Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes (Tomo I): Introduccion

​Historia de Cristóbal Colon y de sus viajes (Tomo I)​ (1858) de Roselly de Lorgues
Introduccion

INTRODUCCION.


I.


El dia 20 de Mayo de 1506 exhaló el último suspiro en un meson de Valladolid el virey de las Indias don Cristóbal Colon. En torno de su lecho estaban sus dos hijos, algunos frailes franciscanos y siete personas de su servicio.

La muerte del hombre, que habia descubierto un nuevo mundo, ni apenó á Castilla, ni se supo en el estranjero. En aquellos momentos preocupaba la atencion de las jentes la llegada de la infanta doña Juana, hija de Isabel la católica, que con su esposo el archiduque Felipe de Austria venia á tomar posesion de su herencia. El entusiasmo era jeneral, los grandes acudieron á recibirlos, apenas se tuvo noticia de su desembarco en la Coruña, despues de un viaje azaroso, y el hermano predilecto del almirante, su amigo de la infancia abandonó la cabecera del enfermo, y fué en su nombre y en provecho de sus sobrinos á felicitar á los nuevos soberanos. Pero desgraciadamente para Colon las indiscreciones tenidas sobre las contínuas reyertas de la jóven pareja, las desagradables desavenencias que se decia separaban ya á yerno y suegro, las divisiones de palacio, los partidos que de ellas se formaban, traian los ánimos inquietos sobre el porvenir, é hicieron olvidar su suerte. Ademas, hacia mucho que estaba en desgracia con don Fernando,*[1] y como es natural, con los cortesanos tambien, no obteniendo por ese motivo el que legó á Castilla la mitad del globo, ni honras fúnebres, ni monumento, ni epitáfio.

Tal era la indiferencia por él, que un literato lombardo, entónces muy en boga, llamado Pedro Mártir de Angleria, que se preciaba en otra época de su amistad, y que vivia en España con la esperanza (son sus palabras) de inmortalizarse, si escribia la historia de los primeros sucesos del descubrimiento, ni siquiera se dignó mencionar esta pérdida, aconteciendo lo propio con el Cronicon de Valladolid, que desde el año de 1333 al de 1539 tuvo cuidado de consignar hasta las mas triviales noticias de interes local. Era visto que para Colon el silencio del desamparo precedia al del sepulcro. Sus restos gloriosos y desatendidos fueron depositados piadosamente en el convento de San Francisco, por los únicos amigos que le quedaron siempre fieles, los relijiosos de la Orden Seráfica.

No obstante; al cabo de siete años volvió en sí de su falta don Fernando, y queriendo dejar en sus anales un ejemplo de su real gratitud, pensó en el hombre que acrecentara el esplendor de España de un modo tan portentoso, y al que en recompensa habia asesinado con su mala fé, su política ruin, y sus calculadas demoras. Ordenó pues, que se hiciesen al finado funerales, conformes á su rango de grande almirante, y en su consecuencia trasladaron su ataud á la catedral de Sevilla, donde aquellos tuvieron lugar á espensas del soberano. Despues se puso en el subterráneo del convento de las Cuevas en la capilla de Cristo, y se grabaron en la piedra los dos versos de la leyenda de sus armas.

Colon, á quien la providencia trajo á España, estaba considerado en ella como estranjero; á pesar de sus cartas de naturaleza, y no dejó al partir de esta vida ninguna alianza poderosa, que volviese por su crédito, ni por su descendencia. Nueve años hacia que el camino abierto por la audacia de su injenio, al través de la mar Tenebrosa, tenida hasta entónces por inaccesible, lo surcaban aventureros intelijentes y afortunados. Numerosos descubrimientos habian sucedido á los suyos, haciendo olvidar el éxito fácil de lo presente, los rudos trabajos de un pasado, mas conocido por sus prodijios que por sus riquezas. Los de los portugueses al oriente, y los viajes de los castellanos por las Indias occidentales, daban fama eterna á nombres ignorados. Mientras que Vasco de Gama, doblando el cabo de las Tempestades, descubria á Mozambique, Melinda y Guzárate, y establecia factorias en Cochin y en Cananore; Vicente Yañez Pinzon franqueaba la línea equinoccial. Y al par que la sumision de Madagascar y de Zocotora, el descubrimiento de Sumatra y de Malaca y la conquista de Goa cubrian de gloria las armas portuguesas, un nuevo impulso ponia en movimiento á todos los puertos de España, que activaba los ensayos de colonizacion en el nuevo continente, en Uraba, en Darien y en Porto Bello, recibiendo en premio la Florida por Juan Ponce de Leon, y la mar del Sur por el jeneroso Vasco Nuñez de Balboa. ¿Quién habia de pensar en Cristóbal Colon en medio de tantos triunfos y de tantas esperanzas?

En vano solicitó del rey, durante dos años consecutivos, su hijo mayor, la investidura de los cargos y oficios de su padre, conforme á las capitulaciones firmadas el 17 de Abril de 1492 en los campos de Granada, ratificadas el 23 del mismo mes del año de 1497, y confirmadas en Valencia por carta real, fecha 14 de Marzo de 1502. Todo cuanto pudo obtener del receloso monarca fué la autorizacion de hacer valer jurídicamente sus derechos. Pero en el pleito que intentaba don Diego á la corona de Castilla tenia por adversario al ministerio fiscal, que en interes de la parte contraria, abrió una informacion en que fueron invitados á declarar contra el almirante todos sus enemigos. Oponia el fiscal á las pretensiones del hijo, que su padre no habia prestado ningun servicio eminente, y que no fué el verdadero autor de los descubrimientos acusándolo de haberse apropiado el proyecto, las cartas y las observaciones de un piloto desconocido que muriera en su casa de Porto Santo, y de que con la ayuda de esta espoliacion, casi sacrílega, efectuó su empresa. Y añadiendo á lo espuesto que si bien encontró islas, no fué el primero que puso el pié en el nuevo continente, se reprodujeron fortificadas y rejuvenecidas todas las calumnias que durante su vida habia esparcido la envidia en pos de él.

Mientras se proseguian estas actuaciones, Américo Vespucio, literato y matemático florentino, recibió el nombramiento de presidente de la Comision de Exámenes de la Marina. Empleado primero en la importante casa de espediciones marítimas que habia fundado en Sevilla el armador Juanoto Berardi, compatriota suyo, y como tal en íntimas relaciones con Cristóbal Colon, se aficionó, con su trato á la cosmografía y á los viajes, tanto que, dejando la pluma por el astrolábio y el sestante, hizo muchas navegaciones, y llegó á ser piloto mayor, poniéndose despues á la cabeza del Consejo Hidrográfico. Cuando mozo, su tio Jorje Antonio Vespucio, ilustrado relijioso de San Márcos, preceptor de muchos jóvenes de familias principales, lo asoció á sus estudios. Dotado Américo de un estilo florido y ameno, sostuvo mas tarde correspondencia con varios de sus antiguos condiscípulos colocados en elevada posicion; y adquirió gran celebridad con la descripcion de sus viajes á las rejiones recientemente descubiertas, dedicada al duque René de Lorena, á Lorenzo de Pier Francesco de Medicis y al gonfaloniero de Florencia, Pietro Soderini. En una de sus cuatro Relaciones, ciertas palabras ambiguas y vagas daban márjen á sospechar que fuese él quien vió primero la tierra firme, á la que parecía llamar nuevo mundo.

Nadie hasta entónces habia impuesto nombre al continente descubierto por Colon; pues como la espedicion se hizo por la cruz, y para la cruz, se le indicaba jeneralmente en los mapas con su signo y estas palabras: Tierra de la Santa Cruz ó Nuevo Mundo. [2]

Pero ya en aquel tiempo las Relaciones de Américo Vespucio, impresas en Vicencio el año precedente, se reimprimian en Milan, y sin quererlo la Francia robaba para siempre á Colon la gloria de legar su apellido al hemisferio, cuya existencia habia revelado. Un jeógrafo de Lorena, que vivia en Saint-Dié, en los Vosges, publicó bajo el seudónimo de Martinus Hylacomilus, dedicándola al emperador Maximiliano, una obra de cosmografía, seguida de las cuatro Relaciones de Américo Vespucio,[3] cuyo título era: Introduccion á la cosmografia. En ella no menciona su autor Martin Waldsemüller á Cristóbal Colon, cuya personalidad parece ignorar, y atribuye sin rebozo el descubrimiento del nuevo continente á Vespucio. En su admiración por la sagacidad de este, dice: "que no encuentra qué motivo impida ponerle el nombre de su descubridor, y de llamarlo América; ya que la costumbre ha hecho femeninas las denominaciones de Europa y Asia." [4]

La gran notoriedad de que gozaban las Relaciones de Vespucio que, como se observa en la edicion de Juan Gruniger de 1509, del español en que se escribieron, fueron traducidas al portugues, al italiano, al frances, y al latin, vino á preparar el asentimiento del público á la injusticia, que con tanta candidez proponia el jeógrafo de Saint-Dié.

En honor de la verdad, y con harto sentimiento nuestro, nos vemos obligados á confesar, que Francia fué la primera en poner el nombre de América en sus cartas de jeografía, pues las mas antiguas, impresas en Lyon designan de ese modo el nuevo mundo.[5]

 Las prensas protestantes de Alemania multiplicaron á porfia esta grosera usurpacion.[6] Florencia se dió prisa á recojer una palabra que la enorgullecia: toda Italia siguió su ejemplo, y el milanes Francisco Basso la grabó en 1570 en un globo de metal, con relieves y ricos adornos de oro y plata.

La posteridad de Colon, que hubiera podido reclamar contra este hurto, estaba estinguida por línea masculina, cuando todos conocian ya por América al nuevo mundo. Al formar su coleccion de viajes en 1507, Fracanzo de Montalbodo, no tan solo no averiguó si Cristóbal Colon vivia, sino que ignoraba hasta su último viaje. En el prefacio de la traduccion latina, que parece estar firmado por Madrignano el 1 de Junio de 1508, se lee: "que Cristóbal Colon y su hermano, libres ya de sus cadenas, vivian á la sazón honrosamente en la corte de España." El continuador de la célebre Crónica de los reyes católicos por Hernando del Pulgar[7] atribuye el descubrimiento nó á un hombre, sino á una carabela, y alude á la fábula del piloto muerto en casa de Colon. Esta indiferencia, consecuencia lójica de tantos errores, provenia del profundo descrédito en que terminó la carrera del grande almirante. Júzguese de ella, al ver que Lucio Marineo, capellan de Fernando el católico, hombre de imajinacion amena, y que se hizo venir de Sicilia con el objeto de propagar en Castilla las letras latinas, hacia confusion en lo concerniente á este suceso en su Historia de las cosas memorables de España, y desfigurando el maravilloso y simbólico nombre de Cristóbal Colon, le llamaba sin ruborizarse Pedro Colon.[8] Al obrar así, se puso al nivel del médico Jobst Ruchamer, que en el primer libro aleman que haya hablado de aquellas rejiones, se obstina en decirle Christoffel Dawber, que significa en nuestra lengua Cristóbal Palomo.

No tenian la conciencia de lo enorme de su profanacion.

