Hexaedro
de Antonio Domínguez Hidalgo


HEXAEDRO
POEMARIO

EN UN PRELUDIO
y
SEIS MISTERIOS

OBRA POEMÁTICA COMPLETA.
TOMO 1
 





PRELUDIO



En mi proyecto de sembrar caminos
labios fragmentados en sus besos
me tatuaron la oquedad de sus entrañas
hasta hundir en mis fuegos sus hastíos
y evitar con la red de sus palabras
los intentos de mis pasos campesinos.
Y mis brazos que apenas se extendían
hacia sueños de florestas en cultivo
apagaron las llamas de sus vuelos
y la espiga se perdió en los voceríos
que gritaban al asombro de mi rostro:
¡No florezcas en inviernos
ni en otoños
ni en estíos!
¡Nada habrá de cosechar tu primavera!
Ni universos
ni galaxias
ni cometas escondidos
ni crepúsculos
ni albas.

Y manos seculares me tiñeron
los ultrajes de sus ansias humilladas
en su afán de ser trigales
rasgándome su afrenta la mirada
que se ahogaba ante el hallazgo inesperado:
La bondad es un ruido en el silencio
que los ecos transforman fantasías.
La justicia es naufragio de balanzas
navegantes en océanos concluidos.
Y el amor... lazarillo de contacto
para ver la conveniencia de agonías,
sólo es carne de estatuas en cavernas
y perpetuo sollozar de estalactitas.

En abiertos panoramas los espectros
fatigados de esperar promesas
continuaron derruyéndome senderos,
desgajando caminatas jóvenes,
agrietando con sus odios las vehemencias
por forjar en mis oscuras las proezas,
derrumbándome las alas con presencias
espirales de vocablos laberintos:
La vida es vorágine de máscaras
donde todos sucumben en sus hilos
diluidos entre imágenes de lágrimas.
¡Nada existe!
El mundo es esfinge sin respuesta
y espejismos sin oasis los recuerdos.
¡Nada es bueno!
Y bocas de ladridos imprecisos
negaron a mis sueños sus intentos labrantíos
opacándome de brumas los fulgores
hechos de eclosión solar;
acumulándome escarnios,
oprimiendo mis audacias,
enclaustrando mis cadencias
y agotando mi silueta en marcha.

El corazón se consumió en enigmas…

Mi pensamiento acrecentó su angustia de zozobra
y mi tristeza de terruño abandonado
se revistió de confusiones
y se hundió en su soledad de germen
sin esperanza de retornos...

Y mi figura de ave,
naufragio sin memoria,
diluyóse en la cárcel fatigada de mi cuerpo
para aflorar de nostalgias
el impulso andante de sus melodías,
porque nada germinó:
Ni sus cantos visionarios
ni sus vuelos labradores
ni su andanza de bullicio
ni sus giros de volátil.

Consumida en hojarascas promisorias,
frustrada en las grandezas de sus selvas
sucumbió ante las miserias del encuentro
y ocluyó,


dispersa entre los vientos de la rosa…
 
 





MISTERIO
PRIMERO
 
 
Campesino espantapájaros,
las aves te alejaron de sus nidos
y envuelto en tus tristezas de carnaval falsío,
quedaste esperando que…
algún día…
en diez, en cien, en mil llamadas épocas
descubran tu indefensa pose de estatua primitiva.

Campesino espantapájaros,
vivir en soledad es tu agonía,
sin sentir el canto primavera
de pájaros posados en tus brazos de trapo,
mustios de abrirse al infinito,
porque al ver tu silueta de rechazo,
después de sus ojos en azoro,
manantiales,
volarán entre pánicos.

Pusilánime espantajo que soñaste
florecer en amistades con los trinos
que en fragmentos te cercaron
y al palpar tus oquedades de hojarasca
te dejaron el letargo de sus giros
en el centro de tu mundo sin confín
y sin inicios…

Campesino espantapájaros,
te sentiste poseído de grandezas
y sólo descubriste la miseria
de tu mundo hecho de ramas y despojos.

Espantajo que anhelaste consumar una esperanza
nacida en tu cuerpo de astillajes
y en tu corazón de guía...
vivirás solitario tus milenios de condena inmemorial,
sin nadie que acuda a pergeñar siquiera
el esbozo sonrisa de una brisa
o el intento encanecido de promesas.

Verás solo en la distancia…
desparramarse las aves
y aunque tu melancolía las llame
para darles el trigo derramado en los huertales
de tu estío,
no tendrás esperanza de mirarlas en dominio,
porque estás hecho de llantos
y de escombros soñolientos.

Pobre espantajo cautivo de tus propias ufanías,
anhelo de marmórea estatua
frustrada por manos invernales
en simple amontonar de pajas...



