Historia Verdadera del México Profundo/2

Historia Verdadera del México Profundo
de Guillermo Marín Ruiz
Problemas para conocer la Historia del México Antiguo

2. PROBLEMAS PARA CONOCER LA HISTORIA DEL MÉXICO ANTIGUO.

Existe una nube contaminada, confusa y compleja que nos impide conocer la historia de nuestro pasado más antiguo. Entre los problemas que existen podemos citar por lo menos los siguientes:

1.- El cinco centenario colonialismo cultural, que condenó a los pueblos vencidos a perder su memoria histórica para poder dominarlos de manera permanente. Desde 1521 los que han detentado el poder, sean estos los conquistadores, colonizadores o criollos, en estos cinco siglos han desarrollado un complejo y eficaz sistema para que los hijos de los hijos de los invadidos-vencidos, pierdan contacto con sus antiguos orígenes y vinculen su pasado a la llegada de la cultura dominante. La cultura dominante ha nombrado a los siete mil quinientos años de desarrollo humano antes de la invasión con el título de "historia prehispánica", es decir, a nuestros Viejos Abuelos les quitaron el nombre y ahora los llamamos "antes se los españoles". Por la colonización no sabemos cómo se llamaban a sí mismos, ni cómo le llamaban a esta tierra.

2.- Que se conoce muy poco de los dos primeros periodos (Preclásico y Clásico) en tanto que, cuando finalizó el periodo de esplendor del Clásico Superior, los centros de conocimiento y quienes los habitaban, desaparecieron misteriosamente sin dejar rastro y memoria concreta, destruyendo y enterrando, no solo sus impresionantes construcciones, sino fundamentalmente la sabiduría y los conocimientos que permitieron su esplendor.

3.- Que los mexicas en el período de expansión, mandaron destruir todos los códices importantes donde se mantenía la antigua memoria histórica del Cem Anáhuac[1] y rehicieron la historia, en donde ellos aparecen como el pueblo elegido, a pesar de que desde la fundación de México-Tenochtitlán (1325) a la llegada de los invasores (1519) habían transcurrido apenas 194 años del último período llamado Postclásico y que es considerado como una etapa de decadencia de la civilización del Anáhuac; toda vez que degradaron y transgredieron la filosofía y la religión de Quetzalcóatl.

4.- Que cuando llegaron los conquistadores, exterminaron y destruyeron a casi todos los hombres de conocimiento y sus códices, centros de conocimiento, templos y toda huella de esta civilización hasta su aparente extinción del nuevo mundo español.

5.- Que los textos escritos durante el primer siglo de la invasión enfrentan los siguientes problemas: el náhuatl de aquellos tiempos era mucho más rico que el castellano, por lo que la traducción de muchas ideas y conceptos de carácter filosófico, científico, religioso, poético, por su grado complejo de abstracción del pensamiento indígena, resultó imposible de traducirlo y entenderlo en el primitivo mundo europeo que venía de La Edad Media. Los textos que escribieron, tanto los conquistadores, como los indígenas conversos, fueron escritos sin ningún rigor científico, en la mayoría de los casos, fueron alegatos para demostrar su participación y "sacrificios" en la conquista, y pedir a la Corona española su correspondiente pago o indemnización. Los misioneros que describieron las costumbres de los vencidos, eran para que las conocieran los hombres de la iglesia y pudieran evangelizar mejor a los vencidos.

La historia de la primitiva población de Anáhuac es tan obscura y está alterada con tantas fábulas (como la de los demás pueblos del mundo), que es imposible atinar con la verdad... Varios de nuestros historiadores que han querido penetrar este caos, guiados de la débil luz de las conjeturas, de fútiles combinaciones y de pinturas sospechosas, se han perdido entre las tinieblas de la antigüedad y se han visto precisados a adoptar narraciones pueriles e insubsistentes"(Francisco Javier Clavijero. 1779)[2] El mito de los misioneros intelectualesque "defendieron" e investigaron la civilización invadida es desmentido por investigadores serios de la propia iglesia católica como el texto titulado "Flor y Canto del nacimiento de México".