Despues de su tercer viaje, cayó tanto Cristóbal Colon en el concepto público, que nadie se dignaba ocuparse de él; y mientras muchos lo creian ya muerto, otros no dando ninguna importancia á cuanto le concernia, ni se tomaban el trabajo de comprobar las fechas. Esta desestimacion era jeneral, cuando aparecieron las tres primeras Decadas oceánicas de Pedro Mártir, en Alcalá de Henares el año de 1516, diez antes de la primera edicion de los primeros libros de la Historia de las Indias, publicada en Toledo por Oviedo; y cuando el veneciano Ramusio habia empezado su Coleccion de viajes, pues todos tienen que vindicarlo de las acusaciones, que la malquerencia estendió contra él. Pero los esfuerzos de los historiadores españoles fueron impotentes para encaminar la opinion por varias causas: primero, porque sus obras exijian grande estudio, y no podían popularizarse nunca, y segundo, porque ninguna de ellas se terminó completamente, quedando inéditas la mayor parte. Don Fernando Colon, cronista de su padre, que no acabó su trabajo hasta el año de 1536, lo dejó manuscrito; y el P. Las Casas que dió principio al suyo muy tarde, lo terminó cuando hacia cincuenta y tres años que no existia el almirante. Los ánimos quedaron pues bajo la influencia de las mas erróneas preocupaciones , y la calumnia, que se habia ensañado en la fama del grande hombre, desde que volvió victorioso de la Española, implacable y rencorosa fué á sentarse sobre su sepulcro.


II.


Solo el pontificado romano tenia el presentimiento de la grandeza apostólica de Cristóbal Colon.

Tres papas sucesivos honraron con su confianza al heraldo de la cruz: confianza que nunca le retiró la santa sede, adhiriéndose los cardenales á tan digna simpatia. En vida suya, cuando tanto se le difamaba en esta España, transformada por él en la nacion mas grande y poderosa del universo, el santo padre y el Sacro Colejio ensalzaban sus empresas inmortales,[9] y gracias á su influencia no llegó Italia á olvidar del todo á Cristóbal Colon. El canto de los poetas inspirados por el cardenalato despertó su patriotismo del letargo en que yacia, y así como en los tiempos heróicos de la injeniosa Grecia siete ciudades se disputaron la cuna de Homero, se vió entónces á siete villas y ciudades reclamar la honra de haber producido á Cristóbal Colon. Savona, Pradello, Nérvi, Cugureo, Bugiasco y Cuccaro osaron alzar banderas contra la soberbia Jénova. Mas aparte de esta liza parcial esclusivamente de amor propio, el resto de Europa y en particular la Francia no prestó la atencion que merecia ni á la persona del almirante, ni á sus hechos sobre humanos; á nadie se antojó escribir su biografía ni menos tomarse la pena de traducir por entero lo que relativo al nuevo mundo se habia publicado en España bajo el título de Historia de las Indias occidentales, ateniéndose á rumores vagos, y á falsedades notorias. La sola cosa que tal vez impidió perder de vista á Colon fué la estúpida conseja en que se le hacia esplicar su descubrimiento, poniendo derecho un huevo sobre una mesa. Con este cuento reasumian las jentes los dos puntos principales de su vida, y como divertia tanto á los niños, la primera historia suya que se dio á luz en Alemania, se destinó para recreo de la infancia.

¿Cómo habian de ocuparse seriamente del virey cuando su obra merecia tan poca consideracion de los filósofos, oráculos del siglo XVIII, entonces que la totalidad del continente americano estaba conocida, y determinada la estension como la forma de la tierra? ¿Como era posible que comprendieran y apreciaran en su justo valor la mision de aquel, que puso en contacto el antiguo mundo con el nuevo, los que creyeron encontrar en América objeciones que oponer á Moisés y á los libros santos?

No nos sorprende el error del vulgo, cuando vemos que el célebre Raynal, autor de la famosa Historia filosófica de las Indias, coloca á Vasco de Gama mas alto que á Colon, y considera el paso del Cabo como el suceso mas grande de la historia;[10] y que para dar las gracias á la Academia de Lyon por haberlo elejido miembro suyo, ofreció un premio al que ventilase la siguiente vulgaridad, que calificaba de proposicion: "¿El descubrimiento de América ha sido útil, ó perjudicial al jénero humano?"

Entre aquellos enciclopedistas, que según su título poseian todas las ciencias, ni uno solo sospechaba siquiera el injénio de Cristóbal Colon, ni lo sublime de su obra, tanto que el sabio Buffon, participando del error jeneral acerca de la importancia del nuevo mundo, puso los descubrimientos de Portugal ántes que los de España.[11]

El protestantismo vino en auxilio de la filosofía francesa.

Robertson dice: "Si la sagacidad de Colon no nos hubiera hecho conocer las Américas, algunos años mas tarde, una feliz casualidad nos habria llevado á ellas".[12] Como si fuera posible que jamas se hubiesen atrevido á penetrar por las temidas latitudes de la mar Tenebrosa, sin que un Cristóbal Colon abriese sus puertas. Al ver que con tanta facilidad se podia pasar sin él, Mr. Otto, diplomático francés, creyó dar una prueba de perspicacia filosófica, y merecer bien de la arqueolojía, queriendo probar que Colon no hizo el descubrimiento, puesto que América se conocia de antes, y el 1 de Abril de 1786 dirijió desde New-York una memoria sobre el asunto al célebre Franklin. Al año siguiente, en las observaciones y adiciones materialistas de la traducción de las Memorias filosóficas de Ulloa, se resucitaron las añejas acusaciones de los enemigos del virey de las Indias, y se calificó de navegante[13] al célebre cuanto desconocido piloto que le confiara sus planos. Otros, no limitándose á despojarle de su conquista, pusieron en tela de juicio su estudio y sus meditaciones. Todos sabemos que la primera observacion de magnetismo terrestre se hizo en la brújula el 13 de Setiembre de 1492 por Cristóbal Colon; pero Fontenelle en su Historia de la real academia de ciencias, no vacila en atribuirla á Sebastian Cabot, que no salió hasta el de 1497, ó al diepes Grignon, posterior en treinta y ocho años al último.

El ningun aprecio en que se tuvo al almirante, la incertidumbre en que se estaba sobre su oríjen, su patria y sus hechos fueron causa de que se hablase de él á la ventura, sin darle importancia, y de que los hombres mas graves no procurasen en manera alguna ser exactos al narrar los sucesos de su vida. Montesquieu condena en su Espíritu de las leyes á los que se lamentaron de que Francisco I no hubiera provisto de bajeles á "Cristóbal Colon, que le ofrecia las Indias."[14] Sin duda no se acordaba de que América estaba descubierta veintitres años antes de que Francisco I subiera al trono. Un majistrado contemporáneo nuestro, autor de la Gaule poétique, no mienta sino como una cosa de órden secundario el descubrimiento, y despues de haber hablado de Vasco de Gama, solo dice del almirante estas palabras: "Hácia la misma época el descubrimiento de América hecho por Cristóbal Colon, abrió nuevos horizontes á los activos comerciantes, y á los aficionados á las espediciones lejanas"...[15] Pero la espedicion de Vasco de Gama, que data de 1497, no fué sino la consecuencia del descubrimiento de Colon, que tuvo lugar en 1492!... El jeógrafo Malte-Brun, adhiriéndose á los detractores de su gloria, supone que, para llevar su empresa á buen fin se sirvió del diario particular del veneciano Antonio Zeno, siendo así que este manuscrito se habia perdido y olvidado en su familia, y no se conoció, hasta que apenas encontrado lo publicó Marcolini, en 1558, mas de medio siglo despues de muerto aquel á quien supone que aprovechó.

No era España mas escrupulosa, y proseguía tratando con demasiada lijereza al hombre inmortal.

El P. Mariana no le dá ningún mérito de invencion ni de iniciativa. Para él el descubrimiento fué una obra colectiva, puesto que dice: "Con cuanta felicidad y prodijioso éxito atravesaron espacios inmensos de mar estos hombres intrépidos"; y despues de haber referido la indigna falsedad del piloto muerto en casa de Colon y despojado por este de sus apuntes, añade, que con ayuda de las cartas usurpadas al difunto, reconoció "todas las costas que están entre los dos polos, desde el estrecho de Magallanes hasta el cabo de Vacallao", recorriendo de esta suerte "mas de cinco mil leguas,"[16] Ferreras, lo atribuye todo á Vespucio, al que confunde con el piloto fabuloso, y pretende que, por medio de las notas y las cartas de Américo, hizo Colon lo que hizo![17] El jeneral marques de la Solana, se atrevió á escribir estas líneas, al famoso príncipe de la Paz: "Colon no fué mas que un descubridor.... la conquista de tan hermosos paises estaba reservada á los Corteses, á los Sandovales, á los Pizarros, á los Alvarez".[18] Ascargorta está de todo punto equivocado en lo que concierne al almirante, ignora la mitad de su vida, no conoce mas que dos de sus viajes, confunde los acontecimientos y las fechas, y cree que dió con la tierra firme en su segunda espedicion.[19]

Al ver que los mismos españoles cometen tales errores no nos sentimos con fuerza para vituperar cual se merecen, ni á Mr. Paquis,[20] que hace venir á Colon por primera vez á Portugal, de vuelta de su segundo viaje; ni á Dumas, (Alejandro), el que diga que había pasado en la cárcel una parte de su vida, siendo así que no le duraron ni tres meses las cadenas; ni á Lamartine que lo traiga á España en 1471, quince años antes de la fecha verdadera;[21] ni á Granier de Cassagnac el que asegure que descubrió las islas Vírjenes en Noviembre de 1493,[22] en su última navegacion, cuando esta empezó en Mayo de 1502, y terminó en Noviembre de 1504; ni á Rosseeuw-Saint-Hilaire, que designe al P. LasCasas entre los doce misioneros que llevaba el P. Boyl en 1493,[23] sabiendo que este sacerdote no se embarcó sino en el año de 1502, y no cantó misa hasta el de 1510, y de consiguiente diez y siete despues; ni á dos ex-ministros de Instruccion pública, miembros del Instituto, publicistas eminentes y por lo regular exactos, que no hayan tenido reparo en incurrir con respecto á nuestro héroe en graves equivocaciones.

A pesar de esto y de los anacronismos y contradicciones de multitud de literatos de menos cuantía y que no mencionaremos, es preciso reconocer en justicia que, la falta de reflexion de los escritores franceses para con el virey, no es otra cosa que una herencia del siglo pasado, y que al presente se advierte en todas partes un impulso reparador, pues se buscan los medios de honrar su memoria con estátuas y monumentos, se multiplican sus retratos, y los libros y periódicos tienden á popularizar su biografia. Pero sin embargo de los buenos deseos, permanece envuelto en las tinieblas de la falsa erudicion. Y como quiera que nunca ha estado su gloria en mayor peligro que ahora, nosotros, que hemos descubierto los misterios de su primera edad, seguido sus huellas una tras otra desde la cuna al sepulcro, y comprendido el móvil de sus acciones, abrigamos la esperanza de disipar la obscuridad, y presentarlo como fué.

Echemos antes una ojeada sobre las simpatias de nuestra época, por el ser que aun no le está completamente revelado.


III.


