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Capítulo 4 – El Renacimiento
El Renacimiento

de Charles Seignobos


Los pintores, los escultores, los escritores, habían perfeccionado desde el siglo XIV su arte tratando de imitar a los antiguos. A principios del siglo XVI, llegaron a producir obras perfectas que jamás han sido sobrepujadas. A este momento de perfección se ha llamado, en el siglo XIX, Renacimiento. No tuvo lugar a un mismo tiempo en todos los países. El Renacimiento se produjo primero en Italia a fines del siglo XV — luego en Alemania y en Francia en la primera mitad del XVI,— en Inglaterra a fines de la misma centuria. Italia y Francia solamente tuvieron a la vez pintores, escultores, arquitectos y escritores.

Los pintores y los escultores habían sido hasta entonces obreros reunidos en gremios y sometidos a reglamentos, como los sastres y los zapateros. Como las restantes profesiones, tenían maestros, compañeros y aprendices. Los aprendices machacaban los colores, los compañeros ayudaban a los maestros a pintar.

En un libro escrito en Italia con destino a los pintores, el autor, dirigiéndose al aprendiz, le dice: "Deberás primeramente aprender a dibujar en tablillas, luego entrarás en el taller de un maestro... Empezarás por machacar los colores, calentar la cola, amasar el yeso, preparar las tablas, pulimentarlas, dorarlas, y para esto necesitarás seis años. Luego aprenderás a dar el color, a hacer paños de oro, a pintar en las paredes, y esto te ocupará otros seis años".

Los artistas trabajaban para satisfacer encargos. Un obispo, un abad, un cura les encargaba un cuadro, una estatua, o esculturas para el altar de una iglesia. Los señores y los burgueses ricos les encargaban cuadros de devoción, en que el donante se hacía representar con su familia arrodillados delante del santo, su patrono. No se trabajaba casi más que para las iglesias, para unos cuantos grandes señores o para los burgueses ricos de algunas ciudades, únicos que en aquella época tenían dinero para poder gastar en objetos de arte.



A fines del siglo XV se verificó un cambio en Italia. Algunos príncipes tuvieron afición a las artes y empezaron a interesarse personalmente por los artistas. Hiciéronlos venir a su Corte, hablaron familiarmente con ellos y los trataron, no ya como a artesanos, sino como trataban a los escritores.

Lorenzo de Médicis (apellidado el Magnífico), que gobernaba Florencia, estableció en sus jardines una escuela de jóvenes escultores, que comían en su mesa y vivían familiarmente con su hijo. El Papa León X, de la familia de los Médicis, hizo ir a su Corte a pintores y escultores.

Para retener a su lado a los artistas, los príncipes les daban pensiones. Pero como los habían tomado a su servicio, los obligaban a desempeñar toda clase de oficios. El pintor había de preparar decoraciones para las fiestas, pintar escudos, divisas, en ocasiones hasta arneses.

Los artistas no llegaron nunca a igualarse a los nobles, pero se elevó su posición social. En Italia, los más célebres fueron objeto, por parte de los príncipes, de distinciones que dieron a entender a las gentes que se les trataba con consideración.

Lo mismo ocurrió en Francia. Desde el Renacimiento se aplicó a los pintores y a los escultores el nombre italiano de artista, que en dicho idioma significa "artesano", y que en francés tuvo nuevo significado.