Historia eclesiástica del pueblo inglés: Libro primero

Libro primero.

Capítulo 1. De la ubicación de Britania e Irlanda y de sus antiguos habitantes.

Britania, una isla en el océano, antiguamente llamada Albión, está al noroccidente y, aunque a una distancia considerable, está de cara a las costas de Alemania, Francia y España que forman la mayor parte de Europa. Se extiende 1.290 kilómetros hacia el norte y mide 320 kilómetros de ancho, excepto donde varias montañas se extienden aún más a lo ancho por lo cual alcanza los 7.845 kilómetros. Hacia el sur está Galia Bélgica. En su costa más cercana hay un paso fácil desde la ciudad de Rutubi Portus, ahora transformado por los ingleses en Reptacaestir. La distancia desde aquí, a través del mar, hacia Gessoriacum, la costa más cercana en el territorio de Morini, es de 80 kilómetros, o como algunos escritores dicen, 450 “furlongs”. Al otro lado de la isla, donde se abre ante un océano sin fin, están las islas llamadas Orcadas. Britania es rica en granos y árboles y está bien adaptada para alimentar el ganado y los animales de carga. También produce vinos en algunos lugares y tiene muchos animales de tierra y agua de diversos tipos; también se destaca por ríos en los que abundan peces y por sus incontables manantiales. Tiene la mayor variedad de salmones y anguilas; las focas también se cazan frecuentemente así como delfines y ballenas; tiene aparte una amplia diversidad de mariscos, como mejillones, en los cuales se encuentran excelentes perlas de todos los colores: rojas, púrpuras, violetas y verdes, pero sobre todo blancas. También hay gran abundancia de caracoles de los cuales se produce la tinta escarlata, el rojo más bonito, y que nunca desaparece con el calor del sol o la exposición a la lluvia, pero entre más vieja es, más bella se vuelve. Tiene manantiales calientes y de sal y de ellos fluyen ríos que facilitan un baño caliente adecuado para todas las edades y ambos sexos y en lugares separados, como lo es requerido. En cuanto al agua, como dice San Basilio, recibe la cualidad del calor y cuando corre por ciertos metales se torna no solamente caliente sino también hirviente. Britania también es rica en metales como cobre, hierro, plomo y plata; produce una gran cantidad de excelente azabache, que es negro y brillante, y se quema cuando se pone el fuego y cuando se pone al fuego espanta a las serpientes; cuando se calienta al frotarla, atrae cualquier cosa que se le aplique, como ámbar. Las isla antiguamente estaba distinguida por 28 ciudades famosas sin contar innumerables fuertes, los cuales estaban asegurados con muros, torres, compuertas y barras. Y, porque está casi debajo del Polo Norte, las noches son iluminadas durante el verano lo que hace que a medianoche los espectadores usualmente dudan de si el crepúsculo aún sigue o si el amanecer ya ha venido, pues el sol en la noche vuelve al oriente en las regiones del norte sin pasar lejanamente debajo de la Tierra. Por esta razón, los días son largos en el verano y, por el otro lado, las noches del invierno duran 18 horas, pues el sol se va al sur. De manera similar, las noches son muy cortas en verano y los días en invierno duran solamente seis horas equinocciales. Mientras que en Armenia, Macedonia, Italia y otros países en la misma latitud, el día o la noche más largos duran 15 horas y los más cortos duran nueve.