A principios del siglo actual,[24] un caballero francés,[25] á quien hemos conocido personalmente, vino á Paris con el objeto de imprimir un libro, en que dejaba entreveer su admiracion por el inventor del nuevo mundo; y casi al mismo tiempo la Academia de Turin recibia comunicaciones relativas á Cristóbal Colon.

En 1805, el conde Galeani Napione (piamontes) publicó una disertacion sobre la patria de aquel, y pretendia que nació en Cuccaro en el Monferrato[26]. Tres años mas tarde, el conde Damián Priocca la reprodujo en Florencia comentándola.

En 1809, el abate Francisco Cancellieri dio á luz en Roma cartas acerca de Colon, y animado con su buen éxito Napione, publicó una disertación sobre el mismo asunto.[27]

En 1810, el bibliófilo Morrelli hizo conocer bajo el epígrafe de: Lettera rarissima,[28] una carta, redactada por el virey en Jamaica. Este documento, que yacia en el olvido, causó gran sensacion en las sociedades científicas. Savona tuvo celos de Cuccaro y quiso volver por sus derechos: Jénova alegó los suyos, y su Academia de Ciencias, Literatura y Bellas Artes nombró una comision con el encargo de averiguar lo que hubiese de cierto en lo concerniente á la patria del almirante. Su informe remitido en 1812 escitó la mas viva curiosidad.[29]

La calda del imperio frances y la reorganización de los estados italianos aplazó la discusión sin terminarla, y en 1816, a Revista de Edimburgo volvió de nuevo á tan irritantes debates.

En 1817, Luis Bossi preparaba en Milan su Vida de Cristóbal Colon.

En 1818, el cardenal Zurla se ocupó de él en sus Viajes de los venecianos mas ilustres.

En 1819, el barnabita P. Spotorno (bibliógrafo) publicaba en Jénova su obra en tres libros titulada: Del oríjen y de la patria de Cristóbal Colon.

En 1821, un autor anónimo hizo imprimir en Milan el Elojio de los descubrimientos del nuevo mundo, acompañado de notas históricas sobre la patria del héroe;[30] y por aquel tiempo, el gran Víctor Manuel dio á la municipalidad de Jénova la coleccion de privilejios de Cristóbal Colon, conservada por el senador Miguel Anjel Cambiaso.

En 1823, el consejo municipal de Jénova hizo con ayuda de suscriciones, imprimir todos los títulos y documentos relativos á Colon, en un magnífico volumen titulado: Códice diplomático Colombo Americano, y encargó al P. Spotorno lo enriqueciera con una introduccion biográfica.

Francia, que no podia permanecer indiferente á tantas simpatias como inspiraba la gloria de Colon, tuvo una traduccion de la historia de su vida por Bossi.[31]

En España, que no estaba libre de esta preocupacion, don Martin Fernandez de Navarrete, presidente de la Real Academia de la Historia, trabajaba por órden del rey en la coleccion de documentos relativos á la historia de América, y á los progresos de la marina; y en 1825 dio á la prensa el primer tomo.[32]

En 1826, mientras el abogado Juan Bautista Belloro defendia en Jénova las pretensiones de Savona á llamarse patria de Cristóbal Colon, é intercalaba su discurso en la Correspondencia astronómica del baron de Zach, Méjico impriraia las dos obras de la Vega y de Bustamante sobre el descubrimiento del nuevo mundo, y un literato americano, que vivia en Madrid,[33] relacionado con los bibliotecarios, y teniendo á su disposición materiales ya preparados, escribió la Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colon que fué muy bien recibida, y se estendió en pocos años por toda Europa.

En 1828, Fernando Denis vistió con las galas de la poesia la historia del descubrimiento, espresando con tanta exactitud como acierto el carácter distintivo de Colon. Ismael ben Kaissar[34] es el título de esta composicion, en que la riqueza y galanura de las descripciones liga perfectamente con la verdad. Hemos visto despues á Fenimore Cooper, célebre novelista de los Estados Unidos, inspirarse con este asunto, y querer apropiárselo y ponerlo en su lengua[35]; pero sin conseguir darle ni el brillo, ni la poesia, ni el aroma de la vejetacion intertropical, que exhala la producción de Fernando Denis. En seguida se tradujo en Jénova en italiano la obra de Washington Irving, aumentada con notas, y algunos años mas tarde, Humboldt comentó los descubrimientos de Cristóbal Colon en cinco tomos, con el título de: Exámen crítico de la historia de la jeografía del nuevo continente.*[36]

Despues, Félix Isnardi tornó á comenzar la disputa sobre la patria de Colon, y quiso hacerlo de la aldea de Cogoletto; pero en 1839, el infatigable Belloro echó por tierra sus razones en su Revista crítica[37] y la puso un apéndice, al ver que Isnardi no se daba por vencido.

En 1843, en nuestro libro titulado: La cruz en los dos mundos, se reveló por primera vez la misión providencial de Cristóbal Colon, se afirmó terminantemente la casi santidad de su carácter, y se enseñó á considerar bajo su verdadero punto de vista al heraldo de la Cruz.[38]

En 1844, Carlos Alberto, rey caballero y cristiano, grande apreciador del heroísmo, y entusiasta por Colon dispuso que se levantara en Jénova á costa del tesoro un monumento á su memoria. Pero el patriotismo de los ligurianos no permitió recibir como un don de la real munificencia un testimonio que querian tributar por sí mismos al mas grande de sus hijos, y á la par que aceptaron con agradecimiento esta prueba de interes, pidieron se les permitiese contribuir á ella. En su consecuencia una junta de notables jenoveses, presidida por el marques Durazzo y Lorenzo Paretto, abrió la suscricion, á que daba un carácter eminentemente nacional el congreso de sabios italianos, que debia tener lugar allí.

En 1846,*[39] para aprovechar la oportunidad, se hizo una edicion popular de la lujosa obra Ligurianos ilustres, bajo la inspeccion del abate Luis Grillo, capellán de la marina sarda, en la que se buscaba con avidez el artículo del P. Gavotti sobre el almirante del Océano. Lorenzo Costa dio su vehemente poema acerca del héroe jenoves, y Angelo Sanginetti un compendio de su vida. En esto, la historia del Monferratto, por Vicencio de Conti, volvió al debate sobre la verdadera patria de Colon.

En 1847, muchos gobiernos estranjeros (entre ellos el francés) juntaron sus ofrendas al tributo que Jénova se disponía á pagar al culto de aquel cristiano perfecto. Después de las letras y las artes el tierno cantor del desierto[40] compuso en honra suya las Melodias del Océano. Ni los acontecimientos políticos de 1848, ni la conmocion europea que les siguió, pudieron distraer la atencion pública de un asunto que la absorbe siempre sin apurarla nunca. Las repúblicas americanas quisieron manifestar su aprecio al varon ilustre y famoso en ambos mundos, y muchas ciudades le consagraron monumentos. En 1850*[41] el gobierno peruano le hizo erijir una estatua colosal en la plaza mayor de Lima, confiando su ejecucion al cincel de Salvador Revelli. En 1851 un liguriano eminente, monseñor Esteban Rossi, de la servidumbre del soberano pontífice, publicó un escrito notable , rebosando patriotismo, cuyo título era: Del destierro del jenoves Cristóbal Colon. Con poca diferencia al mismo tiempo el patricio jenoves, que mas ha contribuido á enaltecer en el estranjero á su nacion, el marques de Brignole-Sale, embajador de Cerdeña en Francia, durante un largo espacio, apreciado en el cuerpo diplomático, conocido de los pobres, caro á las artes y á las letras y sobre todo al catolicismo, mandaba hacer en Paris á su compatriota Raggi, un notabilísimo grupo, representando á Colon en el momento de descubrir tierra.

En 1852, nuestro ilustrado amigo el conde Tullio Dandolo publicó en Milán Los siglos de Dante y de Colon,[42] reproduciendo un fragmento de La cruz en los dos mundos, que concierne al carácter relijioso del almirante; y toda Italia la recibió con aplauso. Mr. de Lamartine trazó un cuadro poético con su prosa mas brillante en honor de Colon, y un distinguido marino, que por respeto á la rectitud de sus intenciones no queremos nombrar, confundió de una manera estraña la ficcion con la verdad en un voluminoso trabajo, persuadido de haber narrado como intelijente en la materia la vida del héroe de los mares.

En 1853, el único descendiente de los condes Colombo de Cuccaro, y último miembro de la familia de Colon, monseñor Luigi Colombo, prelado doméstico del papa Pío IX y secretario de la Congregacion de Induljencias, hizo una biografia de su inmortal predecesor, cuyas pruebas tuvo la cortesania de comunicarnos en nuestra última estada en Roma. En ella[43] se promueve la cuestion del lugar en que naciera el virey de las Indias; mas sin fijarla definitivamente, y se contiene la enumeracion de los servicios prestados al mundo por el hombre que lo completó; pero es mas bien un conjunto de apreciaciones bajo el punto de vista de parentesco, que una historia de los descubrimientos.*[44]

El homenaje mas solemne que haya recibido Cristóbal Colon le fué tributado en Jénova el 20 de Febrero de 1854. El rey Víctor Manuel vino con su augusta familia, los ministros, los embajadores y las comisiones de las cámaras para inagurar el ferro-carril que une á Jénova con Turin. En presencia del soberano, de los príncipes y grandes, desde un magnífico altar, construido en el embarcadero, y rodeado de gran concurso de jentes de Liguria y los estados sardos, el venerable arzobispo de Jénova monseñor Andrea Charvaz, en quien la ciencia va unida al mas grande patriotismo, pronunció un hermoso discurso,[45] modelo de buen gusto literario, lleno de pensamientos sublimes y de uncion evanjélica, y que manifestaba un profundo conocimiento de la época presente, en el cual, después de haber referido á la inmensa asamblea[46] todos los antiguos títulos de gloria de la soberbia Jénova, coronó el trofeo de sus brillantes recuerdos con la imájen de Cristóbal Colon. Y al implorar las bendiciones del cielo sobre aquel adelanto de la industria, que acerca los hombres y los continentes, evocó la memoria del navegante cristiano, del misionero del progreso, que plantó el primero en el nuevo mundo la cruz, símbolo inmortal de la salud y civilizacion de los pueblos.


IV.


Desde los primeros dias del siglo XIX hasta después de su primera mitad, una serie progresiva de publicaciones, cada vez mas inmediatas unas de otras, á medida que nos alejamos de la época del descubrimiento, hacen ver el interés creciente que inspira la memoria del virey de las Indias. Esta constancia, este afan, de que nuestros tiempos no presentan ningun ejemplo, indica suficientemente cuan lejos está de haberse agotado tan rico manantial histórico, y prueba de un modo implícito que hay una necesidad no satisfecha, una esperanza no cumplida, que el mundo pide nuevos pormenores y aclaraciones. Porque, lo repetimos, despues del tributo de las artes y de los trabajos de los hombres ilustrados, Cristóbal Colon está hoy peor conocido que hace cien años. Entónces al menos se le ignoraba; la incertidumbre era notoria, y se sabia que ó no se sabia, ó que se sabia mal; lo que á veces es peor. Pero hoy no es así por desgracia, todos tienen la pretension, en apariencia muy fundada, de poder juzgar al almirante, y la tal vanidad proviene de haberse empapado las jentes en las ideas vertidas por escritores, cuyos nombres acreditados sirven de escudo á sus errores. No han oido sino á una voz; la que partió de un corrillo de sabios ambiciosos, que han hecho patrimonio suyo los laureles y trofeos del mas grande de los héroes.