"Hubo algunos -los menos- que, como Sahagún, dedicaron un cuidado increíble, digno del mejor antropólogo moderno, a conocer a fondo el mundo indio; pero esto no nacía de ningún aprecio por él, sino del deseo explícito y confesado de mejor destruirlo. [ El médico - declara al empezar su monumental obra- no puede acertadamente aplicar las medicinas al enfermo sin que primero conozca de qué humor o de qué procede la enfermedad... para predicar contra estas cosas, y aun para saber si las hay, menester es saber cómo las usaban]. Actuaba (Sahagún) pues, como un capitán de comandos al estudiar minuciosamente los planos de las instalaciones enemigas: no para admirarlas o copiarlas, sino para mejor destruirlas." (José Luis Guerrero. 1990)[3]

Los indígenas y su cultura representaban "la presencia real del demonio y del mal" para los europeos del siglo XVI y la justificación de sus atrocidades. También se tiene que pensar que los "informantes" de los misioneros, los hombres de conocimiento, ahora en calidad de vencidos, no iban a entregar toda su sabiduría a quienes ellos sabían, la querían desaparecer. Finalmente en este aspecto diremos, que en los casos en que los misioneros valoraban desde otro punto de vista a la "diabólica civilización", existía la Santa Inquisición y la burocracia real, quienes censuraban y destruían cualquier texto que pudiera poner en duda los dogmas que sustentaba a la iglesia y el "justo y legal" proceso de colonización por parte de España.

"El caso más lamentable de esta cadena de censuras y represiones es el de Bernardino de Sahagún. En los cincuenta que Sahagún dedicó a la recopilación de su grandiosa suma de conocimientos de la cultura indígena, sucesivamente padeció la contradicción de los mismos frailes y de las autoridades eclesiásticas de Nueva España, el regateo de apoyos económicos para llevar adelante su trabajo, la dispersión de su obra y finalmente la confiscación, por mandato del virrey Enríquez, de todos sus papeles, los cuales se enviaron a España para ser examinados por el Consejo de Indias. Murió sin saber qué suerte había tenido la obra a la que dedicó sus mejores energías.
La requisa de la obra de Sahagún fue un acto ligado a la decisión de la Corona de impedir que el conocimiento del pasado indígena sirviera a intereses distintos a los suyos."(Enrique Florescano. 1987)[4]

6.— Que la mayoría de los textos del México antiguo que se escribieron a finales del siglo XIX y del XX, están escritos por extranjeros, con una visión de superioridad, con una fuerte dosis eurocéntrica y que siempre "nos han investigado por nuestras diferencias y no por nuestras semejanzas", desde un supuesto plano de superioridad cultural y como un botín científico.

7.— Que los occidentales siempre han comparado para su investigación a la civilización del Anáhuac con la civilización europea. Estudian y explican nuestro remoto pasado con el espíritu, la ideología y la visión de los europeos. Esto es un grave error, pues actualmente los descendientes de los pueblos originarios, los llamados pueblos pueblos "indígenas", no comparten la visión del mundo y la vida, ni siquiera con los criollos y mestizos, que no entienden como estos pueblos no desean y buscan "el atesoramiento, la explotación de la naturaleza, la acumulación, la comodidad, el progreso material y la modernidad venida de fuera"; más aún, en los tiempos remotos de la conquista y la colonia.

"Tal vez así llegue a admitirse que aquellos hombres no eran los "primitivos" adoradores de la lluvia, preocupados por la abundancia o la pérdida de sus cosechas, por la posible fertilidad de la tierra, sino que tenían un conocimiento metafísico de lo existente.

Un concepto del mundo que hiciera explicables sus cualidades de grandes matemáticos, astrónomos, ingenieros, arquitectos, escultores que, paradójicamente, le son reconocidas de manera universal.

