Historia XVIII:Pintura holandesa
En el siglo XVII apareció en Holanda un número extraordinario de grandes pintores. No trabajaban para las iglesias, los holandeses eran calvinistas. No trabajaban para los señores, en Holanda no había casi nobles. Pero los burgueses ricos querían tener cuadros en sus casas y preferían escenas de la vida diaria. Los miembros de los cuerpos de regidores, guardas burgueses, Consejos administrativos, gustaban mandar hacer sus retratos en grupos.
Los pintores holandeses hicieron pocos cuadros religiosos o históricos, pintaron sobre todo retratos, «cuadros de corporaciones», paisajes, escenas de la vida de la época. Representaban un bosque, una plaza, un rincón de la ciudad, un jardín, o bien una taberna, un concierto, la habitación de un enfermo. En sus obras, el asunto es insignificante, no intentan hacer una escena, tratan de reproducir el natural. No se dedican a tomar modelos lindos, pintan las gentes tal como las ven, con su fisonomía natural. Pero hacen encantadoras estas cosas comunes a fuerza de darlas vida.
Aplicáronse concienzudamente a la técnica de la pintura, y consiguieron representar efectos muy variados de luz. La atmósfera siempre húmeda de Holanda da a la luz matices cambiantes, la belleza del arte holandés está sobre todo en el color y en la luz.
Es imposible dar idea de todos los grandes pintores holandeses, tan numerosos son. El retratista más importante fué Franz Hals (1584-1666), establecido en Harlem, y que pintó grandes cuadros de corporaciones.
El paisajista más célebre fué Jacobo Ruysdael. Supo mejor que nadie pintar el agua en sus diferentes aspectos, el mar, los pantanos, el arroyo, la cascada. —El más vigoroso de los pintores de animales, Potter, muerto en 1664, antes de los treinta años, ha dejado una de las obras maestras de la pintura de animales, el Toro del Museo de La Haya. —El más vivo de todos los pintores de hogares de gente pobre es Juan Steen. Terburg y Metzu han representado sobre todo las habitaciones de la burguesía rica.
De todos los pintores holandeses, el más célebre es Rembrandt (1606—1669), de una familia judía establecida en Amsterdam. No había querido ir a Italia, diciendo que «encontraba en su patria tantas bellezas que su vida sería demasiado corta para representarlas». Tuvo al principio gran éxito y recibió muchos encargos de retratos. Hizo entonces una de sus obras más célebres, la Lección de anatomía, que representa a un profesor de Medicina con sus discípulos.
Rembrandt tenía su taller lleno de ricas telas, de pieles, de terciopelos, de oro y de armas de lujo. Trabajaba mucho, ha dejado más de 600 cuadros y de 300 grabados. Luego perdió a su mujer, a la que quería mucho, y le arruinaron sus colecciones. Perdió la clientela, quebró y le costó trabajo sostenerse los últimos años de su vida. Se dedicó entonces a pintar paisajes y asuntos bíblicos, pero copiaba los personajes de la realidad. Constituye sobre todo la originalidad de Rembrandt su luz dorada, que pasa insensiblemente del resplandor intenso del sol hasta la sombra profunda.