El miedo ha hablado. Y entonces,—piernas que mueve el espanto, corazones que tiemblan al unísono, manos que se alzan con el mismo ademán, ojos que miran sin ver,—el torrente humano se echa á la calle llenándola de alaridos.
Monton, masa, cosa con movimiento, que cruzas ciega, loca, haciendo estrepitar bajo la planta el pavimento sonoro, ¿adónde vás? Llevas ímpetu de torbellino y hay en tí algo de formidable y arrollador que te hace aparecer como poseedora de una fuerza superior y única, anonadadora y terrible, jigantescamente humana. ¿Quién te guía? ¿Quién te impulsa, así, cruel y feroz, haciéndote marchar, desesperadamente, como si el ángel de la venganza ó el esterminio fuera, implacable, castigándote en la espalda?
¿Cómo explicar el fenómeno?—¡Fuego! ha dicho una voz. El miedo ha hablado. Fácil es observar luego el crecimiento de alas en los talones de la muchedumbre...