CXIX

Naciste en fresco bosque y yo en playas desiertas;

por eso tan distintos son nuestros idëales:

Te place el agua viva, y a mí las aguas muertas;

te gustan los vergeles, y a mí los arenales.


Para los dos el mundo tiene extraños matices:

Te placen los palacios, y a mí los monasterios;

a ti los cielos puros, y a mí los cielos grises,

te gustan las ciudades, y a mí los cementerios.


Algo distinto siempre nuestras almas alegra:

A ti la flor luciente, y a mí la seca zarza,

a ti el día brillante, y a mí la noche negra,

a ti el ave que trina, y a mí la muda garza.

Mas de mi senda nunca tus lindos pies desvíes,

porque tu ser alumbra mis tristes soledades; tú cantas y yo grito, yo lloro y tú sonríes,

envuelta vas en brisas, yo envuelto en tempestades.


¡Ven, acércate, niña!... y si tu alma se asombra

al contemplar la sima de mi naturaleza,

¡Sol de amor! A esa sima baja y rompe su sombra

y en fuga pon los búhos que guardan mi tristeza.