad sus órdenes.

El libro de Moraleda y la llave de la cueva se las había entregado José Aro, que es reparador de la «Recta Provincia», quien conservaba dichos objetos desde la muerte de Marimañ.

El libro, como lleva dicho, lo dejó el declarante en poder de Benito Nancuante.

A los tres días de haberse recibido de su nuevo puesto ordenó a Miguel Raicagüin de Ternaun y al finado José Calbuyagüe que llevaran la llave y fueran á abrir la cueva.Volvieron diciéndole que no se podía abrir y que la puerta estaba trancada por dentro. En vista de esto creyéndose que no tenía facultad para romper la puerta, le previno á su pueblo que se reunieran para acordar lo conveniente. El Rey de las Españas ordenó también que se hiciera esto, y estaban citándose con ese objeto cuando los decubrieron y los redujeron á la prisión en que se hallan.

La llave de la cueva, dice, la tenía oculta en un campanario, el cual se incendió hace poco tiempo y como era de alquimia se derritió con el fuego.

No se sabe que harían José Chodil, Aurora Quinchén y Cristino Quinchén del Chivato y del Ibunche, pues nunca lo llevaron á la cueva é ignora si estarían vivos. En tiempo de Merimañ encima de la mesa de la cueva había muchos papeles, tinta y plumas para escribir, valiéndose de velas para alumbrarse.

Cuando se recibió, donde Juan Quinchepane, éste le dijo que debía tener un chayanco y un macuñ ó chaquetilla,

Llaman á lo primero una piedra cristalina, que también designan con el nombre dé mapa y que sirve para distinquir á los que son brujos. Ellos le dan este poder y el declarante ignora de donde las han adquirido sus compañeros. Lo segundo es una parte de la cutis de los brujos que mueren y que los que quieren tenerla la sacan, en el panteón, de la izquierda del cuerpo entre el pecho y la barriga. Esta cutis la curten con ciertas hierbas y en seguida los brujos se la cuelgan con unos cordones al lado izquierdo y con ella andan de noche produciendo una luz especial que los distingue sin saberse explicar la razón de este fenómeno.

Tres semanas antes de que los tomaran presos tuvieron una reunión en casa de Domingo Coñuecar presidida por el Rey de las Españas, Pedro Chiguay, y asisitieron algunos individuos de Chelín, Manatao y Achao que no los conoce, y asímismo Pedro Litiburco, Antonio Güinchucoi, Antonio Nauto, Antonio Coñuecar, María Runín y el declarante. La reunión tenía por objeto principal conseguir del rey que se abriera la cueva, y cómo se vió que no quiso hacerlo, cada uno se retiró los presentes que habían llevado (plata, género ú otras especies) y se fueron sin haber resuelto ninguna cosa.

Hace tres años recibió de José María Chiguay, rey anterior de las Españas y padre del actual, su título de rey de Santiago Tenaun y ese título lo quemó porque no le dió importancia en razón de que no le entregaban el libro que ya tantas veces ha nombrado.

Últimamente se le volvió á dar el mismo nombramiento por Juan Pedro Chiguay y este lo tiene oculto en una caja que está enterrada en su propia casa, cerca de donde dormía y debajo de un baúl. Dentro de la misma caja tiene también tres sentencias que ha expedido, siendo una de ellas contra Catalina Guenel, de Tenaun, por demanda de Catalina Canto, porque aquella le había quitado su marido; probado lo cual sentenció que Miguel Raicagüin diera muerte á la Guenel; á la semana siguiente falleció ésta y no sabe cómo Raicagüin la ejecutaría. Raicagüin era brujo y servía como policial para cumplir las órdenes que le dieran. Ese individuo tiene chaquetilla y chayanco en su misma casa. Catalina Canto pagó al declarante por la sentencia tres botellas de aguardiente, y éste á Raicagüin $ 1.50 en género blanco para que ejecutara su órden. Este hecho tuvo lugar ahora cuatro años. En la misma época y por demanda que le interpuso Juana Carimonci de que Juana Canto le había levantado el testimonio de vivir ilícitamente con su marido y mediante el pago de cuatro varas de tocuyo, ordenó al mismo Raicagüin diera muerte á la expresada Canto, la que falleció á los dos ó tres días y tampoco sabe de qué manera aquél la mataría.

Hace presente aquí que para el cumplimiento de estas resoluciones había ordenado que fueran ejecutadas por Pedro Guenchicoy, pero éste no quiso obedecerle diciendo que no sabía el arte.

