Hamlet (Inarco Celenio trad.)/Acto V

Escena I

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SEPULTURERO 1.º SEPULTURERO 2.º

Cementerio contiguo a una iglesia.


Sepulturero 1º
¿Y es la que ha de (192) sepultarse en tierra sagrada, la que deliberadamente ha conspirado contra su propia salvación?
Sepulturero 2º
Dígote que sí, conque haz presto el hoyo. El juez ha reconocido ya el cadáver y ha dispuesto que se la entierre en sagrado.
Sepulturero 1º
Yo no entiendo cómo va eso... Aun si se hubiera ahogado haciendo esfuerzos para librarse, anda con Dios.
Sepulturero 2º
Así han juzgado que fue.
Sepulturero 1º
No, no, eso fue se offendendo; ni puede haber sido de otra manera: porque... Ve aquí el punto de la dificultad. Si yo me ahogo voluntariamente, esto arguye por de contado una acción, y toda acción consta de tres partes, que son: hacer, obrar y ejecutar, de donde se infiere, amigo Rasura, que ella se ahogó voluntariamente.
Sepulturero 2º
¡Qué! Pero, oígame ahora el tío Socaba.
Sepulturero 1º
No, deja, yo te diré. Mira, aquí está el agua. Bien. Aquí está un hombre. Muy bien... Pues señor, si este hombre va y se mete dentro del agua, se ahoga a sí mismo, porque, por fas o por nefas, ello es que él va... Pero, atiende a lo que digo. Si el agua viene hacia él y le sorprende y le ahoga, entonces no se ahoga él a sí propio... Compadre Rasura, el que no desea su muerte, no se acorta la vida.
Sepulturero 2º
¿Y qué hay leyes para eso?
Sepulturero 1º
Ya se ve que las hay, y por ellas se guía el juez que examina estos casos.
Sepulturero 2º
¿Quieres que te diga la verdad? Pues mira, si la muerta no fuese una señora, yo te aseguro que no la enterrarían en sagrado.
Sepulturero 1º
En efecto dices bien y es mucha lástima que los grandes personajes hayan de tener en este mundo especial privilegio, entre todos los demás cristianos, para ahogarse y ahorcarse cuando quieren, sin que nadie les diga nada... Vamos allá (193) con el azadón... Ello es que no hay caballeros de nobleza más antigua que los jardineros, sepultureros y cavadores, que son los que ejercen la profesión de Adán.
Sepulturero 2º
Pues qué, ¿Adán fue caballero (194)?
Sepulturero 1º
¡Toma! Como que fue el primero que llevó armas... Pero, voy a hacerte una pregunta y si no me respondes a cuento, has de confesar que eres un...
Sepulturero 2º
Adelante.
Sepulturero 1º
¿Cuál es el que construye edificios más fuertes, que los que hacen los albañiles y los carpinteros de casas y navíos?
Sepulturero 2º
El que hace la horca, porque aquella fábrica sobrevive a mil inquilinos.
Sepulturero 1º
Agudo eres, por vida mía. Buen edificio es la horca; pero, ¿cómo es bueno? Es bueno para los que hacen mal; ahora bien, tú haces mal en decir que la horca es fábrica más fuerte que una iglesia, con que la horca podría ser buena para ti... Volvamos a la pregunta.
Sepulturero 2º
¿Cuál es el que hace habitaciones más durables que las que hacen los albañiles, los carpinteros de casas y de navíos?
Sepulturero 1º
Sí, dímelo y sales del apuro.
Sepulturero 2º
Ya se ve que te lo diré.
Sepulturero 1º
Pues vamos.
Sepulturero 2º
Pues no puedo decirlo.
Sepulturero 1º
Vaya, no te rompas la cabeza sobre ello... Tú eres un burro lerdo, que no saldrá de su paso por más que le apaleen. Cuando te hagan esta pregunta, has de responder: el Sepulturero. ¿No ves que las casas que él hace, duran hasta el día del juicio? Anda, ve ahí a casa de Juanillo y tráeme una copa de aguardiente.

Escena II

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HAMLET, HORACIO, SEPULTURERO 1.º