Me desangra el paisaje de mi hallazgo
y en impulsos de volcán que se insinúa
sin brotar a las orgías del fuego,
presiento surgir de mis abismos
la trémula canción de los misterios.

Asciende del profundo solitario
rehaciendo su refugio en mis desechos
y extiende en mis yermos agobiados
de augurios detenidos,
intervalos de calvario.

La adivino venir en laberintos
como gota en las arenas,
como gritos en los silencios,
como euforia en las inercias.
Insólito ascender de ríos
ahogados en sus propias soledades.
Espiral de sombras húmedas.

Terminal de espinas navegantes.

Hiroshima del dolor.

La tormenta se vuelca en cercanías.

Los bosques me agitan sus desvelos.

Los montes protegen sus audacias.

El pavor me devora las campiñas.

Sucumbo ante las cumbres que me afrentan
y humillan sus acústicas de ecos
la voz de mis huertos arrasados
en sus sinfonías recónditas.
El cielo se desangra.

Mi silueta se dibuja de relámpagos…
La furia de los vientos me naufraga
y ultraja en mis cabellos sus cenizas.

Nada puede contener su desaliento
y tiende por la tierra los gemidos
de su muerte en flor.

Plañideras en desgarre.

Panoramas desgajados.

Universos en disturbios.

Convulsión sin fin…

Luces que mueren en mis labios.
Florestas que se esfuman a mi paso.

Búsqueda callada de lo eterno
vislumbrado en lejanías impenetrables,
perdida en la distancia de mis sueños…
aventura solar.

La tierra me transforma de senderos,
erosión sin lozanías,
y convierte mi avance caminero
en oasis que no existe
ante el giro arenal de los desiertos
que me inundan de mares los adentros.

Me circundan fatigas iracundas
que acrecientan los enigmas
de figuras imprevistas
y me funden entre sí.
La tierra se estremece
en lamentos que me pierden
de infinitos arrasados
entre nubes que me agitan su ciclones
y agonizan mi zozobra…
¡Lluevo!
Lluevo siglos por mis ojos.
Gotas antiguas de mi intento,
cansadas de aguardar germinaciones
regresan otra vez a sus dominios.
Perladas agonías por un encuentro
oculto en un mundo enmascarado,
mundo sin florestas y sin soles,
mundo que se ahiena y se aserpienta,
mundo que grita sus afrentas
y no busca los oídos a sus quejas.
Mundo que llaga sus oprobios
y sucumbe en su lucha de abandonos.
Mundo distante que no llega
ni se entrega avizorante
al hallazgo de la espiga que no siembra.
Mundo que acepta sus prisiones
y humilla la potencia de los vuelos
que lo impregnen de esplendores.
Mundo que no sueña en los albores
de otro mundo que se acerca
y persiste en destruir hogueras
que lo enciendan…

¡Lluevo!

Lluevo diluvios.

Me llueven los labios.
Me llueven las manos.
Me llueven los pasos.
Se me llueve el cuerpo y se me inunda el alma
por lo visto en el octubre de los puños calendarios;
lo escuchado a las espaldas que no oyen
y no saben las injurias que corroen
su caminata de sol tras el antifaz de amores.
Lluevo por bondades confundidas
en las nieblas del hastío.

Lluevo por los sueños enredados de silencios,
por ayeres y mañanas no encontrados,
por un ser que no es ser sin ser la nada,
por falsos presagios vislumbrados,
por la flor que no se aroma,
por el cielo que se nubla,
por el viento que se asfixia,
por el fuego que no alumbra.

Lluevo por un tiempo sin esencias,
ausente de cadencias y de luces,
por antaños imprevistos y venires ignorados.

Lluevo…

lluevo por semillas que no fructificaron,
por atisbos que nunca florecieron,
por anhelos que callaron sus veredas
para no sucumbir en laberintos
y por mí…
...por mí.

Eclipses de lumbres y de sombras.

Por mí…

Grietas seculares del inicio.

Por mí…

Ecos de cumbres que descienden.

Por mí…
que nací con la esperanza de quien busca
palpar la realidad de sus ensueños,
aunque en sus fantasías
tan sólo perpetúe doliente
la eterna soledad de sus orígenes.

Por mí…

por mí que nací como quien aguarda
la llegada de una risa
y se consume en las tristezas arenarias
de sus páramos.

Por mí…


que nací como quien agoniza


y no muere nunca,


ensimismado en insaciable espera…
 






MISTERIO
SEGUNDO



 
 
Siglos sin días nublan mi cuerpo desolado,
peregrino en extravío,
y vórtices de laberintos,
calles serpentorias y vacías,
bordan sus huellas en mi carne
transcrita a la frialdad de sus cementos
y aumentando mis encuentros sin encuentros
arrastran mi oquedad silueta
como yerba marchita por el pisoteo neurótico
de los transeúntes mecánicos.

