Historia Verdadera del México Profundo/13

Historia Verdadera del México Profundo
de Guillermo Marín Ruiz
Período Postclásico

13. EL PERIODO POSTLCLÁSICO.

El final del llamado período Clásico superior, es hasta la fecha uno de los grandes misterios de la humanidad. En efecto, todo el esplendor que por más de mil años se había dado en el Anáhuac y que fue precedido por casi seis mil años de período formativo, llamado Preclásico; fue misteriosamente truncado. Al mismo tiempo en todo el Cem Anáhuac los hombres de conocimiento, destruyeron ellos mismos, los milenarios centros de investigación y enseñanza que ahora conocemos como zonas arqueológicas, las cubrieron de tierra y literalmente desaparecieron de la faz del planeta. Dado que no dejaron rastro arqueológico o aparecieron posteriormente en otro lugar.

A la misteriosa partida de “los venerables maestros toltecas”, los pueblos y culturas en todo el Cem Anáhuac empezaron, poco a poco, a desafinar y trastocar las leyes, normas, reglas y tradiciones para gobernar, dirigir y administrar a los pueblos que los toltecas les habían enseñado y supervisado por más de diez siglos. Se empezaron a desquebrajar las sólidas estructuras sociales y empezó a ganar fuerza “la inercia de la materia”, es decir, la ambición, la egolatría, la codicia, la envidia, el abuso y la violencia.

Los dirigentes dejaron de ser “los hombres verdaderos”, ya no fueron más “las teas que no humean” y empezaron a trasmitir el poder por líneas familiares hasta convertirse en linajes. Los administradores no fueron los más honestos, sino los más listos, los sacerdotes crearon sus propios linajes y se empezó a corromper la religión que enseñó Quetzalcóatl.

Nada nuevo pasó en el Cem Anáhuac que no se haya visto en la historia de la humanidad. La pobreza de espíritu y el deslumbramiento por las metas materiales se fue imponiendo a conveniencia para mantener el poder a través del tiempo. La Toltecáyotl empezó a sufrir lentamente cambios negativos que hicieron perder el sentido original que buscaba guiar a los seres humanos en sociedad por un camino de virtud y de impecabilidad. Las costumbres, la religión, la administración y el gobierno se relajaron. Los nuevos linajes empezaron a crear los “Señoríos”. Pequeñas ciudades-estado con una influencia en una amplia zona rural. Los conflictos y las guerras no se hicieron esperar. El ideal de los pueblos y culturas del Postclásico, fue tratar de restaurar el dominio tolteca, no por medio de la sabiduría y la virtud, sino por medio de las armas y las alianzas. La creación de un “Estado Zuyuano”[1] predominó durante el periodo Postclásico.

En casi todos los pueblos poderosos del periodo Postclásico, se trató de justificar su expansión material y dominio sobre otros pueblos y regiones, por la búsqueda de reactivar o recrear la dominación total del Cem Anáhuac, que los toltecas lograron en el milenio anterior. Esta nostalgia por el poder, no se sustentó en la sabiduría y virtud propuesta por la Toltecáyotl. Tampoco fue lo que impulsó este afán por el poder el aspecto de la riqueza material. Lo que animó esta expansión fue el poder político y la extensión de su Estado, dado que, a pesar de la decadencia, los anahuacas no usaron el comercio como fuente de poder, en tanto su cultura milenaria imponía una actitud de austeridad y frugalidad tradicional, que hasta nuestros días ha sobrevivido en los llamados pueblos indígenas y campesinos del llamado “México profundo”.

En el seno de la civilización anahuaca, no existió el culto al consumo, no se producían “muchos bienes” y de ellos, muy pocos fueron de lujo. Los productos que se producían siempre fueron de auto consumo de manera familiar y comunal. El trueque satisfacía las pocas necesidades de consumo. Esto cambió un poco a partir de 1440, cuando Moctezuma Ilhuicamina y Tlacaelel le dieron un especial énfasis al consumo y a los objetos de lujo en la expansión de la Triple Alianza. En este tiempo los pochtecas[2] o comerciantes-espías, empezaron a usar el cacao y artículos hechos en cobre, como instrumentos “de cambio”, aunque nunca llegaron a crear una moneda.

Producto de las guerras de expansión mexica, el Tlatócan o Consejo Supremo mexica, empezó a otorgarle a sus militares vencedores, parte de las riquezas que se obtenían del botín tomado y se empezó a crear por primera vez una elite social que tenía la posibilidad de obtener muchos bienes, esclavos y tierras. Lo mismo le sucedió a los comerciantes espías o pochtecas mexicas y tlatelolcas, quienes a través del comercio empezaron a obtener riquezas que jamás se había permitido tener a un ciudadano común.