Mas al fin ha sonado la hora de la rehabilitacion, y nosotros espondremos la verdad desnuda.

Este corrillo lo componen cuatro publicistas, y de los cuatro solo uno ha narrado la vida de Colon bajo la forma de historia: dos no han hecho sino anotaciones, disertaciones y prólogos: el último ni ha redactado memorias, ni biografia, limitándose únicamente á comentarios; pero la autoridad de su nombre europeo sancionó las faltas de los tres precedentes, agravándolas con todo el peso de las suyas.

Digámoslo de una vez; estos cuatro doctores, cuya tácita y retrospectiva asociacion ha monopolizado la crónica del almirante, y desfigurado su persona y su mision providencial son: el jenoves Juan Bautista Spotorno, el americano Washington Irving, el español don Martin Fernandez de Navarrete y el ilustre prusiano Alejandro Humboldt.

Spotorno tomó la pluma por orden del cuerpo decurional de Jénova, Navarrete por mandato del gobierno español, Washington Irving para ganar la corona literaria que le prometian sus victorias anteriores, y Humboldt para poner un sello inmortal á su viaje por las rejiones equinocciales.

Spotorno y Navarrete no han hecho mas que disertar, é ir acumulando laboriosamente los materiales con que Humboldt é Irving han formado, este su Historia de la vida y viajes de Cristóbal Colon, y aquel su Exámen crítico de la historia de la jeografia del nuevo continente. La posicion oficial de los dos primeros, y la gran notoriedad de los segundos han dado á sus fallos una fuerza estraordinaria, imponiendo sus errores á nuestros contemporáneos, y engañándolos con sus engaños.

¡Cosa singular! Ningun europeo ha referido la vida de Colon. ¡Cosa no menos singular! Ningun católico ha escrito la biografia completa del mensajero de la cruz, pues como dice muy bien el célebre Ventura de Ráulica, mientras que la historia de Bossi cuenta apenas 43 pájinas,[47] la de Irving tiene cuatro tomos, y cinco los comentarios de Humboldt. Siendo ambos protestantes es fácil hacerse cargo de que al traves de sus prevenciones hetereodoxas no hayan podido juzgar con rectitud al mas fervoroso católico. Este servidor de Dios ha sido sentenciado por sus enemigos naturales, lejos de nosotros, á su libertad y sin intervencion, por un tribunal opuesto á sus creencias relijiosas, á las impresiones de su corazon y á las aspiraciones de su alma.

El gran éxito obtenido por la obra de Irving, y el gran nombre de Humboldt han coartado los ensayos de reforma y rectificacion. Cuanto ha salido de su pluma parece ser la última palabra de la historia, y desde hace veintiocho años academias, sociedades científicas, biografias, revistas y enciclopedias, repiten respetuosamente á entrambos; y no se ha impreso en el mundo todo una sola línea acerca de Colon, sin que su autor no fuese como un cordero á beber á una ú otra de las dos fuentes. Así es que, por el objetivo del protestantismo se considera la empresa á todas luces mas grande y superior del catolicismo: la enemistad y el odio contra la relijion ortodoxa tienen el privilejio esclusivo de enseñar á sus fieles las acciones del hombre, que constituye una de sus mas sublimes glorias.

¿Semejante anomalia no es tan estraña como irracional? Aun sin proceder al exámen de estos libros, ¿no es evidente como la luz del Sol que han debido infiltrarse en ellos sus preocupaciones en la apreciacion que hagan del heraldo de la Iglesia católica, inspirado por esta para ir en busca de los habitantes de rejiones ignoradas? La escuela protestante no puede comprender ni el carácter ni la mision de Cristóbal, porque á los obstáculos que oponen sus creencias, se agregan otros que dimanan de su sistema de composicion histórica. Sus biografias de Colon están escritas en un órden de ideas preconcebidas, y solo con el auxilio de la filosofia humana; no atribuyen al acontecimiento que duplicó el mundo un carácter sobrenatural; no hallan en él ni un dia señalado por el dedo de Dios, ni la ejecucion de un mandato del eterno, y mejor que conceder á su fé un socorro divino, dicen, que á faltar él, este suceso habria sido la consecuencia del progreso de las ciencias náuticas, prefiriendo así dar al compas y al astrolábio lo que quitan á la bondad del todopoderoso, admitir al injenio humano los milagros que rehusan al cielo, aceptar á la criatura lo que niegan al creador. Y mientras que él, despues de haber esperimentado en tantas ocasiones la proteccion del señor, la reconocia con gratitud, la manifestaba hasta en sus despachos á los reyes, y se creia un simple instrumento suyo, ellos, preciándose de conocerlo mejor que se conocia él mismo, se obstinan en negarla.

En razón á sus teorias, que pretenden que la humanidad es en su esencia igual, rechazan la superioridad de aquel predestinado, lo despojan de su elevacion de espíritu, para semejarlo al resto de los hombres, estudian el modo de empequeñecerlo y achicarlo á su medida, lo adornan con sus sentimientos, con sus miras, y sus instintos; lo juzgan por su corazon, y temerosos de que resalten en la majestad de su persona algunos indicios de grandeza, le buscan no solo imperfecciones, sino defectos y hasta vicios. No obstante; misericordiosos é induljentes buscan disculparlo, comparándolo con los héroes de la antigüedad pagana, á los cuales no libertó la naturaleza de rendir tributo á la frajilidad. Y así pretestando erudicion, imparcialidad y crítica histórica, esta sociedad de cuatro escritores ha desnaturalizado las íntimas acciones de Colon, ha desenterrado todas las calumnias repetidas durante su vida, y ha sabido eclipsarlas con otra, que no se ocurrió á sus contemporáneos. Ni el mas venenoso enemigo de su fama atacó la pureza de sus costumbres: el aliento de la envidia no empañó jamás aquel espejo de castidad, pues semejante impostura estaba reservada á nuestros tiempos.

Ya es hora de confundir la inculpacion que se concibió en Piamonte, que vió la luz en Jénova, se amamantó en España, y fué prohijada en seguida por el protestantismo para oponerla á la relijiosidad del ser escojido por Dios, para levantar el velo que cubria de sesenta siglos atras la totalidad de su obra terrestre. Tranquilícese la piedad de los fieles, y nada teman los admiradores del heraldo de la cruz, porque fué tan sin tacha como valiente, y si participó de nuestra condicion, no por eso se olvidó nunca de lo mucho á que lo obligaba la honra que se habia dignado hacerle la providencia. Sin embargo; para los que respeten tanto la integridad de la historia como la gloria de Colon, debemos, antes de narrar sus hechos, desenmascarar la mentira que ha dado pié á las diversas delaciones dirijidas contra él, y entónces se verá con cuanta lijereza han dado crédito á ella, y condenado á su víctima personas muy graves. Hé aquí como se presentó, se oyó, se aceptó y se impuso á la Europa ilustrada.

En 1805, Galeani Napione, hombre instruido, pero quisquilloso y terco, que se obstinaba en decir contra la evidencia que Colon nació en el castillo de Cuccaro, en el Monferrato, revolviendo el fárrago de documentos, que sucesivamente se forjaron en España para la herencia de los descendientes del virey, creyó descubrir un destello de luz en una memoria hecha en favor de un tal Diego Colon y Larriategui, y que fué denegada. El abogado del demandante necesitaba, para tener en qué fundarse, atacar al traves de los siglos la lejitimidad del segundo hijo de Colon, y como esta prueba de ilejitimidad no resultase de ningun documento presente, ni de las actuaciones de los pleitos anteriores ó pendientes, el redomado lejista imajinó inferirla, no de una espresion que no encontrase á su grado, sino por el contrario, de la falta de una palabra que pretendia ser indispensable, aun cuando no fuese útil siquiera. En su testamento recomendaba el almirante á su primojénito pasara una pension á Beatriz Enriquez, madre de don Fernando. Esto estaba muy claro; pero como el testador no antepuso al nombre de su mujer el título de esposa, el defensor de la parte deducia de aquí la no existencia del vínculo matrimonial; y de consiguiente el mal oríjen de su hijo. Parece increible! tan ruin sutileza la tuvo Napione por una aclaracion! Amontonó encima porcion de razones de igual fuerza, y presentó como un descubrimiento sobre la situacion civil de Colon la miserable secuela, debida á las malas artes del pobre licenciado don Luis de la Palma y Fristas, mereciendo ademas el honor de nuevas y mordaces suposiciones.

En 1809, el anticuario y bibliógrafo Francisco Cancellieri, dotado de habilidad para recojer y clasificar los hechos; pero desprovisto de lucidez filosófica, repitió lisa y llanamente la pretendida consecuencia de Napione, en la que, preciso es confesarlo, nadie hizo alto en un principio. Hasta entónces aquel temerario aserto, emitido en un libro de mediana importancia, no fué peligroso para la honra de Colon; pero como dice un adajio vulgar no hay peor cuña que la de la misma madera. Algunos años despues el P. Spotorno, natural de Jénova, escitado por un resentimiento con el segundo hijo del almirante, á quien acusaba de haber esparcido de propio intento ciertas dudas acerca del oríjen y lugar donde naciera su padre, se apoderó entusiasmado del apóstrofe de ilejítimo que tan bien se acomodaba con su animosidad.

Ni la prueba contraria que se desprende de las afirmaciones y del silencio de los escritores españoles en este asunto, ni la lójica demostracion de los acontecimientos, ni el carácter casi sacerdotal del mensajero de la cruz, detuvieron su lengua. Necesitaba á todo trance aquella mancha para poner en duda la sinceridad del historiador mas inmediato, y mejor informado de cuantos habian hecho la crónica del virey de las Indias. En todos sus escritos volvió á la carga con aborrecible placer sobre los inventados amores, reiterando su acusacion contra don Fernando, y no satisfecho todavia con haberla estampado en 1819 en su Oríjen y patria de Cristóbal Colon, la reprodujo vanidosamente en la Historia literaria de la Liguria, como fruto de su sagacidad. Y así como Napione se apropió el sofisma de un letrado español, Spotorno á fuerza de repetir el plajio acabó por creer propiedad suya la miserable impostura, cuya verdadera procedencia ignoraba.

En concepto de los lectores frívolos dió esto á Spotorno una reputacion de crítico intelijente, y le mereció en 1823 el ser encargado por el cuerpo decurional de Jénova de la publicacion de los documentos relativos al virey, con los cuales se formó el Codice Colombo Americano, en cuya introduccion, para insultar de nuevo á don Fernando, reiteró sus ataques á la conducta de su padre. La posicion oficial del P. Spotorno dió á sus palabras tanto peso como publicidad, y suya es la culpa de que se divulgara esta especie.