Sepulturero 1º
Yo amé en mis primeros años (195),
dulce cosa lo juzgué;
pero casarme, eso no,
que no me estuviera bien.
Hamlet
Qué poco (196) siente ese hombre lo que hace, que abre una sepultura y canta.
Horacio
La costumbre le ha hecho ya familiar esa ocupación.
Hamlet
Así es la verdad. La mano que menos trabaja, tiene más delicado el tacto.
Sepulturero 1º
La edad callada en la huesa (197)
me hundió con mano cruel,
y toda se destruyó
la existencia que gocé.
Hamlet
Aquella calavera tendría lengua en otro tiempo, y con ella podría también cantar... ¡Cómo la tira al suelo el pícaro! Como si fuese la quijada con que hizo Caín el primer homicidio. Y la que está maltratando ahora ese bruto, podría ser muy bien la cabeza de algún estadista, que acaso pretendió engañar al Cielo mismo. ¿No te parece?
Horacio
Bien puede ser.
Hamlet
O la de algún cortesano, que diría: felicísimos días, Señor Excelentísimo, ¿cómo va de salud, mi venerado Señor? Ésta puede ser la del caballero Fulano, que hacía grandes elogios del potro del caballero Zutano, para pedírsele prestado después. ¿No puede ser así?
Horacio
Sí, señor.
Hamlet
¡Oh! Sí por cierto, y ahora está en poder del señor gusano, estropeada y hecha pedazos con el azadón de un sepulturero... Grandes revoluciones se hacen aquí, si hubiera en nosotros, medios para observarlas... Pero, ¿costó acaso tan poco la formación de estos huesos a la naturaleza, que hayan de servir para que esa gente (198) se divierta en sus garitos con ellos?... ¡Eh! Los míos se estremecen al considerarlo.
Sepulturero 1º
Una piqueta (199)
con una azada,
un lienzo donde
revuelto vaya,
y un hoyo en tierra
que le preparan:
para tal huésped
eso le basta.
Hamlet
Y esa otra, ¿por qué no podría ser la calavera de un letrado? ¿Adónde se fueron sus equívocos y sutilezas, sus litigios, sus interpretaciones, sus embrollos? ¿Por qué sufre ahora que ese bribón, grosero, le golpee contra la pared, con el azadón lleno de barro?... ¡Y no dirá palabra acerca de un hecho tan criminal! Éste sería, quizás, mientras vivió, un gran comprador de tierras, con sus obligaciones y reconocimientos, transacciones, seguridades mutuas, pagos, recibos... Ve aquí el arriendo de sus arriendos, y el cobro de sus cobranzas; todo ha venido a parar en una calavera llena de lodo. Los títulos de los bienes que poseyó cabrían difícilmente en su ataúd. Y, no obstante eso, todas las fianzas y seguridades recíprocas de sus adquisiciones no le han podido asegurar otra posesión que la de un espacio pequeño, capaz de cubrirse con un par de sus escrituras... ¡Oh! ¡Y a su opulento sucesor tampoco le quedará más!
Horacio
Verdad es, señor.
Hamlet
¿No se hace el pergamino de piel de carnero?
Horacio
Sí señor, y de piel de ternera también.
Hamlet
Pues, dígote, que son más irracionales que las terneras y carneros, los que fundan su felicidad en la posesión de tales pergaminos. Voy a tramar conversación con este hombre. ¿De quién es esa sepultura, buena pieza? (200)
Sepulturero 1º
Mía, señor (201).

y un hoyo en tierra (202)

que le preparan:

para tal huésped

eso le basta.

Hamlet
Sí, yo creo que es tuya porque estás ahora dentro de ella... Pero la sepultura es para los muertos, no para los vivos: con que has mentido.
Sepulturero 1º
Ve ahí un mentís demasiado vivo; pero yo os le volveré.
Hamlet
¿Para qué muerto cavas esa sepultura?
Sepulturero 1º
No es hombre, señor.
Hamlet
Pues bien, ¿para qué mujer?
Sepulturero 1º
Tampoco es eso.
Hamlet
Pues ¿qué es lo que ha de enterrarse ahí?
Sepulturero 1º
Un cadáver que fue mujer; pero ya murió... Dios la perdone.
Hamlet
¡Qué taimado es! Hablémosle clara y sencillamente, porque si no, es capaz de confundirnos a equívocos. De tres años a esta parte he observado cuanto se va sutilizando la edad en que vivimos... Por vida mía, Horacio, que ya el villano sigue tan de cerca al caballero, que muy pronto le desollará el talón. ¿Cuánto tiempo ha que eres sepulturero?
Sepulturero 1º
Toda mi vida, se puede decir. Yo comencé el oficio, el día que nuestro último Rey Hamlet venció a Fortimbrás.
Hamlet
¿Y cuánto tiempo habrá?
Sepulturero 1º
¡Toma! ¿No lo sabéis? Pues hasta los chiquillos os lo dirán. Eso sucedió el mismo día en que nació el joven Hamlet, el que está loco y se ha ido a Inglaterra.
Hamlet
¡Oiga! ¿Y por qué se ha ido a Inglaterra?
Sepulturero 1º
Porque..., porque está loco, y allí cobrará su juicio; y si no le cobra a bien que poco importa.
Hamlet
¿Por qué?
Sepulturero 1º
Porque allí todos son tan locos como él, y no será reparado.
Hamlet
¿Y cómo ha sido volverse loco?
Sepulturero 1º
De un modo muy extraño, según dicen.
Hamlet
¿De qué modo?
Sepulturero 1º
Habiendo perdido el entendimiento.
Hamlet
Pero, ¿qué motivo dio lugar a eso? (203)
Sepulturero 1º
¿Qué lugar? Aquí en Dinamarca, donde soy enterrador, y lo he sido de chico y de grande, por espacio de treinta años.
Hamlet
¿Cuánto tiempo podrá estar enterrado un hombre sin corromperse?
Sepulturero 1º
De suerte que si él no corrompía ya en vida (como nos sucede todos los días con muchos cuerpos galicados, que no hay por donde asirlos), podrá durar cosa de ocho o nueve años. Un curtidor durará nueve años, seguramente.
Hamlet
¿Pues qué tiene él más que otro cualquiera?
Sepulturero 1º
Lo que tiene es un pellejo tan curtido ya, por mor de su ejercicio, que puede resistir mucho tiempo al agua; y el agua, señor mío, es la cosa que más pronto destruye a cualquier hideputa de muerto. Ve aquí una calavera que ha estado debajo de tierra veintitrés años.
Hamlet
¿De quién es?
Sepulturero 1º
Mayor hideputa, ¡loco! ¿De quién os parece que será?
Hamlet
¿Yo cómo he de saberlo?
Sepulturero 1º
¡Mala peste en él y en sus travesuras!... Una vez me echó un frasco de vino del Rhin por los cabezones... Pues, señor, esta calavera es la calavera de Yorick, el bufón del Rey (204).
Hamlet
¿Ésta?
Sepulturero 1º
La misma.
Hamlet
¡Ay! ¡Pobre Yorick! Yo le conocí, Horacio..., era un hombre sumamente gracioso de la más fecunda imaginación. Me acuerdo que siendo yo niño me llevó mil veces sobre sus hombros... y ahora su vista me llena de horror; y oprimido el pecho palpita... Aquí estuvieron aquellos labios donde yo di besos sin número. ¿Qué se hicieron tus burlas, tus brincos, tus cantares y aquellos chistes repentinos que de ordinario animaban la mesa con alegre estrépito? Ahora, falto ya enteramente de músculos, ni aún puedes reírte de tu propia deformidad... Ve al tocador de alguna de nuestras damas y dile, para excitar su risa, que porque se ponga una pulgada de afeite en el rostro; al fin habrá de experimentar esta misma transformación... (205) Dime una cosa, Horacio.
Horacio
¿Cuál es, señor?
Hamlet
¿Crees tú que Alejandro, metido debajo de tierra, tendría esa forma horrible?
Horacio
Cierto que sí.
Hamlet
Y exhalaría ese mismo hedor... ¡Uh!
Horacio
Sin diferencia alguna (206).
Hamlet
En qué abatimiento hemos de parar, ¡Horacio! Y ¿por qué no podría la imaginación seguir las ilustres cenizas de Alejandro, hasta encontrarla tapando la boca de algún barril?
Horacio
A fe que sería excesiva curiosidad ir a examinarlo.
Hamlet
No, no por cierto. No hay sino irle siguiendo hasta conducirle allí, con probabilidad y sin violencia alguna. Como si dijéramos: Alejandro murió, Alejandro fue sepultado, Alejandro se redujo a polvo, el polvo es tierra, de la tierra hacemos barro... ¿y por qué con este barro en que él está ya convertido, no habrán podido tapar un barril de cerveza? El emperador César, muerto y hecho tierra, puede tapar un agujero para estorbar que pase el aire... ¡Oh!... Y aquella tierra, que tuvo atemorizado el orbe, servirá tal vez de reparar las hendiduras de un tabique, contra las intemperies del invierno... Pero, callemos... hagámonos a un lado, que... sí... Aquí viene el Rey, la Reina, los Grandes... ¿A quién acompañan? ¡Qué ceremonial tan incompleto es éste! Todo ello me anuncia que el difunto que conducen, dio fin a su vida con desesperada mano... Sin duda era persona de calidad... Ocultémonos un poco, y observa.