En estos tres siglos y medio, entre la partida de los toltecas que provocó el “colapso del periodo Clásico” y la llegada de los mexicas al Altiplano Central, los pueblos y culturas del Cem Anáhuac sufrieron guerras internas y regionales por el poder y su consolidación, que nunca llegó a ser total, como en los tiempos de los toltecas.

Las ciudades-estado o Señoríos empezaron a florecer en todo el Cem Anáhuac en el periodo Posclásico. En la zona maya fueron principalmente Chichen Itzá y Mayapán. En la zona oaxaqueña Tututepec, Zaachila y Tehuantepec. En el Altiplano Central Tenochtitlán y Tula. En el Occidente Tzintzuntzan y Tinganbato. En las costas del Golfo de México fue Zempoala. La intención de re-crear el mítico “imperio tolteca” estuvo presente en los pueblos y culturas del Posclásico.

Personajes como: Cosijoeza zapoteca, Ocho Venado Garra de Jaguar mixteco, Moctezuma Ilhuicamina, Tlacaelel y Axayácatl mexicas, Huitzimengari y Calzontzin purépechas, entre muchos otros, buscaron por medio de las armas y las alianzas recuperar la hegemonía tolteca del Cem Anáhuac, pero ninguno lo logró y sus victorias fueron temporales y de espacios reducidos geográficamente en relación a todo el Anáhuac.

Los mexicas llegaron al Valle de México en calidad de nómadas, cazadores, recolectores. No sabían hablar la milenaria lengua náhuatl, no sembraban maíz, ni tejían algodón. Los códices de aquellos tiempos los describieron como “el pueblo sin rostro”. Su historia ha sufrido muchos cambios.

Primero fue registrada por los pueblos antiguos como vagabundos e incivilizados. Posteriormente, siendo Tlacaelel el Cihuacóatl de Tenochtitlán, mandó destruir la historia antigua del Cem Anáhuac y creó una nueva versión, en donde los mexicas ocuparán el lugar central, apropiándose de mitos de origen del Anáhuac. Como el de la famosa peregrinación que partió de Chicomoztoc,[3] el lugar de “las siete cuevas”, en búsqueda de una tierra prometida, guiados por un Mesías nacido de madre virgen. Posteriormente los conquistadores y los misioneros en el siglo XVI presentaron a los mexicas como caníbales e idólatras para justificar sus crímenes de “lesa humanidad”. Para el siglo XVIII los criollos los presentan míticamente como “los romanos” de estas antiguas tierras, en la búsqueda de una identidad original gloriosa. Y finalmente, para la Historia Oficial neo-colonial contemporánea, los mexicas se convierten en aztecas y son la “cultura más importante” que representa la historia antigua del Cem Anáhuac.

La profecía del Quinto Sol.

Por otra parte, existía un antiguo conocimiento que antes de esta humanidad, había existido cuatro intentos fracasados por encontrar la perfección humana. A cada periodo se le llamó Sol y se sabía que se vivía en el quinto Sol llamado “Sol de Movimiento”. Que éste terminaría cuando al cumplirse un ciclo de 52 años o atado de años, no saldrá al otro día el Sol. Sería la señal del inicio del final del quinto Sol.

Comenzó una época de oscurantismo y zozobra entre los pueblos del Anáhuac. Los maestros toltecas inexplicablemente se habían marchado súbitamente y los pueblos se quedaron en la orfandad. Al pasar de los años, primero los dirigentes y después los sacerdotes, comenzaron a utilizar en su beneficio personal la religión, la organización social y las enseñanzas de los respetables maestros, representados por la figura simbólica de Quetzalcóatl.

Nada nuevo en la historia de la humanidad. Cuando los seres humanos comunes, toman para sus intereses personales las enseñanzas de los maestros o de los guías espirituales. Las normas morales, éticas y religiosas empezaron a cambiar y ajustarse a los intereses expansionistas y de poder personal de los dirigentes y sacerdotes. Se iniciaron las guerras y los sacrificios humanos, que habían sido totalmente prohibidos por la doctrina de Quetzalcóatl y que le dieron una paz total a los pueblos del Anáhuac.