Porque todos están de acuerdo en afirmarlo: los antiguos habitantes de Mesoamérica eran insignes ingenieros y arquitectos; allí están, demostrándolo, las difícilmente inigualables obras de los templos y las plazas edificadas, como por milagro, entre selvas o sobre cumbres vueltas en llanuras, en pantanos convertidos en tierra firme; allí la asombrosa utilización de los espacios y las masas, como en una música cósmica en que se alteran sin defecto los bloques de silencio con las armoniosas aberturas del silencio.

Eran, asimismo, incomparables matemáticos; así lo prueban sus cálculos, capaces de comprender la noción del cero, la mensurabilidad del movimiento, según las posiciones del antes y del después.

Eran, también se admite como indiscutible, poderosos astrónomos; la marcha de los cuerpos celestes, las leyes que determinan los avances y los retrocesos de los planetas, el cíclico progreso de las estrellas, las muertes y las resurrecciones de la luna, les eran del todo conocidos por la razón y por la experiencia; de modo que sus medidas del tiempo les daban la facultad de calcular, dentro de un calendario exacto y minucioso, fechas situadas en espacios ya ilimitados.

Nadie les niega la potestad de crear, en obras que más tarde se han considerado de arte, imágenes simbólicas o realistas de calidades supremas; el barro, la madera, el metal, la piedra, los colores manejados por ellos, han llegado hasta nosotros en multitud de objetos cuyos valores plásticos transmiten con cabal eficacia el testimonio de su voluntad de ser; eran pues, así se reconoce universalmente, magnos artífices, dominadores de técnicas que a la fecha no pueden aún explicarse cabalmente.

Se supone lícitamente que contaron con una sabia organización social, bien jerarquizada, sustentada en sólidos principios morales, de acuerdo con los cuales la vida en común se desenvolvía ordenada y segura.

Se sabe que hablaban lenguas copiosas con que se podían expresar conceptos de máxima abstracción; lenguas suficientes a contener, directa y metafóricamente, las finuras y la solidez del lenguaje de la ciencia, de la filosofía, de las manifestaciones poéticas.
Todo eso y más, que no sería fácil de enumerar aquí, se admite por todos como cosa evidente y probable.

Y todo eso se puede sintetizarse diciendo que se admite sin duda que los antiguos habitantes de Mesoamérica eran hombres sabios, capaces intelectual y moralmente, conocedores de sí mismos y del mundo que los acogía.
Sin embargo, cuando se trata de considerar la visión que ellos tenían de ese mundo y de sí mismos, los autores que lo hacen, casi unánimemente, los juzgan como salvajes rudimentarios, ocupados sólo en pensar la posibilidad de que la tierra fecundada por las lluvias les rindiera los frutos de que principalmente se alimentaban.
Bajo el pretexto de que constituían comunidades agrícolas, se les reducen todas sus fuerzas espirituales, la totalidad de sus concepciones religiosas y metafísica, a un primitivo afán de alimentación material que sería para ellos el núcleo y la periferia de su existencia.
Salvo algunas excepciones, en todos los autores se encuentra esta inexplicable oscuridad de juicio." (Rubén Bonifaz Nuño. 1986)[5]

Los brillantes y reveladores trabajo de gente como el Dr. Carlos Lenkersdorf nos enseñan que debido a la colonización los mexicanos nos hemos privado de acceder a una de las sabidurías más antiguas y exitosas de la humanidad. Lenkersdorf nos demuestra que tenemos que crear nuevas relaciones con los llamados pueblos y culturas indígenas del siglo XXI.