Y mi voz navegante que se ahoga,
antigua voz de espiga
sujeta a sus agobios soñolientos,
se calla los inviernos de su primavera,
se despoja de vuelos confundidos
y cansada de anhelar un eco…
se nace para el silencio.
Mística emoción del sauce
floreciendo lágrimas en añoranza.

Y mis pasos…
secos mis pasos sin caminos,
deshojados en su oleaje,
disueltos en los campos de la espera,
heridos en tristezas que no sangran,
estrujando mis naufragios consumidos
en los mares de sorpresas inclementes,
desprovistos de alegrías,
cansados sus andares en la arena
por asombros no previstos
en los sueños de mis días
reinician por narcóticos proscritos
su vaganza apaciguada
y me desancla de faros
despidiendo la parábola final
de una metáfora imposible.

Mis pasos…
mis pasos promisorios y volantes
marchitados en su marcha de fatigas,
dispersos en su afán de caminantes,
desolados en sus bríos por tanta ausencia
que retorna hasta mis celdas renacidas
en su muerte de vehemencia erosionada
prorrumpen sus mutismos contenidos
en las sombras de mis sombras
y me agotan de abandonos
en el baldío de la noche
y del alma.

 
¡Oh ciudad de mi agonía!
Amante autómata de mi cuerpo en lastre
contempla como ruedan por mis manos los intentos,
palpa cómo lloran los recuerdos en mi olvido,
percibe en mis ojos dos puntos imprecisos
que eran míos…
y hoy distantes a los brazos que cegaron
sus esperanzas de amor…
Ciudad, presencia con tu música sin pautas
y sin notas
el rumor de los ecos que descienden
su discreta compañía
en el funeral de mis pasos
surcados de tiempo y tempestades,
convertidos en tristezas prófugas,
muertos en su sed de entrega…
y ríe…
Ríe de mi risa degastada,
concluida,
sofocada.
Ríe de mi rostro yerto,
de mi palabra mustia,
de mi cuerpo hecho despojos apresados
en tu engranaje de visión grisácea.
Ríe de los desiertos dibujados en mis labios
consumidos de erosiones,
sucumbidos en su angustia abofeteada
por intentos de delirios que callaron
su somnámbula locura.
Ríe de mis vuelos derrumbados,
de mis siembras devastadas,
de mis sueños concluidos
y de mi hastío.

Carcajadas comediantes por mi fin.
Ciudad…
otra vez por la senda sin ramajes,
hundidos los pies en las tinieblas,
diluido en cactus,
esperando olvidos que me vistan
las desnudeces volátiles
con ropajes egoístas.

Otra vez aguardando alejamientos…
deslizando mi presencia entre momentos
que circundan un tiempo enmudecido
en mis escombros de ave.

¡Ciudad!

Al fin me has contagiado tus asfaltos
y has cambiado la sangre de mis venas
por el variante no ser de tus semáforos.
 
Has preñado mis florestas con tus losas
y me has hecho metal de tus metales,
ferreidad sin corazón,
corazón que se pierde entre tus calles
confundido en la balumba que no espera,
que no siente, que no sueña…

Ciudad…

¡Ciudad en lluvia!

Me divago por los rumbos que te forjan
laberintos circulares,
insensible para el llanto que te invade,
que me invade…

Y miro sin mirar tu languidez de acero,
tu soledad de máquina,
tu pregonar de inciensos,
tu sollozar de hueco.

Ciudad…

acústica de nubes desangrándose
en la noche sin aromas
de mi agonizar sin meandros,
reclina hasta mi cuerpo ya sin búsquedas
la mueca de infinito que ensilueta
sus relámpagos
y fragméntame.

Disuélveme al contacto de tu estruendo
que soy polvo
como todo…
como todo lo que es polvo.
 
Ciudad sin velas y sin anclas.
Tendido nocturno de medusas.
Vacuidad de muerte plena.
Torbellino de figuras cóncavas
que al abre o cierre de mis ojos
me devora…
Vivencias de un antaño derruido
que renacen agitándome sus rostros temporales
y sus manos sin nombre en el tumulto
centrándome en la sed del remolino.

Manos que crispan sus gemidos en temblores
y gritan su agonía
estrellándome en murales sin contorno
por su ausencia…
por la ausencia sin fin que las desangra.

Y manos paralíticas,
 
modelando un amor sin horizontes,
cansadas de rasgar atmósferas
y teñir los aires que las ajan.

Manos llorando por distancias laboradas
en muros inconclusos.
Suspendida arquitectura de galaxias.