Escena III

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CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, LAERTES, HORACIO, UN CURA, DOS SEPULTUREROS. Acompañamiento de Damas, Caballeros y Criados. (207)


Laertes
¿Qué otra ceremonia falta? (208)
Hamlet
Mira, aquel es Laertes, joven muy ilustre.
Laertes
¿Qué ceremonia falta?
El cura
Ya se han celebrado sus exequias con toda la decencia posible. Su muerte da lugar a muchas dudas, y a no haberse interpuesto la suprema autoridad que modifica las leyes, hubiera sido colocada en lugar profano, allí estuviera hasta que sonase la trompeta final, y en vez de oraciones piadosas, hubieran caído sobre su cadáver guijarros, piedras y cascote. No obstante esto, se la han concedido las vestiduras y adornos virginales, el clamor de las campanas y la sepultura.
Laertes
¿Con que no se debe hacer más?
El cura
No más. Profanaríamos los honores sagrados de los difuntos cantando un réquiem para implorar el descanso de su alma, como se hace por aquellos que parten de esta vida con más cristiana disposición.
Laertes
Dadla tierra, pues (209). Sus hermosos e intactos miembros acaso producirán violetas suaves. Y a ti, clérigo zafio, te anuncio que mi hermana será un ángel del Señor, mientras tú estarás bramando en los abismos.
Hamlet
¡Qué! ¡La hermosa Ofelia!
Gertrudis
Dulces dones a mi dulce amiga (210). A Dios... Yo deseaba que hubieras sido esposa de mi Hamlet, graciosa doncella, y esperé cubrir de flores tu lecho nupcial..., pero no tu sepulcro.
Laertes
¡Oh! ¡Una y mil veces sea maldito, aquel cuya acción inhumana te privó a ti del más sublime entendimiento!... No... esperad un instante, no echéis la tierra todavía... No..., hasta que otra vez la estreche en mis brazos... (211) Echadla ahora sobre la muerta y el vivo, hasta que de este llano hagáis un monte que descuelle sobre el antiguo Pelión o sobre la azul extremidad del Olimpo que toca los cielos.
Hamlet
¿Quién es el que da a sus penas idioma tan enfático? (212) ¿El que así invoca en su aflicción a las estrellas errantes, haciéndolas detenerse admiradas a oírle?... Yo soy Hamlet, Príncipe de Dinamarca.
Laertes
El demonio lleve tu alma.
Hamlet
No es justo lo que pides... Quita esos (213) dedos de mi cuello, porque aunque no soy precipitado ni colérico; algún riesgo hay en ofenderme, y si eres prudente, debes evitarle. Quita de ahí esa mano.
Claudio
Separadlos.
Gertrudis
¡Hamlet! ¡Hamlet!
Todos
¡Señores!
Horacio
Moderaos, señor.
Hamlet
No, por causa tan justa lidiaré con él, hasta que cierre mis párpados la muerte.
Gertrudis
Qué causa puede haber, hijo mío...
Hamlet
Yo he querido a Ofelia y cuatro mil hermanos juntos no podrán, con todo su amor, exceder al mío... ¿Qué quieres hacer por ella? Di.
Claudio
Laertes, mira que está loco.
Gertrudis
Por Dios, Laertes, déjale.
Hamlet
Dime lo que intentas hacer (214). ¿Quieres llorar, combatir, negarte al sustento, hacerte pedazos, beber todo el Esil (215), devorar un caimán? Yo lo haré también... ¿Vienes aquí a lamentar su muerte, a insultarme precipitándote en su sepulcro, a ser enterrado vivo con ella?... Pues bien, eso quiero yo, y si hablas de montes, descarguen sobre nosotros yugadas de tierra innumerables, hasta que estos campos tuesten su frente en la tórrida zona, y el alto Ossa parezca en su comparación un terrón pequeño... Si me hablas con soberbia, yo usaré un lenguaje tan altanero como el tuyo.
Gertrudis
Todos son efectos de su frenesí, cuya violencia podrá agitarte por algún tiempo; pero después, semejante a la mansa paloma cuando siente animada las mellizas crías, le veréis sin movimiento y mudo.
Hamlet
Óyeme: ¿cuál es la razón de obrar así conmigo? Siempre te he querido bien... Pero nada importa. Aunque el mismo Hércules, con todo su poder, quiera estorbarlo, el gato maullará y el perro quedará vencedor (216).
Claudio
Horacio, ve, no le abandones... Laertes, nuestra plática de la noche anterior fortificará tu paciencia, mientras dispongo lo que importa en la ocasión presente... Amada Gertrudis, será bien que alguno se encargue de la guarda de tu hijo. Esta sepultura se adornará con un monumento durable. Espero que gozaremos brevemente horas más tranquilas; pero, entretanto, conviene sufrir.