Actualmente hay en la isla, tomando en cuenta el número de libros en los cuales se escribió la Ley divina, cinco idiomas de diferentes naciones que se utilizan en el estudio y la confesión del propio conocimiento que es la mayor verdad y verdadera majestuosidad, éstos son: el inglés, el británico, el escocés, el picto y el latín, éste último habiéndose convertido común para todos mediante el estudio de las Escrituras. Pero al principio esta isla no tenía más habitantes que los bretones de los cuales se origina su nombre y quienes, viniendo a Britania desde Armórica, como es reportado, se establecieron en el sur. Comenzando desde el sur, ocuparon la mayor parte de la isla hasta que la nación de los pictos, navegando el mar desde Escitia, como es reportado, en unos cuantos barcos de guerra y siendo empujados por los vientos más allá de los límites de Britania, llegaron a Irlanda y desembarcaron en sus costas del norte. Ahí, al encontrar la nación de los escoceses, les rogaron que los dejaran vivir entre ellos, pero no tuvieron éxito en su petición. Irlanda es la isla más larga después de Britania y está al occidente de ella; pero es más pequeña que Britania hacia el norte, pero, por otro lado, se extiende profundamente hacia el sur encima del norte de España, aunque un amplio mar está entre ellos. Los pictos entonces, como se dijo, llegando a esta isla por mar quisieron tener un lugar para ellos en el que pudieran vivir. Los escoceses respondieron que las isla no los podía tener a ambos; pero “Podemos darles un buen consejo”, dijeron, “por lo cual podrían saber qué hacer; sabemos que hay otra isla no muy lejos de la nuestra hacia el oriente que a veces vemos a la distancia cuando los días están despejados. Si van allá podrán asentarse y, si alguien se les opone, les ayudaremos”. Los pictos, entonces, navegaron hacia Britania y comenzaron a habitar el norte pues los bretones se hicieron en el sur. Los pictos no tenían esposas y les pudieron unas a los escoceses que no se las darían a menos que eligieran a un rey de la raza real femenina en lugar de la masculina, cuya costumbre, como es bien sabido, se puede observar entre los pictos hasta el día de hoy. Con el tiempo, Britania, aparte de los bretones y los pictos, recibieron una tercera nación: los escoceses, quienes, migrando desde Irlanda bajo su líder, Reuda, en paz o en guerra lograron asegurar asentamientos entre los pictos y que aún poseen. Por el nombre de su comandante, hasta el día de hoy son llamados Dalreudini, pues en su lenguaje “Dal” significa “una parte” y él mismo fundó una colonia en Escocia.

Irlanda es más ancha que Britania y tiene un clima mucho más saludable y templado pues la nieve rara vez está más de tres días; ningún hombre hace heno en el verano para las provisiones de invierno ni construyen establos para los animales de carga. No hay reptiles y las serpientes no pueden vivir ahí pues, aunque las serpientes frecuentemente son llevadas allá desde Britania, apenas el barco se acerca a la costa y el rastro del aire les llega, ellas mueren. En contraste, casi todas las cosas en la isla son eficaces contra el veneno. En realidad, sabemos que cuando los hombres son mordidos por serpientes, las hojas rasgadas de los libros que son traídos desde Irlanda, cuando se ponen en agua y se les da de beber, inmediatamente absorben el veneno que se esparce y alivia la hinchazón.

La isla tiene abundante leche y miel y no hay escasez de viñas, peces o aves y se destaca por la caza de venados y corzos. Es originalmente el país de los escoceses quienes, migrando de allí, como se ha dicho, formaron la tercera nación en Britania además de los bretones y los pictos. Hay un muy largo golfo que antiguamente dividía la nación de los bretones y los pictos, corre desde el occidente hasta muy dentro de la tierra donde, hasta el día de hoy, yace una fuerte ciudad de los bretones llamada Alcluith. Los escoceses, llegando en el lado norte de esta bahía, se asentaron ahí.

Capítulo 2. Cómo Cayo Julio César fue el primer romano que llegó a Britania.

Hasta ahí Britania no había sido nunca visitada por los romanos y desconocían de su existencia antes de tiempos de Cayo Julio César quien, en el año 693 luego de la fundación de Roma, en el 60mo año antes de la Encarnación de nuestro Señor, era el cónsul de Lucio Bíbulo. Mientras estaba en guerra con los germanos y los galos que estaban divididos solamente por el río Rin, llegó a la provincia de Morini el cual es el paso más corto y cercano a Britania. Aquí, después de haber provisto unos ochenta barcos de carga y barcos con remos, navegó hacia Gran Bretaña; donde, al haber luchado por primera vez en una batalla, y luego de encontrarse con una tormenta violenta, perdió una considerable parte de su flota, no pocos soldados y casi todos sus caballos. Al regresar a la Galia, puso a sus legiones en cuarteles de invierno y dio órdenes de construir seiscientas velas de ambos tipos. Con estos, volvió a pasar a principios de la primavera en Gran Bretaña, pero, mientras marchaba con un gran ejército hacia el enemigo, los barcos, que anclaban fondeados, fueron golpeados por una tempestad, uno contra el otro, o fueron empujados contra las arenas y destrozados. Cuarenta de ellos se hundieron, el resto fueron reparados con mucha dificultad. La caballería de César fue, a la primera carga, derrotada por los británicos, y Labieno, el tribuno, asesinado. En su segunda batalla, él, con gran peligro para sus hombres, hizo huir a los británicos. Desde allí se dirigió al río Támesis, donde una inmensa multitud de enemigos se habían colocado en el lado más alejado del río, bajo el mando de Casibelauno, y cercaron la orilla del río y casi todo el vado bajo el agua con estacas afiladas: Los restos de estos se deben ver hasta el día de hoy, aparentemente del grosor del muslo de un hombre, y al estar revestidos de plomo, permanecen fijos en el fondo del río. Esto, siendo percibido y evitado por los romanos, los bárbaros, incapaces de resistir el impacto de las legiones, se escondieron en el bosque, desde donde castigaron a los romanos con repetidas incursiones. Mientras tanto, la ciudad fuerte de Trinovantum, con su comandante Androgeo, se rindió a César, dándole cuarenta rehenes. Muchas otras ciudades, siguiendo su ejemplo, hicieron un tratado con los romanos. Con su ayuda, César finalmente, con mucha dificultad, tomó la ciudad de Casibelauno, situada entre dos pantanos, fortificada por los bosques adyacentes y abundantemente amueblada con todo lo necesario. Después de esto, César regresó a la Galia, pero apenas había puesto a sus legiones en cuarteles de invierno, se vio repentinamente acosado y distraído con guerras y tumultos levantados contra él por todos lados.

