Historia XIV:El galicanismo
Luis XIV quería ser obedecido en cuestiones de religión como en todo. Nombraba los obispos (véase cap. XVI). Cuando moría un obispo, y hasta que se nombrase el
sucesor, el rey se quedaba con las rentas del obispado. Era el derecho de regalía.
El rey de Francia no cobraba la regalía más que en una parte del reino, y Luis XIV quiso establecerla en todas las provincias. Dos obispos protestaron y apelaron al Papa. Este se declaró en favor de ellos y contra sus arzobispos.
Un partido muy numeroso, llamado galicano, y que remontaba al siglo XV, declaraba a la Iglesia de Francia (galicana) independiente del Papa para sus asuntos propios. En opinión de los galicanos, el rey de Francia tenía la facultad de prohibir a los obispos comunicar con el Papa. Las decisiones de éste no debían ser aplicadas en Francia sino después de haber recibido la aprobación del Gobierno. Era lo que llamaban las libertades de la Iglesia galicana. —El partido opuesto reclamaba en favor del Papa el derecho de dictar órdenes a la Iglesia de Francia. Era llamado ultramontano, es decir, italiano.
Luis XIV, que a propósito de la regalía se había indispuesto con el Papa, reunió un sínodo de obispos y eclesiásticos del reino y le preguntó su opinión.
La Asamblea dió la razón al rey e hizo pública la Declaración de 1682, en cuatro artículos. Esta declaración, que Bossuet había redactado, exponía la doctrina del partido galicano. El Papa no tiene poder sino para las cosas espirituales que conciernen a la salvación. Respectó a los asuntos temporales de la Iglesia, el rey de Francia no está sometido a ningún poder extraño. En sus relaciones con el Papa, deben observarse, no solamente las decisiones de la Iglesia universal, sino también las reglas de la Iglesia galicana.
La Declaración añadía: «El Concilio ecuménico es superior al Papa» y «El juicio del Papa es reformable con el consentimiento de la Iglesia» (dicho de otro modo: «El Papa no es infalible»). Era la doctrina proclamada en el siglo XV por el Concilio de Constanza.
La Declaración de 1682 hacía la doctrina galicana obligatoria para todos los súbditos del rey. Luis XIV ordenó a todos los profesores de teología de la Sorbona que la registrasen y firmasen. Varios de ellos se negaron y fueron destituidos.
El Papa dijo que no aceptaría como obispo a ninguno de los miembros de la Asamblea de 1682 que habían adoptado la Declaración. Eran los únicos a quienes Luis XIV quería hacer obispos. Pronto hubo 15 obispados vacantes. Por último, como en 1689 hubiera muerto el Papa Inocencio, Luis XIV se reconcilió con su sucesor. Entonces los obispos que el Papa se había negado a aceptar firmaron una declaración en que afirmaron «no haber querido decir nada contrario a la autoridad papa», y le juraron obediencia. El conflicto entre el rey y el Papa terminó. Pero los galicanos siguieron considerando la Declaración de 1682 como regla de la Iglesia.