Los siete mil quinientos años que conforman la historia anahuaca del México antiguo, lo sitúan como una de las seis civilizaciones “Madre” más antiguas y con origen autónomo en el mundo. Podemos decir que el Período Preclásico o formativo es una época muy larga y muy importante, en tanto se construirán las bases de la civilización anahuaca. Del Período Clásico, diremos que es el fruto de este largo camino, de este increíble esfuerzo que realizaron nuestros antepasados por llegar, tal vez, a culminar la aspiración más luminosa del espíritu humano. Sea como fuere, los conocimientos y adelantos en materia de Desarrollo Humano que lograron los toltecas, permitió vivir por siglos a los pueblos del Cem Anáhuac una época dorada. Sin embargo, el misterioso colapso que provocó la súbita desaparición hasta ahora inexplicada de los venerables maestros toltecas, causó el inicio del tercer período llamado Postclásico. El cual representa la orfandad y decadencia de los pueblos del Anáhuac, que sin sus maestros, distorsionan los preceptos generadores de la Toltecáyotl, hasta la completa trasgresión por parte de los mexicas que facilitó ideológica y religiosamente la conquista española posteriormente.

El valor histórico del periodo postclásico.

De esta manera el Período Postclásico, es un período muy conocido y estudiado, pero el menos importante de nuestro valioso pasado. Es conocido en parte, porque los conquistadores y los misioneros escribieron sobre la conquista y el inicio de la colonización. Porque los criollos, desde su independencia de España, iniciaron la formación de su “patriotismo” en contra de los gachupines[4] a partir de “apropiarse” o tomar como suya la confusa historia de los mexicas o mexicanos que escribieron gente como Fray Diego Durán y Francisco Javier Clavijero. Porque los primeros “investigadores locales” del Siglo XIX, tomaron como el “inicio” de sus culturas regionales, los linajes y señoríos de finales del período Postclásico, especialmente de la información que recogieron las fuentes históricas.

“En contraste con las élites criollas de los virreinatos del Perú o Nueva Granada, que por diversas razones se alejaron del pasado prehispánico y de sus descendientes indígenas, los criollos de la Nueva España tuvieron la percepción genial de apropiarse el pasado indígena para darle legitimidad histórica a sus propias reivindicaciones. Al mismo tiempo, se separaron ese pasado de sus verdaderos descendientes históricos. Esta expropiación que la inteligencia indígena criolla hizo del pasado indígena marca la diferencia entre los criollos novohispanos para asumir el liderazgo político en su país, y para reclamar, frente a los españoles peninsulares, el derecho de dirigir y gobernar el destino de la patria.”(Enrique Flores Cano. 1987)

Los desafíos en la construcción de la historia propia.

Los mexicanos necesitamos descolonizar el pasado antiguo de México. Es de urgente realización “el descubrimiento del Anáhuac”. Requerimos releer con otros ojos las fuentes. Necesitamos re-investigar nuestra historia “propia-nuestra”, necesitamos repensar y reinventar nuestra historia verdadera. Se necesitan desmantelar el andamiaje de mentiras y verdades a medias que elaboraron: primero los mexicas, después los españoles durante los trescientos años de colonia y finalmente los criollos en los últimos doscientos años de “vida independiente”. En donde han hecho de la Historia Oficial hispanista, la biografía del Estado colonizador en el que vivimos hasta nuestros días.

Resulta fundamental, conocer con profundidad la filosofía y las normas éticas y morales con la que los Viejos Abuelos construyeron a lo largo de miles de años, sociedades armónicas, justas y respetuosas de los valores, principios y derechos humanos, que resultan universales en tiempo y espacio y reencontrarlas en los sólidos principios morales, éticos, místicos y sociales que de algún modo viven en los mexicanos contemporáneos, especialmente en los llamados “indígenas” y campesinos.

“Todo escolar sabe algo del mundo colonial. Los grandes monumentos arqueológicos sirven como símbolo nacional. Hay un orgullo circunstancial por un pasado que de alguna manera se asume glorioso, pero se vive como cosa muerta, asunto de especialistas o imán irresistible para atraer turismo. Y, sobre todo, se presume como algo ajeno, que ocurrió antes aquí, en el mismo sitio donde estamos nosotros, los mexicanos. El único nexo se finca en el hecho de ocupar el mismo territorio en distintas épocas, -ellos y nosotros-. No se reconoce una vinculación histórica, una continuidad. Se piensa que aquello murió asesinado –para unos- o redimido para otros en el momento de la invasión española. Sólo quedarían ruinas: unas en piedra y otras vivientes. Ese pasado lo aceptamos y lo usamos como pasado —del territorio—, pero nunca a fondo como —nuestro— pasado: son los indios, es lo indio. Y en ese decir se marca una ruptura y se acentúa con una carga reveladora e inquietante de superioridad. Esa renuncia, esa negación del pasado, ¿corresponde realmente a una ruptura histórica total e irremediable? ¿Murió la civilización india y lo que acaso resta de ella son fósiles condenados hace ya cinco siglos a desaparecer porque no tienen ni presente ni futuro posible? Es indispensable repensar la respuesta a estas preguntas, porque de ella dependen muchas otras preguntas y respuestas urgentes sobre el México de hoy y el que deseamos construir.” (Guillermo Bonfil Batalla. 1987)