Capítulo 3.

Cómo Claudio, el segundo de los romanos que llegaron a Britania puso las Islas Órcadas bajo el yugo romano; Y Vespasiano, enviado por él conquista la Isla de Wight bajo su dominio.

En el año de Roma 798, Claudio, cuarto emperador desde Augusto, deseoso de mostrarse a sí mismo como un príncipe beneficioso para la república, y ansioso por la guerra y la conquista, emprendió una expedición a Britania, que parecían ser provocadas por la rebelión de tribus que negaban a someterse a Roma. Era el único, antes o después de Julio César, que se había atrevido a viajar a la isla; sin embargo, en pocos días, sin pelea ni derramamiento de sangre, la mayor parte de la isla se rindió en sus manos. También agregó al imperio romano las Órcadas, que se encuentran en el océano más allá de Gran Bretaña, y luego, regresando a Roma el sexto mes después de su partida, le dio a su hijo el título de "Británico". Esta guerra concluyó en el cuarto año de su imperio, que es el cuadragésimo sexto de la encarnación de nuestro Señor. En qué año ocurrió una hambruna más grave en Siria, que, en los Hechos de los Apóstoles, se registra que fue profetizada por el profeta Agabo. Vespasiano, que fue emperador después de Nerón, siendo enviado a Gran Bretaña por el mismo Claudio, trajo también bajo el dominio romano la Isla de Wight, que está al lado de Gran Bretaña en el sur, y tiene aproximadamente treinta millas de longitud de este a oeste, y doce de norte a sur; estando a seis millas de distancia de la costa sur de Gran Bretaña en el extremo este, y tres solo en el oeste. Nerón, sucediendo a Claudio en el imperio, no intentó nada en los asuntos marciales; y, por lo tanto, entre otros innumerables perjuicios traídos al estado romano, casi perdió Britania; porque bajo su mando, dos ciudades nobles fueron tomadas y destruidas.

Capítulo 4.

Lucio, Rey de Britania, escribe al papa Eleuterio sobre su deseo de ser bautizado.

En el año de la encarnación de nuestro Señor 156, Marco Antonino Vero, el decimocuarto de Augusto, fue nombrado emperador, junto con su hermano, Cómodo. En su tiempo, mientras Eleuterio, un hombre santo, presidía la iglesia romana, Lucio, rey de los britanos, le envió una carta en la que le rogaba que por su mandato se le hiciera cristiano. Pronto obtuvo su piadosa solicitud, y los britanos conservaron la fe, que recibieron sin corrupción y completa, en paz y tranquilidad hasta la época del emperador Diocleciano.

Capítulo 5.

Cómo el Emperador Severo dividió una parte de Britania del resto con una muralla.