Escena IV

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HAMLET, HORACIO

Salón del Palacio. (217)


Hamlet
Baste ya lo dicho sobre esta materia. Ahora quisiera informarte de lo demás; pero, ¿te acuerdas bien de todas las circunstancias?
Horacio
¿No he de acordarme, señor?
Hamlet
Pues sabrás (218) amigo, que agitado continuamente mi corazón en una especie de combate, no me permitía conciliar el sueño, y en tal situación me juzgaba más infeliz que el delincuente cargado de prisiones. Una temeridad... Bien que debo dar gracias a esta temeridad, pues por ella existo. Sí, confesemos que tal vez nuestra indiscreción suele sernos útil; al paso que los planes concertados con la mayor sagacidad, se malogran, prueba certísima de que la mano de Dios conduce a su fin todas nuestras acciones por más que el hombre las ordene sin inteligencia.
Horacio
Así es la verdad.
Hamlet
Salgo, pues, de mi camarote, mal rebujado con un vestido de marinero, y a tientas, favorecido de la oscuridad, llego hasta donde ellos estaban. Logro mi deseo, me apodero de sus papeles, y me vuelvo a mi cuarto. Allí, olvidando mis recelos toda consideración, tuve la osadía de abrir sus despachos, y en ellos encuentro, amigo, una alevosía del Rey. Una orden precisa, apoyada en varias razones, de ser importante a la tranquilidad de Dinamarca, y aún a la de Inglaterra y ¡oh! mil temores y anuncios de mal, si me dejan vivo... En fin, decía: que luego que fuese leída, sin dilación, ni aun para afinar a la segur el filo, me cortasen la cabeza.
Horacio
¡Es posible!
Hamlet
Mira la orden aquí (219), podrás leerla en mejor ocasión; pero ¿quieres saber lo que yo hice?
Horacio
Sí, yo os lo ruego.
Hamlet
Ya ves como rodeado así de traiciones, ya ellos habían empezado el drama, aun antes de que yo hubiese comprendido el prólogo. No obstante, siéntome al bufete, imagino una orden distinta, y la escribo inmediatamente de buena letra... Yo creí algún tiempo (como todos los grandes señores) que el escribir bien fuese un desdoro; y aun no dejé de hacer muchos esfuerzos para olvidar esta habilidad; pero ahora conozco, Horacio, cuán útil me ha sido tenerla. ¿Quieres saber lo que el escrito contenía?
Horacio
Sí señor.
Hamlet
Una súplica del Rey dirigida con grandes instancias al de Inglaterra, como a su obediente feudatario, diciéndole que su recíproca amistad florecería como la palma robusta; que la paz, coronada de espigas, mantendría la quietud de ambos imperios, uniéndolos en amor durable, con otras expresiones no menos afectuosas. Pidiéndole, por último, que vista que fuese aquella carta, sin otro examen, hiciese perecer con pronta muerte a los dos mensajeros; no dándoles tiempo ni aun para confesar su delito.
Horacio
¿Y cómo la pudisteis sellar?
Hamlet
Aún eso también parece que lo dispuso el Cielo, porque felizmente trata conmigo el sello de mi padre, por el cual se hizo el que hoy usa el Rey. Cierro el pliego en la forma que el anterior, póngole la misma dirección, el mismo sello, le conduzco sin ser visto al mismo paraje y nadie nota el cambio... Al día siguiente ocurrió el combate naval, lo que después sucedió, ya lo sabes.
Horacio
De ese modo, Guillermo y Ricardo caminan derechos a la muerte.
Hamlet
Ya ves que ellos han solicitado este encargo, mi conciencia no me acusa acerca de su castigo... Ellos mismos se han procurado su ruina... Es muy peligroso al inferior meterse entre las puntas de las espadas, cuando dos enemigos poderosos lidian.
Horacio
¡Oh! ¡Qué Rey éste!
Hamlet
¿Juzgas tú, que no estoy en obligación de proseguir lo que falta? Él, que asesinó a mi padre y mi Rey, que ha deshonrado a mi madre, que se ha introducido furtivamente entre el solio, y mis derechos justos, que ha conspirado contra mi vida, valiéndose de medios tan aleves... ¿No será justicia rectísima castigarle con esta mano? No será culpa en mí tolerar que ese monstruo exista, para cometer como hasta aquí, maldades atroces?
Horacio
Presto le avisarán de Inglaterra cual ha sido el éxito de su solicitud.
Hamlet
Sí, presto lo sabrá; pero entretanto el tiempo es mío y para quitar a un hombre la vida, un instante basta... Sólo me disgusta, amigo Horacio, el lance ocurrido con Laertes, en que olvidado de mí propio, no vi en mi sentimiento la imagen y semejanza del suyo. Procuraré su amistad, sí... Pero, ciertamente, aquel tono amenazador que daba a sus quejas irritó en exceso mi cólera.
Horacio
Callad... ¿Quién viene aquí?


