CVII

Sientes el alfiler que te atraviesa,

y en lenta convulsión la vida exhalas;

mas la Muerte, que en mísera pavesa

todo lo torna, a ti te deja ilesa:

no destruye ni el polvo de tus alas!


¡Mariposa!... ¿Por qué, di, la hermosura

de la mujer disgrégase en la calma

de la Muerte?

–Porque ella es carne impura:

Va al crisol de la hueca sepultura,

y yo vengo de allí... ¡Yo soy el alma!