En el año de nuestro Señor 189, Severo, un africano, nacido en Leptis, en la provincia de Trípolis, recibió la púrpura imperial. Era el decimoséptimo de Augusto, y reinó diecisiete años. Siendo naturalmente severo y comprometido en muchas guerras, gobernó el estado vigorosamente, pero con muchos problemas. Habiendo salido victorioso en todas las penosas guerras civiles que ocurrieron en su tiempo, la revuelta de casi todas las tribus confederadas lo atrajo a Britania; y, después de muchas batallas grandes y peligrosas, pensó que era conveniente dividir esa parte de la isla, que había recuperado de las otras naciones no conquistadas, no con un muro, como algunos imaginan, sino con una muralla. Porque un muro está hecho de piedras, pero una muralla, con la cual los campamentos están fortificados para repeler los ataques de los enemigos, está hecha de tepes, cortada de la tierra y elevada por encima del suelo como un muro, enfrente de la zanja de donde tomaron los tepes, y fuertes estacas de madera fijadas en su parte superior. Así, Severo dibujó una gran zanja y una fuerte muralla, fortificada con varias torres, de mar a mar; y luego se enfermó y murió en York, dejando a dos hijos, Basiano y Geta; de quien Geta murió, se juzgó un enemigo público; pero Basiano, habiendo tomado el apellido de Antonino, obtuvo el imperio.

Capítulo 6.

Del reino de Diocleciano y de cómo persiguió a los cristianos.

En el año de la encarnación de nuestro Señor 286, Diocleciano, el trigésimo tercer Augusto y el emperador elegido por el ejército, reinó veinte años y creó a Maximiano, de apellido Herculio, su par en el imperio. En su tiempo, un Carausio, de muy mal nacimiento, pero un soldado experto y capaz, designado para proteger las costas, infestado por francos y sajones, actuó más en perjuicio que en beneficio de la comunidad; y por no restaurar a sus dueños el botín tomado de los ladrones, pero guardándose todo para sí mismo, se sospechaba que por negligencia intencional sufría que el enemigo infestara las fronteras. Al enterarse, por lo tanto, de que Maximiano envió una orden para que le mataran, se colocó las túnicas imperiales y se posesionó de Britania, y después de haberla retenido valientemente durante siete años, finalmente lo ahorcaron hasta la muerte por la traición de su socio, Alecto. El usurpador, después de haber obtenido la isla de Carausio, la sostuvo durante tres años, y luego fue vencido por Asclepiodoto, el capitán de las bandas pretorianas, quien al final de diez años restableció Britania al imperio romano. Mientras tanto, Diocleciano en el este y Maximiano Herculio en el oeste, ordenaron que las iglesias fueran destruidas y que los cristianos fueran asesinados. Esta persecución fue la décima desde el reinado de Nerón, y fue más duradera y sangrienta que todas las demás anteriores; porque se llevó a cabo sin cesar durante diez años, con la quema de iglesias, la prohibición de personas inocentes y la matanza de mártires. Finalmente, también llegó a Britania, y muchas personas, con la constancia de los mártires, murieron en la confesión de su fe.

Capítulo 7.

Del martirio de San Albano y sus compañeros, que en ese momento derramaron su sangre por nuestro Señor. Año 305 de nuestro Señor.

En ese momento sufrió San Albano, de quien el sacerdote Fortunato, en la Alabanza de las Vírgenes, donde menciona a los benditos mártires que vinieron al Señor de todas partes del mundo, dice

En la isla británica nació el santo albanés.

Este escoto, aún siendo pagano, en el momento en que las crueldades de los príncipes malvados estaban enfurecidos contra los cristianos, dio entretenimiento en su casa a cierto clérigo, que huía de los perseguidores. A este hombre observó que se dedicaba a orar y vigilar continuamente día y noche; cuando, de repente, la gracia divina brillaba sobre él, comenzó a imitar el ejemplo de fe y piedad que se le había presentado, y gradualmente fue instruido por sus sanas advertencias, desechó la oscuridad de la idolatría y se convirtió en cristiano con toda sinceridad de corazón. El citado clérigo, que había sido entretenido algunos días por él, llegó a oídos del malvado príncipe, que este santo confesor de Cristo, cuyo tiempo de martirio aún no había llegado, estaba oculto en la casa de Albano. Con lo cual envió a algunos soldados para que lo buscaran estrictamente. Cuando llegaron a la casa del mártir, San Albano se presentó inmediatamente a los soldados, en lugar de su invitado y maestro, con el hábito o el abrigo largo que llevaba, y fue llevado atado ante el juez.