Manos labradoras concluidas,
ajenas a las risas de los cactus
descubiertos en la búsqueda,
desflorando sus angustias
por los bullicios perdidos en la conversión…

Manos esperanzas que se mueren
por principios sin finales
sucumbiendo en su forja de universos
como tierra que se cava en primavera
 
sin promesas de cultivo.

Manos llamas que se apagan
sin perspectivas de incendios,
ahogadas en sus yermos,
despojo de trigales,
locura de los sueños
y miradas arenarias…
miradas arenarias callándose la burla
de sus labios taciturnos.

Ronda de imágenes que vuelven
sacudiéndome recuerdos
y la nada…

¡La nada!

La nada que me invade con sus arcas pisoteadas.

 
La nada que despoja de arrogancias mi ufanía.

La nada que destroza mis euforias desbordadas
al silencio

y mi faz…

mi faz oceanizada
con la mueca de una risa en mi alarido tajado:

Por qué…

por qué…

por qué me has abandonado en este valle de asfalto

y de lágrimas.
 





MISTERIO TERCERO
 
 
Tras las sombras errantes del mundo
dirigí en otro tiempo mis sueños
y en la andanza cegada de amores
desfloré mi corazón de pirotecnia
a todos los vientos de la rosa en primavera.

Y surcando verdores insensibles,
sagitario en los desiertos,
fragüé mi floración de misticismo
soñando en los vibrares de manos labradoras
que esparcieran en promesas trashumantes,
la simiente de oro…
callada inquietud de espiga
surgida a la luz en flor.

Pero en mi afán campesino
de sembrar herbazales al cosmos,
 
líneas rectas y de un centro equidistantes,
las cumbres consumidas por inviernos
recelaron de mi hazaña amante
y violentas trepidaron sobre mi audacia de bosque,
deshojándome.

Y nubes sin cielos desgarraron mis alas
evitando el impulso de su móvil de sol…

Y el vaivén de mis éxtasis
se perdió entre los aires que me desalaban
sin llevar más arenas al camino estelar,
porque las oscuras no quisieron luz.

Y las pestes falsearon mi esencia,
irrumpieron las cumbres mis siembras
y el intento se asfixió de arenas.
Mi nave escapó de su imagen
cuando el llanto la inundó de océanos
que me ahogaron en su oleaje
hasta desgarrar con anclas
mis alas en entrega…

Y en el fracaso volátil
de mis vehemencias enigmas,
avasallando vías lácteas,
doblegando las hazañas,
derrumbándome de hallazgos,
la búsqueda inconclusa de mis pasos,
desondados peregrinos de celajes,
se recluyó en el silencio
para aguardar los indicios de una fructificación
desterrada entre los tiempos
donde incesantes arpegios
murmuraron escondidos,
como quien solloza,
los acordes contenidos de mis armonías.

Sembrador de los asfaltos,
volátil campesino de los humos,
eclipsaron tu sol entre sorpresas
y frustrando sembradíos de efluvios
en las superficies yermas de soñares
los rumores de las sombras comprimidas
te encadenaron…

Entusiasmos enturbiados te fluyeron
opacando la ascensión al arco iris,
sin llevar más fragancias a la estepa
ni brotar a las náuticas promesas
de los mares.
 
Primera andanza del errante…
errante caminante de las tierras prometidas
que una vez tramontaste cordilleras
y erigiste a tu paso sin fatiga
los anhelos verticales de las selvas.
He aquí que tu lucha sin fronteras,
tu lucha sin fronteras hechizada
se ha dormido en el olvido de la espera…
naufragada en su osadía,
distante del recuerdo y la mirada,
prisionera del furor adormecido
ante el silencio barbitúrico.

Caminante de las sierras escondidas,
orlador de cavernas sin auroras.
¡He aquí!
¡Vuelta cenizas tu siembra en primavera!
Tu siembra en primavera devastada.
Sollozada.
Dispersada.
Asesinada.

¡Ah! Para qué caminante de las tierras prometidas
anhelaste encumbrar las geométricas oscuras
si no había cuerpos
ni líneas
ni puntos siquiera.

Y la nada siguió siendo nada
acabando aventuras sin ruta
al amparo del aire escondido
que la acariciaba…

Y la luz se deshizo en la niebla
confundiendo la tierra y el cielo,
agotando los mares sus ondas
y muriendo en fatiga los sueños…

Regresó a sus principios el cosmos
desprovisto de antiguos ropajes,
despojado de inciensos pensados,
de misterios desnudados los secretos,
mustias las euforias de los huertos
y ausentes de cadencias los silencios.

El alba no fue alba
ni pudo ser aurora,
estéril en su espera solar.

