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Capítulo 5 – La crisis religiosa en el siglo XVI
La reforma protestante: Lutero

de Charles Seignobos


Martín Lutero, nacido en 1483, era hijo de un aldeano de la Turingia que se había hecho minero. De niño fué muy mal tratado, su madre le pegaba muchas veces y también su maestro de escuela, según costumbre de la época. Le ocurrió recibir en una ocasión hasta quince palizas en una sola tarde.

Sus padres le enviaron a una escuela donde aprendía latín. Como los estudiantes pobres de su tiempo, mendigaba cantando para proporcionarse medios de subsistencia. Entró luego en una Universidad porque su padre quería hacerle estudiar Derecho.

Lutero era entonces un alegre estudiante aficionado a la música. Cambió de vida de pronto. Uno de sus amigos fué muerto en duelo, y él, sorprendido por una violenta tempestad, vió caer el rayo muy cerca y se creyó perdido. Hizo entonces un voto: "Ven en mi auxilio, querida Santa Ana, dijo, y me haré fraile". Reunió a sus amigos y les anunció que renunciaba al mundo. Sus padres deseaban verle seguir una carrera en la que hubiera podido ganar dinero y ayudarlos; pero entró en un convento de agustinos (1505).



Ya fraile, atormentó a Lutero el temor de ser condenado. Intentó primeramente calmar la cólera de Dios mediante mortificaciones; ayunaba, predicaba, velaba, se encerraba a meditar. Permaneció una semana entera sin dormir. Pero, en vez de tranquilizarse, era mayor cada día su desesperación, se sentía abandonado de Dios. "Me había hecho, dijo más tarde, tan enemigo de Cristo, que, cuando veía su imagen en la cruz, me daba miedo hasta el punto de que cerraba los ojos, y habría preferido ver al diablo". Un superior le aconsejó pensar en Jesús y le dijo que la penitencia debía empezar, no por el temor de Dios, sino por al amor a Dios. Lutero estudió la Sagrada Escritura y a San Agustín y empezó a tranquilizarse.

Sus superiores le enviaron a la Universidad de Wittemberg, en el electorado de Sajonia, para que estudiase Teología. Entonces dió con una explicación que le tranquilizo eternamente y le llenó de alegría. El hombre es naturalmente pecador e incapaz por sus acciones de merecer la salvación. Pero la justicia de Dios, de que habla la Sagrada Escritura, no significa que Dios es justo y castiga a los pecadores, quiere decir que Dios tiene piedad de ellos y perdona sus pecados cuando tienen fe, es decir, confianza en sus promesas. El cristiano se salva, no porque merezca salvarse, sino porque Cristo le ha salvado obteniendo para él la misericordia de Dios.

Lutero hizo sus exámenes, adquirió el título de doctor (1512) y fué profesor en la Universidad de Wittemberg. Empezó a decir que las prácticas religiosas no sirven para conseguir la salvación y que la piedad consiste en tener confianza en el poder de Cristo. Era la cuestión que más interesaba a los cristianos de aquel tiempo. Todos tenían miedo de ser condenados y deseaban vivamente saber por qué medio podrían librarse del Infierno.