Sucedió que el juez, en el momento en que Albano fue llevado delante de él, estaba de pie junto al altar y ofrecía sacrificios a los demonios. Cuando vio a Albano, muy enfurecido de que, por su propia voluntad, se pusiera en manos de los soldados e incurriera en tal peligro en nombre de su invitado, ordenó que lo arrastraran a las imágenes de los demonios. Ante lo que él se puso de pie, diciendo: "Debido a que has elegido ocultar a una persona rebelde y sacrílega, en lugar de entregarla a los soldados, para que su desprecio por los dioses pueda enfrentar la pena debido a tal blasfemia, sufrirás todo el castigo que se le debía a él, si abandonas la adoración de nuestra religión ". Pero San Albano, que se había declarado voluntariamente cristiano a los perseguidores de la fe, no se sintió intimidado por las amenazas del príncipe, pero al ponerse la armadura de la guerra espiritual, declaró públicamente que no obedecería la orden. Luego dijo el juez: "¿De qué familia o raza eres?" "¿Qué le importa a usted?", Respondió Albano, "¿de qué población soy? Si desea escuchar la verdad de mi religión, sepa que soy cristiano y que estoy obligado por los deberes cristianos". "Te pregunto tu nombre", dijo el juez; "dime de inmediato". "Mis padres me llaman Albano", respondió él; "Y adoro al Dios verdadero y vivo, que creó todas las cosas". Entonces el juez, enardecido de ira, dijo: "Si disfrutas de la felicidad de la vida eterna, no te demores en ofrecer sacrificios a los grandes dioses". Albano respondió: "Estos sacrificios, que por usted se ofrecen a los demonios, no pueden aprovechar los temas, ni responder a los deseos o deseos de aquellos que les ofrecen sus súplicas. Por el contrario, cualquiera que ofrezca sacrificio a estas imágenes recibirá los eternos dolores del infierno por su recompensa ".

El juez, al escuchar estas palabras y enfurecido, ordenó a este verdugo confesor de Dios ser azotado por los verdugos, creyendo que podría sacudir con franqueza esa constancia de corazón, en la cual no podía prevalecer con las palabras. Él, siendo cruelmente torturado, soportó lo mismo con paciencia, o más bien con alegría, por el bien de nuestro Señor. Cuando el juez percibió que no debía ser vencido por las torturas, ni retirado del ejercicio de la religión cristiana, ordenó que lo mataran. Al ser llevado a la ejecución, llegó a un río que, con un curso más rápido, corría entre el muro de la ciudad y la arena donde iba a ser ejecutado. Allí vio una multitud. de personas de ambos sexos, y de varias edades y condiciones, que fueron indudablemente reunidos por instinto Divino, para asistir al bendito confesor y mártir, y que habían tomado el puente sobre el río de tal manera que apenas podía pasar esa noche. En resumen, casi todos habían salido, por lo que el juez permaneció en la ciudad sin asistencia. San Albano, por lo tanto, impulsado por un deseo ardiente y devoto de llegar rápidamente al martirio, se acercó al arroyo y, al levantar la vista al cielo, el canal se secó de inmediato, y se dio cuenta de que el agua se había ido e hizo camino para que él pase. Entre el resto, el verdugo, que debía haberlo matado, observó esto, y movido por la inspiración divina se apresuró a encontrarse con él en el lugar de la ejecución, y arrojando la espada que había llevado ya desenvainada, cayó a sus pies, rezando para que prefiera sufrir con el mártir, a quien se le ordenó ejecutar o, si es posible, en lugar de él.

Mientras que él, de un perseguidor, se convirtió en un compañero en la fe, y los otros verdugos dudaron en tomar el control de la espada que yacía en el suelo, el reverendo confesor, acompañado por la multitud, ascendió una colina, a unos 500 pasos del lugar, adornado o, más bien vestido con todo tipo de flores, con sus lados ni perpendiculares, ni siquiera escarpados, pero descendiendo a la llanura más hermosa, digna de su encantadora apariencia para ser el escenario de los sufrimientos de un mártir. En la cima de esta colina, San Albano rezó para que Dios le diera agua, e inmediatamente una fuente viva estalló ante sus pies, el curso estaba confinado, de modo que todos los hombres percibieron que el río también se había secado como consecuencia La presencia del mártir. Tampoco era probable que el mártir, que no había dejado agua en el río, quisiera algo en la cima de la colina, a menos que lo considerara adecuado para la ocasión. Después de haber realizado el servicio sagrado, el río volvió a su curso natural, dejando un testimonio de su obediencia. Aquí, por lo tanto, la cabeza del mártir más valiente fue golpeada, y aquí recibió la corona de la vida, que Dios ha prometido a quienes lo aman. Pero al que dio el golpe malvado, no se le permitió alegrarse por el difunto; porque sus ojos cayeron al suelo junto con la cabeza del bendito mártir.

