Historia II:Fin de la guerra

← Historia II:Fracaso de Carlos V en Alemania


Después de una nueva guerra, los príncipes luteranos de Alemania lograron la paz de Ausburgo (1555), que les daba el derecho de establecer definitivamente la religión luterana cada uno en su territorio. Con el rey de Francia, el emperador concertó solamente una tregua (1556).

Carlos V, desde hacía algunos años, estaba agotado por las preocupaciones, la gota y una enfermedad del estómago. Abdicó solemnemente, primero en los Países Bajos, luego en España, y dejó sus Estados a su hijo Felipe. Se retiró a un convento en España, y allí hizo durante unos años vida de monje.

No había conseguido recuperar la Borgoña de manos de Francisco I, ni contener a los turcos en Hungría, ni impedir que los príncipes luteranos hicieran la Reforma en Alemania.

Felipe acababa de casarse con la reina de Inglaterra y no deseaba guerrear con Francia. Pero el nuevo Papa Paulo IV, que era napolitano, detestaba a los españoles, de los que decía ser "simiente de judíos y de moros". Decía que Carlos V estaba "poseído del demonio lo mismo que su madre", y no quería permitir que reinasen sus descendientes. "Quiero, eran sus palabras, declararlos despojados de sus reinos y excomulgarlos, porque son herejes". Envió proposiciones a Enrique II para que hiciera la guerra en Italia. Enrique se dejó convencer y reanudó la lucha (1556). Envió a Italia en socorro del Papa un ejército, pero éste no hizo nada (1557).

Felipe II tomó entonces la ofensiva en el Norte de Francia. Su ejército, mandado por el duque de Saboya, fué a poner sitio a San Quintín. La ciudad, aun cuando mal fortificada y defendida por muy escasa guarnición, resistió mucho tiempo. El ejército francés llegó para hacer levantar el sitio; pero maniobró con tanta lentitud que se dejó sorprender por el enemigo, y sus soldados fueron acuchillados o hechos prisioneros casi sin combatir. Pero el ejército español no tenía suficiente dinero y víveres para ir contra París, y se redujo a apoderarse de San Quintín, que fué saqueada e incendiada (1557).

Como la reina de Inglaterra se había casado con el rey de España, Inglaterra se había visto arrastrada a la guerra con Francia. Calais, que hacía dos siglos pertenecía a los ingleses, era una ciudad muy bien defendida, rodeada de terrenos pantanosos, a orillas del mar, y no se podía entrar en ella más que por una calzada. En invierno sólo permanecía en ella una pequeña guarnición inglesa, porque no se esperaba que hubiese campaña en dicha estación.

Llegado el invierno, el duque de Guisa llevó de pronto un ejército delante de Calais. Hizo venir por mar cañones, que situó en las arenas por el lado del agua. Al subir, la marea los tapaba, y sólo servían cuando bajaban las aguas. Las fortificaciones de Calais no estaban preparadas para resistir un ataque por aquella parte. En pocos días los franceses se apoderaron de los fuertes, luego de la ciudad (1558). Los habitantes, que eran ingleses, fueron expulsados y sustituídos por franceses.

El duque de Montmorency, que había caído prisionero en la batalla de San Quintín, deseaba ser puesto en libertad, y decidió a Enrique II a hacer la paz con España. Así se hizo en el tratado de Cateau-Cambrésis (1558). El rey de Francia devolvió todo lo que había conquistado en Italia y en los Países Bajos. Pero conservó Calais, que Inglaterra le cedió poco más tarde. Conservó también los Tres Obispados.

Después de medio siglo de guerras, España seguía siendo soberana en Italia, donde poseía el reino de Nápoles y el Milanesado. El rey de Francia no había conseguido conservar sus conquistas de Italia. Pero había aprovechado la guerra última para quitar a Inglaterra todo lo que le quedaba en Francia.

Capítulo 2