Gotas de sangre/La Criminología y el millonario asesino

La Criminología y el millonario asesino


Aunque no forma parte del Jurado que fallará el proceso de Harry Thaw, millonario, asesino de White, millonario también, Lombroso ha creído que tenía el deber de fallar sobre la mentalidad del reo, quien, a juicio del demasiado famoso criminalista italiano, es un degenerado, un epiléptico moral, irresponsable casi..., y la crónica parisiense, por las plumas de los Faguet, Harduin y otros cronistas, se burla lindamente de Lombroso y sus teorías.

No soy de los que pueden ser tildados de parcialidad en favor de Lombroso. Sus importantes y numerosos plagios -probados hasta la saciedad por la crítica francesa- le hicieron desmerecer mucho, en mi concepto, porque nada me repugna tanto, en Ciencias y Letras, como un grajo. Sus ridículas apreciaciones sobre el asunto Syveton, fallando del carácter de los personajes que intervinieron en él, con arreglo a lo que dedujo de la contemplación de unas fotografías de los mismos, me parecieron labor charlatanesca, completamente falta de seriedad científica. Más tarde, su acto de sorprender y tergiversar una conversación de la admirable viuda de Zola, lanzándola malamente a la publicidad para hacer ruido y cobrar un artículo lleno de falsedades en desdoro de Zola y su señora, me pareció sumamente reprensible. Y desde entonces no le puedo ver.

Pero esta antipatía no quita que en el caso actual me parezcan injustas las críticas de los Harduin, Faguet, etc., y, muy acertado el juicio de Lombroso, no por lo que respecta a Harry Thaw -cuya mentalidad me importa menos que un comino-, sino por la apreciación de que los hombres que gastan grandes energías y se elevan sobre el nivel del vulgo empobrecen la prole, que cae en decadencia moral o en imbecilidad intelectual.

La conducta de la inmensa mayoría de los descendientes de los principales personajes de Europa en el siglo XIX prueba el tino de la doctrina de Lombroso en este punto. De sabios nacieron acémilas; de genios literarios, congrios; de guerreros, pusilánimes; de acaparadores, derrochadores; de grandes caracteres, grandes caquéxicos morales. El hijo de Napoleón I era un insignificante. Ningún hijo de Bismarck se atrevió con las botas del Canciller de hierro. Víctor Hugo murió sin sucesión intelectual.

Menos mal esas proles, que las hay de Príncipes de mucho fuste y de enaltecidas familias, como la de Broglie y la de Morny, que echan a rodar, en tablados de feria, las glorias del buen nombre que heredaron...

Lo que tenían que haber hecho los Faguet y Harduin era investigar si Lombroso demostraría por un Thaw sin una peseta la misma solicitud científica que demuestra por un Thaw con muchos millones.

Bien que el cuco académico Faguet, que no da puntadita sin hilo, y el laxativo psicólogo Harduin, que heredó del bonachón Sarcey la maestría en bailar la danza del vientre, tampoco se ocuparían de Lombroso y de lo que dice en este caso, si el criminalista italiano dictaminase sobre la mentalidad de un quidam asesino en vez de dictaminar sobre la criminalidad de un millonario criminal...