"Lo aprendimos porque vivimos y trabajamos largos años con los maya-tojolabales, nuestros contemporáneos de Chiapas, que nos enseñaron su lengua y su cultura. Las aprendimos por una razón que nos parece importante explicar. Habíamos estudiado y enseñado en varios países de Europa y de este continente. Tuvimos maestros muy buenos que nos enseñaron mucho y a quienes respetamos hasta el día de hoy. Pero no se nos enseñó nada de los pueblos originarios en todas estas universidades...
Los tojolabales nos aceptaron y nos iniciaron en su lengua y su cultura por tres semanas. Lo hicieron sin libros, sin maestros preparados, porque no hubo ni los unos ni los otros. En efecto nuestros maestros fueron analfabetos...
>>Ustedes son los primeros que vienen con nosotros para aprender de nuestros. Aquí todos los que vengan quieren enseñarnos como si no supiéramos nada. Son maestros, médicos, funcionarios, políticos, extensionistas. Todos quieren enseñar.<<
Agregaron otro comentario. Notaron que tratamos de anotar lo que escuchamos de ellos. Vieron lo que jamás percibieron: su lengua escrita. Esta observación refutó lo que les dijeron: "su 'dialecto' no se puede escribir por falta de letras". Ambas observaciones subrayaron la relación desequilibrada entre la sociedad dominante y los pueblos originarios, en este caso, los tojolabales. Los indios se mantuvieron ágrafos y poco respetados, porque de ellos no se puede aprender nada. Los dos comentarios modificaron nuestro curso. Los tojolablaes fueron para nosotros, maestros y nada de indios ignorantes. Nos enseñaron lo que sabían y lo que nosotros no conocíamos. Las clases, además, se hicieron dialógicas, nosotros aprendimos su lengua y ellos aprendieron a escribirla. La relación acostumbrada entre los indígenas se cambió. Los tojolabales se transformaron en educadores y nosotros en educandos gracias a ellos. Un cambio que no se produjo por 500 años a excepción de contados ejemplos... (Carlos Lenkersdorf. Aprender a escuchar, PyV. Méx.2008, p. 14)[6]

8.- Que los textos recientes, escritos por investigadores nacionales siguen repitiendo y tomando como base, los errores de los extranjeros y fundamentalmente, pretenden abordar nuestro pasado a partir de los "objetos" (vestigios arqueológicos y fuentes documentales) y no incursionan a partir de los "sujetos" (la memoria histórica de los pueblos originarios y el aspecto filosófico-espiritual que los sostiene hasta nuestros días y que está presente lo mismo en una estela, un códice, una vasija policroma, que en una pieza de Arte Popular contemporáneo, una tradición, una leyenda o una costumbre).

"Para demostrar la posible falsedad de las fuentes documentales, bastaría con acudir a lo dicho por los soldados que describen lo que ellos mismos vieron. Allí resalta su incomprensión de aquello que ante los ojos tenían. Véase por ejemplo la descripción que hacen de las imágenes sacras veneradas en los templos de Tenochtitlán, y compárese con las imágenes mismas que hasta hoy se conservan. Habrá que concluir que ninguna semejanza hay entre lo escrito por ellos y lo existente en realidad.
Las descripciones hechas por frailes como Sahagún o Durán, padecen los mismos vicios cuando recogen impresiones de los vencedores, y otros aún más graves cuando consignan lo que les comunicaron los vencidos."...
"Victoriosas sobre las injurias y el desprecio de los extranjeros, se levantan aún las señales de aquel sistema espiritual de iluminación que constituyen nuestras ciudades.
Allí el urbanismo, la ingeniería, la arquitectura, la escultura, la metalurgia, la pintura, las artes todas; Allí las ciencias, la matemática, la astronomía, la medición del tiempo, florecieron obedientemente al mismo entusiasmo del hombre seguro de sí mismo, orgulloso de ser fuente y camino ascendente de la perfección de la vida." (Rubén Bonifaz Nuño. 1992)

9.- En el desconocimiento casi total de nuestra historia antigua. Cuando el mexicano común se refiere a ella, en general lo hace desde una perspectiva "plana y sin la profundidad del tiempo". En efecto, la dimensión histórica de nuestra historia indígena, desde la invención de la agricultura hasta la toma de Tenochtitlán es de siete milenios y medio. No se puede reducir sólo a los 196 años de la fundación de Tenochtitlán a su destrucción y tener a los mexicas como los grandes herederos culturales de la Toltecáyotl y del Anáhuac.

