Funeral bucólico
de Justo Sierra Méndez


I

Su esfera de cristal la luna apaga
En la pálida niebla de la aurora
Y la brisa del mar fresca y sonora
Entre los pinos de la costa vaga.

Aquí murió de amor en hora aciaga
Mirtilo, y Bala su rebaño; llora
La primavera y le tributa Flora
Rústico incienso cuyo olor embriaga.

Allí la pira está; doliente y grave
Danza emprenden en torno los pastores
Coronados de cipo y de verbena;

La selva plañe con murmullo suave
Y yace, de Mirtilo entre las flores,
Oliendo a mil aún la dulce avena.


II

Mas llegan los pastores en bandadas
Al reír la mañana en el Oriente;
Mezclan su voz al cántico doliente
Y se abren las violas perfumadas.

Ya se tornan guirnaldas animadas
Las danzas ; ya las mueve ritmo ardiente
Al que hacen coro en la vecina fuente
Faunos lascivos y risueños driadas.

Vibra Febo su dardo de diamante;
El baile raudo gira, el seno opreso
De las pastoras rompe en delirante

Grito de amor que llena el aire en ceso.
Mirtilo, el boquirrubio, en ese instante
Vuelto habría a la vida con un beso.


III

Unese a los sollozos convulsivos
De los abiertos labios, el sonoro
Choque, ya recogen el caliente lloro
Las rojas bocas en los ojos vivos.

¡Homenaje a Mirtilo! ¿Cómo esquivos
podrían ser sus manes a ese coro?
Al soplo del amor y en barca de oro
Su alma huía los cármenes nativos.

Las tazas nuevas en que hierve pura
La leche vierten del redondo seno
A torrentes su nítida blancura.

Sobre el fúnebre altar de aromas lleno
El fuego borda al fin la pira oscura
Y asciende el sol en el zafir sereno.


IV

Crece la hoguera, muerde con enojo
Las ramas cuya esencia bebe el viento
Y el baile muere al exhalar su aliento
La última llama en el postrer abrojo.

En un vaso de arcilla negro y rojo,
Recogen las cenizas al momento
Los pastores y en tosco monumento
Guardan píos el mísero despojo.

Duerme Mirtilo; floresta Umbría
Que en tu sepulcro abandonado vierte
Su inefable y serena poesía,

No olvidará tu dolorosa suerte:
Ni de tu amor la efímera elegía,
Ni tus bodas eternas con la muerte.