Agrega de que poco antes de que lo tomaran preso, había ordenado á José Aro diera muerte á los dos hijos de don Fabián Cárdenas porque estos tenían quejas de los indígenas de que éste tenía muchos víveres y les cobraba mucho cuando le compraban. No dió á Aro ninguna medicina para cumplir su órden, pero el hecho es que los hijos de Cárdenas llamados Francisco y José María Cárdenas, fallecieron como á los ocho dias después; ignora el remedio que les daría Aro, pues éste conoce todas las medicinas y venenos.

Por Nicolás Coñuecar sabe que su mujer Mienela Tocor envenenó y mató á la madre de éste, Felipa Tuimpare, dándole una dósis grande de zumo de qwlmay. Modifica en esta parte su declaración diciendo que el que le dijo esto fué Luis Coñuecar padre de Nicolár, pero no le refirió otra cosa.

Se cree en su pueblo que Estéban Carimonci, ha envenenado á su suegra Juana Coyopai, á su cuñado Márcos Carimonci y á una cuñada de ocho años cuyo nombre ignora. Todas estas muertes tuvieron lugar sucesivamente y hace algunos años. Carimonci tenía disputas con la familia de su mujer, por terrenos, y por esto creen de que él mismo, sin orden de nadie, los haya envenenado.

En octubre ó noviembre del año próximo pasado, y hallándose trabajando en Quemché, en la máquina de don Miguel Monttet, Estéban Carimonci y Juan Chiguay, Carimonci envenenó al último por una cuestión de un chancho; esto no lo vió pero se lo oyó decir á la misma familia de Chiguay, quienes le dijeron que el cuerpo de éste había quedado amoratado y hecho pedazos.

Refiere que él no sabe más, y que nucna ha tenido ni chaquetilla ni chayanco, porque habiendo muerto Bermián, ante quien había hecho el compromiso de tenerlos, se creyó no tenia ya la obligación y por eso no se cuidó de usarlos. Asegura que su finado hermano Andrés Coñuecar tenía todas estas cosas y al morir se las dejó á Justo Perán, de Colo, junto con otras hierbas.

Advierte que el chayanco lo designan también con el nombre de revisorio y agrega que los hechiceros usan unos huesos, que designan con el nombre de camahuetos los cuales sirven para restregarse con ellos cuando tienen algún dolor; los huesos, según la tradición, provienen de un animal marino; son muy escasos y tienen algún valor. Otro de los remedios favoritos entre los de su casta, es la tierra de las sepulturas, donde se han desecho los cadáveres, para quitar la hinchazones, usándola con agua de mar ú orines y poniéndola como cataplasmas.

La chaquigua la emplean en infusión, en pequeña cantidad, para las lombrices; en cocimiento para la sarna, junto con el zumo de la hoja verde: Tomada en gran cantidad es veneno.

Se negó á dar mas explicaciones, con lo cual tuvo que suspenderse la diligencia según consta bajo la firma del secretario del juzgado señor Sanchez Goicolea.

Declaración de José Aro Calisto.—......Asegura que él de su cuenta no ha envenenado á nadie, pues aún cuando también es curandero, aplica remedios determinados que no pueden llegar á causar la muerte: así por ejemplo, emplea para uso esterno contra enfermedades de aire, la piedra-alumbre y el huevo como fresco, la atinea como pectoral, la cachanlagua para la pulmonía, la piedra de ara para colocarla en todos los remedios, como cosa que tenía una virtud especial, y la cual la usaba poniendo de ella una pequeña dósis en polvo, y por último la pepita de San Ignacio como calmante.

Declaración de Aurora Quinchén Anguil.—.......Previene que lo que llaman chayanco para conocer los brujos, es una tapa de botella de vidrio, á lo ménos es cosa que se le parece, que el colmillo de lobo lo usan para las almorranas y lo calientan hasta que se pueda aguantar.

Por el finado Domingo Calbuyagüe sabe que para la enfermedad de la locura, usan con agua bendita la carne quemada con polvo de cahuel.

El camahueto es hueso que los entendidos recogen en los ríos y lo emplean en las dislocaciones ó quebraduras. Lo raspan y con huevo y harina de trigo hacen un emplasto que lo ponen en la parte afectada con un papel colado, pero dando antes un tajo adonde está la herida.

A la piedra lipe y al dardenillo le dan también el nombre de hueñoto.

El macuñ es un candil de aceite humano que sirve para alumbrar sus principales ceremonias. Capuca y millahuillin son dos piedras de río medicinales las cuales frotándolas en agua y regando las papas que se van á sembrar, hácen producir una excelente cosecha.

El cachín, terrible enfermedad que en Chiloé es común y que se ignora su orígen, se produce por una clase de hormigas que hay en los palos secos y podridos. Los brujos recojen esas hormigas y se las largan á quienes quieren hacer sufrir. Se cura esta enfermedad haciendo un emplasto de las yerbas ibircún, megüelliuden y agua salada, curando las heridas con esta ultima.

