Guía espiritual/Prefacio
El que lo saca a luz al lector sincero, la paz. Que el inquieto mundo dar no puede
Haec verba fidelissima sunt et vera (Apoc. 22)
Palabras fidelísimas y verdaderas son, lector sincero, las que en este pequeño libro rebosó (inspirado y aun impelido del Padre de los eternos resplandores) el corazón profundo y lleno de luz de un varón bueno. Palabras, vuelvo a decir, son fidelísimas y verdaderas; palabras de vida y de luz, las cuales, si deseas caminar derecho y seguro por el camino de la abundante justicia y equidad, serán antorcha inextinguible a tus pies y fanal siempre ardiente a tus pisadas.
No la vana ambición de la vanísima alabanza de los hombres ni algún otro humano motivo o terreno respeto tuvieron parte en la composición de esta obra o la tienen en la publicación: sólo el puro amor del aumento de la divina gloria, el limpio y ardiente deseo de promover la perfección cristiana movieron a quien escribió estas altas verdades a escribirlas y mueven a quien las publica a publicarlas.
Porque su autor (continuamente ocupado en el consuelo y gobierno de almas sin número, que Dios le fía, sin buscar ninguna por estarse en su soledad y desapego, que es el que anhela) escribió con pluma velocísima este tratado, sin más enseñanza que la de la santa oración, sin más lección y estudio que el interior tormento, que es la oficina donde se labra la verdadera sabiduría, sin más artificio que el interior impulso, y sin más reflexión e intento que el corresponder al eterno beneplácito y divina inspiración, y no ofendería la verdad si dijese violencia. Deseando, pues, que este libro saliese a la pública luz para común utilidad y guía de las dichosas almas que por la derecha senda de la negación de sí mismas caminan a las felicísimas y serenas alturas de la mística perfección, intenté repetidas veces con su autor me lo entregase, y no pudiendo conseguirlo, me valí de su espiritual guía, el cual, habiéndoselo pedido y leído, me lo entregó.
Yo he solicitado la impresión y he allanado algunas dificultades que en ella se han ofrecido, pareciéndome que se complace de esto aquel gran Padre de familias que no enciende tales antorchas para que estén inútilmente escondidas, sino para que ardan en su místico candelero, y también por saber el útil que de esto ha de resultar a los verdaderos espirituales y puramente místicos; porque no basta escribir de la divina influencia y de la pasiva e interior comunicación, como muchos altamente hasta ahora han escrito, si no se desembaraza el camino y se le descubren al alma las dificultades que pasan dentro de sí misma y la impiden la subida a este sublime estado. Este sólo ha sido el intento del autor, y parece que con singular acierto lo ha conseguido. Porque su doctrina es práctica, su luz es pura, su estilo, si sencillo, elevado, y su inteligencia clara, aunque profunda.
Lee pues, lector caro, con toda seguridad y alegría santa, mas juntamente con atención y consideración devota, este práctico libro de la interior vida, en el cual hallarás el maná escondido de la divina suavidad y dulzura, y el nombre y asunto nuevo de la interior paz, congrua y altamente explicado. Aquí hallarás la diferencia que hay de la meditación a la contemplación, de la adquirida a la infusa. Aquí se descubren las miserias del alma, las tentaciones del enemigo, sus astucias, enredos y sutilezas. y aquí finalmente hallarás las secretas sendas para alcanzar todas las virtudes y subir al alto monte de la contemplación, de la aniquilación, de la transformación e interior paz.
Si eres oveja, cándida y no errante, del Pastor divino y fielmente sigues su amoroso silbo conducido de esta espiritual Guía, entrarás en los suavísimos pastos de la bienaventurada, tranquilísima y amenísima suavidad interior, regada con los cristalinos torrentes de la indeficiente y divina luz que rebosa en este libro; y no sólo iluminará tu entendimiento, sino que también inflamará tu voluntad, y llenando de espiritual gordura tu alma, la dejará con ardientes deseos de reformarse y ser conformada a la imagen resplandeciente de la eterna verdad.
Entra, entra, lector amantísimo, en este dichoso camino que te enseña esta fiel y luminosa Guía. Este es el camino de equidad de juicio y justicia. Camino de bendición, santificación y verdad. Camino de sabiduría, paz y fortaleza. Camino de quietud, luz y consejo. Estrecho solamente en las entradas, ancho en medio, y en el progreso y fin espaciosísimo.
Este es el camino de la verdadera latitud del corazón y de la real libertad de los hijos de Dios, fuera del cual toda anchura es estrechez; toda libertad, esclavitud; todo descanso, trabajo; toda paz, guerra; toda quietud, inquietud; toda alegría, falsa; toda felicidad, angustia; toda grandeza, vanidad; y todo alivio, aflicción de espíritu. Este es el santo e inmaculado camino, que segura y derechamente conduce a la vida eterna; y sin peligros, embarazos ni ofensas, guía a las altas y serenas cumbres del monte de la cristiana perfección. Monte todo bienaventurado y pacífico, todo tranquilo y luminoso, adonde no llegan las nubes de las humanas ceguedades y apetitos ni las inquietudes de las terrenas pasiones ni los vientos y tempestades de las humanas variaciones e inconstancias o de los temporales accidentes y sucesiones. A este bienaventurado término te conduce esta espiritual Guía. Mira cuántas y cuán grandes cosas se contienen en este pequeño libro. Dichoso tú, devoto lector, sino solamente lees, mas juntamente haces lo que en él leas. Vale.
Tu hermano, y siervo en Jesucristo crucificado.
Fray Juan de Santa María, Ministro Provincial.