Escena V

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HAMLET, HORACIO, ENRIQUE


Enrique
En hora (220) feliz haya regresado vuestra Alteza a Dinamarca.
Hamlet
Muchas gracias, caballero... ¿Conoces a este moscón?
Horacio
No señor.
Hamlet
Nada se te dé, que el conocerle es por cierto poco agradable. Este es señor de muchas tierras y muy fértiles, y por más que él sea un bestia que manda en otros tan bestias como él; ya se sabe, tiene su pesebre fijo en la mesa del Rey... Es la corneja más charlera que en mi vida he visto; pero como te he dicho ya, posee una gran porción de polvo.
Enrique
Amable Príncipe, si vuestra grandeza no tiene ocupación que se lo estorbe, yo le comunicaría una cosa de parte del Rey.
Hamlet
Estoy dispuesto a oírla con la mayor atención... Pero, emplead el sombrero en el uso a que fue destinado. El sombrero se hizo para la cabeza.
Enrique
Muchas gracias, señor... ¡Eh! El tiempo está caluroso.
Hamlet
No, al contrario, muy frío. El viento es norte.
Enrique
Cierto que hace bastante frío.
Hamlet
Antes yo creo... a lo menos para mi complexión, hace un calor que abrasa.
Enrique
¡Oh! En extremo... Sumamente fuerte, como... Yo no sé como diga... Pues, señor, el Rey me manda que os informe de que ha hecho una grande apuesta en vuestro favor. Este es el asunto.
Hamlet
Tened presente que el sombrero se...
Enrique
¡Oh! Señor... Lo hago por comodidad... Cierto... Pues ello es, que Laertes acaba de llegar a la Corte... ¡Oh! Es un perfecto caballero, no cabe duda. Excelentes cualidades, un trato muy dulce, muy bien quisto de todos... Cierto, hablando sin pasión, es menester confesar que es la nata y flor de la nobleza, porque en él se hallan cuantas prendas pueden verse en un caballero.
Hamlet
La pintura que de él hacéis no desmerece nada en vuestra boca; aunque yo creí que, al hacer el inventario de sus virtudes, se confundirían la aritmética y la memoria y ambas serían insuficientes para suma tan larga. Pero, sin exagerar su elogio, yo le tengo por un hombre de grande espíritu, y de tan particular y extraordinaria naturaleza, que (hablando con toda la exactitud posible) no se hallará su semejanza sino en su mismo espejo; pues el que presuma buscarla en otra parte, sólo encontrará bosquejos informes.
Enrique
Vuestra Alteza acaba de hacer justicia imparcial en cuanto ha dicho de él.
Hamlet
Sí, pero sépase a qué propósito nos enronquecemos ahora, entremetiendo en nuestra conversación las alabanzas de ese galán.
Enrique
¿Cómo decís, señor?
Horacio
¿No fuera mejor que le hablarais con más claridad? Yo creo, señor, que no os sería difícil.
Hamlet
Digo, que ¿a qué viene ahora hablar de ese caballero?
Enrique
¿De Laertes?
Horacio
¡Eh! Ya vació cuanto tenía, y se le acabó la provisión de frases brillantes.
Hamlet
Sí señor, de ese mismo.
Enrique
Yo creo que no estaréis ignorante de...
Hamlet
Quisiera que no me tuvierais por ignorante; bien que vuestra opinión no me añada un gran concepto... Y bien, ¿qué más?
Enrique
Decía que no podéis ignorar el mérito de Laertes.
Hamlet
Yo no me atreveré a confesarlo, por no igualarme con él; siendo averiguado que para conocer bien a otro, es menester conocerse bien a sí mismo.
Enrique
Yo lo decía por su destreza en el arma, puesto que según la voz general, no se le conoce compañero.
Hamlet
¿Y qué arma es la suya?
Enrique
Espada y daga.
Hamlet
Esas son dos armas... Vaya adelante.
Enrique
Pues señor, el Rey ha apostado contra él seis caballos bárbaros, y él ha impuesto por su parte, (según he sabido) seis espadas francesas con sus dagas y guarniciones correspondientes, como cinturón, colgantes, y así a este tenor... Tres de estas cureñas particularmente son la cosa más bien hecha que puede darse. ¡Cureñas como ellas!.. ¡Oh! Es obra de mucho gusto y primor.
Hamlet
Y ¿a qué cosa llamáis cureñas?
Horacio
Ya recelaba yo y que sin el socorro de motas marginales no pudierais acabar el diálogo.
Enrique
Señor, por cureñas entiendo yo, así, los... Los cinturones.
Hamlet
La expresión sería mucho más propia, si pudiéramos llevar al lado un cañón de artillería; pero en tanto que este uso no se introduce, los llamaremos cinturones... En fin y vamos al asunto. Seis caballos bárbaros, contra seis espadas francesas, con sus cinturones, y entre ellos tres cureñas primorosas. ¿Con que esto es lo que apuesta el francés contra el danés? ¿Y a qué fin se han impuesto (como vos decís) todas esas cosas?
Enrique
El Rey ha apostado que si batalláis con Laertes, en doce jugadas no pasarán de tres botonazos los que él os dé, y él dice, que en las mismas doce, os dará nueve cuando menos, y desea que esto se juzgue inmediatamente: si os dignáis de responder.
Hamlet
¿Y si respondo que no?
Enrique
Quiero decir, si admitís el partido que os propone.
Hamlet
Pues, señor, yo tengo que pasearme todavía en esta sala, porque si su Majestad no lo ha por enojo, esta es la hora crítica en que yo acostumbro respirar el ambiente. Tráiganse aquí los floretes, y si ese caballero lo quiere así, y el Rey se mantiene en lo dicho, le haré ganar la apuesta, si puedo; y si no puedo, lo que yo ganaré será vergüenza y golpes.
Enrique
¿Con qué lo diré en esos términos?
Hamlet
Esta es la substancia; después lo podéis adornar con todas las flores de vuestro ingenio.
Enrique
Señor, recomiendo nuevamente mis respetos a vuestra grandeza.
Hamlet
Siempre vuestro, siempre.