Precisamente por aquel tiempo don Martin Fernandez de Navarrete se ocupaba en continuar la Coleccion de viajes de la marina española, comenzada de órden de Cárlos IV, por Muñoz. Escritor fácil; pero sin orijinalidad, dotado de un talento especial; pero sin elevacion de espíritu, acumuló muchos cargos y honores y llevó hasta la adoracion su respeto al trono. Resentido de la franqueza de Bossi, y mas aun de la de su traductor frances, que en pocas palabras refirió la ingratitud de Fernando el católico con el almirante del Océano, se tomó la pena de disculpar al mas ingrato, acusando al mas jeneroso y noble de los hombres. La venganza le puso en la mano la pluma, y como en sus investigaciones no pudo topar con nada que hiciera sospechosas las relaciones de Colon con Beatriz, pues todos sus apuntes presentaban á don Fernando como hijo lejítimo, vino en su socorro la calumnia de Spotorno, y desde aquel instante se dispuso al ataque. Si Colon sale furtivamente de Portugal, es para huir de sus acreedores; si muestra en España una paciencia estremada con las dilaciones de la corte, aquella constancia, aquella fuerza de voluntad, que se atribuia á la firmeza de su fé, se esplican con un motivo secreto: Colon amaba con todo su corazon á una hermosa cordobesa, que lo habia hecho padre. De consiguiente, en él la relijiosidad no era sino finjimiento de devocion, conformidad esterior con las costumbres de la córte, entónces muy severas. Admitida la inmoralidad y la hipocresia, prosigue con ventaja en su camino; habla de su insaciable codicia; parece admitir algunos actos de deslealtad y malversacion, y dando rodeos y torturando las palabras de Oviedo, antiguo enemigo suyo, le supone crímenes y entuertos de violencia y crueldad, por los que se buscaba el modo de castigarlo sin hacer público el castigo. El cortesano calumnió á Colon hasta mas no poder, para ponderar mejor la clemencia de un rey, que él pretende probar le hizo merced y lo trató con favor.

En seguida trata de juzgarlo bajo el punto de vista de la filosofia de la historia, y dice: "que sus defectos fueron lo propio de la frajilidad humana, y probablemente de la educacion que recibió, de la carrera que abrazó, y de la tierra en que nació: tierra en que el tráfico y los negocios constituian la principal riqueza tanto particular como pública." No cree aminorar con esto la gloria de Colon, como autor del descubrimiento del nuevo mundo, y se apoya en ejemplos como los de "Alejandro dominado por la cólera y en seguida por la supersticion: Alcibiades lleno de admirables cualidades y de vicios infames: César uniendo á dotes eminentes una ambicion desmesurada, &c., &c., los cuales no dejan por eso de presentarse por Plutarco y Cornelio Nepote como hombres dignos de la admiracion de los siglos."[48] ¡Así se estima al discípulo de Jesu-Cristo!! Se cree honrarlo mucho comparándolo con los héroes del paganismo!

Antes que acabaran de ver la luz pública las elucubraciones apasionadas de Navarrete, Irving, que se hallaba en Madrid, tuvo lugar de conocerlas, y sin embargo de ser protestante y por este motivo mas ajeno que Spotorno y Navarrete á los sentimientos que animaban á Colon, concibió de él una idea mas alta y justa. La rectitud de su juicio, auxiliada por sus investigaciones bibliográficas, le demostró la miopia y la parcialidad de estos dos colectores de apuntes, y á pesar de resentirse hasta cierto punto de su influencia, y de no atreverse á poner en abierta oposicion con Navarrete, no admitió sino parte de sus acusaciones, modificándolas, y no aventuró las especies de Spotorno, sino con una incertidumbre tan próxima de la repugnancia, que dió lugar á que este le tomase ojeriza.

Lejos de perdonar con los años, el P. Spotorno enojado siempre con Fernando Colon, y gloriándose de la idea recojida con tanta lijereza por Navarrete, torna con necia ostentacion á ella, y se jacta de su hallazgo, cuando el vergonzoso mérito de tal error pertenece á Napione. En las notas anónimas á la edicion jenovesa de Irving, él, su verdadero inspirador, hace cargos al autor por su timidez, la atribuye á que no ha leido su libro acerca de la patria y el oríjen del almirante, repite lo relatado en su Historia literaria y no contento aun añade á guisa de instigacion, nuevos yerros que prueban cuan estraño es á Cristóbal Colon.

Júzguese por un ejemplo. Habiendo Spotorno despreciado algunas palabras de Pedro Mártir acerca de un indíjena de las Lucayas bautizado en España, ahijado de don Diego Colon, hermano del almirante, y que por esta causa recibió su nombre, conforme á la costumbre establecida en casos semejantes, lo confunde con su padrino, y habla con la mayor gravedad del casamiento del jenoves don Diego Colon con una india de Haiti, cuando no fué sino el lucayo quien casó con aquella mujer. Este no es mas que un error de personas y de situaciones, una grosera mentira; pero lo censurable es que con tan impertinente juicio se atreve á dirijir una acusacion contra el carácter de Colon. Afirma que este sacó del taller, donde trabajaba como aprendiz, á su hermano Diego, para dedicarlo á la marina; pero que avergonzándose de él lo tuvo á bordo durante algun tiempo "sin decir que era hermano suyo, y haciéndolo pasar por su sirviente."[49] Añade que Beatriz Enriquez no era noble, que debia ser muy pobre, y que los remordimientos de Colon y su temor de dejar entrever su causa prueban hasta la evidencia, que por una de las flaquezas humanas sus relaciones con ella no eran legales.

La insistencia, el tono perentorio de su afirmacion y mas que todo la falta de quien lo contradijera, han impresionado á sus conciudadanos, que lejos de combatirlo, lo han repetido con afan. A pesar de lo dicho, nos complacemos en reconocerlo, Spotorno se entregó á pacientes investigaciones, y dió pruebas de patriotismo en la discusion sobre el oríjen del almirante. Pero fuera de esto no ha comprendido nada de la obra del descubrimiento; no ha conocido mejor á el que lo hizo, que á su hijo don Fernando, ni ha dudado menos de su carácter de historiador, que de la condicion de su madre; como vamos á verlo. Sin embargo, en Italia se le cita con respeto, su opinion es de gran peso, y pasa entre sus compatriotas por restaurador de la gloria de Colon; cuando no es sino el peor de sus detractores. Los ligurianos, que lo toman por un oráculo, le dan tanto crédito que han repetido sencillamente su acusacion, á pesar de ser ardientes admiradores del que ha hecho imperecedero el nombre de su capital. El abate Gavotti encargado de la biografia de Cristóbal Colon en la hermosa obra titulada Ligurianos ilustres lo representa como el héroe de la gloria, y principia con estas palabras que demuestran bastantemente su estravio: "El hombre ha sido ya definido animal de la gloria. Tan noble pasión, jérmen de las acciones inmortales, es particularmente la de los jenios superiores... Pocos tuvieron tantos títulos á la gloria como Cristóbal Colon que fué su víctima y su héroe."[50] El buen abate lo presenta desde la escuela estimulado por la gloria; mas tarde navegando aguijoneado por la gloria; y en fin, por amor á la gloria, y por el deseo de llamar la atencion acometiendo su empresa.

Penetrado de las ideas de Spotorno el profesor Angelo Sanginetti en su compendio de la vida de Cristóbal Colon[51] refrescó las heridas ulceradas por aquel, y participando de sus prevenciones el abogado Juan Bautista Belloro, archivero de la antigua oficina de San Jorje se atrevió á esponer que Colon supo mentir cuando le tuvo cuenta.[52] La consideracion que tienen jeneralmente á Spotorno todos los escritores de la Liguria (salvo sus disidencias en la cuestion de oríjen), su credulidad al repetir sus miserias, la deferencia mútua con que tratan sus recíprocos errores, no habrian sido de consecuencia, si Navarrete no hubiese escuchado con maligno placer la denuncia del primero, ni hubiera dado un escándalo, falta como estaba de fundamento, sin el crédito que tuvo á bien concederla el ilustre Humboldt, cobijando con su nombre enciclopédico las equivocaciones de Navarrete.

Después de Irving, el que trata mas estensamente de Colon es sin duda Humboldt en el Exámen crítico de la historia de la jeografia del nuevo continente. Ambas obras componen por sí solas el manantial de la ciencia y de la historia, con relacion al descubrimiento de las Américas. La una por su gran popularidad, y la otra por su autoridad han fijado y casi formado la opinion decisiva. Las academias, las sociedades científicas, los astrónomos, los naturalistas y los marinos sobre todo no ven á Colon mas que por los ojos de Humboldt. Lo propio nos sucedia antes de hacerlo por nosotros mismos; pero por mas que apreciemos ahora sus juicios en materia de ciencias físicas, debemos decir que, en medio de discusiones tan rápidas como luminosas, y dignas en un todo de su autor, los hechos y en particular los pensamientos del virey nos parecen interpretados por persona incompetente, y permítasenos la espresion, antipática á su naturaleza.

Entre Colon y Humboldt hay un abismo mas grande que el Océano. Entrambos han viajado por el mundo; Colon por mar; Humboldt por tierra: entrambos han observado atentamente la creacion; pero cada uno desde el punto de vista de sus creencias relijiosas, y de su aptitud moral.

Colon fervoroso discípulo del verbo, sostenido por una fé ardiente y robusta, se maravilló de la magnificencia de su creador, y su contemplacion rebosando encantos y poesia se dirijió al cielo como un himno, con las dulces melodias de aquellas nuevas rejiones. Humboldt; á pesar de sentir en su alma las impresiones repetidas de las bellezas de la tierra, nunca perdió la sangre fria del filósofo observador, ni se dejó arrastrar fuera de los límites de lo aparente. Mientras Colon en sus esploraciones descubria á cada paso la mano del señor su bienhechor y dueño; Humboldt no ha conseguido hallar sino las grandes fuerzas de la naturaleza, las leyes de la naturaleza, la majestad de la naturaleza.

Colon tenia fé implícita en lo providencial, y en el poder divino que se manifestaba en él y por él. La comunicacion de lo invisible con lo terrestre, la influencia de lo inmutable, sobre lo amovible y lo accidental eran para él una verdad. Sus emociones, se proporcionaban á lo inmenso de su obra, sin apartarle por eso de su objeto, la gloria del verbo hecho carne: y en su nombre se lanzaba á los espacios convidado por Dios para revelar los misterios de lo desconocido y lo infinito.

Humboldt por el contrario; como nada quedaba que descubrir, pues la forma y la estension de nuestro planeta se conocian con exactitud, no pudo aspirar sino á comprobar ciertas esplicaciones meteorolójicas, á enriquecer la flora universal y colecciones de mineralojia, á sorprender tal vez los indicios de alguna ley jeneral del globo, y á describir su fisonomia cósmica.

El ilustre Humboldt habria querido ser Colon, sino hubiera sido Humboldt. En mas de una ocasion parece encontrar en él un rival póstumo, que se le anticipó en el nuevo mundo, y cuya penetracion adivinó muchos de los grandes principios de la naturaleza, envidia sus impresiones sublimes, se le compara en sus adentros, y se ocupa seriamente de sus acciones, de sus costumbres y de sus escritos. Sin embargo de esto; como no puede comprender la causa inmortal de su fé, ni lo sublime de sus efectos, desconoce las principales fases de su vida, y no siéndole dado abarcarlo con su mirada, siempre que cede á un impulso de admiracion por su injenio, ó por la ternura de su corazon, diriase que teme dejarse dominar por tan noble imájen, y que busca el modo de tiznarla por sistema. Y aunque no participa de la pasion de Navarrete, acoje, dispensándose de todo examen, sus cargos de rigor, de avaricia y de disimulo, despues de admitir el de su incontinencia.

