LVII

Llevas lumbre purísima en el alma;

yo, sombras en mi espíritu desierto;

tú, de los lagos la apacible calma;

yo, la calma espantosa del Mar Muerto.


Por eso, niña, cuando canto a solas

en el silencio de mis noches largas,

mis rimas son como las turbias olas

de aquel mar: ¡melancólicas y amargas!