Historia XIV:Teoría del poder monárquico
Luis XIV tenía idea muy elevada de su poder real. El mismo la ha expuesto en las Memorias que mandó escribir para instrucción de su hijo. «El rey, dice, representa a la nación entera. La nación no constituye cuerpo, reside toda entera en el rey». —Se cree también que Luis XIV dijo un día: «El Estado, soy yo».
Se consideraba representante de Dios en la tierra. «El (Dios) que ha dado leyes a los hombres, dice, ha querido que se les respetase (a los reyes) como sus lugartenientes». El rey de Francia era un personaje sagrado, se creía que tenía el poder milagroso de curar las escrófulas. En ciertas fiestas, los escrofulosos iban a arrodillarse. El rey, después de haber comulgado, pasaba por delante de ellos. En la cara de cada uno hacía la señal de la cruz, diciendo: «El rey te toca, que Dios te cure!» Era lo que se llamaba «el milagro de los lamparones».
Siendo el rey lugarteniente de Dios, no era responsable sino para con Dios. Debía, por tanto, decidir todo a su capricho, sin tener que consultar a nadie. Luis XIV, comparando su situación con la del rey de Inglaterra, escribía: «Esta sujeción que pone al soberano en la necesidad de tomar la ley de sus súbditos, es la mayor calamidad en que puede caer un hombre de nuestro rango... A la cabeza solamente corresponde deliberar y resolver». —Escribió también: «El rey y los príncipes, que han nacido para gobernarlo todo y mandarlo todo, no deben estar sujetos más que a Dios y a la fama».
Luis XIV se consideraba también propietario de todos los bienes de sus súbditos. «Los reyes, dice, son señores absolutos y disponen naturalmente de todos los bienes». Decía también: «Todo lo que se encuentra en la extensión de nuestros Estados, de cualquier naturaleza que sea, nos pertenece con igual razón».
Los súbditos, cualesquiera que fuesen, no tenían otro deber que obedecer. «La voluntad de Dios, decía Luis XIV, es que el que ha nacido súbdito obedezca sin discernimiento».
Bossuet, que fué nombrado preceptor del hijo de Luis XIV, escribió para su discípulo un tratado que llamó Política sacada de las propias palabras de la Sagrada Escritura (1677). Allí se dice: «Dios es el verdadero rey, pero establece a los reyes como ministros suyos... Los príncipes obran como ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. El príncipe es la imagen de Dios». Bossuet reconoce que el príncipe tiene deberes, que está atenido a trabajar por el bien de su pueblo; pero los súbditos no tienen el derecho de pedir nada y deben obedecer a los reyes, aun cuando sean injustos. «Es preciso, dice, obedecer a los príncipes como a la justicia misma». «La autoridad real es absoluta. Los súbditos deben al príncipe entera obediencia. Si el príncipe se conduce mal, no hay fuerza ninguna capaz de obligarle, los súbditos no deben oponer más que respetuosas advertencias».