La recuperación de la historia antigua “propia-nuestra” es una prioridad para desmantelar el sistema colonial y con ello poder construir una sociedad más justa. Requerimos recuperar nuestra memoria historia, necesitamos quitarles a los académicos extranjerizados “la historia antigua de México” e incorporarla a la vida diaria. Sacarla de los museos, las bibliotecas y los centros de investigación. Incorporarla a los valores y principios de la nueva sociedad. Recrear nuevos mitos que apuntalen nuestro futuro “propio-nuestro”, con los cimientos de la antigua civilización. Sumarla a los paradigmas y a las mágicas historias que nos dan recuerdo y raíz. Hacer de los “antiguos mexicanos” nuestros entrañables y admirados Viejos Abuelos, y acabar con la maligna percepción que entre el pasado antiguo y el presente no existe ningún vínculo o continuidad. Entender y sentir que la civilización del Anáhuac está viva y vibra en cada uno de nuestros adormilados corazones.


  1. El Régimen Zuyuano es un concepto desarrollado por Alfredo López Austin y Leonardo López Luján con base en la mitología y las estructuras políticas mesoamericanas del siglo XV; su sentido es diferente del de Zuyua. Cuando se habla de zuyuano no se refiere sólo a una etnia, tampoco a un idioma o región específica. Lo zuyuano se refiere a un tipo de control político y a su base ideológica que posiblemente surgió poco antes del año 800, como combinación o derivación de la Cultura Coyotlatelco. El control político corresponde a un modelo hegemónico de gobierno militar de amplias zonas territoriales sobre una población étnica heterogénea. El sustento ideológico se cristaliza en instituciones político-religiosas (las Triple Alianza) que buscan establecer el orden del mundo por medio de órdenes militares cohesionadas por el culto común (ya sea Quetzalcóatl o Huitzilopochtli), la instauración de un gobierno de un semidios, como es el caso de los "Moteuczomas" y sus proyecciones (véase Gillespie). Según esta tradición su procedencia es de un mismo lugar que entre otros nombres es llamado Tollan, Zuyúa, Tulán-Siwán. En este régimen los mitos de Quetzalcoatl se enlazan para justificar el poder sobre diferentes etnias.
  2. Los pochtecas eran un gremio de comerciantes viajeros que operaron durante la época del imperio mexica. Eran gente sumamente polémica en la sociedad de su época, ya que no solo eran comerciantes, sino también espías del mismísimo tlatoani; sin mencionar de que eran una sociedad de alto prestigio que se distinguía de los mercaderes comunes o tlacemananqui. Los pochtecas tuvieron una amplia zona de influencia ya que con la ayuda de sus cargadores o tamemes, extendieron el comercio de los aztecas tan al sur como la actual Nicaragua y tan al norte como el actual Nuevo México.
  3. Chicomoztoc es el nombre del lugar mítico de los pueblos Aztecas, Mexicas, Tepanecas, Acolhuas y otros de habla náhuatl (o Nahua) del Anáhuac, en la región central durante el período posclásico. Existen diferentes versiones de la ubicación de este lugar mítico, pero se desconoce su ubicación. Este es el lugar de donde los mexicas, supuestamente comenzaron su migración desde el norte hasta la meseta central de México, y donde se quedaron las personas mayores y los niños. De acuerdo con Francisco Javier Clavijero, (1780), los mexicas permanecieron en este lugar durante nueve años en su viaje a Anáhuac.
  4. Gachupín es un epónimo derivado de un apellido hidalgo español septentrional: los Cachopines, de Laredo, actual Cantabria, y popularizado en los siglos áureos como estereotipo y personaje literario representante de los hidalgos, una clase social relativamente alta caricaturizada como prepotente. También aparecen registradas las formas cachopín, guachapín, cachupín y cachupino. En el Diccionario de autoridades (1729) definía cachupín como «El Español que pasa y mora en Indias, que en el Perú llaman Chapetón. Es voz traída de aquellos países y muy usada en Andalucía y entre los comerciantes en la carrera de Indias». Desde la edición de 1780, el diccionario académico, en la misma definición de la voz "cachupín" recoge la variante con "g", entendida como americanismo «...en Indias, donde llaman gachupín». La edición de 1925 señala que su origen etimológico es del portugués cachopo, "niño", y restringe la ubicación geográfica al «América Septentrional»; además de recoger el asturianismo cachopo como «tronco seco de árbol». El DRAE actualmente lo deriva a cachopín.