Callaron su voz los universos…

Renacieron las tinieblas para el caos
y la noche infinita del origen
reinició sus olvidadas rondas
entregándose a los brazos del vacío…
 




MISTERIO CUARTO
 
 
Fue cayendo en lentitudes de celajes que se
(duermen…
Eterno dolor callado…
y se introdujo en mis valles germinando voceríos…
recóndito argonauta de mis mares…
como si una niebla errante detuviera sus veredas…
escondido en el secreto de mi sollozar insólito
y descansara en mis huertos para arrebatarme
(esencias…
melancólico… sereno…
Y cuando hurgaba lo interno…
floración de nostalgias y agonías…
imperando confusiones a lo incierto…
que se ocultan en mis sueños…
su trayectoria de sombras aprisionó los trigales…
por antiguas zozobras redivivas…
de mis labrantíos de incienso…
al impulso de mis brazos en vacíos…
y en su agitación de intentos…
Eterno dolor callado…
no pudieron liberarse de su marchitez solemne…
envuelto en mi nube de misterios…
ni de mi delirio opreso.

Flama inapagable que agigantas los infiernos interiores.
Lumbre creciente en tu vorágine
vas dejando mis llanuras desoladas.
Sucumbo como hierba ante tu paso…
Nada resiste tus incendios en furor.
Todo cae doblegado entre cenizas
que no apagan sus lánguido estertor
y creces…
y creces en brasas que me queman
sin esperanza de volverte sol.
¡Oh vórtice de enigmas!
¡Oh sombras sin formas que me ciñen!
Puertas que se abren a mi hastío
descorriéndome telones imprevistos
y me sumergen en escenas no ensayadas.

Imágenes ocultas del silencio
transformadas en símbolos anónimos,
secretos…
sublimes de dolor,
del eterno dolor del mundo eterno,
del hundido palpitar de los comienzos.

¡Prístina unión de los fuegos y el mar!

¡Insólito imposible de universos!

Quizá posará tu tristeza para mi soledad
y mi cuerpo hecho ropaje de tu cuerpo
surcará tus noches húmedas
para fundir en llamarada eclipse las distancias
y trascendiendo infinitos…
mis ansias aumentadas en tus ansias…
derramadas…
sollozadas…
siluetizar las ideas imaginadas.

Impávida mixtura de los cielos,
el fuego,
la tierra
y el océano.

Sed insaciable de universos.
 
Cadencia derramada entre mis brazos,
en mis manos,
en mis pasos…
cuando creo que derruyes tu presencia
en mis ultrajes,
renaces tu fantasma en mis castillos
y emerges otra vez al pasadizo de mi sangre
y tiemblo…

Yo te daré mis superficies labrantías
para tus voluptuosidades insatisfechas
y harás de mis tierras célibes,
exuberancias de selva,
alegro de sinfonía
y furor de volcán.

Tiemblo…
 
Yo te daré mis superficies labrantías
para tus deliquios…
y para tus éxtasis.

Tiemblo.

Y me estrecho en amores con la idea,
sauce estremecido en sus delirios,
agitado por febreros
que concluyen sus labores invernales
fecundándolo.

Seré flama para incinerar tus huertos,
aroma para acariciar tus sueños
y agua para humedecer tus yermos.


Bajo esta inmensidad de soledades
pienso
y no encuentro claridad al pensamiento.
Siento
y agitan laberintos el cerebro.
Mundos espantados con su imagen:
la vida que me dio la vida
poseyendo y poseída…
la daga que me dio el origen
incrustándome heridas que me rigen
y mezclando mi ser entre sus seres
hallarme en otros brazos orgasmados
de muerte que me mata en renaceres
y me besa con rostros evitados
y me inunda de labios que deseo
sin ser deseados,
germinan el caudal que los ahoga
en sentimientos
y extienden sus borrascas por los aires
a la busca de auroras contenidas
en su nocturno infinito.

Y tiemblo…

Seré viento para sonreír tus llantos,
silencio para despertar tus fuegos
y rumor…

Seré cumbre para enaltecer tus valles,
misterio para adormecer enigmas
y semilla
para extenderme en tus siembras
como hiedra.

Y me disperso…
Quisiera perderme en tu horizonte…
Escucho el eco de una voz lejana…
llenando mi oquedad de lejanías…
Se oculta invisible en los espacios…
y al sollozo de mis alas prisioneras…
como música venciéndose a los aires…
meandrar mis arenas en agobio…
Escucho el eco de una voz lejana…
como un pájaro que traza su destino…
que penetra ensoñaciones a mis cierzos…
escanciando infinitudes…
Vibra el corazón en sus esperas…
y soledades sin cuadrante…
silente giro solar…
…abrazarme de tus nieblas…
Y quiere escapar en alegrías…
ahuyentarme de vacíos…
huir de las prisiones que lo envuelven…
…y al roce tibio de tu cuerpo en llamas
llegar a los confines ignorados…
…desaparecer… como aroma trópico
donde habita la voz…
…en sensual entrega…
La voz que me acrecienta fantasías…
¡Oh titánica aventura!
La voz que me insinúa…
¡Lance cósmico!
atrevimientos nunca vistos.
…cuando la daga pluvial…
Parajes del misterio perdido en lo distante…
…derruya las ardientes grutas…
allá donde los tiempos se generan…
y renazca en convulsión de paraísos…
allá donde se pierden las hazañas…
…la tránsfuga unión
en despegues no logrados…
de los ríos y el sol.
Escucho el eco de una voz lejana
que me pierde…
me pierde en horizontes imprevistos,
me lleva a panoramas ignorados
y al abre y cierre de mis alas,
cosmonautas de los sueños,
mi elíxir planetario la penetra de perfumes
y palpa las durezas de su desnudez.