Escena VI

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HAMLET, HORACIO


Hamlet
Él hace muy bien de recomendarse a sí mismo, porque si no, dudo mucho que nadie lo hiciese por él.
Horacio
Este me parece un vencejo, que empezó a volar y chillar, con el cascarón pegado a las plumas.
Hamlet
Sí, y aun antes de mamar hacía ya cumplimientos a la teta. Este es uno de los muchos que en nuestra corrompida edad son estimados, únicamente porque saben acomodarse al gusto del día, con esa exterioridad halagüeña y obsequiosa. Y con ella tal vez suelen sorprender el aprecio de los hombres prudentes; pero se parecen demasiado a la espuma; que por más que hierva y abulte, al dar un soplo, se reconoce lo que es: todas las ampollas huecas se deshacen, y no queda nada en el vaso.


Escena VII

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HAMLET, HORACIO, UN CABALLERO


Caballero
Señor, parece que su Majestad os envió un recado con el joven Enrique, y éste ha vuelto diciendo que esperabais en esta sala. El Rey me envía a saber si gustáis de batallar con Laertes inmediatamente, o si queréis que se dilate.
Hamlet
Yo soy constante en mi resolución y la sujeto a la voluntad del Rey. Si esta hora fuese cómoda para él, también lo es para mí, conque hágase al instante o cuando guste; con tal que me halle en la buena disposición que ahora.
Caballero
El Rey y la Reina bajan ya, con toda la Corte.
Hamlet
Muy bien.
Caballero
La Reina quisiera que antes de comenzar la batalla, hablarais a Laertes con dulzura y expresiones de amistad.
Hamlet
Es advertencia muy prudente.


Escena VIII

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HAMLET, HORACIO


Horacio
Temo que habéis de perder, señor.
Hamlet
No, yo pienso que no. Desde que él partió para Francia, no he cesado de ejercitarme, y creo que le llevaré ventaja... Pero... No podrás imaginarte que angustia siento, aquí en el corazón. Y ¿sobre qué?.. No hay motivo.
Horacio
Con todo eso, señor...
Hamlet
¡Ilusiones vanas! Especie de presentimientos, capaces sólo de turbar un alma femenil.
Horacio
Si sentís interiormente alguna repugnancia, no hay para que empeñaros. Yo me adelantaré a encontrarlos, y les diré que estáis indispuesto.
Hamlet
No, no... Me burlo yo de tales presagios. Hasta en la muerte de un pajarillo interviene una providencia irresistible. Si mi hora es llegada, no hay que esperarla, si no ha de venir ya, señal que es ahora, y si ahora no fuese, habrá de ser después: todo consiste en hallarse prevenido para cuando venga. Si el hombre, al terminar su vida, ignora siempre lo que podría ocurrir después, ¿qué importa que la pierda tarde o presto? Sepa morir (221).


Escena IX

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HAMLET, HORACIO, CLAUDIO, GERTRUDIS, LAERTES, ENRIQUE, Caballeros, Damas y acompañamiento.


