Historia Verdadera del México Profundo/4

Historia Verdadera del México Profundo
de Guillermo Marín Ruiz
El Preclásico o Formativo

4. EL PERIODO PRECLÁSICO O FORMATIVO.

A la primera etapa de la historia del México Antiguo se le conoce como período PRECLÁSICO o período formativo, y tiene una duración aproximada de seis mil años; esto es, su duración inicia en el año seis mil a.C. y llega hasta aproximadamente 200 años a.C. Este periodo es muy largo porque se entiende el gran esfuerzo que hicieron nuestros antepasados. Desde ser salvajes primitivos cazadores nómadas recolectores, hasta formar pequeñas aldeas y poseer un eficiente sistema alimentario; un eficaz sistema de salud, un complejo sistema educativo, un sólido sistema de organización social y un régimen jurídico. Contaban, además, con un decantado sistema de valores y conocimientos filosóficos, éticos, morales, estéticos y religiosos, que les permitiera tener firmes cimientos para desarrollar una de las más importantes y antiguas civilizaciones que se mantienen vivas hasta nuestros días a pesar de la agresión que ha sufrido durante los últimos cinco siglos.

Esta valiosa -infraestructura civilizatoria- que de alguna manera sigue viva y presente en el México contemporáneo y que el “México imaginario” [1] de Guillermo Bonfil Batalla[2] se resiste a reconocer, resulta la herencia más importante que nos han legado los Viejos Abuelos del Anáhuac y los cimientos más profundos de todo lo que hoy somos.

La relación con la naturaleza y el trabajo con la tierra, especialmente con la invención de la milpa,[3] permitió a los pueblos del México antiguo tener una alimentación de calidad. Los conocimientos del cuerpo humano, las plantas, animales y minerales fueron las bases para ofrecer a los antiguos mexicanos una inigualable salud. El desarrollo de un sistema educativo eficiente que permitiera formar y capacitar a sus hijos para desarrollar a largo plazo el proceso civilizatorio y mantener el “propósito social” por siglos; así como como una infraestructura científica que les posibilitara iniciar su camino en las matemáticas, la astronomía, la medicina, la ingeniería, lingüística, arquitectura, botánica, zoología; un lenguaje artístico que les facultara expresar, de manera estética y universal, su percepción de lo inconmensurable y maravilloso de la existencia humana y sus complejas y maravillosas relaciones con la naturaleza y el cosmos. Un complejo y eficaz sistema de organización social que les permitiera desarrollar obras monumentales que se llevaron varias generaciones para concluirse y que mantuvieron su propósito primigenio. En síntesis, un sin fin de conocimientos, que formaron los cimientos de lo que posteriormente se conocerá como el desarrollo del Período Clásico o del esplendor.

La agricultura.

“La –invención- de la agricultura fue en realidad un proceso muy prolongado, que tuvo lugar en el área en el curso de varios milenios, a partir de hace 8000 a 10,000 años, según lo indica el fechamiento más reciente logrado con nuevas tecnologías. Entre 1500 y 1000 años AC., empezaron a aparecer las primeras aldeas permanentes de cultivadores en diversos puntos del futuro ámbito mesoamericano. Se domesticaron las calabazas, el maíz, el aguacate, los amarantos, los frijoles, los chiles, el tomate verde, el cacao, las anonas, los zapotes, los magueyes, los nopales, y el algodón, entre otras, haciendo un total de más de 70 especies diferentes, además de otras provenientes de otras áreas, pero que se cultivaron con provecho (por ejemplo, el jitomate y el guaje o tecomate).” (Teresa Rojas Rabiela. 2001).[4]

El Período Preclásico representó un milenario esfuerzo de nuestros Viejos Abuelos, no sólo para humanizarse, sino para humanizar el mundo que les rodeaba. Porque los seres humanos, para los antiguos mexicanos, son el principio y fin de la creación y los encargados de su preservación y su desarrollo hacia lo perfecto.

Este elemento filosófico es muy importante para comprender las culturas del México antiguo. En efecto, mientras otras civilizaciones pretenden dominar, explotar y transformar a la naturaleza, ubicándose como la cima de la creación universal, para los antiguos mexicanos el objetivo del ser humano es apoyar el proyecto creador de los dioses y humanizar al mundo, tomando a la Tierra coosu "madre querida" Tonatzin.