¡Oh voz corporeizada en infinitos
con suspiros que no acaban,
con relieves que no existen,
con tiempos que se callan,
con fuegos que se danzan!
Voz que me inflamas ufanías
y recorres pregonándome tu aroma.
Voz que te abrasas a mis labios
sin morir en tu audacia de retorno
a las horas del inicio no logrado
y desnuda de mí
confrontas mis silencios de imposible
convirtiendo realidad los sentimientos
que me agitan de agonías
al presentirme a tu encuentro...

Hecatombe sensorial.

Escoria redimida ante el impulso de inquietudes
liberadas en su entrega…
donde cielos y tierras me devoran
para darle a mi cuerpo tu sonido
de eternidad abriéndose a mis brazos.
Y poseo tus hondonadas
y tus llanuras
y tus montañas.

Me adueño tu silvestre lozanía,
revuelvo en ansiedades los verdores de tus selvas…
corto la flor primaveral de tu jardinería
y misterios de tarde nublada
van surcando mi noche de cosmos.

Mi cuerpo vistiéndose de cuerpos
confunde lejanías y acercamientos.
Trascienden fulgores que lo ciegan
con imágenes de rostros esperados no esperados
y rasga con sus lavas oprimidas por milenios
la altivez del panorama enmascarado
con la carne que fecunda
y la mente que transforma…
 
Ríos y llamas convertidos
en la cifra sin par de los principios
sublimando el final de los preludios,
combatiendo atrevimientos que intentaban
desasirme de ropajes que me guardan…

Y surco estratósferas sin órbitas
donde espacios infinitos me desdudan.

Miro el génesis primario de mis días
y el punto por fin de mis silencios.

El sol me deslumbra ante su abrazo
y con puñales de marfil defiendo
las auroras que me impulsan a su encuentro.

Mi cuerpo se llaga con sus fuegos.

En lúbrico vaivén lo venzo
 
y envuelto en sus rayos que agonizan
feliz perezco…

Y la mente inflamada en libertades,
despojada de sombras y de miedos,
sin recuerdos nostalgias de su vida
ni soplos fatigados de su muerte
se remonta al universo delirando algarabías
para enamorar al alba
y sembrar luceros en su felicidad.



Amanezco…
 
 




MISTERIO QUINTO

 
 
En la euforia primera de amor
me perdí entre las gravas del monte
y estrellaron las injurias pétreas
el cristal…

Mis labios rompieron sus voces.
Mis ojos cegaron su luz
y olvidando mis pasos sus huellas
dispersado mi cuerpo ocluyó.

Nada supe de mis manos desaladas
en su aurora ensombrecidas.

Nada supe de mis llantos fallecidos
en diluvios desecados
que bañaban de arco iris
las órbitas del vuelo entristecido.

Nada supe de horizontes que cerraron las oscuras
confundiendo mis aromas y mis flamas…

Cada mundo se tejió de ondulaciones
que fluyeron sin cansancio por un eco
de cantos extraviados en la opaca primavera
del enigma hecho dolor.

Y las horas desnudas en momentos
parecieron danzar sin inmutarse
cuando el páramo del cuerpo desolado
fallecía en las esperas de una brisa
acumulada de paisajes
que soñaban en sus cuadros de oro.

Los espejos empañaron las imágenes
de antiguas esperanzas en simientes
distantes ya del agotado intento.
Intento erosionante de mi sombra
que aspiraba a ser entrega…
a ser ternura,
a ser cadencia,
a ser lo que un ensueño promisorio
me llenaba de ufanías
y sin presagios me vestía de surcos
para labrar sus lozanías de nácar
en mi ilusión innata.

Y dando más amor del que me dieron,
ahondé mi atrevimiento en las cavernas…
mudé las oscuras en cenizas…
y erigí sobre sus ruinas las hogueras…

Mas en mi altivez de sueño,
reducido por los espantajos,
convertí la sonrisa de mis manos,
estrépito de hallazgos,
en la semilla que no germina…
lucideces rotas,
tiempo detenido,
descubriendo un mundo donde aún no nacen
los deseados cauces
para mi desborde iluso.