Claudio
Ven, Hamlet, ven, y recibe esta mano que te presento (222).
Hamlet
Laertes, si estáis (223) ofendido de mí, os pido perdón. Perdonadme como caballero. Cuantos se hallan presentes saben, y aun vos mismo lo habréis oído, el desorden que mi razón padece. Cuanto haya hecho insultando la ternura de vuestro corazón, vuestra nobleza, o vuestro honor, cualquiera acción en fin, capaz de irritaros; declaro solemnemente en este lugar que ha sido efecto de mi locura. ¿Puede Hamlet haber ofendido a Laertes? No, Hamlet no ha sido, porque estaba fuera de sí, y si en tal ocasión (en que él a sí propio se desconocía) ofendió a Laertes, no fue Hamlet el agresor, porque Hamlet lo desaprueba y lo desmiente. ¿Pues quién pudo ser? Su demencia sola... Siendo esto así, el desdichado Hamlet es partidario del ofendido, al paso que en su propia locura reconoce su mayor contrario. Permitid, pues, que delante de esta asamblea me justifique de toda siniestra intención y espere de vuestro ánimo generoso el olvido de mis desaciertos. Disparaba el arpón sobre los muros de ese edificio, y por error herí a mi hermano.
Laertes
Mi corazón, cuyos impulsos naturales eran los primeros a pedirme en este caso venganza, queda satisfecho. Mi honra no me permite pasar adelante ni admitir reconciliación alguna; hasta que examinado el hecho por ancianos y virtuosos árbitros, se declare que mi pundonor está sin mancilla. Mientras llega este caso, admito con afecto recíproco el que me anunciáis, y os prometo de no ofenderle.
Hamlet
Yo recibo con sincera gratitud ese ofrecimiento, y en cuanto a la batalla que va a comenzarse, lidiaré con vos como si mi competidor fuese mi hermano... Vamos. Dadnos floretes.
Laertes
Sí, vamos.. Uno a mí.
Hamlet
La victoria no os será difícil, vuestra habilidad lucirá sobre mi ignorancia, como una estrella resplandeciente entre las tinieblas de la noche.
Laertes
No os burléis, señor.
Hamlet
No, no me burlo.
Claudio
Dales floretes, joven Enrique. Hamlet, ya sabes cuales son las condiciones.
Hamlet
Sí, señor, y en verdad que habéis apostado por el más débil. (224)
Claudio
No temo perder. Yo os he visto ya esgrimir a entrambos y aunque él haya adelantado después; por eso mismo, el premio es mayor a favor nuestro.
Laertes
Este es muy pesado. Dejadme ver otro. (225)
Hamlet
Este me parece bueno... ¿Son todos iguales?
Enrique
Sí señor.
Claudio
Cubrid esta mesa de copas, llenas de vino. Si Hamlet da la primera o segunda estocada, o en la tercera suerte da un quite al contrario, disparen toda la artillería de las almenas. El Rey beberá a la salud de Hamlet echando en la copa una perla más preciosa que la que han usado en su corona los cuatro últimos soberanos daneses. Traed las copas, y el timbal diga a las trompetas, las trompetas al artillero distante, los cañones al cielo, y el cielo a la tierra; ahora brinda el Rey de Dinamarca a la salud de Hamlet... Comenzad, y vosotros que habéis de juzgarlos, observad atentos.
Hamlet
Vamos (226).
Laertes
Vamos señor. (227)
Hamlet
Una.
Laertes
No.
Hamlet
Que juzguen.
Enrique
Una estocada, no hay duda.
Laertes
Bien; a otra.
Claudio
Esperad... Dadme de beber. (228) Hamlet, esta perla es para ti, y brindo con ella a tu salud. Dadle la copa.
Hamlet
Esperad un poco. (229) Quiero dar este bote primero. Vamos. Otra estocada. ¿Qué decís?
Laertes
Sí, me ha tocado, lo confieso.
Claudio
¡Oh! Nuestro hijo vencerá.
Gertrudis
Está grueso, y se fatiga demasiado. Ven aquí, Hamlet, toma este lienzo, y límpiate el rostro. La Reina brinda a tu buena fortuna querido Hamlet. (230)
Hamlet
Muchas gracias, señora.
Claudio
No, no bebáis.
Gertrudis
¡Oh! Señor, perdonadme. Yo he de beber.
Claudio
¡La copa envenenada!.. Pero... No hay remedio.
Hamlet
No, ahora no bebo, esperad un instante.
Gertrudis
Ven, hijo mío, te limpiaré el sudor del rostro.
Laertes
Ahora veréis si le acierto. (231)
Claudio
Yo pienso que no.
Laertes
No sé qué repugnancia siento al ir a ejecutarlo.
Hamlet
Vamos a la tercera, Laertes... Pero, bien se ve que lo tomáis a fiesta, batallad, os ruego, con más ahínco. Mucho temo que os burláis de mí.
Laertes
¿Eso decís, señor? Vamos. (232)
Enrique
Nada, ni uno ni otro.
Laertes
Ahora... (233) Ésta...
Claudio
Parece que se acaloran demasiado. Separadlos.
Hamlet
No, no, vamos otra vez.
Enrique
Ved qué tiene la Reina ¡Cielos!
Horacio
¡Ambos heridos! ¿Qué es esto, señor?
Enrique
¿Cómo ha sido, Laertes?
Laertes
Esto es haber caído en el lazo que preparé, justamente muero víctima de mi propia traición.
Hamlet
¿Qué tiene la Reina?
Claudio
Se ha desmayado al veros heridos.
Gertrudis
No, no... ¡La bebida!... ¡Querido Hamlet! ¡La bebida! ¡Me han envenenado! (234)
Hamlet
¡Oh! ¡Qué alevosía!.. ¡Oh!.. Cerrad las puertas... Traición... Buscad por todas partes (235)...
Laertes
No, el traidor está aquí. (236) Hamlet, tú eres muerto... no hay medicina que pueda salvarte, vivirás media hora, apenas... En tu mano está el instrumento aleve, bañada con ponzoña su aguda punta. ¡Volviose en mi daño, la trama indigna! Vesme aquí postrado para no levantarme jamás. Tu madre ha bebido un tosigo... No puedo proseguir... El Rey, el Rey es el delincuente. (237)
Hamlet
¡Está envenenada esta punta! Pues, veneno, produce tus efectos.
Todos
Traición, traición.
Claudio
Amigos, estoy herido... Defendedme.
Hamlet
¡Malvado incestuoso, asesino! Bebe esta ponzoña ¿Está la perla aquí? Sí, toma (238), acompaña a mi madre.
Laertes
¡Justo castigo!... Él mismo preparó la poción mortal... Olvidémonos de todo, generoso Hamlet y... ¡Oh! ¡No caiga sobre ti la muerte de mi padre y la mía, ni sobre mí la tuya!
Hamlet
El Cielo te perdone... Ya voy a seguirte. Yo muero, Horacio... Adiós, Reina infeliz... (239) Vosotros que asistís pálidos y mudos con el temor a este suceso terrible... Si yo tuviera tiempo. (240) La muerte es un ministro inexorable que no dilata la ejecución... Yo pudiera deciros... pero, no es posible. Horacio, yo muero. Tú, que vivirás, refiere la verdad y los motivos de mi conducta, a quien los ignora.
Horacio
¿Vivir? No lo creáis. Yo tengo alma Romana, y aún ha quedado aquí parte del tósigo. (241)
Hamlet
Dame esa copa... presto... por Dios te lo pido. ¡Oh! ¡Querido Horacio! Si esto permanece oculto, ¡qué manchada reputación dejaré después de mi muerte! Si alguna vez me diste lugar en tu corazón, retarda un poco esa felicidad que apeteces; alarga por algún tiempo la fatigosa vida en este mundo llena de miserias, y divulga por él mi historia... ¿Qué estrépito militar es éste? (242)