Nuestra historia antigua es mucho más profunda, diversa y compleja. En ella hemos tenido ciclos de formación, esplendor y decadencia. En ella han intervenido muchas culturas diferentes en tiempo y espacio. Sin embargo, en todo este tiempo existió una matriz filosófico-cultural que unió indisolublemente a los pueblos del Anáhuac y a nosotros, los mexicanos del siglo XXI, pese a nuestra amnesia histórica y cultural, como la continuación de su obra y de su legado. Sólo en las mentes colonizadoras no es posible que exista esta continuidad histórica y cultural. Los colonizadores han creado nuestra ficticia pero dolorosa orfandad cultural para poder seguir explotándonos y depredando nuestro patrimonio natural.

Necesitamos urgentemente reconstruir, repensar y reinventar nuestra propia historia. Sin miedo a las "vacas sagradas", a la anquilosada academia y a los "intelectuales orgánicos". La historia es de quien la crea, no de quien la "investiga". La historia de México debe volver al pueblo de México. La historia es para ser contada y sentida por el pueblo.

Pero por más difícil que se presente esta iniciativa, ahí están las piezas de un rompecabezas; dependerá de la sensibilidad, creatividad y fuerza espiritual de quien pretenda intentarlo. Los Viejos Abuelos y su legado de sabiduría viven en lo más profundo del alma y del corazón de los hijos de sus hijos, los mexicanos de hoy.


  1. Concepto en lengua náhuatl que se refiere al continente. La tierra rodeada de las aguas celestiales.
  2. Francisco Xavier Clavijero, S. J., o Francisco Saverio Clavigero (Puerto de Veracruz (México), 9 de septiembre de 1731- Bolonia Italia, 2 de abril de 1787) fue un historiador novohispano. Su padre trabajaba para el gobierno de la Corona española, por lo que la familia se trasladaba de una población a otra constantemente, y casi siempre en regiones con fuerte presencia indígena, así fue como desde niño aprendió la lengua náhuatl, lengua que le serviría más tarde, cuando se convirtió en maestro misionero e historiador. Vivió la familia en Teziutlán Puebla, y más tarde en Jamiltepec Oaxaca, en la región Mixteca del estado.
  3. Guerrero, José Luís, Flor y Canto del nacimiento de México". Librería Parroquial de Clavería. Méx. 1990.
  4. El doctor Enrique Florescano Mayet (San Juan de Coscomatepec, Veracruz; 1937). Es historiador mexicano, connotado y de los más prolíficos actualmente. Es maestro por el Colegio de México y doctor por la École Pratique des Hantes Études. Sus investigaciones abarcan prácticamente toda la historia de México, siendo las más notables las hechas sobre el periodo mesoamericano, centrando su atención sobre aspectos religiosos, míticos y sobre la figura de Quetzalcóatl. Es miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia de la República.
  5. Bonifaz Nuño nació en Córdoba (Veracruz) y estudió derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) entre 1940 y 1947. En 1960, empezó a enseñar latín en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y recibió un doctorado en Arte y cultura clásica en 1970. Bonifaz Nuño ha publicado traducciones de las obras de Catulo, Propercio, Ovidio, Lucrecio, Píndaro, Ovidio: Metamorfosis, Arte de amar y Remedios del amor, Lucano, Virgilio: La Eneida y las Geórgicas, Julio César: Guerra gálica, Cicerón: Acerca de los deberes y otros autores clásicos al español. Su traducción de 1973 de la Eneida fue aclamada por la crítica. Fue elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua el 19 de agosto de 1962, tomando posesión de la silla V el 30 de agosto de 1963. Bonifaz renunció al cargo el 26 de julio de 1996.[1] Fue admitido en el Colegio Nacional en 1972. Fue ganador del Premio Nacional de Literatura y Lingüística en 1974.
  6. El Antropólogo Carlos Lenkersdorf ha recobrado varias características lingüísticas y culturales de los Tojolabales, principalmente la ergatividad del lenguaje, mostró que no les dan peso cognitivo a las distinciones sujeto/objeto, activo/pasivo. Esto lo interpretó como evidencia a favor de la controvertida hipótesis de Sapir-Worf.