Y queriendo dar sendero al caminante…
verdor a los desiertos…
calor a las estepas…
voz a los silencios…
confundieron mi arrebato de donante
y dañaron mi osadía de vuelo
despojándome de fuegos…
de caminos…
de palabras…
de trigales…
y de lágrimas…
hasta dejarme sin nada.

Y deshojado en las vehemencias
de un mañana no llegado
incorporé mi soledad de antorcha
a bullicios olvidantes,
donde mis ojos cansaron sus deseos…
donde mis labios rompieron sus vocablos…
donde mis rostros y mis cuerpos naufragaron
sin el cómo…
con el cuándo…
en la noche de una aurora vuelta tarde.

Promesas enclaustradas por las cumbres
que impidieron lo nidales
de las aves visionarias.

Audacia primigenia de mis alas
sembrada en los recintos huecos
de las oscuras en yermos,
impotente para florecer milagros
en sus arenas…
porque al contacto del fuego
me lloviznaron frialdades
y la envidia de los vientos encorvados
los separó de mis llamas
sofocando en sus encuentros
la profecía del sol…

Y nada vislumbró más la mirada,
sólo un punto distante que el aire
iba haciendo perderse a lo lejos
y la ahogaba.

Tal vez este tiempo vorágine
no debiera haber sido mi tiempo,
porque siento que el ser que me habita
escapó de otro mundo sin época,
carente de distancias
y fronteras.
Inasido.
Desprovisto de cadenas.
Ignorante de vivir miserias
y afrentas,
de morir en odios
y en soberbias,
de caer en llantos
y en ofensas.

Tal vez este tiempo vorágine
no debiera haber sido tiempo.

Y un lamento desfloró mi garganta adormecida
como gemido extraviado en el furor derrotado
sin rencor
dando gritos que escondían
su no poder comprender
tanta eclosión de misterios.

Era el dolor vuelto voces…

Era la voz vuelta ruido…

Era el renacer eterno de mi morir infinito…

Y mi cuerpo tatuándose de nieblas,
desprovisto de rumbos y de sendas,
perdido en su fe de alegorías,
cansado de escuchar sus soliloquios,
exhaustos sus pasos de senderos
y de olvidos
me desmayó sollozantes los intentos de sus vuelos
y no pudo…
no pudo seguir en la aventura…
no pudo terminar la caminata
y buscó…
buscó las regiones de los céspedes
para vivificarse
y renacer…
renacer sobre la muerte.

Y tendido en el silencio
la desesperanza se hizo luz,
Casandra desnudada,
y alumbrando el enigma de mis puntos cardinales
donde cárceles antiguas aguardaban mi abandono
de carroña
fue anunciándome futuros de mis celdas
doblegando rutinarias tiranías
de mi noche a la intemperie.

Y elevándome en ritmos de ofrenda
concluyó mi descenso incoloro
al paraje baldío de retornos
innovándome de huertos la hojarasca detenida.
Confundida.
Perecida.

Y en el centro de hallazgo cotidianos
fue aprendiendo mi silueta agonizante
y renaciente
a no ser lluvia
ni relámpago;
a no ser súplica ante brazos desgajados;
a no ser dádiva en carencia enmascarada;
a no ser principio en los finales;
a no ser lo que se es sin ser los otros seres.

Y la andanza amoresca de otra vida
sucumbió sin añoranza de sus eras…
Búsquedas de antaño consumidas
cuando mi silueta agonizante
y reviviente
descubrió la realidad del cactus
y aprendió el justo sentir.

Y cesados los espasmos de mis muerte acontecida
hoy se invaden de albores mis nostalgias.

Augurios innovados me florecen
renaciéndome marchitas primaveras.

Me broto en transparencias manantiales
y me olvidan inquietudes derrotadas.

Me yergo de sol ante horizontes que amanecen
y al encuentro de mi círculo dejado
nuevas llamas de mis pasos se apoderan
y acrecientan…

No hay zozobra en los recuerdos
de mis íntimos espacios.

Nada nubla los contornos
de mi cosmos renovado
ni el aliento del olvido
ni el suspiro del antaño,
solamente una cadencia reencontrada
de no ser tiniebla,
de no ser presencia,
sino fantasía…

Y me reinvaden los ensueños
sus misterios sumergidos.

Vivo nuevamente entre mis días…

La noche desvanece geometrías falsificadas

y renazco…

renazco ante la vida…

Me vibro en la conciencia de mí mismo.

Callaron los conteos al grito cero.

Mis brazos despiertan su energía.

Enciéndome de fuegos.

La prisión se va abriendo a inmensidades.

Se derrumban las cadenas…

Se dispersan flotando entre los aires
las rejas y las celdas.