Escena X

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HAMLET, HORACIO, ENRIQUE, UN CABALLERO y acompañamiento.


Caballero
El joven Fortimbrás que vuelve vencedor de Polonia, saluda con la salva marcial que oís a los Embajadores de Inglaterra.
Hamlet
Yo expiro, Horacio, la activa ponzoña sofoca ya mi aliento... No puedo vivir para saber nuevas de Inglaterra; pero me atrevo (243) a anunciar que Fortimbrás será elegido por aquella nación. Yo, moribundo, le doy mi voto... Díselo tú, e infórmale de cuanto acaba de ocurrir... ¡Oh!... Para mí solo queda ya... silencio eterno. (244)
Horacio
En fin, ¡se rompe ese gran corazón! Adiós, adiós, amado Príncipe. (245) ¡Los coros angélicos te acompañen al celeste descanso!... Pero, ¿cómo se acerca hasta aquí el estruendo de tambores?


Escena XI

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FORTIMBRÁS, DOS EMBAJADORES, HORACIO, ENRIQUE, SOLDADOS, acompañamiento.


Fortimbrás
¿En dónde está ese espectáculo (246)?
Horacio
¿Qué buscáis aquí? Si queréis ver desgracias espantosas, no paséis adelante.
Fortimbrás
¡Oh! Este destrozo pide sangrienta venganza... ¡Soberbia muerte! ¿Qué festín dispones en tu morada infernal, que así has herido con un golpe solo tantas ilustres víctimas?
Embajador 1º
¡Horroriza el verlo!... Tarde hemos llegado con los mensajes de Inglaterra. Los oídos a quienes debíamos dirigirlos, son ya insensibles. Sus órdenes fueron puntualmente ejecutadas: Ricardo y Guillermo perdieron la vida... Pero, ¿quién nos dará las gracias de nuestra obediencia?
Horacio
No las recibiríais de su boca, aunque viviese todavía, que él nunca dio orden para tales muertes. Pero, puesto que vos viniendo victorioso de la guerra contra Polonia y vosotros enviados de Inglaterra, os halláis juntos en este lugar y os veo deseosos de averiguar este suceso trágico: disponed que esos cadáveres se expongan sobre una tumba elevada a la vista pública, y entonces haré saber al mundo que lo ignora el motivo de estas desgracias. Me oiréis hablar (pues todo os lo sabré referir fielmente) de acciones crueles, bárbaras, atroces sentencias que dictó el acaso estragos imprevistos, muertes ejecutadas con violencia y aleve astucia y al fin, proyectos malogrados, que han hecho perecer a sus autores mismos.
Fortimbrás
Deseo con impaciencia oíros, y convendrá que se reúna con este objeto la nobleza de la nación. No puedo mirar sin horror los dones que me ofrece la fortuna; pero tengo derechos muy antiguos a esta corona, y en tal ocasión es justo reclamarlos.
Horacio
También puedo hablar en ese propósito, declarando el voto que pronunció aquella boca, que ya no formará sonido alguno... Pero, ahora que los ánimos están en peligroso movimiento, no se dilate la ejecución un instante solo: para evitar los males que pudieran causar la malignidad o el error.
Fortimbrás
Cuatro de mis capitanes lleven al túmulo el cuerpo de Hamlet con las insignias correspondientes a un guerrero. ¡Ah! Si él hubiese ocupado el trono, sin duda hubiera sido un excelente Monarca... Resuene la música militar por donde pase la pompa fúnebre, y hagánsele todos los honores de la guerra... Quitad, quitad de ahí esos cadáveres. Espectáculo tan sangriento, más es propio de un campo de batalla que de este sitio... Y vosotros, haced que salude con descargas todo el ejército.