“El hombre es la medida de todas las cosas”, decía el griego, otorgando al ser humano una suerte de dominio sobre el mundo; “Mata y come”, dice Dios al hombre en el Nuevo Testamento. Así, las dos vertientes de la cultura occidental, la helénica y la judeocristiana, atribuyen al hombre, para subsistir, el dominio de las cosas y la autoridad para destruirlas.
Moralmente muy por encima de tal concepción, el antiguo indígena mesoamericano, como se desprende de sus imágenes y de sus textos, proclama la suya: el hombre es el principio de la creación del mundo y el encargado de su alrededor. Así es como se constituye la cultura de que somos, hasta hoy, exclusivos herederos.
Intentemos, pues, comprenderla en sus raíces y sus frutos, para conocerla qué es lo que somos; qué, lo que debemos ser.” (Bonifaz Nuño 1992)

Si bien, se supone que los Viejos Abuelos iniciaron la agricultura y la invención del maíz en el sexto milenio antes de Cristo; lo cierto es que aparecerán las primeras formas culturales, que los especialistas han llamado olmecas, aproximadamente mil quinientos años antes de Cristo, entre los estados de Tabasco y Veracruz, pero que indiscutiblemente se dieron en todas las culturas pero en una fase que llamaremos "olmecoide" o de influencia olmeca, Pequeñas aldeas donde se empieza a expresar todo ese vasto e inconmensurable conocimiento del universo, la naturaleza, la vida, la muerte y el ser humano frente a lo divino y a lo sagrado.

En esos aproximadamente cuatro mil quinientos años de Desarrollo Cultural endógeno, desde la invención de la agricultura, hasta la formación de la cultura olmeca, los Viejos Abuelos inventaron, descubrieron, elaboraron, procesaron y sistematizaron toda esa sabiduría que aparece mil quinientos años antes aproximadamente del inicio del esplendor o florecimiento del México Antiguo, en el período llamado Clásico.

Los investigadores extranjeros han pretendido desaparecer de nuestra historia antigua estos valiosos cuatro mil quinientos años restándole importancia. En efecto, desde la invención de la agricultura, hasta la irrupción de la cultura Madre, no se le da mucha importancia en los textos de los investigadores y es casi inexistente en la “Historia oficial” que inicia desde la aparición de la cultura olmeca. Pero los olmecas no fueron creados por “generación espontánea”. Fueron cuatro milenios y medio de intensa investigación y sistematización de la experiencia humana de vida.

La invención del maíz.

La invención del maíz[5], tal vez sea uno de sus mayores logros del Período Preclásico o formativo, pues de ser un pasto silvestre, los Viejos Abuelos, produjeron la espléndida planta de maíz, alimento básico de la civilización. Es importante subrayar que ningún otro pueblo hizo tan portentoso descubrimiento, pues las otras cinco civilizaciones, sólo domesticaron plantas que ya estaban en estado silvestre.

“La agricultura acompañó el proceso civilizatorio mismo, plenamente integrado con el resto de las actividades culturales y sociales. Los límites de sus prácticas como actividad básica fueron los límites del área cultural; la presencia de culturas agrícolas avanzadas en el centro y sur de México y Centroamérica no es casual, dada la posibilidad de practicar allí el cultivo de temporal. Sin embargo, el aumento del potencial productivo de esa agricultura básica dependiente de la lluvia, fue posible merced tanto a las obras de riego y de remodelación de laderas y otras obras en terrenos especiales, como al mejoramiento fitogenético de las plantas domesticadas y en proceso de domesticación, y a las transformaciones de las formas de organización social y económica. De hecho los diversos sistemas agrícolas, sin dejar de ser en parte adaptaciones ecológicas, fueron adaptaciones sociales, demográficas y económicas.” (Teresa Rojas Rabiela. 2001)

El desarrollo de la hidráulica en la agricultura, es otro de los grandes cimientos, pues permitió que un mayor número de personas pudiera tener energía y tiempo disponible, para desarrollar los grandes proyectos civilizatorios, tanto en la investigación científica, la exploración del arte, como en la edificación de las imponentes construcciones, hoy llamadas “zonas arqueológicas” y que son un impresionante monumento material, al proyecto espiritual de esta civilización.

“La era ´formativa´ es así llamada porque aparece las principales técnicas -cestería, cerámica, tejido, metalurgia y construcción - y toman forma los patrones de cultura comunal. La población aumenta, se expande las culturas y los pueblos, existe paz y gran difusión cultural desde y entre los centros de la civilización. Se inicia la agricultura intensiva, empieza el regadío en escala local y se domestican los animales de mayor importancia.
La producción de alimentos sigue en el plano de la subsistencia, excepto por las porciones destinadas a sostener la clase dominante. Pero la agricultura intensiva empieza a dejar tiempo libre para la satisfacción de necesidades sociales: producción de objetos de lujo, construcción de edificios religiosos, etcétera.” (Ángel Palerm. 1990) [6]

La invención de la Milpa

La invención de la milpa resultó otro valioso detonante para el desarrollo de la civilización anahuaca, porque en un pedazo de tierra muy pequeño, un solo hombre puede darle de comer a su familia por espacio de un año, al sembrar maíz, chile, calabaza y fríjol, trabajando intensamente cuatro meses al año. Esto es como si hoy en día, un salario mínimo durante cuatro meses, nos permitiera vivir adecuadamente todo el año. La ingeniería hidráulica llegó en el Anáhuac a niveles muy avanzados, no sólo por el uso extenso del tgicf q. ukpq swg gn eqpegrvq fg nc ÐEjkpcorcÑ tguwnvc cwp gp nuestros días muy adelantado.