Las amarras se alejan de mi nave
y un solo arrebato de existencia
me acelera a un efluvio que me inflama
que me llama…




y me libera…
 





MISTERIO SEXTO
 
 
Y yo que en otras eras deambulaba
pensándome diverso a las espinas,
derramándome en sonrisas al desierto,
marchitando vanidades de humo,
indagando océanos
y montañas
y florestas…
hoy pernocto en otras naves
que no vuelan a planetas inventados
por soñantes telescopios,
otras naves forjadas al impulso lacrimario
de la realidad…
Confianzas ilusorias.
Sacrificios ahumados en la búsqueda inasible
de la inmensidad.
Hoy la mente hecha metáfora ha volado
a otra conciencia
dejando al corazón petrificado
como guarda que termina de sangrar
su muerte muda
y resigna duelos por sus agonías
con las melodías de sus renaceres
y va…
misterio fallecido,
va a liberarme de todas mis soberbias,
de todas mis angustias,
de todas mis miserias
como el ave que por vez primera
se sostiene al goce de sus alas
y sólo remonta sus esfuerzos
para perderse en la infinita risa
de un cielo sereno.

Va a sentir mi soledad tan mía
como los brazos que una vez dijeron
a mi emoción fundidos:
somos tuyos,
sin distancias próximas;
somos tuyos
sin misterios hechos del callar desnudo
que aparece en cantos
al dormir los sueños.

Va a entender mis pasos de árbol en creciente
para saber cuál es la voz veraz
que se dispersa en mi palabra
y me conduce a la altivez sombría
de mi estatua absurda
construida en el páramo constante
que amenaza cada uno de mis días.

Va a saberme al fin desprotegido de antes,
si soy un hecho comprobado
al enfrentarme a mundos nunca míos
o sólo soy el humo que respira
por no morir en su ansiedad de asfixia
bajo su máscara que espera la forma precisa.

Y cuando vuelva...
mis labios vestidos de infinitos
podrán siluetizar cada vocablo
que antaño no sabían mis manos
ni entendían mis pasos
ni comprendían mis llantos
ni sentía mi voz

Y ante el hallazgo esperado de luces,
los ojos volverán sus risas
a mis brazos abiertos en cosmos
donde estrellas sedientas de universos
vendrán a refugiarme sus hastíos
y tendré sus celajes prisioneros
a mi libertad de sol.

Y cuando mire...
cuando mire otra vez los corazones
que laten de semillas en floresta
mi ser dejará su claustro de horas
detenido en un punto de los mapas
y verá nuevamente los trigales
que lloraron su abandono en primavera
cuando su sed me derramaba mares
para evitar mi sinfonía en andante.

Entonces sentiré...
sentiré que soy yo sin ser yo mismo,
sino el silencio del sendero regresando,
el vuelo de las alas extendidas,
el canto de los ecos extraviados.
Cuando vibren otra vez mis ufanías
y despierte mi alegría de primavera
me fundiré con las aguas hechas polvo de su tierra,
con los aires vueltos brumos de sus siembras,
con los suspiros aumentados de tristezas
en alturas que no tocan los planetas.

Y me vestiré de calles caminadas
y de árboles desnudos por la máquina,
de iglesias innovadas de proscenios
y subsuelos caminantes.

Cuando vuelva...
veré la aurora de mi mundo ausente
desmayar su distancia entre mi cuerpo
y en éxtasis de amores,
sabré humillar mis vanidades mudas
y descenderme en suelos
para besar los rostros que trazaron
mi soledad antigua.

Y renovando lozanías
sabré que la aventura exacta
me aguarda todavía
en la historia adolescente que se olvida
para ser las armonías adultas
de mi galaxia nueva.

Y la esfinge caerá a los precipicios
y de su muerte...
de su muerte surgirá el camino...
los caminos...
mis caminos que dirán una mañana
si mis pasos fueron solamente sombras
o sinfónica alegría de luz.

Y ante el antaño perdido
de mis euforias primeras,
sonreiré…

Rotas esperas de una búsqueda
deshecha en el vacío de manos
incapaces de revelar en espigas de oro
la simiente extraviada por los siglos.

Y por la desesperanza de mis designios
vueltos fragmentos del alba,
irretornable,
inasequible,
desprovisto de la esencia de ave
que me reencarne,
nublada de ayeres la mirada,
sonreiré también.

Mas...
alguien acaso...
lo presiente la verdad de mis presagios,
sin saber en qué lugar del universo
tendrá que recordar la audacia
depositando la ofrenda de una sonrisa
para mi intento solar.

Alguien...
quizá...
sin saber en qué lugar del tiempo
lo tendrá entre sus misterios
como quien tiene un aroma
y lo diluye en secreto.