Historia X:Wallenstein

Historia X:Política del emperador en el Imperio


Wallenstein (o Waldstein) era un noble de Bohemia, huérfano, educado en un principio como protestante, luego en un colegio de jesuítas. Fué bastante tiempo indiferente en religión, pero creía en la astrología. Casado con una viuda rica, había alistado tropas durante la guerra de Bohemia y se había puesto al servicio del emperador. Después de la guerra, se había hecho ceder o había comprado muchas tierras confiscadas. Habíase unido entonces a la hija de un favorito del emperador, habíase hecho gran señor y obtenido el título de duque.

El emperador nombró a Wallenstein «jefe de todas sus tropas en el Sacro Imperio» y le dió derecho a imponer tributos para mantenerlas. El botín había de ser repartido entre el emperador y los soldados. Fernando tenía de esta suerte el ejército que no le costaba nada.

Wallenstein imitada a Mansfeld, pero tuvo un ejército más numeroso, que llegó quizá hasta 100.000 hombres. Alistó gentes de todas las religiones, prometiendo a los príncipes luteranos no molestarles en el ejercicio de su culto. Quería solamente restablecer la autoridad del emperador en el Imperio (1625).

El ejército imperial, mandado pro Wallenstein, maniobró de acuerdo con el de la Liga, que mandaba Tilly, contra el rey de Dinamarca. (Fué este período de la guerra el que se llamó más tarde período danés.) La lucha se decidió en una sola batalla (1626), el ejército de Cristián fué arrojado de Alemania.

Wallenstein había dejado a Tilly combatir solo. No trataba de concluir con los protestantes. Quería conservar su ejército intacto, con intención de sostenerlo a expensas de Alemania hasta quu los príncipes, agotados sus recursos, se sometieran al emperador.

Ningún príncipe protestante se atrevió a ponerse en frente, y avanzó poco a poco hasta el mar Báltico. El emperador dió entonces a Wallenstein el título y los dominios del duque de Mecklemburgo, que confiscó, y le nombró «almirante de toda la armada del emperador, del mar Oceánico y del Báltico» (1628). Wallenstein fué a visitar la ciudad de Stralsund, que tenía puerto en el Báltico.



El emperador era dueño de Alemania. Promulgó entonces el edicto de restitución, que ordenaba a los príncipes protestantes devolver todas las tierras de la Iglesia de que se habían apoderado desde 1555, 14 obispados y gran número de conventos (1629).

Se conducía como dueño en Alemania. Los príncipes católicos tenían en este país tres ejércitos y parecían haber vencido definitivamente a los protestantes.

Habiendo muerto en Italia el duque de Mantua sin dejar hijos, le heredaba su pariente más próximo, un príncipe francés. Pero el emperador había declarado el ducado de Mantua feudo del Imperio, y, si tener en cuenta a Francia le había dado a un príncipe italiano (1627).

El valle del Adda, conocido con el nombre de la Valtelina, entre Suiza e Italia, era defendido por guarniciones de los grisones, aliados de Francia y de Venecia. Un cuerpo de ejército enviado por Wallenstein fué a arrojar a los grisones y ocupó la Valtelina. Por este valle el rey de España podía enviar tropas españolas del Milanesado a Alemania.

Francia e Inglaterra, ocupadas en hacerse la guerra a propósito de la Rochela, dejaban que la casa de Austria dominase Alemania e Italia. Los príncipes católicos estaban juntos contra adversarios divididos.

Pero después de la victoria, empezaron a desunirse. Los príncipes católicos de Alemania se inquietaron por los actos de Wallenstein. Le reprochaban que los tratase con insolencia y que dejase a sus soldados saquear las tierras mismas de los príncipes católicos. Le acusaban de haber dicho que quería «enseñar a vivir a los Electores», y «que había que transformar a Alemania en una monarquía en que todos los príncipes obedecieran al emperador, como se obedecía al rey en Francia».

El emperador quería tener contentos a los príncipes porque les pedía que eligieran a su joven hijo Rey de romanos. Los príncipes, reunidos en la Dieta de Ratisbona (1630), exigieron al emperador el alejamiento de Wallenstein. Fernando, siguiendo el consejo de su confesor, se decidió a hacerlo así. Wallenstein recibió finamente a los enviados del emperador y, mostrándoles sus instrumentos de astrología, les dijo que aquella decisión no le admiraba, porque había leído en las estrellas qeu el espíritu del emperador obedecía al espíritu del duque de Baviera. Su ejército fué reunido el de la Liga católica; pero sus soldados ya no tenían deseo de batirse.