Vocado es un remedio que usan los brujos para causar á los hombres una enfermedad que les hincha la barriga, que les dá mucha sed, muchos vómitos, sin que les pérmita pasar nada en el estómago, y que los aniquila por completo hasta que llegan á morir. Ese remedio lo hacen de lagartijas y sapos que secan al sol y después, en una pequeña narigada, la ponen en polvo, en alguna bebida que se quiere dar á la víctima. Suelen llegar á restablecerse de esa enfermedad aplicando las mismas lagartijas y sapos tostados con sal, también en una pequeña narigada, y tomando esto con agua bendita; así, en una semana, pueden restablecerse.

Puntada—Espina de B chai—Miembros recojidos.—La puntada la curan con sal, ciprés y la cavalonga, en muy pequeña cantidad, tostadas, y en seguida poniéndola á hervir en una cantidad de agua, que es la que se toma.

La espina de mechay es venenosa y forma tumores en la parte del cuerpo adonde penetra. Se cura con parches de ajenjo, yerba buena, poleo é ibircún y hueso de venado en polvo. Todo esto se mezcla y con el líquido que salga se hace la curación.

Declaración de Domingo Coñuecar.—.......Hace año y medio Antonio Nauto en unión de Mateo Coñuecar lo nombraron Reparador sobre la tierra, con el objeto de que repare á las personas para que no cometan maldades, para nombrar médicos en los pueblos y para vigilar á los que llegaran de otras partes á su pueblo.

Declaración de Cristino Quinchén.—........Que las medicinas que se le encontraron en su poder las emplea para su propia familia y son piedra de zay para sofocaciones; que la cardenilla y piedra lipe las da disueltas en agua tibia como vomitivo y en muy pequeña cantidad; que nida, es una piedra que se recoge en la playa de Cocotué y sirve para atraer peces, con lapue y ámbar; que el hueso que llama de unicornio sirve para mejorar la respiración y usándolo en fricciones con piedras de río y dando de beber el agua al paciente, y que el yapue es una yerba marina que seadhiere á los peñascos y que se recoge en las playas de Cucao, para atraer también peces......

Sigue en sus declaraciones acusándo de crímenes á infinidad de brujas—tal cual lo hacían todos sus compañeros de proceso—ya para declararse inocentes ó satisfacer venganzas antiguas.

Mas de cien revelaciones de otros testigos son más ó menos análogas y dejan establecido que la constitución de su casta era completa y muy difundida en todo el sur del país. Sus reyes eran sagrados y sus cabildos y otras autoridades como representantes de la tierra, visitadores, reparadores, vice-presidentes sobra la tierra, embajadores de España, de Lima, jueces, ejecutores, maestros etc. tenian amplísimos dictatoriales poderes.

Atoda la provincia de Chiloé la llaman la Recta Provincia, á Tenaun, la capital de Santiago, y á todas ias aldeas las bautizaban con diversos nombres como Buenos Ayres, Ñublé, Lima, Antofagasta, Bolivia, Arica, Perú etc.

Con razón el Intendente don Luis M. Rodriguez se preocupó activamente de sujetar la invasión de los brujos, cuando hasta en la misma ciudad de Ancud se habían establecido sus flamantes autoridades.

En el expediente que hemos apuntado se encuentran también numerosos documentos de los Reyes y Diputados, y procesos y sentencias de sus jueces, escritos y refrendados por secretarios, siendo, muchas de éstas, sentencias de muerte.



  1. Historia General del Reino de Chile, Flandes indiano, por el R.P. Diego de Rosales, de la Compañía de Jesús (1535-1652), dos veces Provincial de la Provincia de Chile, Calificador del Santo Oficio de la Inquisición, y natural de Madrid. Dedicado al Rey de España don Carlos II. Publ. anot. y precedida de la vida del autor y de una extensa noticia de sus obras, por Benjamín Vicuña Mackenna. Valparaíso, Imprenta de «El Mercurio». Año 1877.
  2. Los puntos suspensivos corresponden á destrucciones del texto original
  3. CANTTO XXII

    Vimos allí del lince preparados
    Los penetrantes ojos virtüosos
    En cierto tiempo y conjunción sacados,
    Y los del basilisco ponzoñozos;
    Sangre de hombres bermejos enojados
    Espumajos de perros, que rabiosos
    Van huyendo del agua, y el pellejo
    Del pecoso quersidros cuando es viejo.

    También en otra parte parecía
    La coyuntura de la dura hiena,
    Y el meollo del cencris, que se cría
    Dentro de la Libia en la caliente arena;
    Y un pedazo del ala de una harpía,
    La hiel de la informe Anfisibena,
    Y la cola del áspide revuelta,
    Que dá la muerte en dulce sueño envuelta.

