Historia V:La obra del Concilio de Trento

Capítulo 5 – La crisis religiosa en el siglo XVI
La obra del Concilio de Trento

de Charles Seignobos


El Concilio de Trento hizo la reforma por decretos que ordenaban aplicar las antiguas reglas. La hizo conservando toda la organización, las prácticas y los dogmas de la Iglesia Católica. Condenó, mediante cánones, todas las doctrinas y las innovaciones de los reformadores protestantes y formuló la doctrina obligatoria para todos los católicos.

Los protestantes no admitían más que las doctrinas que encontraban en la Sagrada Escritura. El Concilio manifestó que la doctrina católica está fundada, no solamente en la Escritura, sino en la tradición oral, "recogida de labios de Cristo por los Apóstoles por dictado del Espíritu Santo y que, trasmitida de mano en mano, ha llegado hasta nosotros".

Los protestantes no aceptaban más que el texto hebreo del Antiguo Testamento, el texto griego del Nuevo, y reconocían a los fieles el derecho de leer los libros santos. El Concilio declaró que el texto reconocido por comprobación como auténtico era la traducción latina (la Vulgata) y que sólo la Iglesia tiene derecho a interpretar la Escritura.

Lutero y Calvino decían que el hombre, habiendo nacido pecador, no puede ser salvado sino por la fe y la gracia de Dios, y que las obras no sirven para la salvación. El Concilio dijo que la fe "es el principio de la justificación", pero que las obras sirven para merecer la vida eterna.

Los protestantes habían rechazado todas las prácticas que les parecían establecidas con posterioridad al tiempo de los Apóstoles, no conservaban sino dos sacramentos, el bautismo y la comunión, no admitían que el sacrificio de la misa trasforme el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. El Concilio mantuvo los siete sacramentos. Dijo que Cristo está realmente en la hostia. Conservó la misa, no solamente para los vivos, sino para los muertos. Conservó el Purgatorio, las indulgencias, el culto de los santos, el de las reliquias.

Los protestantes habían adoptado el culto en la lengua de los diversos países. El Concilio mantuvo en todas partes el culto en latín.

Los protestantes habían trastornado la organización de la Iglesia rechazando la autoridad del Papa y de los obispos, cerrando los conventos, permitiendo el matrimonio de los sacerdotes. El Concilio conservó toda la jerarquía eclesiástica, obispos, canónigos, curas. Mantuvo las Órdenes religiosas y el celibato de los sacerdotes. Restableció el poder del obispo sobre todo el clero de su diócesis, los canónigos, los abades, los monjes.

El Concilio hizo también la reforma de las costumbres. Ordenó a los sacerdotes no usar otro traje que los hábitos, residir siempre en su parroquia, predicar al menos una vez a la semana, enseñar el catecismo a los niños. Cada obispo hubo de establecer en su diócesis un seminario (vivero), en el que los jóvenes destinados a la carrera eclesiástica habían de hacer estudios antes de recibir las órdenes.

El Papa mandó publicar el Índice (lista) de los libros que estaba prohibido leer a los católicos. En él se consignaron los nombres de los autores y de los impresores heréticos de los que estaba prohibido leer nada. Se creó una "Congregación del Índice" —que todavía existe, y que sigue incluyendo en la lista los libros nuevos prohibidos a los católicos.

Se hizo imposible la reconciliación entre los partidarios de la reforma protestante y los de la reforma católica. El clero, ya más disciplinado, volvió a tener confianza y emprendió la lucha contra los protestantes adversarios del Papa. Entonces empezó una lucha que duró más de medio siglo y que se llamó la Contra-Reforma. Cada uno de los dos partidos, en los países en que dominaba, prohibía al otro el ejercicio del culto y condenaba a sus partidarios como criminales. Los países del Mediodía, Italia y España, que habían seguido siendo católicos, continuaron llevando a la hoguera a los protestantes en calidad de herejes. Los países del Norte, Inglaterra, Suecia y Dinamarca, convertidos al protestantismo, condenaron a los católicos por rebeldes e idólatras. En los países del centro, ninguno de los dos partidos pudo acabar con el otro y se peleó a mano armada. Tal fueron las guerras de religión.

Capítulo 5