Historia XI:Las Compañías de comercio
En el siglo XVI, los navíos de los Países Bajos iban a Lisboa a buscar las mercancías de la India, sobre todo las especias (véase capítulo III). Después de la sublevación, Felipe II prohibió que fueran admitidos en los puertos de su reino. Los holandeses buscaron entonces el camino de las Indias por el lado del nordeste y bordearon la costa de Rusia, pero fueron detenidos por los hielos.
Una escuadra holandesa, navegando por la ruta que se seguían los portugueses, dobló el cabo de Buena Esperanza, llegó hasta las islas de la Sonda y volvió al cabo de tres años y medio, habiendo perdido la mitad de sus tripulantes. Trajo la noticia de que las posesiones portuguesas eran desdeñadas por los españoles y fáciles de conquistar. Los holandeses trabajaron desde entonces para ocupar el lugar de los portugueses.
Era necesaria una flota de guerra para esta empresa. Las ciudades se encargaron de proporcionarla. Se creó una Compañía de las Indias, a la que los Estados Generales dieron la exclusiva para el comercio de aquellos parajes. Cada provincia o cada ciudad equipaba ella misma a sus barcos a sus expensas y los enviaba en busca de las mercancías que vendía en Europa. Con los beneficios se pagaban los gastos hechos en común para los barcos de guerra, las fortalezas y los soldados.
Las primeras expediciones costaron más de lo que produjeron, pues necesitaba entonces un barco dos o tres años para hacer un viaje. En veinticuatro años (de 1611 a 1634), hubo trece expediciones que no dieron ningún beneficio.
Por último, la Compañía conquistó poco a poco las posesiones portuguesas, el Cabo de Buenas Esperanza, los puertos de la costa de la India y de la isla de Ceilán, Malaca, y sobre todo las islas de la Sonda. Acabó por tener un Imperio, regido por siete gobernadores y un gobernador general establecido en Batavia, una ciudad nueva fundada en la isla de Java.
La Compañía tuvo por principio evitar los gastos de guerra, entendiéndose con los príncipes indígenas. Pagaba bien a sus agentes y les prohibía hacer el comercio por su cuenta. Los holandeses no enviaban misioneros para intentar convertir a los indígeneas, ni colonos para cultivar el país. No iban de Holanda más que marineros y comerciantes.
Los holandeses hacían llevar las mercancías a sus puertos en naves indígenas, las pagaban bastante bien y no las vendían demasiado caras en Europa, porque preferían obtener pequeños beneficios y ganar en la cantidad. Vendieron muchas más especias que los portugueses e hicieron bajar mucho el precio.
Los holandeses fundaron en seguida una Compañía de las Indias occidentales que conquistó las posesiones portuguesas en América. Fué durante algún tiempo dueña del Brasil. Pero los portugueses, al recobrar la independencia, arrojaron de allí a los holandeses. La Compañía conservó algunas pequeñas islas de las Antillas. La principal, Curaçao, servía para hacer el contrabando con las colonias españolas. En el continente, fundó la colonia de la Guyana, donde se hicieron plantaciones de caña de azúcar. En América del Norte fundó la pequeña colonia denominada Nueva Amsterdam, que fué conquistada por los ingleses y que ha venido a ser Nueva York.
Los holandeses tuvieron fama de ser marinos poco escrupulosos. Un proverbio holandés decía: «El comercio debe ser libre hasta en los infiernos». Esta impresión ha subsistido en la leyenda del Buque fantasma; es un capitán de navío holandés que ha jurado pasar aun que Dios se oponga, y por esta blasfemia es condenado a vagar por los mares hasta el fin del mundo.