Historia XI:Los Estados Generales

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Para los asuntos comunes a toda la Confederación, es decir, la guerra y las relaciones extranjeras, se había creado un gobierno común llamado «la Generalidad». La dirección pertenecía a la asamblea de los Estados Generales, formada por los diputados de las siete provincias reunidos en La Haya.

Como todas las provincias eran soberanas, tenían iguales derechos. Enviaban un número variable de diputados, por lo común unos cuarenta en total. Pero no tenían cada una más que un voto. Aquellos diputados estaban sujetos por las instrucciones que les había dado la asamblea de los Estados de su provincia. No podían resolver nada sino después de haber obtenido el consentimiento de ésta, y todavía, para tomar una decisión, era precisa la unanimidad de las provincias.

No había ningún tribunal para resolver los conflictos que surgieran entre las provincias. No había tampoco ejército, ni marina, ni diplomacia comunes.

El ejército estaba formado por mercenarios, la mayor parte extranjeros, pagados los unos por Generalidad, los otros por una provincia, otros por una ciudad. Cada regimiento pertenecía a la vez a la generalidad y a la provincia.

Cada provincia tenía también su marina de guerra, dividida entre cinco almirantes, tres por Holanda, uno por Zelanda, otro por la Frisia.

Cada provincia enviaba a sus expensas sus embajadores al extranjero: Holanda los enviaba a Francia, Zelanda a Inglaterra, Frisia a Alemania.

Para los gastos comunes, los Estados Generales no tenían más que el tributo impuesto a los países conquistados y una contribución que pagaba cada provincia. Holanda pagaba el 57 por 100 del total.

Había creado la Unión y la mantenía la necesidad de entenderse para resistir al rey de España; pero parecía que, una vez terminada la guerra, la Unión iba a deshacerse. El abogado de Holanda, Barnevelt, que había organizado el gobierno, decía : «Las Provncias Unidas no son una república, sino siete provincias diferentes que tienen cada una su forma de gobierno. Por eso, si se creyera haber hecho bien la paz, este gobierno se desharía inmediatamente, por celos e indiferencia». Más tarde un embajador inglés, Temple, llamaba al país «la república de las Provincias desunidas».