Historia IV:Los escritores en Francia
Durante toda la Edad Media, no se había dejado en Francia de escribir obras en francés. En el siglo XV habían aparecido aún obras verdaderamente originales, las Poesías de Villon y la Farsa de Maestre Patelin. En el siglo XVI se siguieron escribiendo novelas nuevas y versos en francés. Se conocían los autores antiguos, pero se les imitaba poco.
Los dos escritores más grandes de la primera mitad del siglo XVI trabajaron en géneros enteramente franceses.
Marot (1495 - 1544), ayuda de cámara del rey, protegido de Francisco I, escribió gran número de pequeñas composiciones ligeras en que aparecían las gentes de su tiempo y describía el campo con amor. Convertido al protestantismo, publicó una traducción en verso de los Salmos que fué adoptada por los calvinistas franceses.
Rabelais (1495 - 1553), hijo de un burgués acomodado de Chinon, se hizo sacerdote, luego doctor en Medicina. Vivió en Montpellier y en Lyon, fué protegido por Francisco I y nombrado cura de Meudon. Su gran obra, Gargantúa y Pantagruel, es una novela satírica en que, bajo la denominación de los gigantes, representó a las gentes de su tiempo, colocando las escenas en su país natal. Pero conocía bien los autores de la antigüedad y los admiraba mucho. Los cita con frecuencia, y menosprecia el sistema de instrucción de la Edad Media, que llama "la niebla gótica".
A partir de Enrique II, los escritores franceses tuvieron por la antigüedad tanto entusiasmo que aspiraron a imitarla. Varios jóvenes residentes en París formaron entonces un grupo que denominaron la Pléyade. Eran nobles, magistrados, funcionarios, burgueses ricos que tenían medios de vida. No se vendían aún bastantes libros para que el oficio de escritor pudiera subvenir a las necesidades de nadie.
Uno de ellos, Du Bellay, publicó en 1549 la Defensa e ilustración de la lengua francesa. Recomendaba que se escribiera en francés, pero quería que el francés tomase del latín y del griego las expresiones que le faltaban. Era lo que llamaba "saquear a los autores antiguos para enriquecer la literatura francesa". Hacía, pues, entrar en el francés palabras tomadas del latín o del griego, con lo cual resultaba incomprensible para el pueblo. Quería escribir, no para el público en general, sino para algunas gentes cultas. Du Bellay rechazaba los géneros poéticos de la Edad Media y aconsejaba imitar las formas de las obras antiguas. Proponía hacer como los antiguos poemas épicos, u odas. Quería que, en lugar de tomar los asuntos de la vida corriente, se hiciera aparecer personajes históricos.
El más célebre escritor de la Pléyade, Ronsard (1524 - 1585), noble de la comarca de Vendôme, no permaneció más que seis meses en el colegio y pasó a ser paje en la Corte del rey. Reanudó más tarde sus estudios y publicó primeramente Odas, luego Sonetos. Intentó aún escribir un poema épico, la Franciada, que no terminó. Creó palabras nuevas tomadas del latín y del griego para enriquecer la lengua francesa. Inventó nuevas rimas poéticas. Sus poesías, llenas de palabras desconocidas, no resultaban siempre claras para el público, pero contienen muchos pasajes escritos en un francés sencillo y poético.
Durante las guerras de religión, el prosista más célebre fué un católico, Miguel de Montaigne. Su padre era un comerciante rico de Burdeos, Eyquem, que había comprado el castillo de Montaigne, y del castillo había tomado el nombre; su madre era de familia judía. Fué magistrado y alcalde de Burdeos, pero se retiró a su castillo para vivir tranquilo en su biblioteca. Escribió pequeños tratados de un género original que llamó Ensayos (1580-1588). En ellos expresa su opinión acerca de toda clase de cosas en un lenguaje familiar, lleno de citas de los autores griegos y latinos, que admiraba mucho. Expresó sus ideas sin orden, como le ocurrían, en forma muy original. Detestaba las discusiones teológicas que dividían a los hombres de su época, y resumió su pensamiento en la siguiente pregunta: "¿Qué sé yo?".