Aquí es donde sobrepuja á Navarrete; contempla con sonrisa maliciosa la imajinada caida del coloso, y su flaqueza le parece un hecho picante, que aquel ha encontrado con gran sagacidad juntando las fechas. Admite que tuvo en menos la persuasion de sus amigos y su predileccion por España, para impedirle volver á Lisboa y aceptar las nuevas ofertas del rey de Portugal, contenidas en carta fecha 20 de Marzo de 1488, que sus amores y el embarazo adelantado de una hermosa dama de Córdoba llamada doña Beatriz Enriquez, madre de don Fernando, hijo natural suyo, nacido el 15 de Agosto de 1488.[53] Tal es la conclusion de Humboldt, y en ella compromete de un modo imprudente su célebre nombre, al referirse á otro con tanta lijereza.

Podemos asegurar que Humboldt nada ha leido por sí mismo en esta cuestion, y que no ha hecho mas que referirse á Navarrete, que á su vez copiaba á Spotorno, y este á Napione, que se fundaba en las sutilezas de un abogado. No obstante; la tal acusacion ha sido tan jeneralmente admitida, que se la considera como un hecho consumado. Mas de ochenta escritores de diversas clases la han repetido unos en pos de otros, y hoy que cuenta cincuenta y dos años goza de tanto crédito, que ocupa el lugar de un documento histórico, apoyándose en fechas ciertas y nombres respetables; y puede que no se encuentre un solo escritor de cualquiera categoria que sea, que tratándose de este asunto, se atreva á cargar con la responsabilidad de no reiterarla una vez mas.

Nosotros que, con el favor de Dios, vamos á acabar con ella, protestamos del modo mas solemne contra tal injuria. Afirmamos que doña Beatriz Enriquez, de Córdoba, era mujer lejítima de Cristóbal Colon, de Jénova. Negamos los amores ilícitos, negamos los detalles que se desprenden de ellos, negamos fuese plebeya, negamos su pobreza, negamos su embarazo cuando llegó el mensaje del rey de Portugal, y negamos la pasion de su marido por ella, como único medio de detenerlo en España. Probémoslo.


V.


Mientras Colon vivió no se sospechó de la naturaleza de sus relaciones con Beatriz Enriquez, ni fué puesta á cuestion de tormento la lejitimidad de su segundo hijo; que la idea de semejante acusacion no se ocurrió nunca á sus enemigos. Despues de su muerte, nadie se ocupó de semejante cosa: ningun autor contemporáneo la menciona, ni jamás se ha propalado en ninguna historia española, cuando á España mejor que á Italia correspondia el conocimiento de la situacion civil de Colon. En Italia misma, durante mas de trescientos años, no se encuentra tal imputacion, y no solo los historiadores no acusan á Colon de relaciones clandestinas, sino que hablan formalmente de su casamiento: tanto es esto cierto, que el mas grave de todos, el mismo Tiraboschi dice, que casó en segundas nupcias con Beatriz Enriquez.[54]

Ningun obstáculo se oponia á que fuese así. La que Humboldt se complace en llamar hermosa dama de Córdoba,[55] era doncella y libre de todo compromiso,[56] y la estremada pobreza y la calidad de plebeya, que Spotorno establece, como para señalar impedimentos, son dos errores patentes.

La falta de caudal no hubiera podido detener á Colon, pues en aquella época, ¿qué era él con respecto á España? Un jeógrafo estranjero, sin apoyo, viudo, cargado con un hijo, copiante de libros, y haciendo mapas para ganarse la vida. En su primer matrimonio, si bien encontró hermosura, estirpe esclarecida y virtud, de seguro no halló riqueza. De su testamento deduce Spotorno que Beatriz era muy pobre, puesto que recomendaba á su heredero la diese una renta; pero bien mirada carece esta prueba de fundamento, y la niega una circunstancia relativa al cumplimiento de la disposicion testamentaria. En los primeros años, Beatriz percibia en Córdoba de don Diego Colon una pension de diez mil maravedís; mas adelante, cuando los pagos se hicieron con irregularidad, se abstuvo de reclamar, y habiendo él cesado de remitirla fondos por espacio de muchas anualidades consecutivas, observó igual conducta. Nunca se tomó el trabajo de recordarle su neglijencia, y fué menester que él mismo concluyera por volver en sí de su olvido.[57] Tan poco apuro en pedir atrasos, y tan noble silencio nos parece que refutan lo de la estremada escasez.

El no ser noble no podia tampoco impedir este casamiento, porque segun lo confiesan todos los historiadores, Beatriz era de una familia ilustre.[58] Solo Spotorno quiere que sea á la inversa sin pensar en que uno que fué cómplice suyo y al cual en su calidad de español no puede escaparse, ni dudar de un hecho tan notorio la llama: "Doncella noble y principal." Su posicion la colocaba naturalmente en evidencia, su hermano materno, Rodrigo de Arana, tenia fama en Córdoba, y el historiógrafo imperial dice, que era un "cumplido caballero."[59] Ademas su sobrino Diego de Arana que acompañó á Colon en su primer viaje, en calidad de Juez de flota,[60] debia ser de nobleza muy esclarecida, para que Colon pusiera bajo sus órdenes á dos oficiales de la casa real, al nombrarlo gobernador del fuerte de la Navidad.[61] En el tercer viaje del almirante un jóven cuñado suyo, don Pedro de Arana, iba mandando uno de los buques; pues á consecuencia de su alianza siempre hubo Aranas con los Colones. Después de muertos el virey y su hijo, se vé á un Diego de Arana entre los allegados á la vireyna de las Indias, y al que por su calidad como por su parentesco se hacia mejor lugar que á los demas[62] de la servidumbre de doña Maria de Toledo. La nobleza de Beatriz Enriquez se justificó en la necrolojia de su hijo don Fernando, escrita por Diego Ortiz de Zúñiga,[63] y se invocó luego por los descendientes del primer casamiento de su marido, pues en 1671 don Pedro Colon de Portugal hizo presente en provecho de su causa á la reyna de España, durante la menor edad de Carlos II, que los dos hijos del grande almirante del Océano nacieron de nobilisimas madres.[64]

Veamos ahora si "la hermosa dama de Córdoba" fué la verdadera causa de retener á Colon en España; á pesar de las ofertas del rey de Portugal. Tanto peor para Humboldt si los hechos le dan un mentís algo rudo, y de cierto que no fuera así, si hubiese examinado con mas detenimiento las calumnias de Navarrete, antes de tomarlas bajo su proteccion.

En primer lugar, cuando llegó á Colon la carta de don Juan II, es decir, á fines del mes de Abril de 1488, el embarazo de Beatriz, que se dice estaba á la sazon de cuatro meses y medio, no existia, pues su parto se remonta al 29 de Agosto del año precedente. Fernando Colon, nacido en Córdoba el 29 de Agosto de 1487[65] (y no el 15 de Agosto de 1488 como pone equivocadamente Navarrete, y repite Humboldt), tenia ocho meses de edad, cuando recibió su padre la carta del rey de Portugal, y de consiguiente no fué la posicion delicada de Beatriz la que le hizo rechazar las ofertas del monarca lusitano.

Los historiadores protestantes están acordes en despojar á Colon del mérito de su paciencia, para atribuir solo á los atractivos de Beatriz la determinacion de permanecer tan largo tiempo en España, y de soportar las dilaciones que esperimentó. Con fechas responderemos á esta imputacion.

Como esas flores que no se transplantan y que se abren, se marchitan, y mueren en la misma tierra en que han brotado, Beatriz Enriquez, nacida, educada y casada en Córdoba, no salió nunca de las murallas de la antigua ciudad de los muslimes. Colon no pudo jamas verla, sino viniendo á Córdoba, y Córdoba es precisamente el punto en que estuvo menos veces, y menos tiempo mientras residió en España; pues no hizo en ella mas que una permanencia de algunos meses consecutivos en el primer año de su desembarco, que fué en el que se casó. Desde entónces, sus estadas en Córdoba fueron cortas y poco frecuentes; porque su obligacion lo llamaba de otro lado sin cesar, como lo justifican documentos oficiales.

En 1486 siguió á la corte. En 1487 estuvo en Salamanca, para someter su plan al congreso científico, convocado de real órden en su célebre Universidad,[66] y pasó el invierno y parte del verano en ella.

Luego continuó siempre al lado de SS. AA. y en órdenes pagadas por el tesorero Francisco Gonzalez de Sevilla se lee, que en Mayo, Julio, Agosto y Octubre vivió lejos de Córdoba.[67]

La delicada situacion de Beatriz no fué tampoco para detenerlo, pues dos dias antes del parto de su mujer recibió cuatro mil maravedis, y marchó á la corte por mandato de los reyes. Un pago hecho en Octubre certifica de nuevo su ausencia de Córdoba.[68] Con la llegada del invierno la corte se fijó en Zaragoza, y lo mismo él.

En 1488 pasó á Sevilla, y allí le dirijió el rey de Portugal su carta fecha 20 de Marzo, sin que por eso dejara de continuar solicitando de España. Durante el verano le dieron para sus gastos de viaje tres mil maravedis,[69] y como SS. AA. se trasladaran despues á Valladolid, él fué tambien.

En 1489 le tenemos aun lejos de Córdoba, puesto que el 12 de Mayo se espidió de esta ciudad para Sevilla y otros lugares la órden de alojarlo gratis en su camino á la corte, donde se le llamaba para mejor servicio de los reyes.[70] Llegó en efecto; pero no permaneció mas que algunos dias, en razón á que, como voluntario, hizo la campaña de Baza, y esta guerra empezó á fines de Mayo, durando hasta el 4 de Diciembre.

En 1490 le hallamos hospedado en el palacio del duque de Medina Sidonia, y mas tarde en el del duque de Medina Celi, que estuvo á punto de costear la proyectada espedicion.

En 1491 permanecia al lado del duque de Medina Celi reiterando sus ofertas. Una carta de este personaje, dirijida al gran cardenal de España el 19 de Marzo de 1493 dice: "que le ha dado hospitalidad durante dos años,[71] y que ha contribuido así á detenerlo en España," prevaliéndose de esto para pedir una gracia. Infiérase de aquí si será cierto le tuviese fascinado "la hermosa cordobesa."

Se olvidan los que tal afirman de que en 1488 contaba Colon cincuenta y dos años, y cerca de treinta y seis de navegar: que su buen sentido y síncera piedad no podian consentir que un amor ilejítimo jerminase en su corazon, y que la elevacion y fortaleza de su alma imponian silencio á sus pasiones, no tanto por la edad y la pobreza, como por aquella grande y sublime idea fija que sospechaba la existencia de la otra mitad del mundo.

En su lugar diremos en que circunstancias contrajo matrimonio con Beatriz, pues aquí nos limitaremos tan solo á establecer que su union fué lejítima, y que no se dejó subyugar con menoscabo de ninguno de sus deberes.

Herrera, cuya imparcialidad, saber y exactitud están reconocidas por todos, ha disipado cuantas dudas pudieran ofrecerse acerca del segundo matrimonio de Colon con estas palabras: "Despues de la muerte de su primera mujer casó con otra llamada Beatriz Enriquez, de la ciudad de Córdoba, de la que tuvo á don Fernando, honrado caballero, muy esperimentado en la ciencia de las buenas letras."[72] Navarrete arguye, que no ha podido encontrarse la partida de casamiento, y que no se presentará; pero se nos ocurre que tampoco se ha dado con su partida de bautismo, y sin embargo no diremos por eso que Colon no fué bautizado.