“...la agricultura de riego fue la única capaz tecnológicamente de sostener una economía suficientemente productiva para mantener una población concentrada, estable y especializada en tareas no agrícolas y una organización política para mantener en funcionamiento el sistema de producción y distribución de bienes. Así la invención del regadío habría permitido la vida urbana y con ello la civilización.” (Teresa Rojas Rabiela. 2001)

Definitivamente no podemos imaginar las maravillas de Teotihuacán o Monte Albán en el período Clásico, sin la base de un sistema alimentario eficiente, que haya podido impulsar el desafío que representa la construcción de los diversos y numerosos centros de conocimiento que existieron en nuestro territorio. Los investigadores extranjeros no le han dado a la agricultura anahuaca el verdadero lugar que tiene en la historia de la humanidad.

“De hecho, la conclusión a que nos vimos obligados a llegar fue que en la época prehispánica los sistemas de cultivo habían alcanzado niveles de eficiencia y de productividad comparables, sino superiores, a las formas contemporáneas más avanzadas. La leyenda de una agricultura de mera subsistencia, o bien capaz solamente de generar escasos excedentes, quedó destruido.” (Ángel Palerm 1990)

El período Preclásico fue la base, los cimientos del desarrollo y posterior esplendor del México Antiguo. Casi seis milenios de elaborar por nosotros mismos, una de las civilizaciones más antiguas e importantes del mundo, de la cual hoy somos sus indiscutibles herederos legítimos.

El México contemporáneo tiene sus cimientos más profundos en este periodo formativo. Nuestra dieta básica, la sabiduría curativa de la naturaleza y nuestra forma de relacionarnos con ella. Nuestra relación inconsciente con la educación. Nuestras formas de organización social, tienen sus más hondos orígenes en esos casi seis mil años de desarrollo humano.

No podemos negar que esta sabiduría se ha enriquecido con la de otros pueblos y culturas en un mundo globalizado desde 1492. Que hemos sufrido una de las más devastadoras agresiones culturales de la historia de la humanidad, donde no sólo la cultura sino la condición de seres humanos nos trataron de arrebatar los invasores colonizadores. Sin embargo, a pesar de los pesares ahí está y sigue evolucionando. Es la fuerza vital que nos guía y orienta a pesar de no verla o escucharla viene desde el remoto pasado. En ocasiones se manifiesta sutil y casi invisible, en ocasiones se siente telúrica y expansiva de adentro hacia fuera. Pero siempre está presente en nuestro Ser.


  1. Tesis que sustenta la existencia de “dos Méxicos”. Uno “profundo” que hunde sus raíces en el milenario tiempo del Anáhuac y otro “imaginario” que surge con la invasión y colonización.
  2. Guillermo Bonfil Batalla (Ciudad de México 1935-1991), etnólogo y antropólogo mexicano egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Fue director del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Director General de Culturas Populares. Fundó el Museo Nacional de Culturas Populares. A su muerte, se desempeñaba como coordinador nacional del Seminario de Estudios de la Cultura del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta). Para él la investigación etnológica estaba indisolublemente ligada a la transformación de la realidad social.
  3. La Milpa es un agro ecosistema anahuaca cuyos principales componentes productivos son maíz, frijol y calabaza (complementados por el chile en algunas regiones). No es simplemente un campo sembrado de maíz, como tienden a definir, en afán de síntesis, los diccionarios. El nombre milpa deriva del náhuatl milli, parcela sembrada, y pan, encima, en. Literalmente, “lo que se siembra encima de la parcela”. En un pequeño pedazo de tierra de 40 x 20 m. un individuo trabajando cuatro meses y sembrando: maíz, fríjol, calabaza y chile, tiene la base alimentaria para darle de comer a su familia durante un año.
  4. Rojas Rabiela, Teresa (s/f): "Los sistemas hidráulicos Mesoamericanos en la transición de la Nueva España" XIII Congreso, Ponencia
  5. Es una, gramínea herbácea anual pariente de los zacates y los pastos. Esta planta ha sufrido grandes transformaciones debido a que originalmente era un pasto que en la actualidad se le denomina teozintle. Esa transformación ha originado una gran variedad de razas las cuales se diferencian en el tamaño que varía, de dos a cuatro metros de altura; en la forma y tamaño de la mazorca, el color y la textura etc. Hay pruebas concluyentes, aportadas por los hallazgos arqueológicos y paleo-botánicos de que, en el valle de Tehuacán, al sur de México ya se cultivaba maíz hace aproximadamente 4,600 años.
  6. Ángel Palerm Vich fue un antropólogo, profesor e investigador español, nacido en Ibiza en 1917 y fallecido en la Ciudad de México en 1980. Como resultado de la Guerra Civil española se trasladó a México en 1939, después de haber militado en el movimiento anarcosindicalista catalán y más tarde en la corriente comunista. Fue profesor de científicos sociales críticos, comprometidos con su propia realidad. Estando en México rompió con toda filiación política para dedicarse a los estudios de antropología que había iniciado en Barcelona. Cursó la licenciatura en antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) de la Universidad Nacional Autónoma de México y también la licenciatura en Historia.