Al mismo tiempo también fue decapitado el soldado, quien antes, a través de la amonestación divina, se negó a dar el golpe al santo confesor. De quien es evidente, que aunque no fue ordenado con el bautismo, fue limpiado por el lavado de su propia sangre y hecho digno de entrar en el reino de los cielos. Entonces, el juez, asombrado por la novedad de tantos milagros celestiales, ordenó que la persecución cesara de inmediato, comenzando a honrar la muerte de los santos, por lo que antes pensó que podrían haberse desviado de la fe cristiana. El bendito Albano sufrió la muerte el día veintidós de junio, cerca de la ciudad de Verulam, que ahora es por la nación anglosajona llamada Verlamacestir, o Varlingacestir, donde luego, cuando se restablecieron los tiempos cristianos pacíficos, una iglesia de maravillosa mano de obra y adecuada para su martirio fue erigida. En ese lugar, hasta el día de hoy no cesa la cura de las personas enfermas y el frecuente trabajo de las maravillas.

Al mismo tiempo sufrieron Aarón y Julio, ciudadanos de Ceaster, y muchos más de ambos sexos en varios lugares; quienes, cuando habían soportado varios tormentos, y sus miembros habían sido desgarrados de una manera inaudita, entregaron sus almas para disfrutar en la ciudad celestial de una recompensa por los sufrimientos por los que habían pasado.

Capítulo 8.

Cesa la persecusión. La Iglesia disfruta de la paz en Britania hasta la Herejía Arriana. Año 307 de nuestro Señor.

Cuando cesó la tormenta de persecución, los cristianos fieles, quienes, durante el tiempo de peligro, se habían escondido en bosques y desiertos, y en cuevas secretas, hicieron su reaparición, reconstruyeron las iglesias que habían sido arrasadas; fundaron, erigieron y terminaron los templos de los santos mártires y, por así decirlo, exhibieron sus enseñas conquistadoras en todos los lugares; celebraron festivales y realizaron sus ritos sagrados con corazones y bocas limpias. Esta paz continuó en las iglesias de Britania hasta que la blasfemia infectó también esta isla, hasta ahora limpia de la locura arriana, que, habiendo corrompido al resto del mundo, con el veneno de sus flechas; Cuando la peste se transmitía así al otro lado del mar, todo el veneno de cada herejía se precipitaba inmediatamente a la isla, siempre aficionada a algo nuevo, y nunca se mantenía firme ante nada.

En este momento, Constancio, quien, mientras Diocleciano estaba vivo, gobernó la Galia y España, un hombre de extraordinaria mansedumbre y cortesía, murió en Britania. Este hombre dejó a su hijo Constantino, nacido de Elena su concubina, emperador de los galos. Eutropio escribe que Constantino, siendo proclamado emperador en Britania, sucedió a su padre en la soberanía. En su tiempo estalló la herejía arriana, y aunque fue detectada y condenada en el Concilio de Niza, infectó a todas las iglesias del continente, incluso a las de las islas, con sus doctrinas pestilentes y fatales.

Capítulo 9.

De cómo en el reinado de Arcadio, Pelagio, un britón, impulsó una herejía contra la gracia de nuestro Señor.

En el año de nuestro Señor 394, Arcadio, el hijo de Teodosio, el cuadragésimo tercer Augusto, proclamó el imperio para él, con su hermano Honorio. Lo sostuvo durante trece años. En su tiempo, Pelagio, un británico, se extendió lejos y cerca de la infección de su pérfida doctrina en contra de la ayuda de la gracia divina, siendo secundada por su asociado Juliano de Campania, cuya ira se encendió por la pérdida de su obispado, de los cuales él acababa de ser privado. San Agustín y los otros padres ortodoxos citaron a miles de autoridades católicas contra ellos, pero no corrigieron su locura; pero, o por el contrario, su locura se vio más bien aumentada por la contradicción, y se negaron a abrazar la verdad; que Prospero, el retórico, ha expresado bellamente así en verso heroico

"Un garabateador vil, inflamado con un rencor infernal, Contra el gran Agustín se atrevió a escribir; Serpiente presuntuosa! ¿Quieres arrastrarte por la tierra y mirar a los hombres? Seguro que te alimentaste de las llanuras ceñidas de Gran Bretaña, O en tu pecho reina el azufre vesuviano ".