VIII editar




¡Ah, pero ya comienza el edificio
vetusto a derrumbarse. Los histriones
envejecen. Saliendo van de quicio,
a trancos, asesinos y ladrones!

La reforma se yergue. El tiempo pasa
con su ley inflexible y el progreso
sopla, como aquilón, sobre la brasa,
mientras se descoyunta el retroceso.

Huye al antro el error, asustadizo,
como al jaral enmarañado, el ciervo,
como a su cueva lóbrega, el erizo.

Y, con las sacudidas de tus hombros,
y con las explosiones de tu verbo,
va el mal quedando reducido a escombros.