Historia VIII:La Corte de Francia en 1559

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Capítulo 8 – Luchas interiores en Francia
La Corte de Francia en 1559

de Charles Seignobos


El rey de Francia, en el siglo XVI, era omnipotente, podía arreglar a su antojo la religión de sus súbditos. Como había seguido siendo católico, parecía que habían de resultar exterminados todos los partidarios de la Reforma protestante y que sólo católicos quedarían en Francia. Pero en el momento en que Enrique II comenzaba a exterminar a los calvinistas, fué muerto en un torneo. (véase El calvinismo en Francia). Dejaba cuatro hijos, todos menores. Después de él, durante treinta años, no hubo en Francia más que reyes incapaces de gobernar. Los personajes que los rodeaban disputaron por quién ocuparía el lugar del rey, y los calvinistas aprovecharon la ocasión para hacerse un partido capaz de resistir.

Había entonces en la Corte tres familias poderosas que podían intentar dirigir al rey.

La más alta en dignidad era la familia de Borbón. Sus miembros ostentaban el título de príncipes de la sangre, es decir, descendientes de un rey de Francia. Los Borbones descendían de San Luis. No eran sino primos muy lejanos del rey; pero como todas las ramas de la familia de Valois se habían extinguido, resultaban los únicos emparentados con la familia real por la rama masculina, y sus únicos herederos.

El mayor, Antonio de Borbón, se había casado con Juana de Albret, reina de Navarra. Se titulaba por tanto rey de Navarra y era soberano, pero su reino había sido conquistado por el Rey de España (en 1513) y de él no le quedaba más que un trozo muy pequeño. Su hermano Enrique, príncipe de Condé, pasaba por ser valiente, leal y humanitario. Su otro hermano, Carlos, que había recibido las órdenes, era ya cardenal.

La familia de Guisa, que venía en segundo lugar, descendía del segundón de un duque de Lorena, Claudio, establecido en la Corte desde la época de Francisco I. Era una familia extranjera, puesto que la Lorena pertenecía entonces al Imperio. El jefe de la familia, Francisco, duque de Guisa, se había hecho célebre defendiendo Metz y tomando Calais a los ingleses. Era un príncipe elegante, salía por París con perpunte de satín, cubierto con un coselete de acero, media capa española y seguido de una escolta de gente armada. Su hermano, llamado el cardenal de Lorena, era titular de doce obispados que le producían una renta enorme. Parecía el primado de la Iglesia de Francia.

No había otros príncipes que los Borbones y los Guisas. Pero el duque de Montmorency, favorito de Francisco I, acabada de fundar una familia de señores, muy influyente en la Corte. Tenía cuatro hijos, llamados como él, Montmorency, y cada uno de ellos llevaba este nombre unido a otro. Tenía tres sobrinos, Francisco de Andelot, coronel-general (es decir, jefe de la infantería), Gaspar de Coligny, almirante (es decir, jefe de la flota), y Odet, obispo y cardenal.

La reina de Navarra y su cuñado el príncipe de Condé se habían declarado abiertamente por la Reforma. El rey de Navarra, débil e indeciso, no osaba manifestarse. Los sobrinos de Montmorency se habían hecho calvinistas y asistían a los sermones de los predicadores. Los Guisas, por el contrario, seguían siendo hostiles a la Reforma.