Habitantes de El Paso
¿Queréis regocijaros con la asquerosa presencia del asesino-tirano Porfirío Díaz? ¿Pensáis que os honra mucho la visita de ese sombrío bandido? Recordad su historia: Tiene páginas imborrables, frescas como el sucio limo de las charcas, y vosotros no podréis menos de sentir vergüenza, al sólo pensamiento de que a nombre de vosotros se le haga un festival odioso. Millares de víctimas os contemplan y esperan ver en vosotros el gesto de la dignidad altiva protestando de la vileza que os suponen los corifeos de Porfirio Díaz.
Recordad siquiera los crímenes que ese malhechor ha cometido junto a vosotros. Tened presente que Díaz fue el que pagó asesinos que quitaron la vida al Doctor Ignacio Martínez, en Laredo, Texas. Que él fue el autor del secuestro de Manuel Sarabia, en Douglas, Arizona; que él es quién tiene infestada vuestra ciudad con sus esbirros, que él es el que dia a día, en negra complicidad con vuestros mandatarios, abofetea con atentados abominables la memoria de Lincoln, que os debe ser querida.
Probable es que Díaz, aunque lo haya ofrecido, no venga al fin, porque ese asesino es un cobarde y tiene miedo de acercarse a la frontera; más, de todos modos, vosotros debéis protestar de la comedia que en el vuestro se le hace a su nombre empapado de sangre y de cieno.
En México existe una disculpa para los que fingen en presencia del Tirano: esa disculpa es el terror. Pero vosotros no la tenéis, no podéis tenerla, y si aceptáis la parte que os asignan en el degradante sainete, no habrá subterfugios que valgan; ni el agua de cien diluvios bíblicos podrá limpiarnos la mancha que os habréis arrojado encima.
Manteneos dignos o aguardad a que yo os queme el rostro con esa palabra que vendría a ser vuestro distintivo del porvenir: ¡Abyectos! ...
Práxedis G. Guerrero
Punto Rojo, N° 3 del 29 de Agosto de 1909. El Paso, Texas.