Cuesta trabajo darse cuenta de como se ha podido admitir una especie de tan mal jénero, y tan opuesta á lo que enseñan los hechos, y dicta el mas pobre raciocinio. ¿Cómo hubiera tolerado la virtuosa familia de doña Beatriz un comercio escandaloso? ¿La venganza de esta ilustre casa no habria obligado al seductor á reparar su falta? Qué! ¿Seria Córdoba, pueblo murmurador[73] por escelencia, el que Colon prefiriera para educar su primer hijo, encargándolo á su manceba, y enviándoselo con un sacerdote?[74] Y la reyna tan severa en las costumbres, ¿cómo es posible que pusiese de pajes de su hijo único, el infante don Juan, á los hermanos Colon, siendo uno de ellos ilejítimo? ¿Los venerables relijiosos con los cuales pasó una parte de su vida podrian haber sido cómplices ó engañados en estas relaciones criminales? En prueba de que no eran un misterio, Córdoba pasaba por su verdadero domicilio; á pesar de no haber residido nunca en ella seis meses seguidos, y cuando el 23 de Mayo de 1493, obtuvo la prima del descubrimiento (que consistia en una renta vitalicia de diez mil maravedis) fué menester señalar un punto para su cobro lo hicieron allí, para mayor comodidad suya.[75]

Entre los historiadores contemporáneos de Fernando Colon ninguno pone en tela de juicio su lejitimidad, y si nó tratan de restablecer su posicion, dicho se está que es ciertamente porque nadie la combatia.

Tanto en las relaciones de familia como en los actos esteriores y públicos no se hace ninguna diferencia, salvo la de primojenitura entre Diego y Fernando. En ausencia de su padre los presenta juntos en la corte su tio don Bartolomé, que habia ido por ellos á Córdoba[76], y ambos entran con el mismo título y rango y para el mismo servicio en la servidumbre del príncipe de Asturias. Don Eustaquio, nieto de Navarrete, confiesa que: "Fernando siendo paje del infante era lo mismo que su hermano uno de los mas mas favorecidos por S. A.[77]" Luego pasan los dos al servicio de la reyna, y lejos de establecerse la menor diferencia desfavorable al mas jóven, es precisamente á este á quien Isabel nombra paje suyo antes que á don Diego.[78]

El convenio hecho entre la corona de Castilla y Colon, en los campos de Granada el 17 de Abril de 1492, al establecer la trasmision de sus dignidades en la persona de su primojénito, demuestra implícitamente que no era solo. El prólogo del Diario de Colon recuerda que los soberanos han prometido la herencia á su hijo mayor. El real decreto de 20 de Mayo de 1493, concediendo armas reales á Colon, habla de sus hijos, y el acta de institución del mayorazgo implica su estado de casado; porque de una parte prevee el caso en que tuviese mas descendientes ademas de don Diego y don Fernando,[79] y por otra no admite la posibilidad de un nuevo enlace, puesto que no estipula ninguna viudedad para una nueva mujer. Esta última condicion hubiera sido indispensable, pues en aquella época el grande almirante depuesto, viejo y achacoso no podia esperar una alianza conforme á su rango, sin asegurar á su futura esposa ventajas considerables.

El modo sencillo y libre con que habla de sus dos hijos, sus cariñosas palabras al ocuparse del mas jóven en su correspondencia oficial[80] con los soberanos, su manera de ponderar la precoz disposicion y los servicios de este niño, bastarian para dar fé de que su nacimiento no era vergonzoso, porque siendo así no hubiera tocado este punto con singular complacencia, ni atrevídose á enviarlo para felicitar al gobernador portugues Arcilla, que tenia entre sus oficiales parientes de su primera mujer, doña Felipa Mognis de Perestrello, ni esta circunstancia nos habria sido referida[81] por don Fernando, porque nunca podria haberla recordado sin rubor.

La lejitimidad de Fernando demostrada por la conviccion unánime de sus contemporáneos, justificada por la maternal bondad de la reyna Isabel, las atenciones de su esposo, y la estimacion particular del emperador Cárlos V, se ratifica mas, con traer á la memoria que en el árbol jenealójico de la descendencia del almirante vá su nombre inmediato al de don Diego, en la misma rama,[82] que en la jenealojia presentada por los Colombos de Italia ante los tribunales españoles siempre se pusieron juntos, y que en la de los Colombos de Cuccaro (que nos ha enseñado en Roma su último descendiente) están lo mismo, no habiendo habido nunca en su familia la mas leve duda tocante á su procedencia. Añádase á esto la consulta del senador Juan Pedro Sordi, tan frecuentemente citada por Baltasar Colon, lo cual indica que el célebre jurisconsulto distaba mucho de pensar que no fuese don Fernando de oríjen muy limpio,[83] y que en su memoria al Tribunal Supremo de Justicia (15 de Julio de 1792) un gran abogado rechazó desdeñosamente con una simple nota marjinal la pretension de Palma y Freitas, diciendo que: "en ninguna parte de los autos se habia visto prueba de que no fuese hijo lejítimo."[84] Esto recibe su última é irrefragable garantia de la propia mano de Cristóbal Colon; pues en una carta dirijida á las personas que pensaba debian apoyar sus reclamaciones en la corte, les recuerda, que para el mejor servicio de los reyes, "dejó mujer é fijos, que jamas vió por ello."

El borrador de este documento, todo de puño del almirante existe hoy, y su copia forma parte de la coleccion diplomática, impresa en 1825. Pero cosa singular! la autenticidad de este documento que tan terminantemente niega Navarrete, ha sido probada por él mismo, en su cualidad oficial. No podia ignorarlo; pero ciego por la pasion lo miró sin leerlo ni entenderlo, y se limitó á reconocer la letra, sin considerar, cuan contundente era contra sus calumnias este autógrafo.[85]


VI.


Llevar mas adelante la demostracion del error fuera inútil cuando los hechos hablan por sí mismos. Sin entrar en pormenores, es claro, que cuando se han engañado de tan buena voluntad con respecto á la persona, la familia y la situacion civil de Colon; cuando han desconocido la grandeza de su alma, despreciando su injenio, y calumniado su corazon, nada promete que hayan juzgado con imparcialidad el carácter de su obra.

Y en efecto, aquellos que han escrito la crónica del almirante, cediendo á la influencia majistral de que acabamos de hablar, no solo dieron de lado ó pasaron en silencio acciones famosas, sino que las desfiguraron, para domeñarlas á su método de esposicion histórica. Despues de negar el auxilio sobrenatural, que está tan patente en los hechos inmortales de su vida, le rehusan hasta el talento de hombre, y solo al declararlo casi estraño á las ciencias y á las matemáticas, le conceden gran sagacidad de observacion. Temerosos de presentarlo como un héroe, lo transforman en un ente vulgar, lo despojan sistemáticamente de todo lo que constituye la grandeza, y no solo lo acusan de ingrato, de ignorante, de hipócrita, de presumido, de vanidoso y de pueril, sino que quieren empequeñecer todo cuanto hizo, apartando los obstáculos, acortando la lucha y aminorando los peligros de que triunfó su inspiracion divina. No se apercibieron de que á fuerza de poner la mira al positivismo tropezaban con la mediania y de consiguiente, con lo ridículo, lo absurdo y lo imposible.

Un hombre sin mas cualidades que la tenacidad y la observacion, hubiera hecho lo que él? Lo sublime de su nombre, no dice lo de su corazon? Su fama, la mas justa, la mas merecida, la mas verdadera de cuantas gozaron los hombres, manantial profundo de celebridad, que no han podido agotar las jeneraciones en el transcurso de los siglos, sino que por el contrario es cada dia mas abundante y rico ¿no prueba la incomparable superioridad de su empresa? ¿Y el arquitecto, no es siempre mas grande que su trabajo, ya por la fuerza de su imajinacion, ya por el favor divino que la fecundó? Se olvidan de que lo hecho por Colon no tiene igual en la historia, que no pudo imitar á nadie, y que nadie hará lo que él hizo: que aquello cambió las relaciones de los pueblos, mientras el mundo exista: que su mision, única en la série de las edades, no puede atribuirse á la casualidad ó á la ciencia solas, y que era necesario para llevarla á cabo una relacion matemática, entre la majestad del ser á quien se encargaba y la magnitud de la obra; magnitud, que el saber humano no puede todavia medir ni calcular.

Reasumamos:

Tanto se opone al sentido comun que los incrédulos espliquen la fé, como el que un prodijio del injenio católico, se enseñe por la escuela protestante. La sola reflexion basta, para derribar por su pié al sistema de los biógrafos de Colon, y como en seguida se hace sentir la necesidad de una historia nueva, íntegra y completa, de la invencion del nuevo mundo, y esta necesidad, que mas parece un deber, se ha comprendido tan bien en el corazon de la cristiandad, vamos á procurar proveer á ella, para satisfaccion de la verdad y honra de nuestra patria, que, como dijo Maistre, la necesita siempre.

