LXX

Yo tengo como el mar horas serenas

en que pierde mi espíritu su brío,

y se aduerme en la carne como el río

sobre su luengo tálamo de arenas.


Horas en que la sangre de mis venas

blandamente circula, en que el Hastío

como siniestro cárabo sombrío,

huye de la guarida de mis penas.


¡Ah!... Si entonces, acaso venturoso

un instante me ves, y una sonrisa

desarruga mi mudo labio inerte,


es porque aquellas horas de reposo,

que pasan para mí siempre deprisa,

tienen algo del sueño de la muerte!