    Moho de calavera destroncada
    Del cuerpo que no alcanza sepultura,
    Carne de niña por nacer sacada
    No por donde la llama la natura,
    Y la espina también descoyuntada
    De la sierpe cerastes, y la dura

    Lengua de la emorrois, que aquel que hiere
    suda toda la sangre hasta que muere.

    Vello de cuantos monstruos prodigiosos
    La supérflua natura ha producido;
    Escupidos de sierpes venenosos,
    Las dos alas del yáculo temido,
    Y de las seps los dientes ponzoñosos,
    Que el hombre ó animal della mordido
    De súbito hinchado como un odre,
    Huesos y carne se convierte en podre.

    Estaba en un gran vaso trasparente
    El corazón del grifo atravesado,
    Y ceniza del fénix, que en oriente
    Se quema él mismo de vivir cansado;
    El unto de la scitala serpiente,
    Y el pescado aquineis, que en mar airado
    Al curso de las naves contraviene,
    Y a pesar de los vientos los detiene.

    No faltaban cabezas de escorpiones,
    Y mortíferas sierpes enconadas,
    Alacranes y colas de dragones,
    Y las piedras del águila preñadas;
    Buches de los hambrientos tiburones
    Menstruo y leche de hembras azotadas,
    Landres, pestes, venenos, cuantas cosas
    Produce la natura ponzoñosas.

  4. Claudio Gay. Su testamento y rectificaciones, por Benjamin Vicuña Mackenna.—Santiago. Agosto de 1878.—(Publicado en la Estrella de Chile de id. id.)
  5. Arte de la lengua general del reino de Chile. Con un diálogo chileno-hispano muy curioso: á que se añade la doctrina cristiana, coplas, confesonario y pláticas; lo más en lengua chilena y castellana: y por fin un vocabulario hispano-chileno y un calepino chileno-hispano más copioso, compuesto por el padre Andrés Febres, misionero de la Compañía de Jesús. Año de 1764.-Dedicado á María Santísima, madre de la luz Increada, Abogada especial de las misiones. Con licencia: en Lima, en la calle de la Encarnación.- Año de 1765.
  6. Córdoba y Figueroa. Ob. cit.
  7. Otros escriben alue y lo hacen sinónimo de pillán. Así Jorge de Eguía y Lumbe, dice: «la máquina de abusiones y hechiceros confiesan por el más poderoso al diablo, á quien lo nombran Pillán y Alue».

    Último deʃengaño de la guerra de Chile, etc. Sin fecha ni lugar de impresión y al parecer de Madrid y de 1664.-Fol. 16 hojas,.(Bibliot. Hispano chileno). Por J. T. Medina.-T. II. Santiago de Chile, impreso y grabado en casa del autor. MDCCCXCVIII.

  8. Historia Militar Civil y Sagrada de lo acaecido en la conquista y pacificación del reino de Chile, desde la primera entrada de los españoles hasta la mitad del siglo XVIII de nuestra redención. Escribióla el padre maestro Miguel de Olivares de la Compañía de Jesús, natural del reino de Chile, 1761.
  9. Informe del capitán Soto Pedreros-1693.-Aborígenes de Chile, por J. T. Medina.
  10. Informes personales recogidos en Arauco.
  11. Historia de la civilización de la Araucanía, por Tomás Guevara.- Santiago.-(Publicada en lós An. de la Univ.)-1899 y 1900.
  12. Archivo de la Real Audiencia de Santiago.-Vol. 495.-Pieza 4°- 90 hojas.
  13. Copias de algunas piezas del proceso de los brujos de Chiloé tomadas del expediente original.-del año 1880.-del juzgado de Ancud, por don Román Espech, y obsequiadas á don Benjamin Vicuña Mackenna.-Archivo Benjamín Vicuña Mackenna, Biblioteca Nacional de Santiago.
  14. Pinco, nombre genérico con que se designa al indígena chilote.
  15. Los campesinos de Chiloé hablan en plural cuando le dirigen preguntas á personas de categoría; así preguntan ¿donde van? ¿que digeron? por ¿dónde va Ud? ¿que dijo Ud?
  16. Mal tirado, llaman la enfermedad que aplica á voluntad uno que ««entienda el arte» (que sea brujo)
  17. Las mareas ordinarias en Chiloé son muy altas, lo suficiente para que los vapores de la P. S. N. C. queden en seco y vuelvan á ponerse á flote. Las grandes mareas de los novilunios alcanzan hasta 6 metros.
Historia general de la medicina, tomo I de Pedro Lautaro Ferrer

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