  1. * Fué achaque de este receloso monarca el pagar en moneda falsa á sus mas leales servidores.
    N. del T.
  2. La célebre edición de la Jeografia de Ptolomeo, hecha en Roma en la imprenta de Evanjelista Tossino, por Marco de Benevento y Juan Cotta de Verona en 1608, reproduce un mapamundi de Ruysch, en que el nuevo continente está señalado de este modo: Terra Sanctæ Crucis sive Mundus Novus.
    La edicion de Ptolomeo hecha en Venecia en 1511 por Jacobus Pentius de Leucho, con mapas grabados en madera, indicaba tambien el nuevo continente con estas palabras escritas con tinta encarnada: Terra Sanctæ Crucis.
  3. El título completo de la obra es este: Cosmographiæ introductio, cum quibusdam geometriæ ac astronomiæ principiis ad cam, rem necessariis, insuper quatuor Americi navigationes. Impresa primero en Saint-Dié en 1507, y reimpresa en Strasburgo en 1509.
  4. ”Non video cur quis jure vetet ab Americo inventore sagacis ingenii viro Amerigem quasi Americi terram, sive Americam dicendam cùm et Europa et Asia á mulieribus sua sortitæ sint nomina.” Cosmographiæ introductio, cap. IX.
  5. Así estaba la que en 1522 se grabó en madera para la reimpresion del Ptolomeo de Melchor y Gaspar Trechsel bajo el título de: Orbis typus universalis juxta hydrographorum traditionem exactissime depicta, y tambien la que publicó en 1541 el editor Hugues de Portes.
  6. El fraile apóstata Sebastian Munster, autor de la Introduccion á la tabla de cosmografía, estendió el nombre de América por medio de la imprenta de Bále, mientras por otro lado Joaquin Vadianus hizo lo mismo en su Cosmografía universal impresa en Zurich en 1548.
  7. ”El primero que las descubrió, fué aquella caravella llevado por viento contrario en levante; y tan contrario que vino á en tierras no conocidas, etc.” Valles. Breve y compendiosa adicion á la crónica de los católicos y esclarecidos reyes, etc., cap. 1. fól. CCIIII.
  8. ”Petrum Colonum cum triginta quinque navibus, quas caravellas appellant, et hominum magno número misere.”—Lucii Marinei Siculi. De rebus Hispaniæ memorabilibus, lib. XIX.
  9. El único escrito sobre él que no haya sido póstumo se imprimió en Roma en 1493, en casa de Eucharius Argentinus por Aliander de Cosco. El primer personaje romano, que tuvo y dió publicidad á los apuntes históricos del descubrimiento fué el cardenal Ascanio Sforza. El cardenal don Bernardino Carbajal sostuvo correspondencia con el célebre literato Pedro Mártir de Angleria acerca de Colon. El cardenal don Luis de Aragon mandó á uno de sus secretarios que recojiera de boca de Pedro Mártir lo que este sabia de la del mismo Colon.
  10. Raynal. Hist. philos. et polit. des Indes, t. I. p. 98.
  11. ”Doblaron el cabo de Buena Esperanza, atravesaron los mares de Africa y de Indias, y mientras que ponian toda su atencion del lado de oriente y del mediodia, Cristóbal Colon se dirijió al de occidente.” Bufon. Obras completas, aumentadas por Cuvier, t. I. p. 266.
  12. Robertson. Historia de América, t. I. lib. II. p. 198, edicion de 1828.
  13. ”Este navegante, al cual debió toda la gloria de sus descubrimientos.” Ulloa. Mem. fil. hist. fis. concernientes al descubrimiento de América, t. II. páj. 795.
  14. Montesquieu. Espíritu de las leyes, t. II. lib. XXI. cap. XVIII. páj. 78.
    E
  15. Marchangy. Gaule poétique, t. VII. páj. 276.
  16. Mariana. Historia jeneral de España, lib. XXVI. § II.
  17. Ferreras. Historia jeneral de España, tom. VIII, páj. 129.
  18. Carta fechada en Aranjuez el 30 de Mayo de 1804.
  19. Ascargorta. Compendio de la historia de España, t. II. cap. XLV.
  20. Paquis. Historia de España.
  21. Lamartine. Le Civilisateur, número de Agosto de 1852, páj. 264.
  22. Granier de Cassagnac. Viaje á las Antillas, 2ª parte, páj. 128.
  23. Rosseeuw-Saint-Hilaire. Historia de España, tit. VI. lib. XIX. páj. 114.
  24. * José Warlon, poeta y escritor americano, publicó en 1787, La Colombiada, que tradujo ú imitó Mad. Lepaje Dubocage.
    N. del T.
  25. De Pons, Viaje á la parte oriental de tierra firme. Tres tomos en 8.º
  26. Napione. Della patria di Cristoforo Colombo, en 8.º
  27. Titulada: Del primo scopritore del continente del nuovo mondo. Firenze 1809.
  28. Se imprimió primero en Venecia y se reimprimió en Bassano.
  29. Se publicó con este título: Ragionamento nel quale si conferma l'opinione generale intorno alla patria di Cristoforo Colombo, presentato all'Accademie delle science, lettere é arti de Genova, nell'Adunanza del di l6 dicembre 1812. Dagli accademici Serra, Carrega é Piaggio.
  30. Este escrito se tituló: Orazione di un anonimo in lode de Cristoforo Colombo scopritor del nuovo mondo, con note storiche intorno alla sua patria. Milano 1821.
  31. Historia de Cristóbal Colon. París 1824 impresa, por Carnevillier (mayor.)
  32. Titulada: Coleccion de los viajes y descubrimientos que hicieron por mar los españoles desde fines del siglo XV.
  33. Washington Irving.
  34. Ó la descubierta del nuevo mundo, publicada en la imprenta de Cárlos Gosaelin, 1829.
  35. Con este título: Mercedes de Castilla.
  36. * En 1836 se imprimió en Paris la Historia del descubrimiento de América, por Campe, traducida del alemán por E. C. Pitton.
    N. del T.
  37. Appendice dell'avvocatto Giambattista Belloro alla revista critica sopra la patria di Cristoforo Colombo, contra la riposta di un accademico di Cogolectto. Genova 1839.
  38. Esta obra ha llegado á la 4ª edición, y se tradujo en italiano apenas publicada en frances.
  39. * Reta, dio á luz el mismo año en Turin una historia del almirante.
    N. del T.
  40. Feliciano David.
  41. * En 1849, empezó á publicar en Madrid don Manuel Diaz Ilarraza su libro titulado: El descubrimiento del nuevo mundo.
    N. del T.
  42. Milano, dos tomos en 12°.
  43. Patria é biografia del grande ammiraglio don Cristoforo Colombo, etc. Roma, tipografía forense.
  44. * En este mismo año publicó en España don Ramón de Campoamor su poema titulado Colon.
    N. del T.
  45. Este magnífico discurso se mandó imprimir por la municipalidad de Jénova con el siguiente epígrafe: Allocuzione detta da monsignor Andrea Charvaz, arzibescovo di Génova in occasione dell'inaugurazione della ferrovia dello stato, etc. Genova dai fratelli Ferrando Q. Gio, tipografi del municipio, en 4.°
  46. Solo han transcurrido pocos meses, y no podemos recordar esta circunstancia sin esperimentar un sentimiento de justo dolor, pues la virtuosa reyna Maria Adelaida, que constituía uno de sus mas hermosos ornamentos, y el duque de Jénova, cuyo saber y valentía no tenian mas rival que su modestia, han desaparecido bajo la losa del sepulcro, dejando en los corazones do todos la memoria de sus relevantes cualidades.
  47. La edicion italiana, impresa en Milan por Ferrario, no contiene mas que 43 pájinas, pues el resto del volúmen se compone de notas y disertaciones.
  48. Navarrete. Coleccion de los viajes y descubrimientos que hicieron etc., t. I. Introduccion, § 57.
  49. "Per algun tempo non volle annunziarlo per fratello é lo facea credere un suo familiare." Spotorno, Della origine e della patria di Cristoforo Colombo, lib. II. p. 180.
  50. Gavotti. Elogi di liguri illustri, t. I. p. 257: Jénova 1846.
  51. Sanginetti, Vita di Cristoforo Colombo. Jénova 1846.
  52. "Che Cristoforo seppe qualche volta per suo vantaggio mentire." Lettera dell'avvocato Giovanni Battista Belloro. Savona, 12 Maggio de 1826.
  53. Humboldt. Exámen crítico de la historia de la jeografia etc., t. I. p. 104.
  54. "Prese á seconda moglie Beatrice Enriquez da cui naquegli Ferdinando lo scrittor della sua vita". Tiraboschi. Storia della letteratura italiana, t. IV. lib. I. cap. VI. § 12.
  55. Exámen crítico de la historia etc. t. II. p. 333.
  56. "Doncella noble." Diego Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla etc. lib. XIV. fól. 493.
  57. Pleito. Memorial ajustado sobre el hecho.
  58. "Doña Beatriz Enriquez doncella noble y principal de aquella ciudad." Navarrete. Disertacion sobre la historia de la náutica, parte tercera, § 19. fól. 152.
  59. Oviedo. Historia natural y jeneral de las Indias, lib. II. cap. XII.
  60. Ramusio dice, que era un honrado caballero de Córdoba.
  61. Rodrigo de Escobedo y Pedro Gutierrez, que ambos tenian empleos en la córte.
  62. En el testamento de Diego Mendez fecha 6 de Junio de 1536 hecho por Fernando Perez, notario de los reinos, Diego de Arana es el primer testigo entre los caballeros mas distinguidos. Coleccion de Navarrete, t. I.
  63. Anales eclesiásticos de Sevilla, lib. XIV. fól. 499.
  64. "Y Diego y Fernando, ambos hijos de nobilisimas madres." Memoria de don Pedro Colon de Portugal contenida en el Pleito de la casa de Veraguas y en los datos justificativos de monseñor Luigi Colombo, p. 436.
  65. Zúñiga. Anales eclesiásticos etc., lib. XIV. fól. 496.
  66. Se sabe que la corte permaneció aquel año una parte del invierno en Salamanca durante el congreso, y que partió el 25 de Enero de 1487. Cronicon de Valladolid 26 de Enero de 1487.
  67. Se lee en el rejistro de Francisco Gonzalez: "El 5 de Mayo de 1487, entregado á Cristóbal Colomo, estranjero, tres mil maravedis. El 27 de Agosto de 1487, entregado al mismo, cuatro mil maravedis, para ir á la corte, de órden de SS. AA.; lo que hace un total de siete mil maravedis, con los tres mil que ha recibido el 3 de Julio." Coleccion diplomática, núm. 2.
  68. "15 de Octubre de 1487, dí á Cristóbal Colomo cuatro mil maravedis, que SS. AA. me mandaron dar."
  69. En 16 de Junio de 1488 dí á Cristóbal Colomo tres mil maravedis, por cédula de SS. AA."
  70. Archivo del Ayuntamiento de Sevilla, lib. III, de cartas reales. Documentos diplomáticos, núm. 4.
  71. "Y por yo detenerle en mi casa dos años y haberle enderezado á su servicio, se ha hallado tan grande cosa etc." Orij. en el Archivo de Simancas. Documentos diplomáticos.
  72. Herrera. Historia jeneral de los viajes y conquistas de los castellanos, etc. Primera decada, lib. I. cap. VII.
  73. Las habladurias, las frivolidades, la coqueteria y la pereza de las mujeres de Córdoba, eran proverbiales en España, y para castigarlas las declaró la reyna Isabel, durante cierto tiempo, sin derecho á los bienes gananciales.
  74. Llamado el P. Martin Sanchez.
  75. "Los dichos diez mil maravedis situados en las alcabalas de las carnecerias de la ciudad de Córdoba." Anotacion al título de renta, fecha 23 de Mayo de 1493. Documentos diplomáticos, núm. XXXII.
  76. Fernando Colon, Historia del almirante, cap. LX.
  77. Coleccion de documentos inéditos para la historia de España, por don Miguel Salvá y don Pedro Sainz de Baranda, t. XVI. p. 291.
  78. Don Fernando fué nombrado el 18 de Febrero de 1498, y don Diego su hermano mayor al dia siguiente 19. Libros de quitaciones de la casa real, en el Archivo de Simancas, letras D y H. Coleccion diplomática, núm. CXXV.
  79. Institucion del mayorazgo, 22 de Febrero de 1498. Documentos diplomáticos CXXVI.
  80. Carta á los reyes, fechada en Jamáica el 7 de Julio de 1503.
  81. Historia del señor don Fernando Colombo etc., c. CXXXVIII.
  82. Los árboles jenealójicos de los Colones que se han presentado desde hace tres siglos, diferencian escrupulosamente la calidad de las personas, señalando á los bastardos y á los adulterinos, y el nombre de don Fernando está siempre puesto entre los lejítimos.
  83. Joannis Petris Surdi, Concilium § XI. núm. 261 de la vuelta.
  84. Perez de Castro, Informacion jurídica, páj. 101 dorso. Pleito de los descendientes de Colon.
  85. No son solamente don Juan Bautista Muñoz y el archivero jeneral don Tomas Gonzalez los que han clasificado en el número CXXXVIII este precioso autógrafo, sino que don Martin Fernandez de Navarrete le puso en una nota que era papel de mano del almirante don Cristóbal Colon.